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Historias de un Mago (por Melrond)

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  • Historias de un Mago (por Melrond)

    //Bueno, hablé con el dueño de la historia y me dijo que podía postearla aquí sin ningun problema, así que aquí va^^//

    Preámbulo


    He recorrido muchos caminos. He vivido incontables aventuras... y hasta he sufrido innumerables pérdidas. Pero éste es el camino que elegí. No puedo voltear el rostro. Es por eso, que en estos tiempos de paz, puedo ponerme a recordar semejantes hechos que surgieron en el transcurso de mi vida y, tal vez, pueda encontrar alguna explicación a algunos de estos.
    Nací hace ya tanto tiempo que no recuerdo bien cual es la fecha exacta. De mis padres, poco recuerdo, al igual que de las tierras en donde me críe. Partí muy joven en busca de conocimientos... y ahí es donde la historia comienza.
    Partí siendo muy joven, un día de primavera, algo nublado, pero con la esperanza de encontrar mejor suerte.
    De todas maneras ya no tenía nada a lo que aferrarme. Mis padres habían muerto de una enfermedad desconocida y la gente de la aldea se alejaba de mí.
    Comencé mi viaje. No sabía para donde ir así que me dirigí hacia donde muere el sol en primavera. Pasaron los meses y lo único que había aprendido había sido a no morir de hambre.
    Hecho que al parecer no había aprendido bien del todo, ya que, al sexto mes, me encontraba medio moribundo en un bosque.
    Fue en uno de mis más desvariados entresueños que la figura de un hombre se me acercó.
    -Tendría algo de comer... por favor... – le dije.
    Solo me miraba.
    -Hace días que no pruebo bocado alguno, señor… necesito....
    Me desvanecí.
    Al despertarme, me encontraba en una habitación de lo mas extraña. El hombre, al costado mío, estaba cerca de la chimenea. Trate de incorporarme. No pude.
    -Necesitas descansar muchacho... todavía estas muy débil... ten – acercándome un pote con un liquido -bebe esto. – dijo con voz tranquila.
    Mire aquel pote notando como del liquido emana un fuerte olor. No me importó y bebí. Bebí como si fuese el jugo más rico que hubiese probado. Aquella bebida, no tenía sabor a nada y sin embargo, fue más gratificante y fortalecedor de lo que jamás había probado en toda mi vida.
    -Gracias buen hombre... – le dije mientras recuperaba mis fuerzas.
    Ahora veía bien al hombre... era un anciano, con el pelo blanco, con barba que le llegaba hasta el pecho y una mirada bondadosa, que sin embargo, reflejaba autoridad.
    -Has estado durmiendo durante una semana.... te he estado alimentando entre sueños. – me decía el anciano.
    -Gracias! Le debo mi vida... haré lo que sea para recompensarlo.
    El anciano me sonrió... como un abuelo sonríe a su nieto. Una mirada llena de calor, de sinceridad.
    -Me vendría bien una mano con mis cosas.... no he podido engañar al tiempo y mis huesos ya no son tan resistentes...
    Me quedé pensando.
    -Lo haré. Lo ayudare hasta en el más mínimo quehacer!
    -Bien muchacho!. – respiró hondo y se reflejo en su mirada cierta felicidad - ahora dime... cual es tu nombre?
    -Melrond, señor
    -Bien. Me llaman Lozandur. – dijo sonriendo.
    Se quedó un rato en silencio. Mis piernas ya funcionaban bien. Me incorporé y me le acerqué.
    Él se levantó y para mi sorpresa, me sobrepasaba por más de dos cabezas!
    Al cabo de un rato apoyó su mano en mi hombro y me dijo algo que hasta el día de hoy no me olvidaré:
    -Bienvenido a mi cabaña muchacho... hoy es el primer día del resto de tu vida.

    La cara vista es un anuncio de Signal,
    la cara oculta es la resulta....
    There will never be a day, when I won't think of you
    You were once a friend and father, then my world was shattered
    Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
    Never thought this day would come so soon,
    we had no time to say goodbye.
    How can the world just carry on?
    I feel so lost when you're not at my side...

  • #2
    Re: Historias de un Mago (por Melrond)

    Capitulo 1


    Pasaron once veranos desde que había llegado por vez primera a la cabaña de mi maestro. A él le gustaba que le diga así... "maestro".
    La vida en ese tiempo fue tranquila, llena de paz y de mucho trabajo.
    Lozandur, era, lo que a él le gustaba llamar, un "conocedor de las artes de la magia". Un mago.
    Al principio no comprendía bien que era eso, pero él me impartió clases de todo tipo relacionado a la magia. Me enseñó del clima, el control de los elementos, a crear pociones, admirar la belleza de las cosas y a comprender que todo tiene su relación con el todo, nada esta porque sí.
    Me enseñó también a vivir en el bosque, a entender el viento y e interpretar el río. Me enseñó que la paz interior era lo más importante para poder controlar la magia y que para tener dicha paz debo de estar bien conectado con el todo.
    Me enseñó de historia, de reinos olvidados, de héroes que cayeron, que pelearon por un futuro de paz, de prosperidad.
    También me habló del mal. Me dijo que cada ser vivo tiene mal adentro, que nadie se exime de ello. Pero está en el más valiente no caer en él. Me dijo también que algún día yo tendría que elegir que camino tomaría y que solo lo encontraría si estoy conectado con el mundo.
    Me habló, en resumen, de la vida. Sin embargo, jamás me contó su historia. Al principio yo le preguntaba constantemente acerca de su pasado. Pero con los años dejé de hacerlo.
    Habían pasado, entonces, once veranos y ya no era el mismo. Había crecido tanto como Lozandur y mi pelo, debido a un accidente con una poción, se volvió de un color gris ceniza, con algún rasgo de blanco nieve. Mis ojos también cambiaron, solo por obra de la naturaleza y se volvieron de un verde claro. Mis sentidos se agudizaron todo cobraba más sentido para mí.
    Sin embargo, como todo tiene su fin, es aquí que llega el de ésta etapa.
    Lozandur estaba enfermo. Preparamos pociones hasta hartarnos, pero no se puede detener a la muerte. Cuando es el momento nada se puede hacer.
    Pasó los últimos días en cama y yo, a su lado, lo cuidaba. Entre sueños decía las cosas más extrañas. Hablaba de una niña y de una mujer y las lagrimas se escapaban de entre sus ojos cerrados. Con el tiempo supuse que habría sido su familia. Algo que nunca podré confirmar...
    -No me queda mucho tiempo. -me dijo, mientras le secaba su frente.
    -No diga eso maestro... se va a recuperar. –una parte de mi realmente creía que podía ser posible eso.
    Sus ojos habían cambiado en los últimos días. Ya no tenían su color miel. Ahora estaban como en sombras pero su mirada seguía siendo la misma.
    -Me has estado cuidando bien muchacho. Has sido un gran amigo estos últimos años...
    No sabía que contestarle... no tenía fuerzas para hacerlo, no quería que viese que por adentro me estaba muriendo de pena...
    -Sin embargo, acá tu tiempo ha terminado. Debes irte...
    -Cómo?, irme?, a dónde? –mi voz se quebraba entre la pena y la preocupación de lo que Lozandur decía.
    -Debes partir a buscar tu camino. Has aprendido bien las artes mágicas...
    Tosió y aquella cada vez era más fuerte, más entrecortada.
    Un trueno sonó afuera.
    -No lo dejaré maestro... quiero quedarme aquí y cuidarlo...
    -No digas tonterías!!.- De golpe se incorporó y me miró fijo a los ojos.
    -Maestro...
    -Ya es hora. Debes hacer tu propia historia. Hay algo que quiero darte...
    Estiró la mano y me dió un papel algo arrugado y viejo.
    Un mapa.
    -Escucha con atención. Hace mucho tiempo, cuando te encontré, vi en ti lo que estuve buscando hace incontables veranos. La ciudad élfica perdida...
    No entendía de qué me hablaba.
    -Debido a mi condición de humano, se me hizo imposible encontrarla. Pero cuando te encontré... un semi-elfo, supe que cumplirías mi sueño!.
    -Un semi-elfo?
    -Así es... eso es lo que eres. Hay pocos como tu. Sin embargo, no creo que tus "padres” lo supieran. No creo que hayas sido hijo de ellos!
    Mi mundo se desmoronaba.
    -Escucha bien... te aprecio muchoy y esta misión te hará un mejor hombre... estoy seguro. Pero debes partir. Sin mirar atrás y con la frente en alto. Tendrás muchos peligros, pero estoy seguro que los superarás bien.
    Cuando terminó de hablar sus ojos se apagaron. Él se desmoronó sobre su cama y dió un último suspiro de vida.
    Estaba solo.
    Me quedé un tiempo mirando al hombre que me había enseñado todo...
    Agarré provisiones, el mapa y dejé la cabaña. Llovía, pero el cielo no estaba nublado. Cerré la puerta y empecé a caminar.
    Cuando subí la colina mire hacia atrás, y vi la casa... desaparecía en los bosques. No creo que la vuelva a ver jamás.
    Mi cabeza estaba llena de información y mi corazón lleno de penas.
    Apreté el mapa fuertemente.
    Levanté la cabeza y comencé mi viaje.

    La cara vista es un anuncio de Signal,
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    • #3
      Re: Historias de un Mago (por Melrond)

      Capitulo 2


      Comencé mi viaje. Recorrí los bosques más hermosos, y, gracias a mi entrenamiento y las enseñanzas de Lozandur, pude sobrevivir sin ningún tipo de inconvenientes.
      Pasaron muchas lunas, y los inviernos pasaban como imágenes del recuerdo, de una pequeña cabaña, y de tiempos felices.
      Hacia tiempo que no veía un rostro nuevo. Aunque el rostro del bosque era suficiente para mí.
      Sin embargo, tenía una misión, la primera misión de mi vida. Tenía que encontrar la ciudad de los Elfos!!
      La única forma de saber donde se encontraba era averiguando en los pueblos y ciudades.
      Pasó un tiempo y llegué a una pequeña ciudad. Los pobladores la llamaban Ethorlend. No era muy grande, pero vivía mucha gente en ella. Me sentía consternado, nunca había visto tanta gente junta. Sin embargo, lo que más se veía eran humanos. Algún que otro enano, comerciando continuamente o tomando cervezas.
      Busque refugio. Fui a una posada. "El jinete blanco" se llamaba. Me senté, pedí aguamiel, y me quede pensando cual seria mi próximo paso, como averiguaría sobre dicha ciudad. Me imagine que no debería ir preguntando por todos lados sobre esa ciudad, tal vez tendría problemas. La posada no era grande, y mi rostro, llamaba bastante la atención. Notaba las expresiones de los demás. Trate de ignorarlos.
      Sin embargo, al poco tiempo, se acerco un hombre de gran tamaño.
      -Hola viajero. Me preguntaba si podría sentarme con usted.
      Tenía un rostro particular. Una barba mal afeitaba le cubría una cicatriz del lado izquierdo, que atravesaba el rostro desde el ojo hasta el final de la mejilla. Sus ojos marrones oscuros, tenían una profundidad tal, que uno no sabia si echar a correr o esperar a ver cual era su historia.
      -No hay problema señor. Aunque solo estaré un rato por aquí.
      Se sentó. El ruido de su armadura, me erizo la piel.
      -No es de por aquí verdad?
      -Mis tierras se encuentran a muchas leguas de aquí, donde los bosques antiguos aun perduran y las ciudades sólo son ecos de lugares lejanos.
      -Y que es lo que lo trae por estos vados?
      Dude en responder. Cuales eran sus intenciones?.
      -He viajado mucho tiempo. Vi esta ciudad, y la curiosidad hizo gran efecto en mí.
      No creo que esa respuesta lo haya complacido, porque se me quedo mirando.
      -Mi nombre es Romiel. Y también soy un viajero, como usted. En busca de fortuna y buenos tiempos.
      -Mi nombre es Melrond.
      Comenzamos ha hablar. Todas mis suposiciones acerca de él, habían sido erróneas. Me contó que su pueblo había sido quemado por una banda de orcos, y que el no se encontraba en ese momento ahí. Había ido a cazar el alimento de todos los días. Cuando volvió, los sobrevivientes, le habían dicho que se habían llevado a su hermana con ellos. Y que desde entonces, la estaba buscando.
      Yo no le conté mi historia. Solo que el tiempo me hizo un viajero debido a circunstancias adversas.
      -Sin embargo - me dijo - he escuchado que un grupo de orcos anda merodeando los bosques de por aquí.
      -Yo he visto pisadas extrañas. Las vi hace dos días.
      -En serio?. Serias tan amable de llevarme hacia ellas?.
      No estaba seguro de eso. Pero su mirada izo que confiase en él.
      -Bien, os llevare mañana por la mañana.
      -Gracias.
      Al día siguiente partimos. Nos dirigimos hacia el sur del bosque. El iba muy armado. Yo no necesitaba las armas, me entendía muy bien con la magia. Además, nunca me habían instruido en el arte de las armas.
      Caminamos durante dos días. Por las noches, trataba de dormir con un ojo abierto. Todavía no confiaba completamente en él.
      Al segundo día de marcha, vimos las pisadas. Parecían más frescas que la última vez que las vi.
      -Mmmm. Deben de tener su guarida por aquí - dijo - Bueno, amigo, si quieres marcharte, puedes hacerlo. Os agradezco vuestra ayuda.
      Entendía bien que ese no era sitio para mí, y que no era mi pelea. Así que me prepare para marcharme.
      Sin embargo mis deseos de irme fueron frustrados. Al poco tiempo aparecieron unos 10 orcos. Comenzaron a maldecir en un idioma que no entendía, a balbucear, a hacer ruidos grotescos con la garganta, hasta incluso comenzaban a babearse.
      Romiel desenfundo su espada. El brillo de esta, se reflejaba a través de la luz que atravesaba los árboles.
      -Lamento mucho haberte metido en esta pelea amigo!!. Pero si sabes pelear será mejor que comiences ahora!
      -Me tiro una espada corta. Se me resbalo del mango.
      Los orcos se acercaban. El ruido de sus pisadas hacía retumbar la tierra.
      -No sé manejar armas!
      -Pues es momento de que aprendas!!
      Y se abalanzó sobre tres de los orcos. A uno le rábano la cabeza, sin ninguna dificultad. Otro, intento golpearlo pero fue inútil. Le rábano la mano y el orco cayo al piso luego de una patada. El tercero, completamente aturdido, ya que en el medio de la pelea, había recibido un fuerte golpe del escudo, trato de blandir su arma, pero fue inútil. Romiel, adelantándose a sus actos, le piso la cabeza, y una vez en el suelo, le clavo su espada en la espalda.
      Yo miraba la pelea, sin notar que dos orcos se me acercaban. Trate de agarrar la espada. Se me abalanzaron, y frene el primer golpe, pero el segundo, izo que mi espada cayera al piso. De un golpe, el orco me tumbo al piso. Y cuando pensé que mi historia terminaba ahí, vi la figura de Romiel saltando sobre ambos orcos, degollando a uno y tajando al otro.
      -La tuviste cerca amigo!
      Estábamos en una pelea, sin embargo, sus ojos brillaban con una cierta "alegría".
      -No sé manejar armas, pero puedo manejar otras cosas!!
      Me incorporé y comencé a conjurar un hechizo. Si algo sabia hacer bien, era magia. Especialmente la magia del fuego.
      Lance mi hechizo hacia dos orcos, los cuales cayeron al piso, retorciendo de dolor, prendidos fuego. Era la primera vez que hacia una cosa así.
      Los orcos sobrevivientes, huyeron despavoridos, gritando y aullando.
      Romiel se me quedo mirando, con una mueca de sonrisa en el rostro.
      -Así que eso es lo que sabes hacer bien.... Me alegro.
      Me senté, y me quede viendo el escenario. Había cadáveres y partes de cuerpo por todos lados.
      -Escucha. Me vendría bien alguien como tú en mis travesías. Si me acompañas, tal vez pueda enseñarte algo del manejo de armas... Que me dices?
      Jadeaba. No podía pensar bien. Sin embargo, algo paso en ese momento. Un sentimiento de satisfacción recorría mi cuerpo. Además, me vendría bien un aliado en este viaje.
      -Muy bien amigo, te ayudare en dicha travesía, pero debes prometer que tu me ayudaras en la mía.
      Y así fue como tuve mi primer compañero de viajes. Recogimos todo y apilamos los restos de los orcos y los incineramos.
      El fuego iluminaba un bosque oscuro, y se veía la sombra de dos viajeros, unidos por las circunstancias, y el crepitar de las chispas circulaban por los aires.

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      • #4
        Re: Historias de un Mago (por Melrond)

        Capitulo 3


        Me levanté algo mareado. Hacia días que tenía un sueño que no podía recordar. Lo único que recordaba eran gritos, y llantos.
        Romiel, como de costumbre, ya se encontraba levantado. Siempre era así, desde el día que nos unimos, él siempre estaba levantado antes del amanecer. Él me decía que lo hacia porque le gustaba ver los primeros rayos del sol al despuntar por el horizonte, pero yo siempre creí que lo hacia porque en su sangre corría sangre de héroe, de esa clase de la que queda poca, de esos que nunca duermen cuando están acompañados, solo para cuidar el sueño de su compañero. Siempre disfruté de su compañía. Conversábamos de prácticamente todo. Él me contó parte de su historia. Fue más detallista de lo que había sido en la taberna. Me dijo que el nombre de su hermana era Lurieth. Me dijo que era hermosa, con el rostro de un ángel, con una mirada que podía tumbar en llantos a cualquier persona que hubiese hecho algún acto malvado, y terminaban arrodillándose ante ella, pidiéndole perdón y buscando consuelo en sus brazos. Ella nunca se lo negaba a nadie. Siempre que terminaba de hablar de ella, sus ojos se enrojecían con indicios de lágrimas. Cuando pasaba eso, yo trataba de cambiar el tema, hablando de las cosas de la naturaleza y de las estrellas, de cómo a través de ellas se pueden saber designios del tiempo, cosa que todavía no había aprendido todavía, pero seguía estudiando el tema.
        Habíamos invadido la cueva de los orcos, sin resultados fructíferos. El método de ataque era casi siempre el mismo. Mientras él se adelantaba y atacaba a los primeros, yo me encargaba de lanzar hechizos. La mayoría de fuego. Hubo una habitación dentro de esa cueva, en la cual pensábamos que había gente atrapada como esclava; ya que estaba muy guarnecida, tuve que utilizar un hechizo de invisibilidad. Al final rescatamos unos aldeanos.
        -Buenos días Melrond. Hoy te has levantado más temprano de lo usual.
        Me levanté, me lave la cara, y miré al cielo. Estaba nublado.
        -Pasó otra vez Romiel, el mismo sueño. Nunca puedo ver las imágenes, pero sigo escuchando los gritos.
        Me miró. Su vista me recorrió por completo, como si me estuviese examinando, estudiando.
        -Lo sé. Te escuche moverte, y cuando te fui a ver, estabas todo transpirando, y con la mano agarrabas lo primero que tenias a mano, y lo apretabas, lo apretabas como si fuese lo único que te aferraba a este mundo!
        Miré mi mano. La tenía roja.
        -Estoy algo preocupado. No tendrás algún mal que te aqueje?
        No le respondí. Esa pregunta me la había hecho constantemente. Todas las pesadillas comenzaron el día que matamos los primero orcos!. Tendría algo que ver eso?. A veces sentía que había algo dentro de mí... algo que algún día despertaría... algo que no podría controlar.
        -Me estuve fijando en mi mapa, el que me dio Lozandur. Él marco un pueblito, y puso un nombre debajo. Friv. Tal vez sea de alguien que lo conocía. Deberíamos ir a ver.
        -Muy bien... deberíamos estar a sólo dos días de viaje.
        Los próximos dos días fueron muy tranquilos. No hablamos de mucho. Yo tenía muchas preguntas en mi cabeza. Que le diría a Friv cuando llegase?, seguiría vivo ese hombre?, seria un hombre? .También lo miraba a Romiel. Se encontraba muy dubitativo.
        A la tarde del segundo día, arribamos al pueblo. No era un pueblo muy grande, sus casas eran bajas, pero no tanto. Había muchos enanos, era un pueblo de mercaderes. Romiel me había advertido que algunos enanos, no simpatizaban con mi clase, por eso, entré encapuchado. Había mucho griterío de comerciantes, gente que iba y venía con canastos, animales de cargas y cosas semejantes. Los puestos, la mayoría atendidos por enanos, se encontraban atiborrados de mercancías. Cada tanto se veía algún que otro enano ebrio rondando las callejuelas. Cuando cometían problemas o molestaban a la gente, acudía la guardia enseguida, y algo me sorprendió mucho; los guardias eran hombres altos!. Tal vez creían que con eso podrían mantener más la calma y tendrían más respeto a sus designios.
        No sabía por donde empezar. Decidí recorrer un poco el pueblo para verlo mejor. Mientras, Romiel fue a recorrerlo por su cuenta...
        -Iré a buscar un herrero para arreglar mi espada y ver si encuentro algo que sea de interés! – me dijo mientras se despedía.
        Noté que el pueblo era monótono. Detrás de las tiendas estaban las casas de los comerciantes. Así eran todas las calles!. Pero hubo una tienda que me sorprendió bastante. Estaba en un recoveco, algo oscuro. Tenía un cartel diferente al de todos los demás, con unas letras que no entendía. Las cortinas de éste eran oscuras y estaban cerradas. Decidí entrar y ver.
        Al entrar me lleve una gran sorpresa. Era una tienda de magia. Con un millar de libros en todas las estanterías, frascos de colores, animales muertos, plumas, de todo. Nunca había entrado en una tienda de magia, pero Romiel me había hablado de ellas. Me dijo que todo hechicero alguna vez pasa por una de ellas, y que contienen información sobre todo. El mostrador estaba vacío, no había nadie cerca para atenderme. Comencé a ver los libros. Había sobre las estrellas y el futuro, de cómo hacer una poción con cualquier tipo de yerbas y como darle sabores con frutas. Pero hubo uno de entre muchos que me llamó la atención. Un libro de tapa negra, con letras muy pequeñas doradas. Me acerque, mi corazón latía con fuerza, tenía la necesidad de abrirlo. Lo agarré y me acaricié la tapa. Su textura, muy suave al tacto, tenía pelos. Era muy agradable.
        -Qué haces?. Suelta eso!! – una voz sonaba detrás de la una cortina.
        La voz mi hizo sobresaltar. El libro resbaló de mis manos y el dueño de la tienda lo agarró justo antes de que cayera. Noté que trataba de que no se abriese.
        -Lo lamento... es que ese libro... sentí como si me llamase.
        El hombre se me quedó mirando. Para mi sorpresa no era un enano, y tampoco parecía un hombre. Era mucho más delgado que ellos, y sin embargo parecía más fornido.
        -No hay problema. No hubo daños....
        Guardó el libro.
        -Bueno... Bienvenido a mi tienda. Mi nombre es Friv, en que puedo ayudarte?
        -Friv?, su nombre es Friv?
        No podía creer mi suerte. Friv se quedó atónito frente a mi estilo de "saludo".
        -Lo siento... es que he estado viajando, y lo estuve buscando. Déjeme hacerle una pregunta... Conoció a Lozandur?- le dije algo apenado por mi comportamiento reciente.
        Abrió los ojos mucho, a tal punto que parecía que se le iban a salir. Me miró. Se fue a la puerta, la cerró, y me llevó hasta otra habitación.
        -Cómo sabes su nombre muchacho? Cuál es tu relación con él?- estaba hablando a las apuradas, observándome detenidamente.
        -Él era mi maestro... y yo lo quería como a un padre.
        -Él te envió?
        -Así es. Pero... déjeme decirle que falleció hace bastantes lunas.
        Se quedó petrificado. Comenzó a balbucear palabras. No se le entendía nada. Tragó saliva y me dijo.
        -Así que el viejo lo logró! Jajaj consiguió su famoso pupilo!! Jajaja- se reía mientras tomaba su panza.
        No entendía nada. El hombre comenzó a reírse y eso a mí me incomodaba bastante... se reía de mi maestro.
        -Tal vez no entiendas nada muchacho... pero yo conocí a Lozandur hace muchos inviernos. Sé lo que buscas... es mas sé que no debes ser humano. Sácate la capucha- me miraba expectante, cada movimiento que hacía.
        Me la saqué.
        -Lo sabía... Ese hombre siempre hacia lo que se proponía!!. Vamos a mi sala personal, hablaremos más tranquilos ahí!.
        Lo acompañé a un salón muy grande y de una hermosura inconmensurable. El techo parecía que no tenía fin. Y las paredes tenían cierto brillo que parecía que estuviesen vivas. Me hizo sentar en un sillón. Y al cabo de un rato me trajo un poco de té de hierbas.

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        • #5
          Re: Historias de un Mago (por Melrond)

          Capitulo 4


          Friv me contó la historia de cómo se había conocido con Lozandur. Me dijo, que décadas atrás, un grupo de guerreros con el único fin de destruir todo lo que encontrasen a su paso, se dirigían al pueblo donde vivía Friv. Él todavía era bastante joven, sin experiencia. Su pueblo tenía algunos guerreros, pero no los suficientes. El día en que llegaron sus enemigos, una batalla comenzó. Friv, a distancia, miraba con horror la matanza. Cabezas rodaban, cuerpos eran abiertos por la mitad, brazos arrancados, gritos de dolor y llanto. La desesperación era una marca común en los ojos de la gente del pueblo. Friv decidió interceder. Avanzó hacia un grupo de bandidos que estaban amenazando a una mujer, pero un hombre alto y fornido se le puso adelante con un mandoble en la mano. Cuando estaba a punto de asestar el golpe, Friv vio una luz anaranjada y acto siguiente, el hombre prendido fuego. Cuando vio eso, se alejo y miraba el campo de batalla. Nuevos guerreros habían aparecido, al parecer, habían seguido a los otros. Éstos nuevos guerreros ayudaban a los del pueblo. Una mano, algo caliente, se poso sobre el hombro de Friv. Era Lozandur. Desde ahí, Lozandur le enseñó sobre la magia y con el tiempo, Friv se convirtió en un gran mago.
          Una vez terminado el té, le conté como yo lo había conocido.
          -Un gran hombre aquel. No conocí persona de tal calaña otra vez- decía mirando algo melancólico las paredes de la habitación.
          Mis recuerdos acarreaban tristeza...
          -Mira, pásame el mapa, he estado averiguando cuanto pude, ya que esa fue mi promesa a Lozandur- lo dijo de una forma tal que notaba el cambio de tema abrupto.
          Le pasé el mapa y el marcó una X en otra ciudad, más al norte. Escribió un nombre debajo. Tyl.
          -Ve y encuentra a éste hombre... es algo extraño, pero si le dices que vienes de parte mía te atenderá bien. Una advertencia muchacho no te destapes la cabeza cuando vayas a las ciudades, debes ser precavido, muchos son algo susceptibles frente a los que son parte de dos razas diferentes.
          Llegaba la hora de partir. Me levanté para despedirme. Friv sacó un libro de un estante que tenía cerca.
          -Ten- dijo mientras me lo alcanzaba- Lozandur se especializaba en las artes del fuego... yo me he especializado en los conjuros que abarcan el aire. Este libro, te ayudará, y podrás aprender grandes cosas de él. Se ve que tienes gran capacidad.
          Me acompañó hasta la salida. Nos despedimos fraternalmente.
          Romiel vagaba por las calles del pueblo. Una vez que nos vimos, nos pusimos de acuerdo en que durmiésemos ahí y partiésemos al otro día.
          Esa noche comencé a leer el libro. Se me complicaba bastante... era muy diferente con respecto a los que había leído en la cabaña tiempo atrás. Los hechizos de aire tenían algunos trucos que si no los llevabas a cabo, te podía salir todo mal. Había un hechizo que me interesaba mucho... uno con el cual, el aire se volvía más pesado, logrando así tu cuerpo más liviano que él, y haciendo que puedas volar sobre la tierra, aunque sea por unos instantes.
          A la mañana siguiente, nos preparamos y partimos a nuestro nuevo destino. Pasaron los días. El invierno se avecindaba.
          La búsqueda de Romiel, de su hermana, había perdido sentido. Habíamos entrado en cavernas y eliminado a más de 50 orcos. Romiel había perdido toda esperanza. Yo seguía leyendo el libro de Friv. Nunca se lo mostré a Romiel. Cuando él dormía, yo practicaba las artes mágicas. Había logrado poder elevarme unos metros, pero no había podido moverme hacia los costados. Solo flotaba.
          Los caminos se volvieron tortuosos. Los días más fríos y más cortos. Romiel no era el mismo. Había perdido toda esperanza, y decidió acompañarme en mi búsqueda, o al menos hasta la ciudad que nos dirigíamos.
          Ya había logrado aprender a usar, al menos, la espada corta. Romiel hizo un muy buen trabajo conmigo. Y ese fue, lamentablemente, su mayor equivocación.....
          Mis sueños habían vuelto. Tal vez hubiese sido el frío o el cansancio, pero aquellos sueños eran diferentes. Los gritos eran más fuertes. Veía las caras de los muertos. Los ojos caídos, rojos, con la boca abierta. Cada vez me levantaba más y más agitado, me sacudía entre sueños y me levantaba abruptamente. Romiel me trataba de tranquilizar, pero en sus ojos había rasgos de preocupación.
          Un día de mucho frío, nublado, habíamos visto algunas pisadas de orcos. Las seguimos, pero nos emboscaron. La pelea fue dura, pero Romiel se supo defender bien. Sin embargo, salió muy mal herido. Luego de la batalla, lo estuve cuidando. Cuando logró dormirse, me recosté y me dormí.
          Mi sueño comenzó con una neblina. A la distancia, un hombre solo. Caminaba hacia él, a los costados, veía cadáveres, muertos de una gran batalla. Había toda clase de seres. Enanos, Elfos, Hombres, Dragones, Orcos, había desde jóvenes hasta ancianos... de todo. Mientras me acercaba, el olor a podredumbre aumentaba. Los rostros, ya mezclados unos con otros debido al fuego o a la descomposición, eran irreconocibles. Seguía avanzando, ya nada tenía sentido, pero tenía que ver al hombre que estaba de pie. Poco a poco me acerqué. Me frené a una distancia prudente, pero podía ver su figura que se distinguía de entre todas las cosas, como si no perteneciese allí y a la vez como si formase parte. No le pude ver el rostro. Sin embargo, pude oír, lo que creo fueron sus palabras.
          -Desiste de tu búsqueda... -sus palabras sonaban como en un eco directamente en mi cabeza, sonaban fuerte y grave -…te estas metiendo con algo que no puedes entender... y para que veas a lo que me refiero…
          Movió el brazo y señalo al suelo a su derecha. Su rostro sonreía levemente, una sonrisa que me entumeció la piel. Me acerqué. El hombre había desaparecido. Pero al lado, a su derecha yacía el cuerpo de Romiel... muerto, con cara de decepción y los ojos idos.

          Me levanté transpirando. Alegre de que todo hubiera sido un sueño. Mis piernas temblaban, sentía que algo andaba mal. Miré a Romiel. Me acerqué y ahogué un grito al ver su cuerpo. Estaba con mi espada clavada en el pecho. Me miré las manos y la ropa. Tenían su sangre...
          Me caí sobre las rodillas. No podía entender lo que sucedía. Las lágrimas caían por mi rostro y todos los sentimientos que un ser vivo puede tener al notar su acto más brutal y vil, fluían en mi espíritu.
          Al tranquilizarme, saqué la espada de su pecho. Hizo el ruido más horrible que jamás hubiese escuchado. Era el ruido de la traición. Junté algunas piedras, e hice un túmulo para él.
          Me arrodillé, me corté la parte anterior del brazo y deje mi sangre correr hacia su túmulo. Le dije mis palabras de adiós.
          -Lo lamento amigo, no sé que fue lo que sucedió. Pero te prometo dejar mi búsqueda para encontrar a tu hermana. De esa forma pagaré mi deuda contigo. Adiós- decía sin mirar directamente al túmulo, sentía tanta vergüenza.
          Me levanté, y camine hacia el norte. El viento frío golpeaba mi rostro. Ya no tenía lágrimas. Mi mirada se fijó en las montañas que tenía por delante. Cerré los ojos, respiré, miré hacia atrás una vez más, y seguí mi camino.

          La cara vista es un anuncio de Signal,
          la cara oculta es la resulta....
          There will never be a day, when I won't think of you
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          Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
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          • #6
            Re: Historias de un Mago (por Melrond)

            Capitulo 5


            La nieve caía sobre mi cabeza. Las montañas como fondo, me traían nada más que viejos recuerdos dolorosos.
            Habían pasado dos meses desde la muerte de Romiel. Sin embargo la promesa que le había hecho no se había ido de mi mente. El camino fue arduo, y las montañas me dieron pelea. Muchas veces tuve que retroceder, y muchas deseé haber muerto que haber pasado el frío penetrante que sufrí. Más por la pelea que di logré salir de ese desahuciado escenario. La nieve que caía, me relajaba. Caía con tal suavidad que apenas la sentía. Me faltaba poco para arribar a mi destino. No tuve contacto con ningún ser viviente en estos dos meses. Había perfeccionado mis habilidades mágicas con respecto al aire. El clima frío y la soledad me ayudaron bastante. Solo quedaba cruzar el bosque y listo, la ciudad estaría al frente mío.
            En los bosques me sentía más tranquilo. Pero con el pasar del tiempo otro tipo de sombra se cernía sobre mí. Los sueños habían cesado, pero la voz de esa sombra seguí dentro mio, no entendía porque, pero me golpeaba cada vez que trataba de recordarla.
            Al cavo de una semana, arribé a la entrada de la ciudad. No era una ciudad grande. Tenía casas, que de máximo tendrían dos pisos, calles mal cuidadas, tabernas de escasa concurrencia y pocas tiendas de comerciantes. Era una ciudad, más bien, tranquila. Pareciera que no le importase la gente que venia, ya que, al parecer, no venía mucha. Mientras me iba acercando, me ponía la capucha. Un guardia de la puerta me detuvo.
            -Alto viajero. Cuáles son tus planes en nuestra gloriosa ciudad Methandyl?
            -Solo estaré de paso señor. Vengo de un viaje agotador a través de las montañas y busco hospitalidad y reposo- le dije con una pequeña reverencia.
            -Desde las montañas?. Acaso no sabes que hay un camino que va entre medio de ellas que os trae directamente hacia aquí?, jajaj veo que sois algo distraído señor. Pasa y no generes problemas.
            Me sentí muy abrumado en ese momento. Era claro que a los guardias les había causado gracia semejante hecho, ya que una vez que pase, se escuchaban el murmullo seguido de risas. Por supuesto que yo no conocía tal camino. El mapa era muy viejo, y es probable que semejante camino sea más nuevo. Sin embargo, yo siempre creí que Romiel sabría de tal camino. Acaso lo sabría y no me dijo nada?
            La gente era más bien amable. Tranquilos paseaban por la ciudad. Era como si nunca hubiese tenido problemas de ningún tipo tal ciudad. Un lugar bastante placentero para vivir.
            Me fui directamente a la taberna más cercana. "El gallo dorado", se llamaba. Al entrar, inmediatamente se sentía la calidez del ambiente. Me acerque al tabernero, le pedí un alé, y si tenía tabaco para pipa. Las pocas monedas de oro que llevaba conmigo, las había conseguido de los orcos que habíamos matado con Romiel.
            Al cabo de un rato, después de terminarme el alé, y fumarme la pipa, me disponía a irme. El tabernero me detuvo.
            -Amigo, eres muy callado. Ven, acércate, hoy no tengo demasiada clientela, y nunca te había visto, acércate y cuéntale tu historia a este viejo tabernero con gran oído.
            Su comentario fue de lo más humilde. Sin embargo que le podía contar. "Me echaron de mi pueblo de pequeño, me adoptó un anciano hechicero, me encomendó la misión de buscar una ciudad perdida élfica, mi único compañero y amigo murió bajo el filo de mi espada, ah , me olvidaba, soy uno de los pocos semi-elfo que existen". No, creo que no. Pensé que era mejor comentarle otra cosa.
            -Buen hombre, lamento decepcionarlo, pero no tengo una gran historia sobre mis hombros. He venido aquí en busca de un hombre. Su nombre es Tyl.
            Al decir su nombre, el tabernero bajo la vista.
            -Mira, amigo, te diré donde vive, pero te lo diré con un consejo. No te conviene acercarte a ese hombre. No es muy querido por estos lados. Es solo un consejo de un viejo tabernero. Creemos que a ese hombre, le cuesta distinguir la realidad de la fantasía.
            -Os agradezco el consejo, sin embargo, es de mi mayor necesidad hablarle.
            Me dijo como llegar a su casa. Fui, y al cerrar la puerta, miré a través de la ventana, y el tabernero ya no se encontraba en su barra.
            La casa de Tyl, era de lo mas extraña, su construcción era de lo más espantosa. Toqué en lo que parecía la puerta. Esta se abrió y una voz desde dentro me decía que pase.
            Entré. La casa por dentro se encontraba mal iluminada, y la oscuridad reinaba en ella.
            -Quién eres y porque perturbas mi paz?. Acaso vienes de parte de Fkor?- la voz retumbaba en las paredes, daba la impresión de alguien gigante.
            -No, ni sé quien es ese hombre al que mencionas. Vengo de muy lejos, vengo de parte de Lozandur. Mi nombre es Melrond- decía mientras caminaba, sosteniéndome de las paredes para no caer, avanzando hacia donde provenía la voz.
            De repente, de la nada, salió este extraño hombre de apariencia tenebrosa. Su pelo gris oscuro, le llegaba hasta la cintura. Su barba marrón, la tenía atada en trenzas. Su estatura y confección de cuerpo eran de una proporción increíble. Y sus ojos... de un color oscuro como el cielo en una noche sin luna. En su rostro se dibujaba una clase de sonrisa a medias, como si disfrutase semejante encuentro.
            -Así que tú vienes de Lozandur. Creo que sé que es lo que quieres pequeño. Y soy el indicado para darte tal información. Pero hay algo que necesito que hagas por mí. Un pequeño intercambio de favores- la sonrisa seguía en su rostro. Sus ojos paseaban sobre mi rostro, me inspeccionaban.
            No me gustó como sonó eso, "intercambio de favores". La forma en que lo dijo sonó a problemas.
            -Mira. Tal vez hayas oído cosas malas de mí. Y eso es porque son verdad. HAHAH- su risa retumbaba en la casa- Hace mucho que vivo en esta ciudad, sin embargo jamás fui parte de ella. Mi forma de vida no me lo permite.
            Su voz retumbaba por toda la habitación. Era un hombre de temer.
            -Mira pequeño. Hay un trabajo que necesito que hagas por mí. Debido a que he tenido algunos problemas con la gente de este pueblo, no me he podido hacer cargo del otro problema. Se trata de una pandilla de orcos. Hace días que vienen por la noche y hacen destrozos. Sin embargo, no parece que actúen por cuenta propia, sus actos son demasiado inteligentes. Deben de estar controlados por alguna clase de líder. La última vez que vinieron quise ahuyentarlos, pero al terminar la pelea hice demasiados destrozos. Es un lugar pequeño para palear este. HAHAH!!.
            Era un hombre muy extraño, sin embargo, él tenía la respuesta a mi búsqueda. Debería cumplir la misión que este hombre me encomendaba.
            -Muy bien, lo haré, matare a esos orcos- lo miraba decidido a los ojos.
            -HAHAH!! Pequeño. No creas que es tan fácil. Pero me gusta tu voluntad y tu coraje. Los orcos no creo que sean tu problema, veo ya algunas cicatrices que de seguro han sido peleando. Pero bueno... eso es todo lo que necesito, que los mates. Si lo haces, te diré lo que quieres saber.
            -Así se hará!!
            -Pero oye, ten cuidado con el líder de ellos, solo ruega que me haya equivocado con respecto a que deben tener un líder poderoso, sino... HAHAHA, no me gustaría estar en tus zapatos pequeño HAHAHA!!
            Me fuí sin mucha fe. No me gusto para nada su comentario. Salí de la ciudad, y me dirigí al bosque. Buscando, tardé dos días en encontrar huellas. Las seguí y encontré la guarida de los orcos.
            Me dispuse a entrar cuando unos 10 orcos aproximadamente se me vinieron encima.
            Apliqué el hechizo que más rápido hace efecto, y les lance manos ardientes. Uno solo se escapo, para dar alarma. Me preparé para otro ataque. Pero lo pensé mejor, y aplique un hechizo reciente. Me volví invisible. Para cuando llegaron los otros orcos, yo ya no estaba visible. Cuidadosamente me acerqué a la entrada, y me adentré en la caverna. Era enorme y parecía más que una simple caverna, se notaba mano de obra. Me fui ideando algún tipo de plan, hasta que escuché el ruido de picos trabajando la roca. Esclavos. Tendría que ingeniármelas para rescatarlos. Cuando me aproximé a una salida, terminé en un despejado dentro de la caverna, y en la otra punta se podía ver una mina donde mantenían a personas trabajando en ellas.
            Decidí atacar, pero algo me detuvo. No podía moverme. De pronto me volví visible. De la nada, enfrente de mí, apareció un hombre alto y delgado. Con el pelo corto, y sin barba. Su mirada estaba llena de mal.
            -Oh, veo que estas extraviado. Que hace un mago en estos lugares?.
            La fuerza que me detenía me soltó. Podía moverme a mi placer.
            -Vengo a rescatar estas personas que tienes en cautiverio. Aléjate y déjame liberarlas. Tal vez no te haga daño- le dije con tal ímpetu que no podía creerlo. Aunque sólo fuese para tratar de asustarlo.
            -JAJAJAJ... crees que puedes hacerme daño?. A ver, porque no lo intentas?- en su rostro se dibujaba una risa irónica.
            Tal vez tendría que haber actuado diferente, pero no lo hice. Preparé un conjuro, uno de grandes poderes. En unos segundos, un rayo salió de mis manos, y fue directo a él. Sin embargo para mi sorpresa sólo lo traspaso, y el rayo termino rebotando en las paredes de la caverna, matando ocasionalmente a algún que otro orco desprevenido.
            -JAJAJA eso es todo?- su risa me ponía nervioso. Risa aguda, chillona.
            Claro que no lo era.
            -Si la magia no funciona...- le dije mientras tomaba de mi cinturón el mango de mi espada.
            Empuñe mi espada y corrí hacia él. El no se movía. Levanté la empuñadura de ésta, y cuando estaba a punto de asestar el golpe, una flecha atravesó mi mano. Mire, y había un orco de considerable tamaño con el arco, nuevamente cargado, apuntándome. Mi mano temblaba espasmódicamente mientras la sangre salía de la reciente herida. El dolor era terrible.
            -Como veras... no tienes mas salida...- ya no sonreía.
            Yo me encontraba de rodillas en el suelo. Él se acercó, me agarró la cabeza y me levantó la mirada para que lo vea.
            -No sé si eres muy valiente o un simple estúpido. Pensaré lo segundo. El hechizo que me lanzaste, sin duda alguna, era poderoso y si no fuese por ésta capa que llevo encima, tal vez no la contaría ahora. Sin embargo...- volvió a sonreír, pero esta vez su sonrisa era desafiante y a la vez amenazadora.
            Me soltó el rostro y con su báculo me dió un golpe que todavía aun me duele. Antes de desmayarme, escuche lo que se decían entre ellos.
            -Que haremos con él oh gran señor Olk? Para trabajo en las minas?- las palabras del orco salían como una mezcla entre gruñidos y gorgoteo de baba acumulada.
            -No... este lo quiero para otra cosa... lo usaré para mis propósitos personales. Llévenselo a la ciudad. Tal vez allí podamos arreglarlo......
            No pude mantenerme consciente mucho más tiempo. Me desvanecí, y en ese momento, vi el rostro de Romiel que se alejaba para siempre.

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            • #7
              Re: Historias de un Mago (por Melrond)

              Capitulo 6


              Me costó abrir los ojos. Traté de incorporarme, todo me dolía. Todavía veía borroso. Sin embargo, podía escuchar claramente. Traté de levantarme pero el peso de unas cadenas en mis brazos me lo impidió. La vista estaba casi recuperada. Miré mis brazos, y éstos se encontraban encadenados a una pared. Mi ropa estaba toda rasgada y sucia; sucia de sangre mayormente, probablemente mi sangre. Miré alrededor. Me encontraba en una habitación de piedra con barrotes al frente mío y ruido de goteras que circundaban por las paredes.
              Traté de hacer fuerza para escapar de mi prisión, pero fué en vano. Estaba perdido, no encontraba forma de salir de aquel recoveco, y no sabia cuáles eran las intenciones de mis apresores.
              Los gritos de alrededor eran ensordecedores y los escalofríos que me generaban hacían que mi piel se erizase de tal manera que pensaba que se me desprendería de los huesos.
              Al cabo de un tiempo, escuche unos pasos que se acercaban a mi celda. Me levanté, no iba a dejar me que me viesen todo destruido.
              Justo a tiempo para mi "recuperación del honor" apareció la figura de un hombre alto. Enseguida lo reconocí, era Olk.
              -Veo que te has levantado niño!. JAJA- su risa chillona seguía poniéndome nervioso.
              -Que... quieres... molestas mi vista... (cof)- casi no podía pronunciar palabra alguna.
              -Veo que todavía no has perdido tu sentido del humor. Me agradas niño, creo que tienes coraje...
              -Tu conversación nos llevara a algún lado... o....?
              Se acercó bruscamente y me agarró el cuello.
              -Ten cuidado, niño, a veces el coraje puede ser confundido por estupidez, no me hagas creer que eres estúpido!- me apretaba el cuello mientras sus ojos miraban con cierta furia.
              Me soltó el cuello.
              -No quiero lastimarte, sabes?, a menos que sea necesario- lo decia mientras se pasaba las manos por la ropa, como limpiándoselas - Eres un espécimen bastante extraño. Nunca había visto a uno como tú a excepción de viejos libros. Esos mugrientos orcos, casi te matan sin saber ni siquiera lo que eres, o lo que representas. Por eso te deje vivir!
              Él sabía lo que era. Tendría que tener cuidado con este hombre.
              -Escucha bien lo que te diré, te soltaré y vendrás conmigo. Pero si osas hacer cualquier estupidez te mataré sin pensarlo dos veces.
              -Qué es lo que quieres de mí?
              -Ya lo veras.
              Ordenó que entraran los guardias, y seguido de eso, dos orcos de gran tamaño se acercaron y me desencadenaron. Mi cuerpo se tambaleó, la herida de la cabeza me dolía y la sentía, todavía, reciente. Traté de sostenerme, pero se me hacia realmente difícil. Al salir de la celda, me guiaron por un pasillo oscuro. Los ruidos de los otros prisioneros retumbaban en mis oídos, reclamaban libertad y la reclamaban a los gritos!. Al salir de aquel lugar, me guiaron por diferentes túneles, traté de recordarlos. Todo era horrible, y estaba iluminado solo por pequeñas antorchas, que la luz que emanaban no lograba iluminar ni siquiera bien los rostros de la persona que tenia a menos de un metro. Me siguieron llevando, hasta que al final de un túnel, el más luminoso, me llevó a un lugar abierto dentro de la caverna. Era increíble. Era una ciudad, o al menos algo parecido a ella, de orcos!. No podía entender como habían logrado semejante organización. Empecé a sospechar que Olk era mayoritariamente responsable de aquella obra tan desagradable y a la vez increíble.
              -Cómo es posible esto?- preguntaba mientras mis ojos miraban todo ese espectáculo.
              -Realmente increíble, no?. Quien hubiese pensado que semejantes bichos lograrían hacer tal cosa. Déjame decirte que me ha costado mucho tiempo lograr este logro, pero bueno... es algo que realmente me siento orgulloso. Aunque habría que agradecer la ayuda de los esclavos también jajajajaja!!-.
              Su risa era horrible, llena de odio hacia todo. Me llevó hasta lo que seria su "fortaleza". Era más bien una de las casas más grandes del lugar. Les ordenó a los guardias que protejan la puerta, y me hizo entrar en la casa.
              Era un lugar tétrico. Las paredes tenían muchos símbolos y estaban escritas con idiomas ilegibles. Tenía una biblioteca bastante grande, y un estudio asombroso, con cantidades de cosas para hacer experimentos. Resultaba mas que obvio que era un hechicero bastante cualificado. Pero una de las cosas que me llamó mas la atención, era la capa. Estaba colgada el costado de su cama.
              -Déjame decirte niño, que eres una de las pocas personas que han entrado aquí. Siéntate y ponte cómodo. Cuéntame tu historia- me señalaba un asiento rústico, mientras él mismo se acomodaba.
              -Porqué ha de interesarte mi historia? Porque estas tratándome de esta forma?. Acaso crees que soy estúpido?, piensas que no me di cuenta de que tratas de engañarme?- no me quería sentar, aunque mi cuerpo tanto lo desease. Lo miraba desafiante.
              Olk, con mucha calma, sin dejar de ver el vaso que tenía entre las manos, me respondió.
              -Niño, no seas tan impaciente. Es cierto que trato de hablar contigo bien, pero no por lo que crees. Mira por la ventana, dime que ves?- señalaba la ventana que mostraba la parte este de la ciudad.
              Me acerqué a la ventana y miré. Podía ver como la mente de una persona había logrado semejante suceso. Calles y casas dentro de una caverna, pero no edificada por cualquier ser, sino edificada por orcos!. Viles criaturas que lo único que hacen es destruir y ahora las veía paseándose por ahí, casi como seres racionales!.
              -Veo el intento de alguien de lograr algo que nunca se ha hecho. Pero también veo una ciudad llena de maldad y corrupción toda acumulada, y que una sola chispa puede hacerla estallar.
              -Sabes lo que yo veo? Veo el futuro, el futuro de una raza completamente prejuzgada. Veo el comienzo de algo nuevo, algo merecedor del reconocimiento y respeto absoluto. El hecho de que estés aquí, en esta ciudad que yo mismo diseñé, que prácticamente la cree... no creo que te des cuenta de lo que estas observando- su mirada había cambiado. Ahora mostraba algo de sensatez al hablar, estaba como inmotivado cuando decía aquellas palabras.
              -Ya te lo he dicho, no veo eso que tú ves. Lamento demostrar mi antipatía frente a estos seres, pero no estoy de acuerdo en que se junten tales seres en una ciudad. Más bien me aterroriza saberlo. No creo que sepas lo que estas haciendo- me corrí de la ventana y le miré a los ojos al hablarle.
              -Que pena escuchar esas palabras. Creí que tal vez tú podrías formar parte de este "proyecto" mío. Pensé que alguien como tú, también mal entendido en algunas sociedades, llamado despectivamente "mezcla" me entenderías mejor que nadie. Pero veo que me equivoqué. Entenderás ahora que no puedo permitir que salgas de aquí. Pensaba tenerte a mi lado, pero me parece que estarás mejor con los esclavos, en la parte inferior de la caverna...
              No terminó de hablar, cuando un sonido que estremeció la caverna completa se oyó. Era el sonido de un cuerno. Cuando dejó de retumbar un orco entro de golpe a donde nos encontrábamos.
              -Ugh deñor gombres... ugh... endrar... matar... indadirnos!- se notaba que todavía le costaba hablar correctamente.
              -Qué? Cómo han descubierto esta caverna??- Olk se incorporó furioso y se dirigió al orco, parecía que le iba a pegar.
              Al parecer, estaban siendo atacados por un ejército!.
              -Maldición!!, Groth, quédate aquí cuidando al prisionero, si intenta algo lo matas!!
              Olk, salió de pronto por la puerta, y se dirigió a donde había problemas. Noté que se había olvidado su capa protectora. Pero también noté que tenía un orco cuidando cada movimiento que hacía. Traté de ver que tenía a mí alrededor para poder atacarlo y salir de allí. No tenía nada. Sin embargo, vi que el orco se encontraba cerca de una de las antorchas que iluminaban la casa. Se me había ocurrido un plan, algo peligroso, pero plan al fin.
              Junté aliento y con un hechizo rápido, lance grasa a la antorcha, llenando al orco también. Acto seguido, el fuego se prendió de las vestimentas del ser grotesco. El orco se tiró al piso, gritando y gorgoteando. Corrí a la habitación a buscar la capa. Me la puse, y salí. Pero mi plan había tomado un curso inesperado. El orco, era más fuerte de lo que supuse, y no se había caído al piso muerto, al contrario, corría por toda la habitación, haciendo así que la casa se prendiese fuego y la única salida se encontraba bloqueada. Traté de ver si había otra salida, pero no. El orco de repente se frenó en seco, y me miró. Yo no sabia si era consiente de lo que hacía aquel ser, pero se me quedo mirando, mientras se consumía en llamas. En ese momento se me ocurrió otra forma de escape. Por suerte la mesa del comedor, no era de gran tamaño y me resultaría fácil levantarla. Así que eso hice, la levanté, y usándola como escudo, corrí hacia el orco, derrumbándolo contra la puerta; ésta, estallando en mil pedazos y yo saliendo por entre las llamas hacia el exterior de la casa, cayendo en cenizas y pedazos pequeños de madera prendidos fuegos.
              Me reincorpore, y por suerte vi que el orco, o lo que quedaba de él, estaba muerto. Yo tampoco no había salido ileso. Mis manos estaban muy maltratadas, apenas las podía mover a criterio. Se me haría casi imposible lograr algún hechizo. Si hiciese alguno sería, probablemente, el último ya que mis manos podrían ser inutilizadas debido a mis heridas graves. Debía curarlas para poder ser el de antes. Pero la situación me daba a entender que eso sería imposible.
              Tampoco me preocupé demasiado y comencé a correr. Mientras corría, veía que la ciudad se encontraba desierta. Todos deberían de estar en la batalla. Ya que no conocía la salida, comencé a correr hacia el ruido de la batalla. Los ruidos de espadas que chocaban y los gritos me llegaban directamente al cerebro.
              Al llegar vi aquel escenario que hoy sigo soñándolo. Era terrible, pero a la vez alentador. Un grupo numeroso de guerreros se encontraban batallando contra los orcos. Cerca de mí, había cadáveres de hombres y de orcos, todos magullados por los mazos y las espadas y montones de diferentes armas.
              Recogí una espada, pensando que tal vez de esa forma no tendría que usar hechizos, y como vi que no podía hacer mucho en aquella pelea, me dirigí a donde se encontraban los esclavos. Bajé por la trampilla y un orco se me arrimó. Aprovechando el envión le clavé la espada de un solo golpe, y continué. Al llegar, todos los esclavos estaban en un rincón amontonados.
              -No se preocupen vengo a rescatarlos, hay una gran pelea, usémosla para escapar!- les decía apurado.
              Pero no se levantaban, tenían miedo y yo no sabía porque.
              -Vamos!, acaso no me escucharon? Podemos huir. Acaso no quieren....- les gritaba. No podía entender porqué no se levantaban.
              De pronto sentí cómo una fuerza me golpeaba la espalda, seguido de un brillo y un intenso dolor. Caí al suelo. Traté de levantarme lo más rápido posible, y cuando mire, vi a Olk, con una clase de brillo que le salía de las manos, acompañado de humo.
              -Tienes suerte de llevar puesta mi capa, sino ese golpe te hubiese matado!!- decía con la voz chillona, entre gritando y hablando con desesperación- Pero no te preocupes, ya no te servirá. Mírala, esta toda desgastada. JAJAJA. El próximo te matará, y si te llegas a correr de ahí, matará a los cobardes que tienes detrás de ti!! JAJAJ- su risa se incrementaba y sus ojos daban vueltas por toda la habitación. Parecía que había perdido la cabeza.
              No podía escapar de aquella situación. Tenía que proteger a aquellas personas. Se lo debía a Romiel, él lo hubiese hecho. Miré mi capa, ya no me servía. Lo único que podría salvarme seria un hechizo que desvíe el conjuro, pero usar magia, en el estado de mis manos podría ser la destrucción de las mismas. Comenzó a formular el hechizo. Sabia cual era, lo había estudiado, poro no tenia la capacidad de lanzarlo todavía. Era un hechizo devastador, una clase de explosión que o ataca a una sola persona o se puede convertir en algo que ataca a mas de uno, eso lo decidía el hechicero un segundo antes de ser lanzado.
              Junté mis manos, y esperé el momento para comenzar mi contra-hechizo. Estaba desesperado.
              De pronto, se escuchó un estruendo y el techo se desmoronó sobre Olk. Eso debió de ser debido a la batalla que se desenvolvía arriba y Olk se encontraba mas cerca de lo que seria un tipo de rendija para mandar comida a los esclavos desde ahí. Pedazos de techo que le cayeron no lo cubrieron pero si lo tumbaron al suelo. Era mi oportunidad. Tomé mi espada, y corrí hacia Olk. La sangre me corría por el rostro nublando mi vista. No entendía de donde conseguía semejante fuerza, pero lo hice y le asesté el golpe. Algo sucedió que entró en mí la desesperación. Cuando abrí los ojos vi que un orco se había interpuesto entre medio de los dos, salvando a Olk, dando su vida por él. Olk se incorporó, recogió su báculo, me lo hundió en el rostro y luego en el estomago. Caí sobre mis rodillas.
              -Maldito seas niño, me has traído muchos problemas- hablaba agitado y se notaba demasiada preocupación en su voz- Tendría que haberte matado. Fue un error que remediaré ahora mismo, te mataré con mis propias manos. JAJAJ- su pelo caía en su rostro y apenas se veían sus ojos, que denotaban un cierto brillo.
              Sacó la espada del estomago del orco caído, y la levantó por sobre mi cabeza. Yo no podía hacer nada. No tenía mas fuerzas. A pesar de eso no tenía miedo.
              -Sonríes? Acaso no sabes lo que te pasará? Eres un imbécil!!- espada en alto y voz chillona, Olk me gritaba y me miraba sin comprender mi reacción.
              -No tengo miedo de morir, al menos peleé con todo mi poder- las palabras que salían de mi boca lo hacían en forma tranquila y pausada, mientras miraba un punto fijo, invisible, frente mío- ... es una pena que tenga que ser éste el final, pero sabes algo?, el idiota eres tu! Mira mis manos!!
              Olk bajó la vista, para ver, que en un último intento de desesperación, formé una bola de fuego en mis manos. Me quemaba, y sabía que se estaban quemando.
              -Cómo?? Cuándo has hecho aquel hechizo? Te asestaré el golpe antes de que hagas nada con él!!- gritaba desesperado.
              -Te llevare conmigo maldito!!- yo también gritaba en un último intento desesperante.
              Lo miré directo a los ojos, y en su mirada había temor. Sonreí por lo bajo.
              -Muereeee niñooooo....... agh!- su grito se había ahogado.
              No lo podía creer, antes de terminar su acto, su cabeza se desprendió de su cuerpo, y la espada se cayó al costado mío. Frené el hechizo y junte mis manos. Ya no las sentía. El cuerpo de Olk, cayó e hizo un ruido seco. Bajé la cabeza. No entendía que pasaba pero tampoco podía mantenerme consiente, me estaba desvaneciendo. Entonces escuché algo, una voz, que hoy recuerdo con mucho cariño.
              -HAHAHAH pequeño!! Veo que has estado ocupado!!
              Levanté el rostro y se encontraba Tyl delante de mí. Con un hacha en su mano, y una armadura dorada que reflejaba en ella todo la caverna.
              Sonreí, comencé a levantarme, pero no pude.
              Tyl me levantó y me apoyé en su hombro. Caminé trastabillando hasta la gran pelea. Los esclavos, sin hablar, nos seguían. Subimos y vimos el final de la pelea. Los hombres festejaban y cantaban.
              -No puedo caminar mas.... déjame descansar un poco, quieres?- apenas podía hablar.
              Me sentó en una piedra. Había muerte por todos lados que mirase, y un olor a sangre que te llegaba directamente al estomago. El humo y el fuego hacían que la vista se me nublase, sin embargo, yo me encontraba feliz. Me quedé viendo aquel escenario. Tyl, parado al lado mío, también sonreía, tenía una sonrisa de satisfacción.
              Respiré hondo aquel olor desagradable y a la vez reconfortante, y lo exhalé,
              -Pronto, amigo Melrond, iremos a la ciudad y tendremos un gran festín. Y tú serás el invitado de honor. HAHAHA!!- su risa grave me alegraba el corazón.

              La cara vista es un anuncio de Signal,
              la cara oculta es la resulta....
              There will never be a day, when I won't think of you
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              Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
              Never thought this day would come so soon,
              we had no time to say goodbye.
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              • #8
                Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                Capitulo 7


                En el camino, todos me miraban muy orgullosos. No sabía porque, pero me resultaba muy extraño.
                - Tyl, que es lo que me miran estas personas?. Me pone muy incómodo!- le decía por lo bajo mientras caminábamos.
                - No te alteres pequeño, es que nunca vieron a alguien como tú- decía mirando al frente sonriendo. Su paso era rápido y alegre- ...además, has hecho mucho por éste pueblo, aunque no sepas todavía que fué! HAHAHA hoy es un gran día!!. Pronto llegaremos y entenderás todo- seguía marchando alegre y miraba adelante.
                - Porqué no me lo explicas tú?- estaba inquieto, no me gustaban los secretos.
                - Mmmm... no creo que deba hacerlo. Conocerás al anciano del pueblo. Él te explicara todo.
                Noté que iba a ser imposible que Tyl me lo dijese. Así que decidí seguir camino en silencio. La brisa de la mañana acariciaba mi rostro como en un acto de bienvenida a la superficie. Todavía era temprano y llegaríamos a la tarde. Paramos cerca de un río a beber algo y a que los soldados descansasen. Pude mojar mis heridos pies en él y sentir como iba recobrando toda mi energía. Comenzaba a sentirme aliviado y sentía que los pesares desaparecían. Continuamos la marcha, mientras el sol, nos llenaba de fuerzas, de esperanzas y nos reconfortaba completamente. Cuando el sol comenzaba a descender, divisamos la ciudad.
                Los gritos de alegría y regocijo llenaban el aire. Las mujeres y los niños corrían a recibir a sus hombres de batalla. Otras corrían al auxilio de los esclavos, que, todavía seguían débiles por todo el gran esfuerzo. Yo me encontraba prácticamente al final de la caravana. Al lado mío se encontraba Tyl.
                Cuando llegamos a las puertas de la ciudad la gente calló de pronto y se quedaron mirándome. Se oían los murmullos de todos....
                - es él... era cierto...
                De pronto, Tyl, con un gesto de la mano, hizo a todos callar.
                - Qué os pasa? Acaso ésta es la hospitalidad que este hombre se merece?... Os ruego que lo dejen en paz, él se encuentra muy cansado y necesita reposar!- sus palabras salieron despacio, pero denotaban una autoridad que en la mirada de todos se podía reflejar. Luego siguió algo mas suavemente- Ésta noche, en el banquete, todos podréis oír su historia.
                Todos hicieron caso a las palabras de Tyl. Yo me encontraba muy confundido. Pero el cansancio me estaba ganando y las manos me dolían todavía. Tyl me llevó a una casa muy glamorosa. Me la ofreció, me dijo que era la del gobernador, pero que él ya no se encontraba entre ellos y que la podía utilizar por el momento. También me dijo que nadie me molestaría y que podría descansar, ya que esa misma noche se celebraría el gran banquete.
                Entré a la casa del gobernador. Era hermosa. Estaba bien diseñada y era tan espaciada, que podría entrar la mitad del pueblo y estarían cómodos. De todas maneras, no le dediqué mucho tiempo a echarle un vistazo, realmente estaba cansado. Me fui directamente al primer cuarto que encontré. Debía de ser del gobernador, porque era realmente glamoroso. Me senté, en un taburete, para sacarme las botas. Estaban prácticamente destruidas. Mis pies, realmente adoloridos sintieron un gran alivio cuando se vieron despojados de las botas. Me costó sacármelas, las manos... realmente dolían. Las miré. Se encontraban como quemadas. Podría volver a hacer magia? Tendrían algún efecto estas quemaduras sobre mi magia?. Todas esas preguntas se formulaban en mi cabeza, mientras me despojaba de mi ropa y me metía en la cama. Traté de relajarme. Después de todo, ya había pasado aquel horror. Cerré los ojos y traté de dormirme. No me fué muy difícil. Lo último que recuerdo antes de dormirme, fue aquella ciudad tan bien organizada de orcos, todavía me parecía algo increíble...
                Los ruidos de la puerta me despertaron. Unos sirvientes entraron de parte de Tyl y me trajeron nuevos ropajes, unos más apropiados para el banquete. Les pedí algunas vendas para mis manos. Me informaron que el banquete estaría por comenzar y me recomendaron que tardase lo menos posible en salir.
                Al salir, ya era entrada la noche. Toda la ciudad se encontraba iluminado por la luz de las antorchas. El tiempo parecía acompañar el regocijo de la gente. El viento, cálido y suave, acariciaba mi rostro y me traía paz; una paz que no sentía desde hacía ya muchas lunas.
                Tyl me esperaba a la entrada de la casa del gobernador.
                - Muchacho, como has dormido?, espero que no hayas tenido problemas- Tyl estaba vestido con ropas elegantes. Se notaba que no se sentía cómodo en ellas.
                - No, ha estado todo perfecto. Pero todavía me encuentro algo desconcertado. A que se debe tanto alboroto en mi nombre?. Que fue lo que hice?. Yo recuerdo que tú me habías mandado a hacer esa inspección en aquella zona para darme la información que ando buscando, y que por los hilos del destino me encontré en un embrollo superior! Yo...
                - Pequeño!! Todo se te informará en el banquete!! No te desesperes y trata de relajarte! HAHAH
                Me di cuenta que tratar de sacar información me resultaría imposible. Así que, nuevamente, decidí esperar a los sucesos por venir.
                En el pueblo se respiraba un aire mezclado entre regocijo, fiesta, placer y tranquilidad. Las calles estaban desiertas. Todos estaban en la fiesta. Caminar por aquella ciudad era realmente algo placentero. Las antorchas, daban esa luz tenue que reflejaba especialmente las cosas bellas de aquella ciudad y eran acompañadas por la luz de las estrellas. No había ninguna nube en el cielo y las estrellas daban la impresión de dar una luz especialmente calurosa a la ciudad. Todo era perfecto.
                El banquete se realizó en el centro de la ciudad. Se colocaron varias mesas y allí se reunió toda la ciudad. Yo me senté al lado de Tyl. Al comienzo, me sentía muy observado, pero en el transcurso de la noche me fui haciendo más ameno a las personas y ya no se fijaban tanto en mí, sino que disfrutaban de la gran cena, acompañada obviamente de un hermoso espectáculo. Aproximadamente a la mitad de la noche, un hombre alto y vigoroso, se levantó y pronunció unas palabras.
                - Queridos ciudadanos. Nos hemos reunido en esta gloriosa fiesta, para celebrar la tan esperada destrucción de aquel imperio de orcos que nos tenían en tantos problemas. Aquellos fueron tiempos de penas y de muchas muertes, pero ahora se avecinan tiempos de gloria y felicidad. Nuestros soldados fueron todos héroes, lucharon una batalla espectacular, y rindieron honor a sus nombres. Debemos de estar orgullosos de ellos. Pero también había alguien, ajeno a nuestra ciudad. Y a por esta persona también levanto la copa. Si no fuese por él no hubiésemos podido hacer lo que hicimos!!- copa en alto, el hombre bebió de ella y todos lo acompañaron.
                No entendía nada. Pero sin embargo, también levante la copa y brinde por el honor de los soldados, por los que regresaron a sus casas y por los que cayeron en el campo de batalla. Una vez terminado el brindis el hombre se sentó y todos siguieron con lo que estaban haciendo. Le hablé a Tyl.
                - Me puedes explicar que fué lo que hice, y quien es aquel hombre?
                - HAHA, mira pequeño, aquel hombre es el Abate de la ciudad. Él me ha dicho que una vez terminado el banquete, fueses con él para hablar. Más, no se me permite decirte. Así que ahora disfruta de este festín!! HAHAHA!!!- Tyl tenia la ropa algo manchada por las salsas de las carnes que le caían de la boca. Pegaba unos mordiscos gigantes y ningún pedazo de carne quedaba en sus manos por mucho tiempo.
                Y así lo hice. Disfruté del gran festín. Pasaron las horas y la gente se iba yendo. Pero antes de que se vaya el último de los ciudadanos, Tyl me advirtió que mejor fuese con el Abate para hablar con él. Me levanté y me dirigí a su encuentro.
                - Antes que me olvide pequeño, el Abate se llama Oneravin,... Sr. Oneravin!
                Me levanté, y fui a donde se me había indicado. Cuando empecé a caminar, note una mujer que me observaba. Ya la había notado antes, pero no pensé que me estuviese realmente observando. Por el momento no le di importancia. Me tomó algo de tiempo llegar hasta el Abate, ya que gran parte de las personas del banquete, eran los esclavos de la ciudad de Orcos, y se levantaban a saludarme. Cuando llegué, el Abate se levantó y me habló.
                - Por favor, amigo Melrond, acompáñame en una caminata por la ciudad. Tengo entendido que tienes muchas dudas.
                - Gracias Sr. Lo acompañare.
                - Llámame Oneravin. Deja lo de Sr. para otra ocasión!!
                - Lo haré.
                Se levantó y empezamos a caminar. Las antorchas de la calle, ya se encontraban apagadas, y la luz era proporcionada por las estrellas. Se vivía una calma sublime. El viento era solo un susurro que acariciaba el rostro y borraba las huellas de tiempos peores. Oneravin era de complexión mediana. No media mucho más que yo y tamaño no debía de ser el de un luchador, sin embargo, tampoco era el de una persona holgazana y débil. En su rostro se marcaban los años, que aunque no fuesen muchos (o así pareciese), habían venidos cargados con muchos pesares. Su mirada, a la vez ausente y a la vez centrada, estaba fijada siempre adelante. Mantenía la frente bien en alto, como algo que se lo hubiese ganado.
                - Mire Oneravin, no quiero parecer impertinente. Pero realmente me gustaría que alguien me explicase que es lo que esta pasando...- le hablaba bajando la voz, como si cualquier ruido pudiese despertarme de aquel lugar de sueños.
                - Si, lo se. Le he pedido a Tyl que no te dijese nada para que yo pudiese explicártelo, y de esa manera poder conocerte en persona. Entonces... déjame relatarte lo que sucedió...
                Nos sentamos bajo un árbol y empezó la historia. Me dijo que hacia unos años, los orcos habían ido a vivir a esas cuevas. Que al comienzo, no molestaban a nadie, por eso los dejaron allí. Su pueblo no era guerrero, así que generar una pelea era realmente algo que daría muchas bajas, siendo posible de evitar. Durante algunos años, los ciudadanos se fueron olvidando de aquellos orcos, ya que no había disputas de parte de ningún lado. Sin embargo, Tyl siempre le advertía a Oneravin que seria mejor eliminarlos a todos. Todo era prácticamente normal, pero unos tres años atrás, empezaron a desaparecer personas del pueblo. Mayormente jóvenes, por eso al comienzo muchos pensaban que se iban ellos solos, que se escapaban. Los guardias de la ciudad no encontraban rastros de ellos. Tyl para el momento ya había empezado a hacer investigaciones por cuenta propia. Se fue por un año aproximadamente, y en esa época las desapariciones habían aumentado, y la gente empezó a sospechar que todo este asunto lo involucraba demasiado a Tyl. Por ende, el día que Tyl regresó, la guardia lo apresó. Llamaron a Oneravin inmediatamente para que de la pena, ya que el gobernador había sido uno de los que desaparecido recientemente. Me contó que Tyl le había salvado la vida en una ocasión y por eso decidió escuchar su versión antes de condenarlo. Tyl le contó que en el tiempo de su ausencia, había visto algo de lo más insólito, había descubierto que grandes conglomeraciones de Orcos iban a la cueva y que de ahí no salían. También me dijo que cada grupo nuevo que se acercaba traía consigo al menos diez rehenes y armas. Los observo por unos meses, y emprendió viaje al sur en busca de respuestas. Se había dirigido a un pueblo cercano. Cuando llegó se encontraba totalmente destruido. Habló con los sobrevivientes, y ellos le dijeron que habían sido masacrados por Orcos, pero no por orcos normales, sino por orcos bien organizados, y que la mayoría de los poblados de alrededor y de poblados lejanos también habían pasado por lo mismo. Entonces Tyl elaboró un plan. Se dejó atrapar por unos orcos, y lo llevaron a la cueva. Ahí pasó unos meses como esclavo, y estuvo viendo el lugar, examinándolo. Así fue como descubrió a Olk, y vió la ciudad. Oneravin me dijo que ya antes había escuchado el nombre de Olk, me dijo que se sabía poco de él, que lo que se sabía era que era un aprendiz de la Torre Evereth, que tenía grandes dotes, pero que les daba mal uso. Lo último que sabían de él fue que lo habían expulsado de aquella torre. También me contó que hoy en día, se dice que aquella torre se encuentra maldita y que la gente que habita en ella ya no es de la misma calaña que lo eran de tiempos antiguos, me dijo que había cambiado tanto, que el bosque que la rodeaba, llamado Bosque de Robles, era llamado ahora Bosque Sombrío. Oneravin me contó que cuando terminó de escuchar la historia de Tyl, le creyó y lo declaró inocente. Sin embargo, la gente de la ciudad no lo veía así. Era maltratado en todas partes y terminó recluyéndose en su casa. Pasado un tiempo de su llegada, las cosas se iban agraviando, los orcos se iban expandiendo y ya no tenían problemas para salir fuera del bosque. Muchos de los ciudadanos se iban a otras ciudades y así la ciudad se fue convirtiendo en un pueblo. Me dijo, que cuando todo pensó que estaba perdido, Tyl se le apareció corriendo un día con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando le contó a Oneravin que yo me acercaba y que tal vez fuese la respuesta a los problemas, Oneravin también sonrió. Juntos decidieron hacer un plan. Necesitaban alguien que se enfrentase a Olk, sin saber quien era Olk. Ya que previo a mí, habían pedido ayuda a otros Magos, pero la gran mayoría le tenía miedo. Mientras el tiempo pasaba, esperando mi llegada, Tyl mando algunos de sus cuervos mensajeros para juntar un ejército. El tiempo pasaba, y los planes se iban formando exactamente como Tyl esperaban. Por eso el día que yo había llegado, Tyl, me había mandado a realizar aquella pequeña "tarea". El resto es bastante resumido. Ya los ejércitos se encontraban a un día de distancia, así que a mi segundo día en la cueva, los ejércitos ya estaban listos para atacar. Y así fue como sucedió todo.
                Las palabras de Oneravin, se las llevaba el viento, pero ellas se llevaron la noche. Cuando terminó de hablar, un nuevo día se despertaba. Un día lleno de vida, lleno de esperanzas, de prospectos futuros. Un día sin nubes, sin obstáculos.
                - Lo que me cuentas me deja atónito Oneravin. Y me alegro que haya salido todo bien. Sin embargo, no puedo evitar pensar que tal vez Olk no fuese la mente maestra detrás de todo esto. Creo que alguien más se encuentra por sobre todo esto.
                - Eso ha surcado mis pensamientos también. Pero por ahora no te preocupes. He visto tus manos, déjame verlas más de cerca.
                Se las mostré.
                - Cuéntame que ha pasado ahí dentro.
                Le conté todo y le dije lo sucedido con mis manos. Le di a conocer mi miedo de que ya no fuesen útiles para realizar hechizos.
                - Trataré de curarlas...
                Hizo un gesto con las manos. Mis manos se alumbraron un poco. Sentí un pequeño calor en ellas, y después un alivio. Sin embargo, cuando la luz se extinguió, mis manos seguían igual, ya no me dolían, pero seguían igual. El rostro de Oneravin se endureció y mostró preocupación.
                - Mmm... Esto es extraño. Realmente están bastante mal. Y mis poderes no pueden mejorarlas. Tal vez debe ser debido a que eres un Semi-elfo... Pero tengo una solución-me sonrió levemente- Ve a dormir ahora y ven mañana a mi abadía. Tyl te pasará a buscar. Yo me encuentro realmente cansado... iré a descansar.
                Se levantó suavemente. Y cuando me levanté, susurro a mi oído unas palabras.
                - Creo que la dama debe de estar cansada también y será mejor que no te robe más tiempo, porque creo que ella desea hablarte.
                No había entendido que me decía. Sin embargo, con un cerrar de ojos, me señalo a unos metros detrás del árbol. Entonces la vi, la mujer que me había observado en la comida. Había escuchado toda la historia. Oneravin se alejó.
                Me acerque a ella, y se puso de pie. Le llevaba una cabeza de alto. Sus cabellos tenían el olor a primavera y sus ojos parecían dos gotas del río más cristalino. Cuando me miró sus ojos estaban cansados, pero despiertos.
                Cuando habló su aliento parecía la suave brisa en verano que calma el sofocante calor.
                - Yo me encontraba entre los esclavos de la cueva Sr. y realmente quería agradecerle lo que hizo por nosotros, lo vi interponerse entre el Mago y nosotros y vi cuando dio su vida para salvarnos- me hablaba mirándome directamente a los ojos.
                - No te preocupes... no me llames Sr. llámame Melrond. Y si no es molestia, me podrías decir tu nombre?
                - Me llamo Riemel.
                - Mmmm ese nombre se me hace conocido.
                - Eso espero. Estuve escuchando las conversaciones de la mesa. Se ha hablado mucho de ti. Mucho de tu pasado, de cómo llegaste aquí. Y es por eso que debía conocerte….
                - Que quieres decir...?
                - Soy la hermana de Romiel.

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                • #9
                  Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                  Capitulo 8


                  Me quede petrificado. Esto no era posible. Se me escapaba el aire. Ella no se movía, se quedó quieta, observándome, tal vez juzgándome, pero sus ojos siempre puestos en los míos.
                  - Esto no puede ser. Romiel me dijo que su hermana se llamaba Lurieth!!- era lo único que podía decir.
                  - Ese también es mi nombre. En realidad es más bien un apodo. Significa Resplandor de Luna. Él decía que mi rostro, cuando era de noche, brillaba como la luna. Pero mi verdadero nombre es Riemel.
                  No había mentira en sus palabras. Probablemente nunca haya mentido. Mis ojos se cegaron por las lagrimas, que las contuve para no caer. Pero eso duro lo que dura el canto de un pájaro, ya que me desplomé sobre mis pies y me vi llorando como un niño. No podía contenerme a mi mismo. Yo había matado a su hermano, su única familia.
                  Ahí pasó lo inaudito. Se arrodilló, agarró mi rostro, besó mi frente y lo posó sobre su regazo. Murmuraba palabras que no entendía, lo hacía en forma de canto. Era la primera vez que alguien me consolaba de esta manera. Poco a poco mis lágrimas se fueron aplacando, hasta que solo quedó la vergüenza. No podía levantar mi rostro, no podía verla a la cara. El tiempo se detuvo, al menos eso parecía, el viento no soplaba y los pájaros ya no cantaban, solo había silencio, pero era reconfrontante. Sentí que un gran peso se me quitaba. Cuando ella hubo terminado sus palabras, reaccioné como si me despertara de un sueño. Me levanté y me quedé mirándola. No era la misma mujer que me había venido a hablar, no era la misma que había estado bajo aquel árbol toda la noche. Era otra. Su rostro emanaba una clase de brillo. Se levantó.
                  - Yo... no se que decir... me siento tan... intente..
                  No sabia que decirle. Me sentía tan avergonzado. Sin embargo ella supo como simplificar las cosas.
                  - Está bien. Ve a descansar ahora. Lo que pasó ya ha quedado en el pasado. Has cumplido con tu promesa. Me has rescatado. Su espíritu descansa en paz.
                  - Pero como sabes todo eso?
                  - Eso no es importante. Lo que importa es que todo ya esta en orden. Ahora descansa.-su voz suave salía dulcemente de entre sus labios que apenas se movían para pronunciar palabra.
                  Me dirigí a la casa del gobernador. Me recosté, y cerré los ojos. Me dormí inmediatamente. Nunca había dormido así, desde que dejé la casa de Lozandur.
                  Me desperté al otro día. Me incorporé. De pronto, sentí una picazón en mis manos. Las miré y noté que seguían quemadas. Traté de hacer algún hechizo, pero el dolor al cerrar los dedos me desconcentraba y no lo podía formular. Uno de los hechizos que no había que cerrarlos era el de manos ardientes. Me acerque a la chimenea y lo hice. Salio, pero las manos me dolían después. Probablemente seria el único hechizo que lanzaría de por vida. Tendría que hablar con el Abate Oneravin para ver como curarlas.
                  Salí de la casa y me dirigí a la abadía. Al llegar, uno de los monjes se me acercó y me dijo que tanto Oneravin como Tyl habían partido y me dejaron dicho que los esperase. Iban a tardar lo que tarda la luna en cambiar de forma dos veces.
                  Me fuí y comencé a caminar sin rumbo por la ciudad. Paré, debido al hambre, en la taberna que antaño había visitado. Entré y me senté. Se me acerco la moza y me dijo que todo lo que pidiese iba por la casa. Agradecí y ordene algo ligero. Fue ahí, donde Riemel se acercó. Se veía hermosa.
                  - Puedo acompañarte?- su rostro estaba recién lavado y se notaba la humedad en sus labios.
                  - Por supuesto-todavía me costaba mirarla a los ojos-. Cuanto tiempo piensas quedarte aquí?
                  - No lo se todavía, no he decidido que hacer.
                  - Con respecto a que?, tienes algún plan?- trataba de hablar sin pensar en nada. Todas las preguntas salían de lo mas mundano. No podía pensar lo que había hecho.
                  - No he encontrado la necesidad de ninguno. Por ahora me encuentro bien aquí.
                  Comimos en silencio. Luego, cuando terminamos, nos fuimos a pasear. Recorrimos la ciudad, viendo a la gente, hablando de tiempos pasados. Me pidió que le contase los días míos con Romiel. Me costó hablar de ello. Ella me contó de cuando eran niños, de cómo la protegía y le decía que siempre la iba a cuidar. Me contó de cómo en un día nublado, fue secuestrada por los orco. De cómo había sido arrastrada durante meses por lugares inhóspitos hasta llegar a la gran ciudad orca. Le ofrecí quedarse en la casa del gobernador conmigo, ya que era muy amplia y no habitaba nadie en ella. Acepto, y así fue como nos fuimos conociendo, entre caminatas y relatos. Esos días fueron los mejores. Todavía los recuerdo con gran añoro, y rezo para que nunca se borren de mi memoria. Había veces, que nos sentábamos bajo la sombra de un árbol y leíamos o simplemente nos recostábamos contra el árbol y contemplábamos el cielo. Muchas noches nos desvelamos viendo las estrellas. A ella le encantaban, decía que toda la sabiduría del mundo se podía encontrar en las estrellas. Esa época duro catorce noches, ya que quince días después, apareció Tyl a la puerta del la casa. Me dijo que teníamos que encontrarnos con Oneravin con urgencia.
                  Al llegar a la abadía, fuimos conducidos a un cuarto con una mesa en el medio. Riemel nos había acompañado, pero no podía entrar en aquel cuarto. Dentro del cuarto, se encontraban Oneravin y un monje algo peculiar. Tenía muchas cicatrices en el rostro, y se encontraba afligido por algún dolor. No supe decir si era por algo reciente o algo que acarreaba consigo desde toda su vida. Nos sentamos y Oneravin comenzó a hablar.
                  - Bienvenido Melrond. Te he convocado porque se avecinan tiempos de guerra. Es muy a pesar mío que os he mandado a llamar, en verdad, no deseo que sigas pasando estos malos tiempos. Pero son los mismos malos tiempos los que piden tu ayuda.-había aflicción en su vos- Hemos partido, como ya lo sabes, con Tyl hace ya varios días. Volvimos a la cueva, y la revisamos completamente. Y así fue como encontramos las memorias de Olk. Las leímos, y nos enteramos que esa ciudad no era la única en estas tierras. Había otras, mejor equipadas, y mejor organizadas. Algunas eran fortalezas, otros castillos. Nadie sabía de ellas, porque también hay humanos ahí dentro que guardan el secreto, conviviendo con los orcos. Algo increíble, no?- miraba a todos en la mesa mientras hablaba.
                  - Es algo muy trágico, es cierto, pero en que me necesitan?- los miré detenidamente, con algo de temor a lo que pudiesen decirme.
                  - Te lo diré- Oneravin hablaba pausadamente- Hemos descubierto, que una fortaleza, no muy lejos de aquí, se encontraba preparada para tomar las tierras de Frenz. En ella, hay ciudades glamorosas, ciudades con muchas riquezas. Probablemente pudieran resistir el ataque. Pero no se encuentran unidas. Están pasando por momentos de crisis. Se encuentran peleadas, además están sufriendo de guerras internas. Por eso, esta fortaleza va a aprovechar esto para atacar una por una. Por ahora sabemos que solo se están preparando. Pero es cuestión de tiempo para que ataquen y lamentablemente es ese mismo tiempo el que nos perjudica.
                  - Y como sabe todo esto?- tal vez mis preguntas fueran algo poco precavidas, pero salían de mi boca sin pensarlas prácticamente.
                  Oneravin se levantó y se dirigió a la puerta. La abrió e hizo una seña afuera. Luego, dejándola abierta, se sentó y nos miro a todos. Al rato, entro un hombre. De altura normal y fisonomías fuertes, especialmente el rostro. Su mirada, una mirada de la cual uno no se puede olvidar, te hacia carcomer los huesos. Sus ojos, negros como el cielo sin luna, se posaron en cada uno de nosotros. Vestía todo de negro, y llevaba consigo una maza. Sin decir una palabra, se apoyó en una pared al fondo del cuarto, con los ojos cerrados, y la cabeza hacia abajo. Oneravin continuó hablando.
                  - Este hombre que ves aquí se llama Horun. Tyl lo conoce de hace tiempo. Él viene de otras tierras, y ha sido traído aquí por la misma razón que todos, destruir la fuente de poder que une estas ciudades orcas. Pero dejemos que él te explique- le dio la palabra a Horun.
                  - Muy bien Oneravin, le explicaré- su voz era baja y grave.- Pensaba que era más grande. Y no parece tan dotado en las artes mágicas como has dicho, pero si realmente confías en el...- poso su vista en mi y sentí un escalofrió.
                  - Si, lo hago. Así que cuéntalo por favor.- el tono de Oneravin denotó firmeza.
                  - Bien. He recorrido muchas tierras buscando al responsable de todo esto. Muchos veranos pasaron y no llegaba a ninguna pista. Perdí muchos compañeros de viaje, siendo, algunos de ellos, amigos míos. Había cazado a demasiados orcos, pero ninguno de ellos sabía nada, o al menos nunca me lo dijeron. Sin embargo, cuando yo estaba a punto de retirarme de tal búsqueda, di caza a un orco. Este orco era muy diferente de los que había cazado anteriormente. Él me dijo todo. Se llamaba Geshknar, y era de los antiguos orcos. Al parecer, unos nuevos tipos de orcos fueron apareciendo, eran orcos nacidos de la magia. Me contó que dichos orcos eran la perdición de las antiguas razas. Que dicha organización no era más que un engaño de los cuatro hechiceros. Los cuatro hechiceros, al menos así los llamó, venían de Evereth y fueron los que comenzaron todo esto. Cuando lograron sus creaciones, se separaron y decidieron crear las ciudades. Geshknar mi dijo también que los mismos orcos de las antiguas razas se encontraban en guerra con los nuevos...
                  Mientras Horun hablaba, se movía por toda la habitación. Se notaba el cansancio de años de búsqueda y peleas, pero también se notaba que todo eso fue lo que le daba su fortaleza.
                  - ... Así que esto es así- se paro en un costado y miro a todos uno por uno- Como lo veo yo, debemos actuar ahora. Los “nuevos-orcos” se están movilizando. He averiguado una fortaleza cercana a la ciudad de Klogrem. Es la más cercana de aquí. Se que ahí hay uno de los tres que quedan...
                  - Tres? No has dicho que eran cuatro?- le pregunté.
                  - Melrond, tú te has encontrado con uno de ellos. Y por lo que me cuentan, has hecho más que un buen trabajo.- me miro y parecía que sonreía.
                  Yo no podía creerlo. Entonces, Horun cayó y hablo Oneravin.
                  - He estado pensando en todo esto. He meditado largas noches. Creo que nuestro deber es ir a Klogrem y prestar nuestra ayuda. Sin embargo, la gente de aquí tiene que reconstruir sus hogares. Mi idea es que vaya Tyl ahí!- lo dijo señalándolo- Y me gustaría que tu lo acompañes Melrond. Se que es demasiado pedírtelo y que no tienes ninguna obligación de hacerlo, pero realmente creo que sería bueno que lo acompañes. También los acompañará un guerrero de gran talla, se llama Thren. Vendrá mañana, justo cuando tengan que partir. Que dices amigo mío, los acompañaras?- me miraba. No podía discernir si era una petición o una orden.
                  Me quedé anonadado y traté de meditar esa petición. Luego de un rato les dije.
                  - Desde luego que iré. He hecho una promesa hace tiempo a un amigo. Cumplí parte de ella. Pero todavía me siento insatisfecho. Yo estoy seguro que si él hubiese estado aquí os ayudaría. Lo haré- lo dije con toda la firmeza que mis pensamientos me habían otorgado.
                  - Me alegra semejante decisión!!- Oneravin sonreía a gusto- Pues queda dicho. Mañana partirán con el sol de la mañana!!
                  - Pero... el único inconveniente es que... no puedo lanzar conjuros-le mostré las manos- Son mis heridas.
                  - A cierto. Quédate aquí ahora, te daré algo. Los demás pueden retirarse.
                  - Y tu Horun, no nos acompañaras?- le pregunté mientras me despedía. Al darle la mano mi piel se erizó.
                  - Yo? No. Me necesitan en otros pagos. Adiós.
                  Todos salieron. Me quedé con Oneravin a solas.
                  - Melrond, he visto tus manos, y sé que yo no puedo hacer nada por ellas, al menos no con mis poderes. Pero tengo una solución momentánea. Ven mañana al amanecer, antes de que partan. Quien sabe, si tienes suerte, tal vez, encuentres la cura en tus viajes. Conozco de alguien que tal vez te pueda ayudar a donde os dirigís ahora. Ve, descansa y ven a verme mañana.
                  Me levanté y me retiré con un saludo fraternal. Al salir la encontré a Riemel en el pasillo. No se había movido de allí. No me preguntó lo que se habló en la habitación. Al salir, ya estaba oscuro. Caminamos por la ciudad como antes. Supongo que ella sintió mis pesares, porque no paraba de mirarme con extrañeza. Traté de disfrutar aquel, el último recorrido por la ciudad, con ella. Pero me fue imposible. Al otro día, me iría y ella no me vería nunca más. Llegamos a la casa. Luego de la comida, donde sólo el silencio acompañaba nuestra presencia, cada cual se fue a su habitación. En algún momento se lo tendría que decir. Pero no encontraba la forma. Decidí dormir y preocuparme al otro día. Me acosté en mi lecho. Cuando casi lograba dormirme, la puerta del cuarto de abrió. Era ella. No dijo nada. Solo se fue acercando a mí. No pude pronunciar ninguna palabra. Se recostó a mi lado. Puso su mano en mi rostro, su calidez me enceguecía. Beso mi frente y luego beso mis labios. Labios que nunca habían besado a nadie y estaban llenos de pureza. No me sentía digno, pero ella seguía besándome. Su olor, olor a rocío en una mañana de primavera me adormecía, a la vez que me despertaba todos los sentidos. Y su sabor, como la miel, dulce y suave, me embriagaba. Sus manos apenas rozaban mi cuerpo formando así las caricias perfectas. Recorrían todo mi cuerpo y cada vez que pasaba por alguna cicatriz era como si me hiciese olvidar de donde habían salido y como me las había hecho. Llegó a besarme las manos, y en ese momento pensé que estaban curadas, ya que no me dolieron en toda la noche. Nunca me sentí tan feliz en mi vida y por mucho tiempo nunca lo volví a ser.
                  No pude dormirme. Me quedé viendo su cuerpo y como la luz de la luna se reflejaba en ella. Traté de recordar cada detalle de su ser. Le había contado lo que se había hablado en la habitación de Oneravin y de mi pronta partida. No dijo nada, se quedo dormida. Faltaba poco para el amanecer. Me levanté de la cama. Me vestí. Mis manos comenzaban a dolerme de nuevo. Besé la frente de Riemel.
                  Al salir, una brisa fría pegaba en mi rostro. Me dirigí, despacio, ya que tenía algo de tiempo, al templo. Vi como iba amaneciendo. Trataba de no pensar en lo que había pasado aquella noche. Pero nunca me lo pude sacar de la memoria, y todavía agradezco por ello. Al llegar al templo, Oneravin ya se encontraba en la entrada principal.
                  - Buen día amigo Melrond. He aquí lo que os había prometido.
                  Sacó de un envoltorio unos guantes. Eran guantes negros. No noté ninguna peculariedad. Simplemente eran de cuero, y tenían los dedos cortados.
                  - Tal vez no parezcan gran cosa. Pero son muy poderosos. Son guantes hechos por las propias artes mágicas de Glothing. El quería hacer guantes que subieran el poder de sus hechizos. No pudo lograrlo, su vida se terminó antes. Lo que si logro, fueron estos guantes. Tienen la facultad de al ser puestos, las manos ya no se sienten. Y cuando las mueves es como si movieses el vacío. Por eso le corto la punta de los dedos, porque sino nunca podría sentir nada con las manos. Y como solo tus palmas son las afectadas gravemente, esto te vendrá perfectamente. Que dices?- una sonrisa compasiva iluminaba su rostro.
                  - Gracias Oneravin. Seguro funcionaran hasta que encuentre la cura.
                  Me los coloqué. Tenía razón Oneravin. No sentía nada en las palmas. Formule un hechizo de fuego, y salio a la perfección.
                  El sol ya asomaba, y la figura de Tyl se asomaba por detrás de una casa. Comparado con mis cosas, él iba mucho mas cargado que yo. Con armas, escudos y provisiones.
                  - Hahaha, pequeño!! Veo que te has despertado temprano. Bueno, mejor así. Listo para partir?.
                  - Así es amigo... mientras más temprano, mejor.
                  - Alto!- una voz nos sorprendió a todos.
                  Nos dimos vuelta. Era Riemel. Se acercaba corriendo, con una bolsa de provisiones.
                  - No podrás dejarme aquí. Iré contigo- lo dijo firmemente, algo agitada por la velocidad con la que corría.
                  - No puedes venir en esta misión, terminaras muerta.- le dije con mucha fuerza en la voz. Tenía miedo por lo que pudiese pasarle si venía.
                  - Que así sea Melrond, pero prefiero eso a que quedarme aquí esperado. No voy a perder a otro ser querido- cuando me dijo eso mi corazón dio un vuelco. Sus ojos me miraban y no mostraban duda alguna en aquella decisión.
                  - Pero... – no podía pronunciar palabra alguna.
                  - No se hable más. Iré y no podrás impedírmelo.- seguía firme ella.
                  - Estas segura muchacha que quieres ir?- Oneravin le preguntó. A la vez con una pequeña mueca de sonrisa en el rostro.
                  - Si Señor Oneravin, si me lo permites.- su voz se volvió en algo de súplica.
                  - No soy quien para impedírtelo. Eres libre de hacer lo que quieras. Pero te advierto, que es una misión que tal vez te cueste la vida.
                  - Pues otra cosa no me queda.- le dijo sonriendo y agradeciendo la decisión.
                  - Bien, pues, que así sea. Buen viaje, aventureros. Que las deidades os ayuden en semejante misión.- dijo Oneravin levantando las manos al cielo.
                  -Oneravin, donde se encuentra el compañero que nos mencionaste?- le pregunte antes de partir.
                  - No lo se muchacho, probablemente algo lo detuvo.- lo dijo con voz sombría- seguramente los alcanzará en el transcurso de su viaje. Me encargaré de que así sea.
                  El sol ya se asomaba por completo en el horizonte. El cielo se encontraba despejado. Tres fuimos los que partimos a una aventura de la cual muchas canciones se hicieron. Pero este es recién el comienzo, y para el estribillo falta un buen tramo. El camino parecía peligroso, pero no me preocupaba. El tener a Riemel al lado mío me relajaba. Mire atrás para ver a lo lejos la sombra del templo de Oneravin, templo que nunca mas volvería a ver. Miré al frente y seguí caminando.

                  La cara vista es un anuncio de Signal,
                  la cara oculta es la resulta....
                  There will never be a day, when I won't think of you
                  You were once a friend and father, then my world was shattered
                  Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
                  Never thought this day would come so soon,
                  we had no time to say goodbye.
                  How can the world just carry on?
                  I feel so lost when you're not at my side...

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                  • #10
                    Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                    Capitulo 9


                    Una semana había pasado desde que habíamos partido. Los días eran alegres. Se veían los cambios climáticos dando el anuncio de la primavera. Tyl, además de ser un gran guerrero, era un gran compañero de viaje. Siempre se la pasaba bromeando y haciéndonos pasar bien el tiempo. Nos contaba historias de sus victorias y cuando se refería a una derrota, lo contaba con gracia. Riemel, en cambio, era más reservada. Me hacia recordar mucho a Romiel. Sin embargo, siendo que Tyl siempre caminaba delante de nosotros, eso nos dejaba tiempo para conversar. Cosa que hacíamos todo el tiempo. Hablábamos hasta del rocío de la mañana. Yo comenzaba a sentirme cada vez mas tranquilo, ya que los bosques siempre me trajeron mucha paz y nunca he sufrido en uno, a excepción de mi primera vez extraviado. En toda la semana, estuve viendo los guantes que me había dado Oneravin. A la mirada, parecían normales, sin nada de excepcional. Pero realmente eran una maravilla de prenda. Recuerdo, cuando me los puse la primera vez, que había una nota en ellos. Era de Oneravin…
                    “… Querido amigo, te dejo este mensaje porque creo que hay cosas que son mejor no decirlas al viento, el cual te las puede robar. Déjame decirte que éstos guantes te ayudarán en esta gran empresa que estás emprendiendo, hasta que encuentres la cura. Pero tienen, como todas las cosas mágicas, su lado negativo. Estos guantes van a restringir tus poderes, en cuanto a magnitud y fuerza. Has demostrado que tienes habilidades innatas, y con eso un gran poder, estos guantes lo rebajaran un poco. Es, una medida de protección a la vez contra tus sueños, creo que te podrán ayudar, no se como pero tal vez te ayuden a controlarlos. Con respecto a Riemel, he visto en sus ojos algo que no pude comprender bien. Sin embargo he visto que tiene un alma pura y que desea acompañarte hasta el final. Pero también creo que esta tarea la puede matar. La dejé partir, con la esperanza, de que el viaje le haga dar cuenta de los peligros que se le avecinan. Aunque no guardo muchas esperanzas en eso, pero oraré para que sea así. Suerte en tus viajes. Espero que nuestros caminos se crucen de nuevo. Amigo…”.
                    Luego de leer esa carta la quemé. Oneravin tenía razón en esos asuntos. Probablemente Riemel se daría cuenta que es mejor quedarse en Klogrem, y con esto me sacaría un pesar de encima. Y los guantes… todavía no había probado ningún hechizo poderoso, pero no dudaba lo que sabia de ellos.
                    Luego de una semana de caminar por los bosques, salimos a una meseta. Había pocas arboladas, y según el mapa que teníamos, no estábamos a más de tres semanas de viaje, faltándonos el paso de Frith que forma parte de un valle entre dos cinturones montañosos. Cuando nos adentramos en aquella meseta, noté que había pocas arboledas. Tyl, algo más atento, caminaba prácticamente a nuestro par. Su mirada y postura se habían endurecido. Caminaba en guardia, aunque lo quería disimular. Su actitud me preocupó bastante. En una noche, cuando ya Riemel se había dormido, le hablé a Tyl.
                    - Que es lo que te preocupa? Porque andas tan alerta? Acaso estamos frente a algún peligro que nos acecha?
                    Me miró largamente. No pude entender aquella expresión.
                    - No te preocupes. Se dice que por aquí los orcos no circulan, como ningún mal, desde hace ya muchos años. Los de la ciudad de Klogrem se encargaron de eliminar todo peligro. Pero de eso ya ha pasado mucho y yo soy muy desconfiado – Se sonrió por lo bajo. – Pero no te preocupes. Cuéntame, veo que le tienes mucho afecto a nuestra compañera viajante.
                    - La verdad es que si. – La miré mientras la luz del fuego la iluminaba ocasionalmente. – Y creo que ella también los tiene hacia mí. – Retiré la mirada y me quedé mirando el fuego mientras hablaba. - Pero no se que futuro le pueda dar. No se que futuro pueda yo tener. He estado pensando mucho en esto. En como fueron cambiando mis planes, de querer llegar a una ciudad perdida a enfrentarme con cosas que todavía me cuestan entender. Realmente mi corazón desea dos cosas con gran fervor. Por un lado desearía quedarme con ella y tal vez formar una familia; pero también por el otro, mi corazón desea encontrar esta ciudad. – De pronto sentí gran pesadez en mi corazón. Hasta ahora estas ideas flotaban en mi mente, pero nunca las había asimilado. Seguí hablando pero ahora lo miraba a Tyl a los ojos, los cuales me miraban atento y en su rostro había seriedad, una tal que nunca le había visto. – Pero hay otra misión en mis manos ahora y no puedo echarme hacia atrás. He dado mi palabra. Y hago esto, en gran parte por la ayuda que me han prestado y en otra, porque realmente quiero sanar mis manos. Y una parte de mi cree que tal vez, en esta misión encuentre la respuesta de uno de los problemas de mi pesar, el de la ciudad perdida. Pero también creo que encuentre una solución que no quiero a otro pesar, el de Riemel.
                    Al terminar de hablar vi que la noche estaba mas negra y que si no fuese, por el ahora pequeño fuego, todo seria oscuridad absoluta. Tyl posó su mano sobre mi hombro. Lo miré, me sonreía. Luego bajo su mirada hacia el fuego, sin dejar de sonreír.
                    - Veo que para ser pequeño tienes demasiado peso con el que cargar. No te preocupes, yo te ayudaré con tal. Te aliviaré la carga que llevas, al menos un poco. No te preocupes. Trataré de proteger a Riemel con toda mi alma. Si con eso te liberas algo de la carga, lo haré con mucho gusto… - Me miró nuevamente y puso otro tipo de sonrisa, no la comprensiva de recién, sino una de felicidad -… después de todo, yo tengo cuerpo de mayor tamaño, podré soportar mas peso, hahaha-
                    Y dicho esto, hizo salir en mí una sonrisa. Viendo esto, se recostó y se durmió. Yo me quede mirando el fuego un rato más. Realmente las palabras de Tyl fueron de gran consuelo. Me sentía mas relajado. Miré el cielo y vi que no había ninguna estrella, estaba completamente nublado. Al otro día llovería, seguramente, de manera torrencial. Luego la miré a Riemel. Dormía con mucha paz, como si no tuviese preocupación alguna. Vi, que tenia algo de frío, me acerqué y me recosté a su lado. Me abrazó y me quede completamente dormido.
                    Aquella noche soñé con el campo de batalla de nuevo. Las mismas caras destrozadas, el mismo fuego inagotable, el humo, los gritos. Pero ahora algunas caras eran mas claras, había cara de niños, mujeres, ancianos. Sabia que era un sueño, pero no podía despertar de él. Seguía avanzando. Sabía que avanzaba hacia aquel hombre, hacia aquella sombra que me perseguía. Mientras mas avanzaba, me dolía cada parte del cuerpo. Al fin vi la sombra. Ahora un poco más claro su rostro. Se veían sus ojos. Ojos verdes oscuros. Ojos llenos de odio, de maldad. Se me estremeció la piel. Me frené. Su rostro mostraba una sonrisa, una media sonrisa, esas sonrisas de satisfacción de haber hecho el mal. A su izquierda, el cuerpo de Romiel. Traté de alcanzarlo, pero mi cuerpo no se movía. “…Veo que sigues en esta tarea… he dicho que te marches… te lo he advertido… ahora sufrirás las consecuencias…”. Su voz sonaba tronca. Se agacho, y de una pila de cadáveres a su derecha, levantó uno. Se movía todavía. Era Riemel. Él la tenía agarrada del cuello. Ella trataba de soltarse, pero le era imposible. De pronto, la sombra saco una espada. Una espada que emanaba gran poder. Tenía un dragón entre el mango y la hoja. La posó lentamente sobre el cuello de Riemel. “… Ahora veras lo que les pasa a aquellos que no me obedecen… y ella tendrá que sufrir por tu desacato…”. Levantó la espada y le lamió el rostro a Riemel, con una sonrisa de satisfacción que me estremecía la piel. Traté de moverme, de frenarlo, pero me fue imposible. La espada bajó, vi el rostro de Riemel con lagrimas. Estaba por llegar al término de su golpe, cuando de pronto paró. Sus ojos me miraban las manos. Y soltó el cuello de Riemel. Baje la vista y me miré las manos. Estaban sangrando. Y me empezaban a doler, tal fue el dolor que el sueño se estaba desvaneciendo.
                    Me levanté todo transpirado. Sabía lo que ese sueño significaba. La última vez que había pasado, Romiel estaba muerto. No quería abrir los ojos, no quería enfrentarme a la realidad.
                    - Hey, Mel, como estas amigo? Como te sientes?
                    La voz asustada, pero a la vez tranquila de Tyl hicieron que abra los ojos. Y ahí estaban Tyl y Riemel, los dos al lado mío. Por suerte los dos estaban bien. Me incorporé, apenas pude hacerlo, estaba muy cansado.
                    - Que ha pasado? – Pregunté. Me encontraba todo mojado. Miré al cielo y se encontraba despejado.
                    - Estuviste durmiendo durante dos días. Hablabas en un idioma extraño y te movías constantemente. Realmente nos tenías preocupados. No sabíamos que hacer, pero Riemel me dijo lo que te había pasado anteriormente con Romiel y yo mantuve la guardia, para que no pase nada parecido. Me alegra el corazón tu bienestar.
                    - Gracias Tyl, la verdad, es que no se que…. – Pero no pude terminar. Riemel se abalanzo sobre mí y con lágrimas en los ojos me abrazó.
                    De aquel episodio, pasaron dos días. No hablamos mucho del tema. Pero me dejó con muchos pensamientos en mi mente. Un hecho que fue increíble, fue que al despertarme e incorporarme, me dijeron que en un momento mis guantes emitieron un pequeño brillo verde opaco y que poco después me levanté. En ese momento los miré, y vi que la punta de mis dedos, estaba con sangre. Me los saque y vi todas mis quemaduras abiertas. Me lavé las manos y me los coloque enseguida, ya que el dolor era insoportable. Todos estos recuerdos de los guantes, del sueño, mis heridas, todos fueron de mi mayor consideración, logrando así que pasen dos días en un abrir y cerrar de ojos. En el tercer día, nos fijamos en el mapa. Nos acercábamos al paso de Frith. Pero algo ahora acaparaba mis pensamientos. En todo el viaje, no vimos a ninguna persona. Le pregunté a Tyl.
                    - He notado que ningún mercader nos ha cruzado en nuestro viaje. Y sin embargo veo rutas. Sabes tú que pasa?
                    - En otros tiempos, estas vías eran circuladas por gran variedad de mercaderes. Había un excelente trato de comercio entre Klogrem y las ciudades que hay alrededor. Pero en los últimos años, este comercio fue aminorando. En realidad, era la ciudad de Klogrem la que poco a poco fue dejando de comerciar. Muchos mercaderes decían que las personas ya no eran las mismas. Que había mucha gente nueva y que esa ciudad se estaba desmoronando.
                    - Y tú que sabes de estos sucesos?
                    - Que son ciertos a medias. He ido hace un tiempo allí, y es cierto que la gente ha cambiado. Hay más guerreros. Pero eso es más que comprensible, ya que la fortaleza se encuentra en aquellas montañas que ves a lo lejos. Probablemente más de la mitad de la población sean guerreros mercenarios. Los cuales, todos sabemos, que mientras tengas oro son de fiar, pero en cuanto se acaba… uno nunca sabe con ellos.
                    Seguimos camino. Los días pasaban con gran tranquilidad. Mis ánimos volvían a cada paso. La compañía de Riemel me ayudaba mucho. Las montañas se acercaban cada vez más. Traté inútilmente de ver si encontraba algún indicio de la fortaleza. Fue inútil. Al cabo de cinco días llegamos al Valle. Era un lugar hermoso. Una vía indicaba el camino hacia Klogrem. Aquella noche no hicimos fuego. Tyl no estaba seguro de los peligros que podía haber en este valle. Sin embargo la noche pasó y nada nos sucedió. Al día siguiente, nubes grises cubrían el cielo y la luz del sol apenas si las pasaba. Y si incluimos la arbolada, era como si caminásemos a oscuras. Soplaba un viento suave y traía el olor fresco de algunas flores de los alrededores. Todo estaba en paz.
                    Aquella paz no duró mucho. De entre los árboles se escuchaban ruidos de pasos. Tyl desenfundó su espada y se puso en guardia. Le dije a Riemel que se cubriese. Un grupo de orcos se fue acercando de entre los árboles. Era un grupo numeroso. Realmente no sabría cuantos eran, porque apenas los primeros se acercaron, de entre los árboles salieron más y mas. Tyl peleó con bravura. Cada golpe que daba era certero. Lo he visto matar dos orcos de un solo hachazo y ya había perdido la cuenta de cuantos iba y sin embargo no se veía ni siquiera cansado. Traté de lanzar algunos hechizos, pero a medida que se fueron acercando, se me fue imposible y tuve que luchar cuerpo a cuerpo. Estos no eran como los orcos de las cavernas a los cuales me había enfrentado. Eran mas resistentes, sus golpes, duros, caían sobre mi espada corta y la hoja temblaba. Muchos de estos golpes casi lograban hacerme perder el equilibrio. A toda costa trataba de proteger a Riemel. Muchas veces miraba hacia ella, y he aquí lo extraño. Ella se encontraba a unos pasos detrás míos. Estaba arrodillada con los ojos cerrados y las manos extendidas y sus dedos en una posición extraña, cruzados. Y estaba cantando. Cantaba una canción dulce, en un idioma extraño. Su canción era tan dulce que revitalizaba. Su voz le daba fuerzas a mi cuerpo y al parecer a Tyl también. En un momento de descanso, tratamos de reagruparnos. Buscamos una salida de aquel valle, o un lugar donde ocultarnos, porque tanto Tyl como yo sabíamos que era una pelea que perderíamos. Riemel se encontraba agotada. Traté de ayudarla, la levanté y comenzamos a buscar una salida de aquel infierno. Los orcos se estaban reagrupando y se escuchaban sus pisadas, sonido que siempre recuerdo con odio. Pronto las flechas comenzaban a surcar los aires. Zumbaban cerca de nosotros. Una me pegó en la pierna y caí desplomado. Tyl, tratando de cubrirme, la sacó y ayudó a levantarme. Tratamos de movernos rápido, pero tanto Riemel como yo no podíamos hacerlo.
                    - -Muchacho, al parecer no vamos ni siquiera a lograr llegar a la ciudad. No me esperaba una batalla así… aunque me agrada. Si hemos de morir, que sea peleando- hablaba agitado por la pelea de recién y sin embargo hablaba con mucho ímpetu y gran valor entonaba su voz.
                    Me recogió el arma, me puso en pie y contra unas rocas, nos pusimos hombro con hombro, cubriendo a Riemel. Sostuve mi arma con ambas manos, aunque me quedaba corto de mango. Los gruñidos y gritos de excitación de los orcos eran cada vez más cercanos. El rostro de Tyl llevaba consigo una sonrisa, un tanto macabra para la situación, pero era claro que realmente le encantaba pelear. Los primeros llegaron. Las espadas chocaban y el sonido de la piel desgarrándose parecía atormentadoramente fuerte. Logramos salvarnos de esa, pero no sin estar bastante heridos. Tyl tenía el rostro y los brazos cortados. Y yo tenía un corte un poco arriba de la cintura. Se venia el segundo grupo, probablemente el que terminaría el trabajo. Riemel, a duras penas, se incorporó. Le saco una daga a Tyl y se paró con nosotros.
                    - Que estas haciendo?. – Le pregunte agitándome.
                    - No voy a quedarme sentada viendo como mueren. Si este es el final, voy a terminar como ustedes- en su mirada había firmeza. Sus ojos estaban enfocados adelante.. por donde se escuchaban los pasos y gruñidos.
                    - No puedes….. no… - No pude terminar.
                    El segundo grupo estaba sobre nosotros. Aquí nos costo mucho mas sobrevivir. Una daga incrustada en mi pierna hacia brotar gran cantidad de sangre. Riemel se encontraba muy herida. En toda su ropa se encontraba mezclada su sangre con la de los orcos. Tyl salió peor de los tres. Se encontraba mal herido. Bajo sus pies un gran charco de sangre daba muestra fiel de su bravura y resistencia, ya que todavía seguía en pie y con la frente en alto. Los pequeños espacios entre batallas eran atormentadores. Los gritos nunca cesaban. El tercer grupo se acercaba. Nos veían mal trechos y se acercaban despacio, disfrutando el momento.
                    - Bueno – dijo Tyl – est…e es el fin…al. será un…. Hon..or mor…ir con ustedes- hablaba entrecortado para juntar aire.
                    Lo miré. Su rostro seguía con esa sonrisa. Me miró y entendí lo que quería. No quería morir como un conejo, esperando la muerte. Agarró fuerte su espada, la levantó y salio al encuentro de ellos. La miré a Riemel e hicimos lo mismo. Uno nuca sabe cuanto puede llegar a soportar en momentos así. Tampoco uno nunca sabe si las reacciones que se tienen en momentos como estos son heroicas o son impulsadas por el miedo a la muerte con la esperanza de una victoria imposible de obtener. Sin embargo me sentía vivo. Sentía la sangre hervir en mis venas, dándome unas fuerzas nuevas. Fuerza que era solo mental, porque cada paso que daba era mas doloroso que el anterior y el que estuviese de pié ameritaba la creencia de milagros. Tyl llegó primero. La mirada en sus ojos hizo que los orcos dudasen, logrando así matar a la primera línea. Pero reincorporándose se empezaron a defender. Aquellos momentos duraron un instante.
                    Todo estaba perdido hasta que escuchamos aquel sonido que hoy recuerdo con tanto cariño. El sonido de un cuerno y seguido de esto Cientos de flechas volando desde la arboleda, incrustándose en los orcos. Estos, al verse abatidos de esta forma escaparon. Pero un grupo de jinetes, hombres con armadura negra, les dieron caza. Los tres nos frenamos, tratando de entender lo sucedido. Se acercó el capitán de aquel grupo y al reconocer a Tyl, se acercó a él y le dijo.
                    - Tyl?. Que haces por estas tierras, que es todo esto?- la voz de hombre era suave y a la vez firme.
                    - Amigo Ruglem. – respondía todo agitado, pero trataba de decir cada palabra completa – Gracias a los cielos que estas aquí. Pensé que esta no viviría para contarlo. Íbamos a tu ciudad y estos son mis compañeros y grandes amigos. Melrond y Riemel.
                    - Bueno, ya me contarás todo. Tienes que hacerte ver estas heridas y tus compañeros también. Pueden montar?
                    - Si. Creo que si.
                    - Bien. Súbanse atrás de mis guerreros y saldremos de este valle de inmediato. Acamparemos esta noche afuera de él y podrás contarme todo.
                    Subimos, a duras penas, a los caballos. Riemel se encontraba realmente mal. Tyl me sonreía, asintiendo con la cabeza. Yo entendí que estaba orgulloso por la pelea de recién. Yo lo único que quería era llegar a la noche y curarme. Salimos de aquel valle y acampamos. Nuestras heridas fueron tratadas. A la noche, Tyl, se quedó conversando con Ruglem. Riemel se encontraba sentada y apoyada sobre una piedra. Me acerqué. Era noche de luna llena y el cielo estaba completamente despejado. La luz de la luna iluminaba las marcas en su rostro. Pero aquel rostro estaba en paz, tenia la mirada fija al cielo. Al acercarme bajó la vista y me miró. Uno nunca elige las palabras exactas en los momentos exactos. Nos quedamos mirando. Le dije.
                    - Peleaste bien.
                    Y acto seguido me senté a su lado. Ella posó su cabeza, con una sonrisa en mi hombro y yo me quedé viendo las estrellas hasta que me dormí.

                    La cara vista es un anuncio de Signal,
                    la cara oculta es la resulta....
                    There will never be a day, when I won't think of you
                    You were once a friend and father, then my world was shattered
                    Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
                    Never thought this day would come so soon,
                    we had no time to say goodbye.
                    How can the world just carry on?
                    I feel so lost when you're not at my side...

                    Comment


                    • #11
                      Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                      Capitulo 10


                      Me desperté con los sonidos del día. El campamento estaba en actividad. Riemel no se encontraba a mi lado. Mi cuerpo todavía se encontraba cansado, así que me quedé apoyado en la piedra. Tenia que aprovechar cada momento de paz que podía, porque sabía que no me quedarían muchos en los días por venir.
                      El campamento no era de gran tamaño, pero estaba bien organizado. Cada cual hacia lo suyo y se mantenía un orden espectacular. De todas las tiendas se distinguía la de Ruglem. Era una tienda grande, de color verde oscuro con franjas rojas y en los costados se encontraban los escudos del la ciudad. Los escudos representaban las montañas y tenían en frente una gran hacha de doble filo. Ese mismo escudo estaba en los escudos de los guerreros. Esta debía de ser la fuerza de elite ya que las armaduras y las armas eran realmente imponentes.
                      Un tiempo después de que me levante, Riemel apareció con comida sobre un plato de madera.
                      - Ten, este es el desayuno. Espero que te sientas mejor. Tyl quería despertarte pero le insistí para que te dejase dormir un poco más- me entregó el plato con una sonrisa. Sus heridas y las mías estaban mucho mejor.
                      - Gracias. Realmente necesitaba este descanso. Pero tú también tendrías que descansar. Veo que tus heridas todavía le faltan un poco más de cuidado, se ven bien, pero necesitas mas reposo.
                      - No te preocupes por mí. Tengo gran resistencia para mi pequeño cuerpo-sonrió - Además no he recibido mucho daño, Tyl y tú fueron los que mas daño recibieron. Y eso fue para salvarme.
                      - Mis heridas sanarán, igual que las de Tyl. Pero ahora no quiero pensar en eso. Ven, siéntate a mi lado y comparte mi comida.
                      Comimos en silencio, no había necesidad de palabras. En el transcurso del viaje, habíamos aprendido a disfrutar el uno del otro. El sol ya se había elevado bastante. El cielo estaba despejado y la primavera empezaba a hacerse notar en los retoños de los árboles y en las flores de algunas de las plantas que primero se dan a conocer. Una vez terminada la comida, me levanté. Mi cuerpo se sentía pesado, pero no me era imposible moverme.
                      - Iré a buscar a Tyl. Si me buscaba por la mañana debería de ser algo importante. Dime donde se encuentra por favor.
                      - Se encuentra en la tienda de Ruglem. Estuvieron ahí toda la mañana y supongo que deben de seguir ahí. Te acompañare….
                      - No, quédate un poco descansando. Te lo pido.
                      - Mis heridas se encuentran bien, además soy fuerte, no necesito…
                      - Se que tus eres fuerte. Eres la mujer más fuerte que he conocido. Sin embargo, es por mí que te lo pido…
                      - Como? – Me miró con ojos de duda
                      - Si… - Me fui acercando a ella - … porque si yo no veo que estas bien, me siento afectado, y de esa forma no puedo pensar en otra cosa y no me interesa otra cosa que tu seguridad. Si tu no estas bien yo tampoco
                      Me acerqué tanto mientras le hablaba, que mis labios se encontraron con los suyos. Labios suaves y húmedos que, como si tuviesen algún poder, me llenaban de vida. Era la primera vez que la besaba de esa forma. La primera vez que la besaba en público y la primera vez que no me importaba demostrarle lo que sentía. Al separarse nuestros labios, la miré a los ojos que todavía se encontraban cerrados. Me incorporé y me encaminé hacia la tienda de Ruglem. Mis piernas temblaban levemente, pero no por las heridas, temblaban por aquel beso. No mire atrás.
                      La tienda se encontraba a unos pasos todavía. Mientras caminaba, los soldados me miraban con aire de extrañeza. Se fijaban en mis orejas y algunos bajaban la mirada. Había pocos Semi-Elfos. A los Elfos, se los tenía con gran respeto, al menos a la mayoría. Pero la “mezcla” como se decía vulgarmente, estaba mal vista. De todas maneras ya me encontraba más que acostumbrado, así que seguía con mis ideas sin cuidado.
                      Al llegar a la tienda, note que había bastante gente. Entre y solo voltearon a verme, pero Ruglem seguía hablando y no paró.
                      - … y por eso creo que es conveniente llegar a la fortaleza por este lado de las montañas. Las rocas estas nos van a ser de utilidad contra las flechas de los Orcos. Además de que nos van a servir para escondernos y atacar por sorpresa. – decía Ruglem. Los generales lo miraban y miraban el mapa que se extendía sobre la mesa
                      - Pero Señor, por este lado… – un general señalaba un lado de la montaña al costado de donde mencionaba Ruglem. - … es mejor. El ataque será conciso y rápido. Es más fácil para manobriar con caballos y podremos llegar a la fortaleza con mayor rapidez. Por el lado que menciona tardaremos mas y las flechas serán un gran problema, ya que les dará tiempo además para poner la fortaleza en guardia y ahí nos tendremos que enfrentar no solo al aceite hirviendo, sino a los poderes de aquel maldito hechicero… - y al decir lo del hechicero golpeo la mesa haciendo que unos moldecitos en forma de tiendas cayeran al suelo.
                      - Amigo Florth… - decía tranquilamente Ruglem mientras se agachaba para recoger los moldecitos - … es cierto que un ataque sorpresa seria de gran ayuda. Pero estoy seguro que ya saben de nosotros. El ataque a mi amigo Tyl no fue realizado por orcos salvajes. Provenían de la fortaleza. Deben de estar ahí guardando los caminos para que nadie llegue a Klogrem. Estoy seguro de eso, y solo hay que esperar a los espías que envié con la información correcta. Así que tu ataque seria frustrado inmediatamente, haciendo que perdamos antes de llegar a la puerta de la fortaleza. – Florth bajo la mirada y Ruglem siguió hablando. Por eso propongo que sigamos con mis planes. Si alguien tiene alguna sugerencia que la diga. – Todos los generales callaron y se quedaron mirando el mapa. – Bien, entonces eso es todo. Ahora pasemos a otros asuntos. Tal vez se pregunten quienes son estos dos extranjeros aquí presentes. Aquel es Tyl, viejo amigo y compañero de batallas. Y el es Melrond. No se nada de el, excepto lo que mi amigo me ha contado. Vienen a ayudarnos en nuestra pelea. Trajeron una importante información de esta fortaleza y ahora sabemos algo más de lo que esta sucediendo. Pelearan con nosotros. Eso es todo. Pueden retirarse y preparar todo lo necesario. Partiremos dentro de unas horas.
                      Al terminar de hablar Ruglem todos se pusieron sus cascos y se retiraron de la tienda. Ruglem se quedo viendo el mapa un momento más y luego llamo a Tyl a un costado para hablar de viejas épocas. Eso me daba tiempo para prepararme y ver que hacia Riemel. Al salir de la tienda pude ver como inmediatamente los generales daban ordenes y todos los soldados empezaban a hacer los preparativos. Me quede impresionado con aquella velocidad y en el orden que lo hacían. Pero algo más me llamo la atención. Entre aquel grupo de hombres exuberantes y armados, se encontraba un niño. Me llamo la atención, porque en ese momento se encontraba parado, mirando atentamente y nadie parecía darle importancia. Me acerque a él. Me llegaba hasta el pecho, y tenia tez clara. Su pelo era marrón claro y sus ojos negros. Tenía manos grandes para su tamaño y se encontraban maltrechas debido al uso de fuerza excesivo y al fuego. Al acercarme el pequeño ni se inmuto, solo levanto la vista y se me quedo mirando.
                      - Hola pequeño, que hace alguien como tu aquí? – trate de decir suavemente
                      - Extranjero, mi nombre es Falken hijo de Frelkan y no soy pequeño. – su voz, suave pero potente, daba aire de autoridad y seguridad que nunca había visto en alguien de su edad.
                      - Lo lamento Falken, no fue mi intención ofenderte. Mi nombre es Melrond y solo me preguntaba que hacia alguien de tu edad en esta locura?
                      - No me ofendieron tus palabras señor Melrond. Soy hijo de uno de los soldados de Klogrem. Frelkan es el nombre de mi padre y es el mejor guerrero que he visto en mis cortos años. Y usted, señor, que hace en esta, como dijo, “locura”?
                      - Hay días que también me hago esa pregunta. Veras, yo en esta guerra tengo poco que ver. Simplemente me atan lazos y promesas. Además de algunas respuestas. Yo no soy guerrero y no creo que sirva de mucha ayuda aquí aunque algunos creen lo contrario. – Falken me miraba interesado y casi sin pestañar.
                      - No es guerrero… eso lo supuse… y entonces que es?
                      - Bueno, que soy… este… soy un hechicero.
                      - Poco se de eso yo. Porque no me explica que es lo que hacen los hechiceros?
                      - Tratare de simplificarlo. Nosotros al contrario de los guerreros no podemos cargar con armas pesadas ni tampoco llevar armaduras, ya que necesitamos de que nuestro cuerpo se encuentre en plena libertad para realizar hechizos. Hay diferentes tipos de hechizos los cuales algunos necesitan del movimiento de los brazos. Para lanzar un hechizo se necesita de toda la concentración posible, ya que si esta se pierde, se pierde también el hechizo. Algunos se ejecutan con palabras, que solo con decirlas al final del hechizo, se lanza. Uno puede estar concentrándose en el hechizo durante determinado tiempo y luego cuando lo ve apropiado dice la palabra que desencadena el hechizo. Nosotros no somos buenos en la lucha cuerpo a cuerpo. Pocos de nosotros sabemos manejar las armas, ya que se estudian constantemente los hechizos, por ende el no tenemos el tiempo para aprender a manejar las armas. Yo por suerte, en uno de mis viajes conocí un gran guerrero que me enseño lo básico y por eso cuando es necesario puedo tener una espada en la mano y usarla. No sabré las mejores tácticas pero puedo defenderme con ella y tratar de atacar.
                      - Lo que me dice es increíble. Yo nunca había visto nada parecido a un hechizo en mi vida. Le molestaría mostrarme alguno?
                      - No hay problema en eso.
                      Me fije que había, al costado nuestro, el espacio suficiente para realizar un hechizo simple. Efectué las manos ardientes sobre el piso, controlando que el fuego no se expanda. Falken se quede mirando aquel fuego. Luego miro mis manos y luego a mi.
                      - Es increíble!!! Realmente ha salido fuego de tus manos.
                      - Falken, que estas haciendo!!?? – una voz potente se dirigió al niño que todavía seguía asombrado por el fuego. Un hombre alto, de pelos largos hasta e un poco más debajo de la base del cuello, con una barba exuberante pero bien arreglada se le hablaba al niño. – Acaso estas molestando a este hombre pequeño? No te he dicho que te quedes quieto?
                      - Padre… el hombre se acerco a mi… me hizo preguntas y yo se las respondí… no quise ser una molestia, perdóname…
                      - Señor, no quiero sonar impertinente, pero su hijo tiene razón, fui yo quien me le acerque. Resulta que me encontraba atónito al ver a un niño en un campamento como este.
                      Frelkan se acerco. Me pasaba por una cabeza. Su rostro serio se ablando al escuchar mis palabras.
                      - Entonces esta bien señor – me dijo. Luego dirigiéndose a Falken – hijo, porque no vas a ensillar mi caballo, estamos por partir también prepara tus cosas. – Falken partió de inmediato, no sin antes tocar el suelo donde había estado el fuego y murmurando las palabras “sorprendente”. Luego Frelkan se dirigió a mí. – El pequeño no me tiene más que a mí en este mundo. Nosotros vivimos en un pueblo a las afueras de Klogrem llamado Linmeth. Su madre murió poco antes de que me llamen para cumplir mi deber. Al no poder dejarlo en el pueblo tuve que traerlo conmigo como ayudante. El señor Ruglem ha sido muy benevolente al respecto dejándomelo traer. De todas maneras, cada vez que vamos a las batallas el se queda en los campamentos con los otros ayudantes. – mientras me hablaba el seguía con la mirada a su hijo. Luego mirándome a mí de nuevo me dijo – bueno extranjero, debo hacer algunos preparativos, y tú también. Tengo entendido que vendrás con nosotros. Espero que seas de la utilidad que todos por aquí andan diciendo. Nos vendría bien una ayuda como la tuya. – y con estas palabras se alejo a ayudar a su hijo.
                      Para cuando llegue al lado de Riemel, todos los guerreros se encontraban en sus armaduras negras. Riemel ya había preparado todo para el viaje. Tyl se encontraba con ella, junto con tres caballos que Ruglem nos había dado. Con el sol sobre nuestras cabezas, el viento del este y el sonido de un cuerno, la compañía de Ruglem partió hacia las montañas. Ruglem iba al frente, junto con algunos de sus generales y Tyl. Riemel y yo nos encontrábamos casi al final de todos. No notaba preocupación en el rostro de ella. Supongo que tampoco había en el mío, ya que me encontraba a gusto de poder estar a su lado. Anduvimos un buen tramo, cuando de pronto Falken se nos acerco y me pido de cabalgar con nosotros y que le explique mas sobre la magia. Durante los días de viaje Falken se mantuvo con nosotros. Todas las noches, durante un tiempo corto ya que debíamos descansar, le explicaba de las constelaciones y de la magia, de la misma manera que Lozandur me lo había explicado. Le escribía las cosas para que las entendiese mejor. Riemel nos miraba con una sonrisa. Era como si le diese algún tipo de paz esa imagen y a mi también me la daba. Pero aquellos días terminaban ya que a cada paso nos acercábamos más a la base de las montañas. Era un espectáculo maravilloso. Montañas altas, tanto que algunas cumbres se perdían entre las nubes. Aunque lo que nos íbamos a encontrar allí no era tan placentero como aquella vista.
                      Una parte del plan consistía en que una vez que llegásemos a la base de las montaña que sabíamos que estaba la fortaleza dejaríamos el campamento armado con las cosas menos indispensables para la batalla, tanto como algunas de las tiendas y a los caballerizos.
                      Y así fue, que al quinto día de viaje llegamos al punto donde debíamos dejar parte de la compañía. Aquí me separaba de Falken, y usándolo como excusa le dije a Riemel que se quedase ahí.
                      - Pero quiero ir contigo Melrond. Que voy a hacer aquí? Quedarme a sufrir?.
                      - No, no tienes que hacerlo, no tienes que sufrir porque volveré – al decir esto era como si de verdad lo sintiese, aunque muy en el fondo sabia que era probable que no volvería. – además, Falken te ha tomado cariño, me gustaría que te quedes a su lado mientras su padre no se encuentra.
                      A Riemel no le había gustado la idea, pero por suerte Ruglem se acerco y la hizo comprender que era mejor para mí que ella se quedase en un lugar seguro para que yo no me estuviese preocupando por ella constantemente. Luego de un tiempo para despedirme de ella, emprendí viaje con aquellos hombres grandes y de armadura negra.
                      Ahora me encontraba al lado de Ruglem y de Tyl. Mientras ellos hablaban y reían yo miraba aquella imperiosa montaña. Comenzamos a subirla. El sol se encontraba sobre nuestras cabezas. Ruglem había decidido a atacar cuando el sol iluminaba mejor ya que a los orcos le molestaba el sol. Con eso tendríamos algo de ventaja. Al menos en la montaña, porque no sabíamos exactamente que había dentro de la fortaleza. Anduvimos un rato, cuando Ruglem me señalo hacia un punto al este de una roca gigante.
                      - Aquello que ves allí es la fortaleza amigo Melrond.
                      A aquella distancia no me parecía un gran problema, pero a medida que nos acercábamos notaba la grandeza de aquella estructura. Cuando se distinguía bien, Ruglem hizo una seña y nos dirigimos al oeste de aquella fortaleza, donde unas rocas salían de las laderas de la montaña. Una vez alcanzado el lugar aquel, con otra seña, todos desmontaron y se pusieron en posiciones. Cuando hubo pasado esto Ruglem hablo.
                      - Señores ha llegado la hora de la batalla. Sepan que después de este día podrán volver a sus casa con su familia, y que además serán recordados en las canciones como unos héroes!!!
                      Todos se le quedaron mirando. Empuñaron sus armas y se preparaban para el ataque.
                      -…también quiero decirles…- y antes de que Ruglem pudiese terminar de hablar pasó lo peor.
                      A lo lejos se escuchó un estruendo, que reconocí enseguida, inmediatamente seguido por la imagen de una bola de fuego que se dirigía hacia donde nosotros nos encontrábamos.

                      La cara vista es un anuncio de Signal,
                      la cara oculta es la resulta....
                      There will never be a day, when I won't think of you
                      You were once a friend and father, then my world was shattered
                      Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
                      Never thought this day would come so soon,
                      we had no time to say goodbye.
                      How can the world just carry on?
                      I feel so lost when you're not at my side...

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                      • #12
                        Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                        Capitulo 11


                        Un silbido retumbaba en mis oídos. Fui recuperando mi conciencia de a poco. La vista la tenia nublada y el sonido se había apagado. Froté mis ojos para ver mejor. Al abrirlos pude ver el horror que me rodeaba. Había fuego por todos lados y el olor a carne quemada era abrumador. Iba recuperando mis oídos de a poco, solo para escuchar gritos de dolor y de órdenes. Podía ver gente alrededor mío que había sido quemada y se encontraban muertos, otros todavía vivos, revolcándose para apagar las llamas que tenían encima. Había un gran descontrol, ese ataque nos había tomado por sorpresa y nos había dado fuerte. Ruglem tenía la ropa desgastada por el fuego, pero se había recuperado rápido y comenzó a poner orden entre sus tropas. Tyl, que apenas estaba quemado, ayudaba a los soldados que todavía seguían con vida. Ví a Florth dando órdenes para que se cubran bajo las rocas que había cerca. El humo cubría la distancia y la fortaleza apenas era una sombra imperceptible. Había pasado un rato y el control de los soldados se estaba viendo. Muchos se encontraban detrás de las rocas, esperando el segundo ataque, todos con los escudos en mano y cubriéndose parte de arriba del cuerpo. Pero el segundo ataque no llegaba. Luego de un rato lo único que se escuchaba era el sonido del fuego apagándose.
                        Todos estaban desconcertados, donde se encontraba el segundo ataque?. De pronto se escuchó. No era otra bola de fuego, no eran flechas, tampoco era la infantería. El sonido de caballos era lo que se arrimaba. Todos miraron hacia el oeste y vieron lo que nunca se imaginaron. Orcos montados a caballo. No unos caballos normales, sino unos caballos exuberantes, desproporcionados de cuerpo, con grandes y robustas patas, cubiertos por una armadura pesada pero que no le disminuía la velocidad, que era increíblemente rápida. Por la mirada de los soldados y de Ruglem, era obvio que no se esperaban este tipo de enemigo. Los orcos que los cabalgaban eran enormes, superaban el tamaño de los orcos normales e iban vestidos con una armadura roja oscura, y un casco que les cubría gran parte del rostro. Se acercaban con el sonido de cuernos, sonido que retumbaba en la tierra y la hacia temblar. Muchos de los soldados retrocedían sobre sus pasos. Entonces Tyl me miró y supe que hacer exactamente. Aprovechando el humo que todavía circulaba, subí a una de las piedras y comencé a conjurar un hechizo. Mientras, Ruglem había dado a orden de comenzar a disparar flechas.
                        - No tenemos visibilidad señor!! El humo no nos deja ver claramente!! – se oía el grito de un soldado
                        - No me importa!!! Tírenle con todo... no dejen que se acerquen. Tírenles AHORA!!! – la voz de Ruglem se elevaba por sobre todos los ruidos.
                        Las flechas comenzaron a salir de los arcos y volaban con bastante torpeza contra el humo. La mayoría de las flechas erraron, pocas fueron las que dieron en el blanco y pocas lo eliminaron, ya que muchas o rebotaban en las armaduras pesadas o se hundían en brazos y piernas. Los orcos se acercaban y ahora el sonido de sus gritos era más fuerte e impartía un gran miedo. Pero mi hechizo estaba terminado antes de que el primer orco de la caballería aseste su primer golpe. Un gran rayo salio de mis manos y pegó en la caballería orca bajando a más de la mitad de los que estaban más cercanos. Toda la caballería se frenó. Obviamente no esperaban ellos este ataque. De pronto, uno de los orcos que estaba mas cercano a nosotros dijo unas palabras en su idioma y la caballería dio media vuelta y empezó a retroceder hacia la fortaleza.
                        - Que hacen mirándoles irse?!! Sigan tirándole flechas a esos mal nacidos!! – Ruglem gritaba a todos los arqueros.
                        El humo se había despejado bastante y ahora se veía mejor a los orcos. Las flechas ya asestaban con mas precisión y los orcos que quedaban iban cayendo, siendo así pocos los orcos que llegaron a la fortaleza. Ruglem agrupo a las fuerzas y empezó el conteo de heridos y muertos. Había una decena de cadáveres, entre los cuales ví el de Frelkan. Mucha pena me dio este suceso y tomé un collar que tenía en lo que quedaba de su cuello, haciéndome así una promesa a mi mismo de regresar y dárselo a Falken. Era una excusa en esta masacre para seguir con vida, para recordar por lo que estaba peleando. Dejamos los cadáveres detrás, con la idea de que al volver nos ocuparíamos de ellos. Avanzamos cuesta arriba por la montaña. La fortaleza se veía cada vez más exuberante. Avanzamos con cuidado hacia sus paredes de piedra negra. A unos veinte metros de la pared posterior ya se podía ver la cima de la fortaleza y en ella orcos con flechas. También se podía ver una torre que, a lo lejos, se imponía en el centro de la fortaleza. Una vez cerca, los orcos comenzaron a lanzar sus flechas. Los arqueros de Ruglem disparaban también, de detrás de las rocas, logrando así eliminar gran parte de los arqueros orcos. Y a la orden de Tyl lance una bola de fuego en la cima de la pared posterior, eliminando así el resto de los orcos. Con las escaleras al hombro, los soldados, aprovechando la brecha las usaron y pudimos subir a la cima de la fortaleza, para encontrarla completamente desierta.
                        - Esto no me gusta nada Tyl – le oí decir a Ruglem – esto es una trampa, se huele a la distancia que es una trampa. Ruglem hablaba con la espada en la mano y una mirada de preocupación en el rostro.
                        - Si es cierto – respondía Tyl con una sonrisa entrecortada – pero otra cosa no podemos hacer, hay que aprovechar ahora que tus hombres están con ánimos para la pelea. Si es una trampa pues entonces atraparemos al trampero!! Hahaha
                        - Jeje Supongo que tienes razón – la risa de Ruglem notaba algo de nervios. – Muy bien compañía!! Nos vamos a dividir. Todos los que están al mando de Florth vayan por la entrada del oeste próxima a la entrada principal. Los que se encuentran bajo el mando de Trafeath vayan por la entrada inferior oeste. Los que estaban bajo el mando de Lucglar, debido a que ha muerto, serán puestos bajo el mando de Tyl. Se dirigirán a la entrada del este superior. Y los que se encuentran bajo mi mando, y eso te incluye a ti Melrond, vendrán a la torre principal, que es donde creemos que se encuentra este maldito hechicero. Escucharon todos?
                        - SI SEÑOR!! – dijeron todos al unísono.
                        - Bien entonces… A PELEAR!!!!- y con un grito alzo su mano empuñando la espada y comenzó a avanzar.
                        Todas las tropas se separaron a la orden de Ruglem. Todos iban corriendo, pero resguardándose del peligro. Tyl fue el primero en llegar a su entrada y lo ví desaparecer bajo tierra, con los soldados que iban tras él. Todos los demás fuimos bajando y yendo hacia el oeste de la fortaleza. Ruglem esperó a que todos hayan bajado por las entradas. Entonces, cuando el último de los soldados hubo entrado, Ruglem dió la orden de que entremos a la torre. Ruglem iba delante y yo iba unos cinco hombres atrás de el, rodeado por otros cinco y otros que se iban quedando atrás cuidando la retaguardia. Mientras subíamos por unas escaleras anchas, que tenían espacio para tres hombres juntos, el aire se volvía denso y pesado. Habíamos avanzado dos niveles y todavía no habíamos encontrado resistencia. La cara de Ruglem mostraba preocupación. En el tercer nivel tuvimos nuestro primer encuentro con los orcos. Estos, de menor tamaño que los que cabalgaban pero igual de anormalmente grandes, atacaron lanzando gritos que estremecían las paredes. Ruglem y sus soldados peleaban con gran bravura y destreza contra estos monstruos. Gritos de dolor y de excitación retumbaban en la torre mientras algunos de los orcos caían, también lo hacían en menor medida, los soldados de Ruglem. Yo mientras tanto no podía hacer nada. Los orcos seguían viniendo y los soldados que estaban atrás iban hacia delante para reemplazar a los que peleaban. En eso Ruglem me grita.
                        - Melrond!, es hora de terminar con esto!!. Ven conmigo que abriremos camino hacia el último nivel, que es donde se debe de encontrar el hechicero.
                        Me hice paso entre la lucha hasta llegar a Ruglem. Cuando llegue a él junto con dos hombres más, subimos los últimos escalones, pasamos un descanso y seguimos subiendo. La escalera empezaba a girar al estilo de un caracol y yo me iba quedando atrás. Ruglem y los soldados iban muy rápido, tal vez por la excitación de la batalla, pero iban descuidados y así fue que paso lo peor. Cuando llegaron a la puerta al final de los escalones, al abrirla se escucho un clic y de pronto una explosión que me hizo volar hasta el descanso arrasó con todos nosotros.
                        Me incorporé lentamente. Todavía se escuchaba el ruido de pelea abajo. Tuve que sostenerme de las paredes y tambaleándome subí lo más rápido que pude. Mientras subía ví los cuerpos de los soldados que yacían quemados y con los rostros irreconocibles. No quería ni imaginar lo que me esperaba mas adelante. Subía con la esperanza de que no sea lo que me imaginaba, pero fue en vano. Ahí lo ví, de rodillas en la puerta, mirando la habitación, sosteniéndose en su espada, la cual estaba cubierta de sangre de orco y tenia rasgos de la propia sangre de Ruglem ya que de su brazo perdía mucha. Me acerqué y ví en su rostro pena. Probablemente pena de no haber logrado su objetivo cumplido.
                        - Ruglem, estás bien, puedes hablar? – No hubo respuesta. Estaba muerto.
                        Lo recosté contra la pared cercana y seguí adelante. Toda la entrada de la habitación superior se encontraba destrozada, sin embargo ni humo ni casi fuego había. Entré cuidadosamente. Entonces lo vi. Un hombre sentado en una silla grande, mirando por la ventana. Estaba vestido con una túnica roja, con la cabeza descubierta. Tenía el pelo oscuro y largo. Sus manos posadas sobre su mentón y una sonrisa en el rostro.
                        - La verdad creen que hicieron un gran logro al haber atacado esta fortaleza? – tenia una voz ronca y profunda – creen acaso que se enfrentaron con las verdaderas fuerzas de nosotros? – y aquí se levanto despacio y me miro fijo.
                        - Mira, la verdad no se que es lo que traman ni sé cuales son sus fuerzas. Lo que sé es que lo que están haciendo es una aberrocidad y también tenía entendido que deseaban atacar Klogrem.- le respondía aquellas palabras mientras pensaba de que forma debía de actuar.
                        - Hahahaha… acaso eso les han dicho? De donde eres muchacho, veo que no eres de estas tierras.- me miraba con peculiaridad.
                        - De donde provengo es asunto mío hechicero y de nadie mas. Vengo a darte la oportunidad de la vida aunque al menos por el momento.- le hablaba con tono de superioridad, quería demostrarle que el que mandaba era yo.
                        - Tu vienes a darme una oportunidad a mi? Por tu apariencia veo que no eres un soldado, supongo que eres el hechicero del que me habló uno de mis jinetes. Mi nombre es Runglar y el tuyo hechicero?- me hablaba mientras, sorpresivamente, aparecía una sonrisa en su rostro.
                        - Mi nombre, si es necesario decirlo, es Melrond – y cuando mencioné mi nombre Runglar abrió los ojos y volvió a mirar la ventana – y te recomiendo que no trates nada y bajes conmigo.
                        - Se quien eres forastero. Me han llegado mensajes de tus hazañas en la fortaleza de Olk. Cuales son tus planes? Acaso piensas destruirnos a los tres que quedamos?
                        - No se cuales son mis planes por el momento – y al decir esto me di cuenta que era cierto, no sabia porque hacia esto todavía – pero el más próximo es llevarte conmigo abajo.
                        - No podrás matarme. Estas dentro de una trampa imbécil. Cuando supe que iba a perder esta fortaleza decidí quitarme la vida a mí y a la persona que viniese aquí. Solo que no pensé que serias tú… jeje es más de lo que esperaba. – su rostro se oscurecía mientras pronunciaba estas palabras – los refuerzos que esperaba no llegaron, pero no importa, de todas maneras te morirás conmigo.
                        Al decir estas palabras corrió hacia la chimenea y saco de su túnica un frasco pequeño.
                        - Con este pequeño frasco bastará… - dijo con una voz gritona y fina - … para hundir hasta el ultimo ladrillo de esta torre!! Hajajaja
                        Y antes de que lo lance al fuego, salí corriendo escaleras abajo. Pocos soldados quedaban abajo cuando la primera explosión hizo efecto. Gritándoles a todos que salgan la torre se venia abajo con un estruendo y una velocidad enormes. Sabia que no iba a llegar, en el segundo nivel de la torre ya caían pedazos de piedra por sobre nuestras cabezas. Pero por suerte pude divisar una ventana entre el segundo nivel y el primero y me lancé por ella, y lanzando en el aire un hechizo especial mi caída se relenteció tal como si fuese una pluma. Al tocar el suelo corrí de ahí, ya que todavía caían pedazos de piedras gigantes y una vez alejado pude terminar de ver como esa masa de piedras se convertía en una masa de polvo dejando una humareda que cubrió todo la fortaleza.
                        El humo se iba despejando y se observaban algunos cuerpos de los soldados atrapados entre las piedras. Ayudamos a los que se encontraban con vida, pero se encontraban muy mal heridos. Todo estaba muy tranquilo. Al cabo de un rato, Tyl y el resto de los generales subieron por las escaleras que daban a la ciudad. Me senté en el piso polvoriento y con olor a sangre, a esperar la señal de que nos podíamos ir, esperaba ansioso la orden de que podíamos volver a casa. Habíamos ganado.
                        Florth se puso al mando. Ordenó a los soldados. Tyl, ensangrentado completamente se acercó a mí. Le conté lo sucedido y en su rostro se asomó una sombra de tristeza profunda. Él me contó que abajo se encontraba la ciudadela orca, que era muy parecida a la de Olk. Me dijo que la habían hecho pedazos. Me contó que antes de que pudiesen entrar a la mansión de Runglar unos orcos la prendieron fuego y que si no hubiese sido por Trafeath no hubiesen podido recuperar algunos libros y anotaciones que se encontraban ahí. Me los entregó para que los investigue.
                        Luego de algunos festejos cortos de los soldados empezó la limpieza. Encontraron el cuerpo de Ruglem entre las piedras, todo destrozado. Solo se llevaron la espada, diciendo que todos los cuerpos debían permanecer en aquel lugar, donde lograron la victoria, así sus almas podían estar en paz, y solo se llevaron algo significativo de cada persona que conocían, como por ejemplo la espada de Ruglem. Yo ya tenía el collar de Frelkan, que tenia dueño, su hijo. Emprendimos la marcha de regreso.
                        Éramos muy pocos los que quedábamos ya y estábamos todos heridos. Pero igual en el rostro de los soldados se notaba la alegría de aquella victoria tan poco inesperada. Camino cuesta abajo no podía parar de pensar todo lo que había pasado en aquel día, en tan solo unas horas todo había cambiado. Una gran batalla, la imagen de Ruglem apoyado en su espada, Runglar con su sonrisa sombría y su locura que llevó a la destrucción de la torre. Tenía conmigo unos libros y algunos papeles con escritos de Runglar. Los vería luego y tal vez hallaría algo de importancia.
                        Descendíamos la montaña junto con el sol y para cuando ya casi no quedaba luz, vimos el campamento de los que se habían quedado atrás. Vimos figuras correr hacia nosotros. Logré distinguir la figura de Riemel entre ellas y mi corazón dio un vuelco de alegría. Pero al lado de ella se encontraba Falken. Riemel se frenó delante mío con lágrimas en los ojos y Falken buscaba a su padre. Lo detuve antes de que siguiese buscándolo. Le entregué su collar. El niño se lo quedo mirando, sin decir nada, sin mostrar ningún reflejo de pena, sin mostrar nada. Luego de mirarlo, levantó la vista y me miró. En sus ojos no había lágrimas pero se notaba la desesperación de la soledad. Me dijo.
                        - Como murió?
                        - Como un héroe - fue lo único que le pude responder.
                        Entonces asintió con la cabeza, se puso el collar y dió media vuelta en dirección al campamento y a cada paso que daba se frotaba el collar. Me vino a recibir como un niño y se alejaba como un hombre.
                        Riemel se me quedó mirando todavía con lágrimas. Asentí y la abracé. Se escuchaban gritos de alegría y de saludos, pero también llantos de pena. El sol murió en la montaña, cubriendo de oscuridad aquella fortaleza donde en las canciones se cantan las hazañas de unos pocos hombres que conquistaron una montaña.

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                        la cara oculta es la resulta....
                        There will never be a day, when I won't think of you
                        You were once a friend and father, then my world was shattered
                        Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
                        Never thought this day would come so soon,
                        we had no time to say goodbye.
                        How can the world just carry on?
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                        • #13
                          Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                          Capitulo 12


                          Aquella noche dormí con Riemel en una tienda que nos habían puesto. Ella ayudo a sanar mis heridas con unos cánticos. Durante gran parte de la noche hubo un gran festín y todos los soldados bebieron y comieron y contaban la historia de la Torre. Tyl estuvo un rato en el festín, pero se fue sin siquiera despedirse. Se le veía la cara de angustia, seguramente ocasionada por la muerte de Ruglem. A Falken no lo vi. en toda la noche. Amanecí y Riemel seguí durmiendo placidamente. Salí de la tienda y me encontré con Falken en la entrada. Se encontraba parado y firme y parecía que hacia rato que se encontraba así.
                          - Buen día Falken. Que haces aquí a estas horas? – dije con voz somnolienta
                          - Señor… he estado pensando toda la noche en lo que ha sucedido – al decir esto su mirada cayo, pero la levanto en seguida para seguir hablando – estuve pensando en la muerte de mi padre y cuales son mis objetivos ahora. Y mis pensamientos llegaron a esta conclusión. Quiero aprender las artes de la magia y quiero que usted me las enseñe.
                          - Como? Que has dicho? – no podía creer lo que me estaba pidiendo.
                          - Que quisiera que me enseñe magia. He estado pensando que me gustaría seguir los pasos de mi padre y convertirme en un gran guerrero, pero también he pensado que si como guerrero también aprendiese a utilizar magia tal vez seria mejor guerrero todavía y tal vez... – hizo una pausa – …tal vez si mi padre hubiese sabido de magia no estaría muerto en estos momentos. – y por primera vez le vi llorar. No se desmorono pero las lagrimas le caían por el rostro, rostro que cernía para contener las lagrimas
                          - Mira… lo que me pides Falken es algo muy serio. Tu padre ha sido un gran guerrero. Y en esta batalla murieron otros grandes guerreros también. No se si el que supieran magia los hubiese salvado o no… quiero que sepas eso antes que nada. Por otra parte, no puedo responderte ahora, es una cuestión seria y hay asuntos que todavía no he concluido. Tendré que pensarlo. – al decir esto supuse que el se retractaría y dejaría de querer lo que me había pedido.
                          - Entonces…. – dijo mirándome seriamente – estaré esperando una respuesta, estaré en aquellas rocas hasta que me diga lo que ha decidido.
                          Y así como lo había dicho lo cumplió. Se dio media vuelta y se encamino hacia las rocas y se sentó con la frente en alto. Me di vuelta y Riemel se encontraba en la entrada de la carpa, mirándome. Cuando iba a hablarle se escucho la voz de Tyl llamándome. Lo vi. y me hacia señas de que vaya con él. Mire a Riemel y sin decirle nada me dirigí hacia Tyl. A medio camino mire la tienda donde se encontraba Riemel y no estaba ella. La busque con la mirada mientras avanzaba despacio y vi que se encontraba al lado de Falken, se encontraba ahí y no le hablaba, solo le hacia compañía.
                          Llegue a la tienda de Tyl. No había ruido dentro. Entre y le vi. sentado, mas bien echado sobre un pequeño sillón de madera. Su rostro estaba muy tieso como mirando al infinito como si no estuviese ahí. Levanto la mirada e intento sonreírme pero su rostro preocupado no le dejo.
                          - Que es lo que pasa Tyl?, por que me llamabas?
                          - Amigo Melrond. Seré rápido en esta conversación mas de nada sirve alargarla – respiro profundo y comenzó a hablar de nuevo – En nuestras charlas con Ruglem – al decir su nombre el rostro se le oscureció – me ha contado lo que anteriormente te ha mencionado Oneravin. Me ha contado de las peleas internas del reino. También me ha dicho que estos guerreros y sus generales no son todo el ejército de las ciudades. En total son tres las ciudades grandes de las tierras de Lomennar. Esas ciudades son Koglrem, que ya has oído hablar de ella, Flokmar, en la cual Trafeath y Florth viven y Azunreth, en la que vivía Lucglar, el cual ha muerto en batalla. Resulta que estos generales que ves aquí son de gran importancia en sus ciudades. Todos fueron enviados a ver si lo que se decía de esta fortaleza era cierto y no un invento de la ciudad de Klogrem. Resulta que las otras ciudades creían que era una mentira de la ciudad para llevar a sus ejércitos lejos y que ella se apodere de las otras. Cuando los generales vieron todo lo sucedido se dieron cuenta de la gravedad del asunto. Pensaron en avisarles a sus ciudades pero vieron la necesidad de acabar con la fortaleza lo más rápido posible. Y hasta se llego a hablar de una paz en dichas ciudades. Pues amigo mío… déjame decirte que esto no será posible ahora. – Tyl se levanto y comenzó a caminar como buscando algo – déjame decirte que esto no será posible por las perdidas que tuvimos. Al morir Lucglar y Ruglem no le creerán a nadie lo sucedido y pensarán que es una trampa de la ciudad de Flokmar ya que sus dos comandantes sobrevivieron. Esto, me temo traerá mas problemas que los que ya había. Sin embargo no todo esta perdido – al decir esto se freno y me miro directo a los ojos – yo conozco al gobernador de la ciudad de Klogrem y me creerá mis palabras, ya que por suerte es un hombre sabio. Y Trafeath conoce a algunas personas de importancia en Azunreth. Pero amigo mío, el asunto es que esto nos desviara un poco de nuestro objetivo primario. No puedo frenarte y realmente me gustaría que me acompañes, pero si decides acarrear con la tarea que te ha dejado Oneravin. Se que encontraras la ayuda en el camino y gustosamente te escribiría una carta a la ciudad a la que tendríamos que dirigirnos… y – su voz empezaba a temblar, nunca lo había visto así.
                          - Tranquilo Tyl.. no te preocupes. Esta mas que claro que iré contigo. No dejamos a ningún orco vivo que sirva de mensajero a las otras fortalezas así que eso nos da algo de tiempo hasta que se enteren. Claro que te acompañare!!
                          - En serio? – el rostro de Tyl se ilumino de repente – pues bien amigo… me sacas un gran peso de encima…Bien, pues prepárate, porque partiremos con el sol en su punto mas alto.
                          Y dicho esto empezó a preparase, moviéndose por toda la tienda desordenando todo a la vez. Salí de la tienda y vi, a todo el mundo preparase. Ya no había tanta gente como antes pero el control seguía siendo el mismo.
                          Seguí caminando, inmerso en mis pensamientos. Que podía hacer un hombre como yo en todo esta situación?. Pensaba en lo que decía Tyl, en todo lo que estaba sucediendo… recordaba que yo buscaba una ciudad y todo esto se había escapado de mis manos. Mis mano… las mire... los guantes eran excelentes. Me las relajaban... pero nunca dejaba de aliviarse el dolor... necesitaba encontrar una cura con urgencia. El sol estaba ya bien sobre mi cabeza, se acercaba la hora de la comida. Partiríamos seguramente luego de ella. Ya la montaña había sido limpiada y exploradores habían sido enviados para resguardar el camino. Una leve brisa peinaba mi pelo y el aroma de un bosque cercano acariciaba mis sentidos. Estaba vivo. Vivo, cuando muchas veces debería haber muerto, sin embargo acá seguía. El solo hecho de pensarlo un escalofrió recorría mis brazos y mi espalda. Levante la vista. Había caminado sumerjo en mis pensamientos y cuando me di cuenta estaba parado frente a Riemel y Falken. Ellos me miraban como queriendo ver que es lo que pensaba. Cuando mis ojos se posaron sobre Falken, el inmediatamente se levanto de un salto y me miro fijo, guardando silencio. El viento seguía leve y me le quede viéndolo, sin nada que pensar, sin nada que decir, hasta que por fin unas palabras salieron de mi boca.
                          - Te aceptaré como pupilo Falken.
                          - En serio? Se lo agradezco señor Melrond…
                          - Solo dime Melrond… deberás prestar atención y obedecer lo que te indiqué sin ponerlo en duda
                          - Lo haré… en serio…
                          Porque le había dicho eso? Acaso no hubiese sido mejor mandarlo a su pueblo? La mirada de Riemel no se había despegado de mí. El niño estaba muy feliz y en seguida salio corriendo a su vieja tienda a prepararse. Me senté al lado de Riemel soltando un pequeño suspiro. Ella tomo mi mano y me dijo…
                          - Has hecho bien… es un buen niño… y esto le ayudara a pasar la muerte de su padre
                          - Le he llevado a la perdición. Que le puedo enseñar yo? Acaso… - Ella freno mis palabras con un beso. Deposito algo en ese beso… algo que no se que era... pero me sentía confiado, en paz.
                          - Tu puedes enseñar mucho, solo debes dejarte conocer y el aprenderá.
                          Al terminar de decir esas palabras se levanto con una leve sonrisa y se dirigió a la carpa a armar todo. Todo se estaba movilizando en el perfecto estado de orden. Las ordenes, yo las veía innecesarias, puesto que cada hombre sabia que hacer. Sin embargó eran dadas con todo los grados se disciplina que se conocían. Al cabo de un rato, prácticamente todo el campamento se encontraba levantado. Se oyeron los cascos apurados de tres jinetes Levante la vista y vi a dos exploradores del campamento y un jinete entre ellos de aspecto memorable. Sin embargo pasaron muy a prisa. Se dirigían a la carpa de Tyl. Me levanté y me dirigí hacia la carpa con el paso apurado. Al llegar a ella, los dos exploradores del campamento partieron de nuevo hacia las montañas. Sin embargo el otro hombre estaba dentro con Tyl. Me acerque despacio justo cuando Tyl salía serio pero algo alegre de su carpa. El hombre lo acompañaba. Me miro y sonrió.
                          - Mel amigo, ven… conocer a este hombre. – Se acercaron y el hombre me extendió la mano, se la estreche y Tyl nos presento. – Mel, este hombre es Thren. – Al decir su nombre lo recordé… era el hombre que nos debía acompañar a Tyl y a mi desde Methandyl, donde Oneravin nos había hablado de el.
                          - Veo que sabes quien soy, o al menos me recuerdas, tus ojos me lo dicen – El hombre hablo con una voz grave e imponente, aunque no fuerte. Su pelo negro como la noche sin luna hacia juego con su piel que era algo oscura. Sus manos tenían marcas de viejas heridas pero apretaban con una fuerza como las garras de un águila al agarrar a su presa.
                          - Así es... Oneravin nos dijo que nos acompañaría usted en nuestro viaje, sin embargo no apareció.
                          - Es cierto y lo lamento – Tyl observaba todo callado sumerjo en sus pensamientos. – Pero unos asuntos me retrasaron. Sin embargo aquí vengo, a como se me había dicho. Le indique a Tyl que una banda de orcos se dirigía por el sur de las montañas por donde esta la ciudad de Flokmar, y aunque no eran mas de una treintena de orcos se dirigían con suma rapidez. – Hablaba rápido pero tranquilo y pausado. – Los acompañare a Klogrem y de ahí veremos que nos depara el destino.
                          - Pues me gustaría escuchar más asuntos del viaje y por eso viajare contigo – le dijo Tyl a Thren, el cual asintió y cuando estaba a punto de responderle apareció Falken cargando muchas cosas, acompañado de Riemel. Tyl y Thren bajaron la mirada y lo vieron cuando el hablo
                          - Melrond, estoy listo para emprender el viaje a su lado – Aunque Falken sonaba serio Tyl no podía evitar sonreír
                          - Mel… veo que tienes una buena compañía de viaje… viaja con ellos, así tienes algo de tiempo de paz – y aunque sus palabras sonaban bien, no podía evitar un cierto grado de comicidad en ellas, que es cierto, debería de serlo.
                          - Pues aprecio tu consejo y lo tomare, realmente necesito un descanso – Le sonreí y trate de no reírme yo, puesto que la situación también me daba algo de risa.
                          Al cabo de un rato, todos nos dispusimos a partir. La caravana ya estaba toda preparada. Delante una comitiva de soldados armados, en el centro, algunas carretas y al final otro grupo de soldados. Tyl iba adelante junto a los generales y Thren. Había una clase de camino que rodeaba las montañas y descendía al valle. Yo me encontraba en la zona de caravanas. Falken a un lado y Riemel en una caravana. Mientras avanzábamos Falken me hacia muchas preguntas y yo trataba de respondérselas como podía. Me di cuenta que muchas no podía y que tal vez tenerlo como aprendiz a el me enseñaría mas de lo que yo sabia y eso me convertiría en un mejor mago.
                          El tiempo era calido y favorable. A cada rato, se veían jinetes en algunas partes de las montañas. Eran los exploradores enviados. Guardaban el camino para la seguridad de todos. Al verlos en su postura y su comportamiento, me hicieron acordar a Thren, que aunque no lo conocía mucho supuse que algo de explorador tenía. Miraba a Tyl y a Thren desde la distancia, preguntándome que se decían, desde cuando se conocían y de lo que hablaban. Mientras por un lado mi cabeza se llenaba de preguntas el viento soplaba desde el este, trayendo una cierta suavidad. La mire a Riemel y ella se encontraba muy relajada. Nunca la había visto tan tranquila. Algo la calmaba y eso hizo que me calme. El resto del viaje lo único que hice fue hablar con Falken y disfrutar del hermoso día.
                          Pasaron dos días y las montañas habían tenido un cierto cambio. Estaban más separadas unas de otras. En el transcurso del segundo día Falken me dijo.
                          - Melrond, bienvenido a las tierras de Lomennar – sonriendo y excitado.
                          Lomennar. Así que ya estábamos dentro de sus tierras. A partir de aquí el camino solo nos acercaba a nuestro destino. Que pasaría con todo? Muchas eran las preguntas que rondaban mi mente, y aunque ya tuve mi momento de paz, era ahora algo que me preocupaba más que antes. Riemel se la veía también algo mas tensa, se notaba que las preocupaciones le estaban llegando aunque trataba de disimularlo. Falken seguía feliz como siempre.
                          Al cuarto día ya habíamos descendido la montaña final y nos encontrábamos en plena llanura. Seria más fácil avanzar así. Recorrimos la llanura sin cambio hasta el quinto día de viaje. Hacia el norte, en el sexto día se divisaba la sombra de un bosque y pequeños volutas de humo. Falken señalo el lugar diciéndome.
                          - Allí, Melrond, era mi viejo pueblo, Linmeth. – Al decir esto sus ojos se llenaron de lagrimas, pero ninguna recorrió su rostro, se las contuvo. Yo mire hacia allí y luego le sonreí amablemente para tratar de calmarle el dolor de alguna forma. Nunca supe bien si alguna vez se le calmo ese dolor.
                          Al final del sexto día se divisaban los muros de una ciudad y la caravana hizo un alto. Luego, moviéndose en perfecto orden, se separo gran parte de la caravana y los soldados correspondientes. Los comandantes se separaron, saludaron a Tyl y emprendieron su marcha. Nuestra caravana se quedo observando a la suya por un rato. Algo me trajo cierto temor, pero no le hice caso. Tyl se acerco a mí y me pidió que le acompañase en la delantera.
                          Emprendimos la marcha de nuevo. Tyl me explico que lo mejor era dividirse así los comandantes podían dirigirse cada uno a su destino y tratar de frenar esta situación. Me pareció lo mas lógico y no le hice muchas preguntas. En el camino, mientras las paredes se divisaban con mejor claridad, pude observar mejor a Thren. Me contó de aventuras de años atrás con Tyl, donde ellos dos solos habían logrado recuperar un cetro de un reino y eliminado a un campamento de orcos en la oscuridad. Además de otras historias maravillosas.
                          Seguimos avanzando y hacia el sur se divisaban unas nubes de tormenta. El viento se había incrementado un poco y algunas de las mujeres iban abrigadas debido a la disminución de la temperatura. Ya nos habíamos aproximado a la ciudad, cuando se escuchó desde dentro el sonido de un cuerno. El rostro de Tyl se ensombreció pero no dudó ningún paso. Siguió poniendo su sonrisa en el rostro y avanzamos. Llegamos a la puerta y la abrieron.
                          La figura de un hombre vestido de negro se asomó a la puerta y detrás de él un grupo de guardias armados. Lo miró a Tyl y con una sonrisa algo esforzada le dijo.
                          - Bienvenido a Klogrem señor Tyl, por orden del gobernador queda arrestado.

                          La cara vista es un anuncio de Signal,
                          la cara oculta es la resulta....
                          There will never be a day, when I won't think of you
                          You were once a friend and father, then my world was shattered
                          Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
                          Never thought this day would come so soon,
                          we had no time to say goodbye.
                          How can the world just carry on?
                          I feel so lost when you're not at my side...

                          Comment


                          • #14
                            Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                            Capitulo 13


                            Una semana había pasado desde que arribamos a Klogrem. Con el primer recibimiento ya se veía venir un clima frío y una falta de hospitalidad contundente. Tyl no había puesto resistencia alguna al arresto, como tampoco dijo palabra al respecto en su defensa. Los soldados que nos acompañaban quedaron asombrados con tales actos de parte del gobernador, pero como tales debían callar y obedecer lo que se les impartía. Con respecto a los extranjeros, Riemel, Thren y yo, nos vimos forzados a no emitir queja alguna mientras estemos en la ciudad y que esperemos el juicio que se le impartiría a Tyl dentro de algunos días. Cuando preguntamos cuales eran las acusaciones que se le daban, solo respondían “asuntos de la ciudad extraño, no debes entrometerte”. Riemel trataba de calmarme y Falken no comprendía mucho de lo que sucedía. Thren me aconsejo que busque hospedaje mientras él se encargaba de ver que estaba sucediendo. Al parecer no me dejaba acompañarlo, en parte por mi estatus de extranjero y en mayor parte en mi estatus de “mezcla”.
                            Así nos encontrábamos a una semana de estos hechos. Junto a Riemel y Falken nos hospedamos en una pequeña hostería junto al mercado. La ciudad era grande como para tener un templo bastante importante dentro de ella. La casa del gobernador, cerca de la Guardia, se encontraba en la punta de la ciudad y era de tamaño exuberante, podían vivir allí al menos cincuenta personas. Una calle de tierra principal que iba desde la entrada hasta la casa del gobernador era continuamente circulada por personas y animales de carga. Uno no podría imaginarse que una semana atrás valientes guerreros habían derrotado una fortaleza. La gente de esta ciudad parecía vivir en un lugar apartado en sus cabezas, como si creyesen que nada podía romper aquella paz, aquella vida que llevaban. En cuanto a mi, estaba enojado la mayor parte del día. Las noches eran pesadas, la primavera ya se veía presente en los árboles y en algunas noches calurosas. Durante el día, iba a la guardia y trataba de comunicarme con Tyl. Siempre era la misma excusa: “el capitán no está, no podemos permitirle la visita de un prisionero.”, entonces me volvía a la hostería y me enfocaba en los libros que tenia y en los manuscritos de Runglar. Falken se encontraba siempre en el mismo sitio, miraba el collar de su padre y leía algunos de los libros que le había dado. Riemel, en cambio, se la veía dubitativa. Siempre sentada, mirando fijo por la ventana, apenas si nos hablábamos. Thren nos había informado poco y nada, se lo veía merodeando la plaza y metiéndose en las tabernas, pero siempre salía mas apresumbrado y suspirando. Me había pedido que no haga ningún movimiento en falso y que trate de quedarme lo mas tranquilo posible. También se había enterado de que el capitán, una persona la cual conocía a Tyl de años atrás, se había ido en una campaña a Azunreth, una ciudad al sur-este de Klogrem, la cual habían tenido algunos inconvenientes entre ellas y se veía retrasado. Mi paciencia se estaba acabando. Esa tarde nos íbamos a encontrar con Thren en la taberna “La Parca”, que era, dentro de todas las que allí había, una de las más respetadas.
                            Thren me esperaba dentro. Al entrar note como la gente me miraba fijo. Me dirigí directamente a la mesa donde se encontraba Thren. Estaba apartado de la gente, en una esquina, cerca del fuego.
                            - Melrond, buenos días, como has dormido esta noche?- Thren trataba de comenzar la conversación de manera amena y con asuntos poco triviales.
                            - Thren, sabes que no tengo muchas ganas de ser sociable, dime que noticias tienes ahora. Esta ciudad es una pocilga y no puedo creer que nos este pasando esto! – mi tono, aunque algo agresivo, era bajo pues no deseaba que la gente de allí me oyera.
                            - Entiendo – Thren bajo la mirada y contemplaba su vaso de cerveza – deseas tomar algo?... no?.. bueno. – me miro a los ojos y me dijo con rostro serio – en éstos días he estado viendo a un hombre. Su nombre es Griev y me ha contado algunas cosas, por una pequeña contribución monetaria. No ha sido fácil encontrar tal hombre dispuesto a colaborar pero.. – donde tenia arremangada su ropa, note que tenia una herida reciente- hay sitios donde esta clase de personas siempre circulan. De todas formas, como iba diciendo, me informó que nuestra única solución es encontrar a Morlind, capitán de la guardia de la ciudad, pues es quien puede dar la orden de liberación. También me dijo que el gobernador se encontraba un tanto misterioso y que se lo veía recibir alguna clase de gente que nunca se había visto en la ciudad. Muchos estuvieron pensando en mudarse, temiendo un cambio abrupto en la misma. He decidido, por éstas razones, juntar mis pertenencias e ir a buscar a éste capitán. Temo que el tiempo nos apremie y que nuestro amigo no este en buenas manos.
                            - Bien – mi voz notaba alegría – comenzare a juntar mis pertenencias también y…
                            - No! – la voz de Thren se levanto en nuestro murmullo. Me quede paralizado frente a esta reacción. Luego Thren bajo el tono de voz nuevamente y comenzó a hablar – discúlpame… son estos días aciagos y esta maldita ciudad. Lo que quiero decir, amigo Melrond, es que necesitamos quien cuide a Tyl, quien tenga un ojo aquí para que las cosas no las perdamos de vista. – me lo decía con tono de ruego prácticamente.
                            - Thren – pensé cuidadosamente como responderle. Suspire y le dije – esta bien amigo, me quedaré aquí. Pero quiero que sepas que esto no me gusta nada. Tendríamos que ir y sacarlo nosotros de esa cárcel, he estado leyendo unos hechizos que…- no pude terminar que me volvió a interrumpir, pero mas amigablemente.
                            - Melrond, espero que no cometas ese error. Puede costarte la vida y también la de Tyl. Ten algo más de paciencia, no me tardare más de una semana en ir y volver, al menos con noticias.
                            - Una semana es mucho tiempo. Que pasaría si ese hombre desea hacerle el juicio a Tyl?.
                            - Lo dudo. Aunque es una posibilidad, es por eso que te necesito aquí. Se que sabrás actuar con cautela. – con esto termino de tomar su bebida y me sonrió. Era notable la forma de hablar de este hombre. Se levantó y se retiró, dejándome en la mesa pensativo.
                            Me hubiese quedado mas tiempo es esa hodienda taberna, pero el murmullo de la gente y sus miradas ya me habían puesto muy nervioso y deseaba retirarme a pensar. La charla con Thren en cierto aspecto me había calmado bastante. Caminando hacia la hostería, a las horas del atardecer, junto con el sonido de las aves y el verde de los árboles, mi mente estaba comenzando a ver cierta claridad, se estaba calmando. Al entrar en la habitación vi la escena de todos los días. Falken sentado, leyendo y haciendo gestos con las manos y Riemel sentada en la silla frente a la ventana. Cierta tristeza me dio tal imagen, pero la recuerdo vivamente hoy y lo hago con añoro. Me acerqué a Riemel y le tomándole suavemente de los hombros le bese la cabeza. AL hacerlo me quede respirando el aroma de sus cabellos y una sonrisa se dibujo en mis labios. Sus manos se posaron en las mías pero ella no se movió de esa silla, no debía hacerlo pues ambos sabíamos que eso era todo lo que necesitábamos. Luego, separándome lentamente, me acerque a Falken y sentándome a su lado comencé a ayudarle en su estudio. Al día siguiente me levanté temprano y vi la ciudad con otros ojos. Saber que teníamos una solución cercana había cambiado totalmente mi forma de pensar. Habían pasado cuatro días desde la partida de Thren y aunque no había recibido noticia alguna, sabia que podía confiar en que llegaría a destino. Fue entonces, mientras desayunaba en ese día que recordé las palabras de Oneravin: “...allí estará el abate del templo, que puede ser que te ayude con tus manos...”. Así fue que, prácticamente levantándome de un salto, me retiré de la hostería y me dirigí al templo. Las calles, como todas las mañanas, se encontraban llenas de personas. Se podían ver las tiendas ya abiertas, vendiendo sus primeros productos, los comerciantes teniendo sus primeras peleas con los clientes. Alguna que otra tienda era atendida por Enanos, con sus barbas trenzadas y su voz ronca, levantándose por sobre la de los humanos. Por primera vez, desde que arribamos a la ciudad, no me desagradaba ver estas personas gritar, discutir, tratar de vender hasta el último de sus artículos.
                            El templo se levantaba imponente por sobre las pequeñas carpas del mercado. Su cúpula, en medio de la estructura, tenía en la punta el símbolo de la ciudad, levantándose hacia el cielo. Muchos ciudadanos se acercaban al templo, en parte para orar, en parte para depositar una pequeña suma de sus ingresos a nombre de su dios, era una ley impuesta hacia algunos años, según había escuchado, por el gobernador. Me acerque a la entrada y vi a los iniciados limpiando la misma. Me acerque a uno de ellos y le pregunte donde se encontraba el abate del templo.
                            - Mi señor Freyth?, para que lo busca? – el muchacho me miraba dudando de si responderme o llamar a los guardias.
                            - Mi nombre es Melrond, vengo de parte de Oneravin, del templo de Methandyl. – le dije tranquilo y pausado. Era obvio que el hecho de que un extraño se acerque al templo a pedir por el abate supremo no le parecía lo más correcto al muchacho. Especialmente sabiendo que clase de extraño era. Se me quedo mirando y luego me dijo.
                            - Esta bien – su voz salio con desgano – le iré a decir sobre vuestra visita. Espere aquí y… - me miro detalladamente- arréglese un poco. – dicho esto se alejo a paso apurado y sus pasos dejaron de retumbar en el pasillo.
                            Paso un buen tiempo antes que tuviese noticias del abate o del muchacho. El sol se encontraba sobre la punta de la cúpula, indicando la hora de la comida para muchos y un tiempo para el descanso de los arduos trabajos diarios, cuando unos pasos apresumbrados se oyeron venir del pasillo. La figura del muchacho se acercaba rápidamente. Con una actitud completamente diferente, indicando un cierto tono de respeto, me indico que le acompañase dentro del templo, donde el Abate me vería inmediatamente. Con una leve sonrisa en el rostro le seguí complacido. El pasillo estaba iluminado por antorchas y alguna que otra lámpara de aceite, que al parecer debía tener alguna mezcla, pues daba un cierto aroma campestre. El pasillo era largo y parecía no terminar jamás, los pasos del muchacho eran lentos y pausados. Unos metros después el pasillo desembocaba en una entrada y al cruzarla se podía ver el centro del templo. Un espectacular juego de antorchas y lámparas hacían que la luz bailase sobre los bancos, donde la gente oraba. Las estatuas, hechas en mármol la mayoría, mostraban guerreros venciendo bestias o dirigiendo a otros al campo de batalla. Había una en particular, la de un ser gigante que sostenía entre sus manos el escudo de la ciudad. El muchacho me dijo que era Sylth, el dios protector de la ciudad. Me contó algunas cosas de aquel ser. Me contaba que antaño, los tres reinos estaban unidos bajo su poder y que todos le rezaban a ese dios. Pero que luego de unas querellas entre los gobernadores de los tres reinos, siglos atrás, éstos se separaron, adoptando así una deidad por reino. El muchacho, mientras hablaba, se lo veía serio y algo triste. Cambio de tema abruptamente y me explicaba quienes eran los héroes que estaban inmortalizados en mármol en aquel templo. Las historias eran sorprendentes, pero antes de que pudiese terminar de contarme la de Blienther el pequeño, habíamos llegado a la entrada de la habitación del Abate. Tocó la puerta y dedicándome una pequeña reverencia con la cabeza se retiró. Desde dentro de la habitación se escucharon unos pasos lentos y luego el sonido de la puerta abriéndose, dando paso a la figura de un hombre anciano, con la barba blanca larga y el pelo rapado. Su estatura fue difícil de medir, puesto que tenía ropajes holgados y una encorvadura debido a la edad, aunque podría decirse que de joven debió de ser alguien alto. Sus ojos, marrones, se veían algo acuosos, como si tuviese cataratas en ellos, se movía con un bastón en la mano derecha, apoyándose en el. Al verme, me dirigió una leve sonrisa y su rostro se arrugo completamente y me invito, con un gesto a pasar.
                            La habitación no era mas grande que la que tenia en la hostería, pero estaba acomodada con tanta dedicación que era muy reconfortable. En las esquinas tenia apilados cantidades de libros antiguos, también en las bases de las ventanas, un gato marrón ronroneaba cerca de uno de los asientos y el aroma a tabaco inundaba el aire. El Abate cerró la puerta lentamente y me indico una silla vieja y con toda la imagen de que en cualquier momento se caería uno en ella. Me senté algo precavido y un pequeño crujido emitió la silla, alertándome. El anciano Abate se sentó placidamente en un sillón bastante amplio y el gato salto a sus piernas, descansando en ellas. Acariciándolo, comenzó a hablar, su voz era como el ronroneo del gato y apenas perceptible.
                            - Que le parece nuestra ciudad muchacho? – el ton de la conversación era inesperado. Preguntándome algo tan trivial solo daba la impresión de que era un simple anciano y que en estos tiempos que le quedaban no le interesaban otros asuntos mas que aquellos que no cansan la mente y el espíritu.
                            - Es muy acogedora – le dije con cierta duda, pero mostrando una mentirosa convicción.
                            - Veo que al menos eres de buenos modales – me dijo el Abate sonriendo por lo bajo – pero éste es un anciano al que no puedes engañar muchacho. Cierto que no puede engañarnos Gian? – el anciano sonreía y le hablaba al gato – el muchacho no esta contento aquí, en esta ciudad y hace bien, se ha convertido en un nido de ratas. – levanto su vista y me miro. Sus ojos cambiaron completamente. Ya no tenía la mirada perdida y parecía que las cataratas fueron no más que una ilusión.
                            - Como… es que...- anonadado no podía hablarle correctamente. Volvió a sonreír y me hablo tranquilamente.
                            - Tranquilo muchacho. Se muy bien en que se ha convertido esta ciudad que antes había sido tan hermosa. Ese gobernador – su voz notaba cierto rencor- ya no soy joven y los abates que tengo aquí lo siguen ciegamente, empujados por el oro que esa estupida ley nos ha hecho pedir a las personas. Es por suerte que tengo algunos que todavía son fieles a mi y por eso se quien eres y sé en lo que te estas metiendo muchacho, o mas bien diría en lo que estas metido. – al hablar, acariciaba al gato y miraba ocasionalmente por la ventana – Hace unas semanas, antes que lleguen de las montañas, recibí una correspondencia de Oneravin, quien me explico tu condición y la misión que tenias sobre tu espalda. – miró mis manos atentamente.
                            - Puede hacer algo por ellas? – le dije apurado.
                            - Lo lamento muchacho – el abate se veía algo apresado, tal vez por la edad, tal vez por la vida que llevaba. – poco y nada puedo hacer por esas manos.
                            - Entonces, todo esto ha sido en vano – dije, con cierto aire de derrota.
                            - Para nada muchacho, para nada – el abate se levanto lentamente y sonriendo se dirigió a un armario. Saco de allí un báculo que media lo mismo que él y que en su punta tenía un cristal. El mismo báculo, según se lo moviera, reflejaba la luz del sol sobre él, dándole un brillo especial. – Éste, muchacho, es Imandur, báculo de un antiguo mago llamado Frendith y es el regalo que te daré. – me lo acercó y entregó. Al tocarlo lo sentí suave y liviano. –esa espada que llevas no es digna de un hechicero muchacho, los báculos ayudan al hechicero con sus poderes y le sirven de defensa en ataques sorpresa.
                            - No puedo aceptarlo buen señor, esto es mucho. – le dije entregándoselo.
                            - Tonterías! – levanto la voz y retumbo en la habitación – tendrás ese báculo, puesto que a mi no me sirve y le debo mucho a Oneravin. No puedes rechazar los regalos de los ancianos, se les muere el corazón cuando se hace eso. – volvió a sonreír- Eso que vez que brilla es Polvo de Diamante Gris, sacado de las minas mas importantes de los Enanos Huelgues. Con éste polvo, puedes frenar algunos golpes de espadas sin que sufra mucho daño el báculo. La restricción de poderes que te dan los guantes, serán aplacados en cierta medida por este báculo muchacho.
                            - Se lo agradezco infinitamente mi buen señor – incline la cabeza y apreté el báculo en mi pecho.
                            - Ahora bien, te contare un poco de este báculo… - no termino de hablar cuando la puerta resonó con estruendo. El Abate se levanto rápidamente, haciendo que el gato salte asustado, abrió la puerta solo un poco y se escuchó la voz de un muchacho que le hablaba al oído. Luego se dio media vuelta, cerró la puerta y con paso lento se sentó en su silla. Me miro y los ojos marrones y las cataratas parecieron volver.
                            - Sucede algo Gran Abate? – le pregunte asustado.
                            - Muchacho, quien vino recién es uno de mis heraldos más confiados. Tengo noticias malas para ti. Tu compañero, el que partió hacia Azunreth esta en problemas.

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                            la cara oculta es la resulta....
                            There will never be a day, when I won't think of you
                            You were once a friend and father, then my world was shattered
                            Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
                            Never thought this day would come so soon,
                            we had no time to say goodbye.
                            How can the world just carry on?
                            I feel so lost when you're not at my side...

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                            • #15
                              Re: Hirtorias de un Mago (por Melrond)

                              muchisimas gracias de verdad ^^
                              Shiina. Shillen elder por naturaleza
                              Chitose. Treasure hunter por capricho

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