Capitulo I El Viaje (Parte I)
Diario de Freigan
Día 19 de Octubre del año 867 de la Cuarta Era
“Hoy ha sido un día bastante tranquilo en las cortes de Elven como de costumbre. La paz que reina en este lugar parece sacada de un sueño.. Cualquier humano que viniera a nuestro reino, sin duda pensaría que ha muerto y se encuentra en el cielo, pues no creo que en su mundo tenga la oportunidad de ver esta belleza sin igual, y de escuchar las bellas y dulces voces que envuelven cada rincón.
Aquí todo parece demasiado perfecto, y aunque admito que es muy hermoso, empiezo a estar cansado de todo esto. Debería salir de aquí y descubrir otros lugares, experimentar nuevas cosas, descubrir nuevas sensaciones. Pero no puedo, el mundo de ahora no esta hecho para los elfos, además, como príncipe de Elven, tengo el deber de quedarme aquí y obrar para que todo siga igual como hasta ahora.
A veces, me gustaría haber nacido no como príncipe, sino como alguien normal. Mucha gente piensa que ser de la realeza es algo magnifico, por lo que muchos darían incluso su vida. Es triste que no sepan la verdad, que ignoren, que en el momento de nacer, vives dentro de una jaula de oro, sin poder hacer nada que no esté controlado por un tercero.
Sólo en la lectura y en la escritura soy libre. En este arte puedo viajar a lugares lejanos y hacer cosas que sólo podría hacer en mi imaginación.
Ojala pudiera irme de verdad a otros lugares, lejos de estos grandes muros. Por ahora es sólo un sueño, pero quizás….”
Unos pequeños golpes en la puerta interrumpieron a Freigan en su escritura.
-Adelante por favor-.
La puerta se abrió lentamente y un joven elfo de cabellos largos y dorados entró. Su traje blanco con pequeños adornos plateados indicaba que se trataba de un sirviente del Rey.
- Mi señor Freigan, nuestro señor, el Rey Edwin, desea verle-.
- Por favor, Yseult, decidle a mi padre que iré enseguida -.
- Así lo haré señor -.
El elfo hizo una reverencia, y se fue de la habitación cerrando con suavidad la puerta. Freigan cerró lentamente su diario, lo miró y mientras acariciaba lentamente la tapa de piel pensó:
- Una cárcel de oro, daría todo lo que soy y tengo por ser libre-.
Cogió el diario y lo guardó en el cajón de su mesa. Abrió la puerta y vio en frente a su mejor amigo esperándole.
- ¡Shema! ¿Qué estáis haciendo vos aquí?-.
- Es el deber de todo ayudante el estar esperando siempre por su señor -. Dijo mientras hacía un saludo un poco grotesco.
Freigan sonrió a pesar de las miradas serias de los soldados que allí se encontraban vigilando el pasillo.
- Ya sabéis que no me gusta que me tratéis como vuestro señor, me siento mal. Desde mi punto de vista, sois igual que yo-.
- Me alegra oírlo, pero aquí no sería bien visto que os trate como si fuerais alguien como yo-. Comentó mientras miraba de reojo la cara de uno de los soldados.
Shema hizo un gesto con la mano y los dos empezaron a caminar por el pasillo hacía la cámara real.
Fin de la Parte I
Diario de Freigan
Día 19 de Octubre del año 867 de la Cuarta Era
“Hoy ha sido un día bastante tranquilo en las cortes de Elven como de costumbre. La paz que reina en este lugar parece sacada de un sueño.. Cualquier humano que viniera a nuestro reino, sin duda pensaría que ha muerto y se encuentra en el cielo, pues no creo que en su mundo tenga la oportunidad de ver esta belleza sin igual, y de escuchar las bellas y dulces voces que envuelven cada rincón.
Aquí todo parece demasiado perfecto, y aunque admito que es muy hermoso, empiezo a estar cansado de todo esto. Debería salir de aquí y descubrir otros lugares, experimentar nuevas cosas, descubrir nuevas sensaciones. Pero no puedo, el mundo de ahora no esta hecho para los elfos, además, como príncipe de Elven, tengo el deber de quedarme aquí y obrar para que todo siga igual como hasta ahora.
A veces, me gustaría haber nacido no como príncipe, sino como alguien normal. Mucha gente piensa que ser de la realeza es algo magnifico, por lo que muchos darían incluso su vida. Es triste que no sepan la verdad, que ignoren, que en el momento de nacer, vives dentro de una jaula de oro, sin poder hacer nada que no esté controlado por un tercero.
Sólo en la lectura y en la escritura soy libre. En este arte puedo viajar a lugares lejanos y hacer cosas que sólo podría hacer en mi imaginación.
Ojala pudiera irme de verdad a otros lugares, lejos de estos grandes muros. Por ahora es sólo un sueño, pero quizás….”
Unos pequeños golpes en la puerta interrumpieron a Freigan en su escritura.
-Adelante por favor-.
La puerta se abrió lentamente y un joven elfo de cabellos largos y dorados entró. Su traje blanco con pequeños adornos plateados indicaba que se trataba de un sirviente del Rey.
- Mi señor Freigan, nuestro señor, el Rey Edwin, desea verle-.
- Por favor, Yseult, decidle a mi padre que iré enseguida -.
- Así lo haré señor -.
El elfo hizo una reverencia, y se fue de la habitación cerrando con suavidad la puerta. Freigan cerró lentamente su diario, lo miró y mientras acariciaba lentamente la tapa de piel pensó:
- Una cárcel de oro, daría todo lo que soy y tengo por ser libre-.
Cogió el diario y lo guardó en el cajón de su mesa. Abrió la puerta y vio en frente a su mejor amigo esperándole.
- ¡Shema! ¿Qué estáis haciendo vos aquí?-.
- Es el deber de todo ayudante el estar esperando siempre por su señor -. Dijo mientras hacía un saludo un poco grotesco.
Freigan sonrió a pesar de las miradas serias de los soldados que allí se encontraban vigilando el pasillo.
- Ya sabéis que no me gusta que me tratéis como vuestro señor, me siento mal. Desde mi punto de vista, sois igual que yo-.
- Me alegra oírlo, pero aquí no sería bien visto que os trate como si fuerais alguien como yo-. Comentó mientras miraba de reojo la cara de uno de los soldados.
Shema hizo un gesto con la mano y los dos empezaron a caminar por el pasillo hacía la cámara real.
Fin de la Parte I
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