No tengo pretensiones. Llegué desde tan lejos que no bastaría con desdoblar el horizonte para señalarles mi hogar de procedencia, pero está yendo para allá, derechito nomás. No heredé un dialecto neutro, sino una apropiación del lenguaje que echó raíces en mi vida circular y ramificada. Soy un viajante, un explorador y dibujante de las cosas dignas de ser relatadas a los ojos y a todos los sentidos, para aquellos que como la hierba no dejan brisa ni gota por degustar.
Llegué hace no más de cinco lunas a esta gran isla, sin más equipo que un modesto traje y una daga mochada por enfrentamientos a bestias y sobre todo por ser mi principal herramienta a la hora de construirme refugios provisiorios o permanentes. Algo de comida, carne de lobo y cereales varios, para procurarme fibra y alimento en épocas difíciles. Lo más valioso que traje conmigo -y la causa de mi llegada a estos lares- es el diario de un mago invocador de sombras, que me dejó como regalo. Él dejó esta isla mucho tiempo ha y la misma noche que me mostró este diario -éste, fijate. Tiene las tapas roidas ya, las hojas desvencijadas y amarronadas- me lo regaló y no se lo prometí, pero le dije que quizás recorrería aquellos caminos. Y acá estoy, escribiendo esto mientras llueve copiosamente y el sol reparte la suficiente luz como para escribir. Mi choza es un recinto abierto hacia un lado, techado con hojas de sauce embadurnadas con grasa animal y jugo de hierbas preparadas en el mortero que me me armé con un trozo de tronco perdido. A los lados me cubren los arbustos, y del piso sólo me aíslo con una manta de lana que siempre llevo enrollada en mi espalda, tejida por una antigua amada de tierras lejanas que supo ocupar la mitad que dejo libre cuando pernocto.
Así es. Vivo a la intemperie porque a pesar de los peligros y la exposición a los elementos, es donde más a gusto me siento y donde siento los más frescos aromas. No soy poeta ni tengo oficio alguno, pero procuro experimentar con todo aquello que me llame a la curiosidad y amo, amo francamente la caprichosa inconstancia de la vida, el pisar fuerte sobre inseguridades y los susurros súbitos de la muerte, que me despierta los sentidos cuando despistadamente los dejo dormidos. He conocido varias razas en mis viajes y después de tantos tantos tiempos, fui erosionando todos los juicios que alguna vez tuve asentados sobre aquellos diferentes a mí, como los orcos. Ejemplo, eso es lo que fueron para mí practicamente todos los orcos que encontré en mis aventuras... Y yo que los consideraba seres primitivos e ignorantes. Ignorante de mi! Los he sabido sensibles, honrados, macanudos, alegres y respetuosos, y muchas más virtudes que yo no había sabido encontrar en mí mismo. Será que soy un elfo obscuro y ciertos genes heredados me brotan sin que yo me percate.
Les escribo porque es de mi agrado saludar a los paisanos de los lugares que visito y empaparme de sus historias y tradiciones. Soy un explorador y un interesado en las artes, mayormente en la música, la pintura y la arquitectura. Me declaro investigador aficionado del urbanismo de estas ciudades y asentamientos periféricos, pero ante todo me interesa conocer la vida social, cultural y política de los lugares que recorro.
También soy aquel que ha escrito el libro que contiene los pasajes que ahora pretendo redescubrir. Mi cruzada es por el conocimiento y gozo de las cositas que están pasando por estos lugares y por revivir alguna que otra experiencia desde otro punto de vista.
Gracias por sus respectivos tiempos, y por prestarle atención a este nómade vespertino.
Que sea la música dentro de ustedes.
Biria
Llegué hace no más de cinco lunas a esta gran isla, sin más equipo que un modesto traje y una daga mochada por enfrentamientos a bestias y sobre todo por ser mi principal herramienta a la hora de construirme refugios provisiorios o permanentes. Algo de comida, carne de lobo y cereales varios, para procurarme fibra y alimento en épocas difíciles. Lo más valioso que traje conmigo -y la causa de mi llegada a estos lares- es el diario de un mago invocador de sombras, que me dejó como regalo. Él dejó esta isla mucho tiempo ha y la misma noche que me mostró este diario -éste, fijate. Tiene las tapas roidas ya, las hojas desvencijadas y amarronadas- me lo regaló y no se lo prometí, pero le dije que quizás recorrería aquellos caminos. Y acá estoy, escribiendo esto mientras llueve copiosamente y el sol reparte la suficiente luz como para escribir. Mi choza es un recinto abierto hacia un lado, techado con hojas de sauce embadurnadas con grasa animal y jugo de hierbas preparadas en el mortero que me me armé con un trozo de tronco perdido. A los lados me cubren los arbustos, y del piso sólo me aíslo con una manta de lana que siempre llevo enrollada en mi espalda, tejida por una antigua amada de tierras lejanas que supo ocupar la mitad que dejo libre cuando pernocto.
Así es. Vivo a la intemperie porque a pesar de los peligros y la exposición a los elementos, es donde más a gusto me siento y donde siento los más frescos aromas. No soy poeta ni tengo oficio alguno, pero procuro experimentar con todo aquello que me llame a la curiosidad y amo, amo francamente la caprichosa inconstancia de la vida, el pisar fuerte sobre inseguridades y los susurros súbitos de la muerte, que me despierta los sentidos cuando despistadamente los dejo dormidos. He conocido varias razas en mis viajes y después de tantos tantos tiempos, fui erosionando todos los juicios que alguna vez tuve asentados sobre aquellos diferentes a mí, como los orcos. Ejemplo, eso es lo que fueron para mí practicamente todos los orcos que encontré en mis aventuras... Y yo que los consideraba seres primitivos e ignorantes. Ignorante de mi! Los he sabido sensibles, honrados, macanudos, alegres y respetuosos, y muchas más virtudes que yo no había sabido encontrar en mí mismo. Será que soy un elfo obscuro y ciertos genes heredados me brotan sin que yo me percate.
Les escribo porque es de mi agrado saludar a los paisanos de los lugares que visito y empaparme de sus historias y tradiciones. Soy un explorador y un interesado en las artes, mayormente en la música, la pintura y la arquitectura. Me declaro investigador aficionado del urbanismo de estas ciudades y asentamientos periféricos, pero ante todo me interesa conocer la vida social, cultural y política de los lugares que recorro.
También soy aquel que ha escrito el libro que contiene los pasajes que ahora pretendo redescubrir. Mi cruzada es por el conocimiento y gozo de las cositas que están pasando por estos lugares y por revivir alguna que otra experiencia desde otro punto de vista.
Gracias por sus respectivos tiempos, y por prestarle atención a este nómade vespertino.
Que sea la música dentro de ustedes.
Biria
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