A ver cómo es esto ... voy a escribir algo
Capitulo 1
La tormenta estaba sobre ellos ya. Descargaba con furia todo el odio de agua que tenía para dar y aunque ellos no se rendían aún, parecía que no les iba a dar tregua alguna. Los relámpagos salían de las nubes con tanta ira como el más maldito de los fuegos salen de las entrañas de los demonios. Pero ellos dos seguían en lo alto de una pequeña montaña.
Uno de ellos, el mayor, llevaba una gran capa oscura con la que cubría su cuerpo de la tormenta. El otro, el más pequeño, estaba arrodillado en el suelo, respirando muy rápidamente fruto del cansancio agobiador. No llevaba ninguna capa y estaba empapado hasta los huesos.
-¡ En verdad no tienes talento alguno chico! – gritó el hombre de capa parado a un costado del pequeño – Seis meses y ni siquiera puedes romper esa piedra con el más simple de los hechizos-
-Todavía puedo hacerlo- murmuró el joven.
-Mira a tu alrededor. Dijiste que querías cambiar las cosas. ¿Qué has cambiado?-
La pregunta sonó tajante, acompañada del sonido ensordecedor de un trueno que estallaba y parecía darle significado propio a cada palabra.
Al oír estas palabras el joven se puso de pie y puso sus manos una encima de la otra, dejando una palma de distancia entre ellas. Cerró los ojos y abrió su boca apretando con mucha fuerza sus dientes. Estaba haciendo un gran esfuerzo, se notaba. Su rostro, a pesar de ser muy joven, se llenó de pliegues en su frente y se convirtió en el de un chico lleno de ira.
-Has fallado- dijo el hombre –Has fallado desde aquel día. De nada sirvió tu sufrimiento. Careces de talento. No eres más que un niño que quiere llorar. ¿Dónde está el valor que te jactaste de tener meses atrás cuando viniste a pedirme ayuda? Ayuda como el más cobarde de entre los cobardes, por no poder afrontar tu destino-
El hombre levantó su brazo izquierdo y señaló al joven.
-¡Hazlo!- increpó el hombre – Demuéstrame de lo que eres capaz. Ahora es el momento. Recuérdalo todo y usa ese odio para destruir esa piedra. Porque ella puede perdonarte la vida cuando falles una y otra vez. Esa piedra estará ahí y no se moverá, no atacará, no infundirá ningún miedo. Pero tus enemigos no. Te perseguirán hasta verte muerto-
Al joven le costaba concentrarse con tantas increpaciones en su contra. Pero sabía que estaba haciendo su mejor esfuerzo. Sentía la energía fluir por cada célula de su cuerpo y en especial de sus manos.
Una pequeña esfera de aire comenzó a formarse entre sus manos. Ráfagas de viento parecían corretear hacia sus manos aumentando el volumen de la esfera.
Su cuerpo comenzó a temblar pero él no perdió su concentración. Abrió sus ojos y miró fijamente a la piedra. Puso su mano derecha, la que estaba arriba, atrás de su cuerpo, y levantó su mano izquierda, con su brazo bien extendido, hasta la altura de su cara. Se quedó en esa posición unos segundos. La esfera arremolinada, que tenía el volumen de una manzana, giraba a gran velocidad obligando a la lluvia desviarse de su trayecto.
-Destruye esa piedra- dijo el hombre –Conviértela en cenizas-
El joven golpeó con su mano derecha, a palma abierta, la pequeña esfera de viento. Abrió su boca y gritó como nunca antes en su vida, como si se desahogara de toda la carga sentimental que llevaba contenida hace mucho tiempo.
La esfera se movió a una velocidad increíble, con un silbido ensordecedor, y golpeó a la piedra que estaba a unos diez metros de distancia. El impacto fue muy violento. Pedacitos de roca se esparcieron por el lugar. Aunque no toda la piedra quedó destruida, perdió una gran parte de su forma.
El joven cayó, rendido de tanto esfuerzo. Miró con dolor y resignación aquella imagen. No había conseguido destruirla. Había fallado una vez más.
El hombre se acercó al muchacho con pasos lentos pero seguros.
-¡Inútil!- gritó el hombre- Me haces perder mi tiempo. No eres capaz de romper esa insignificante piedra. No tienes talento para la magia. No tienes el valor que se necesita para ser un hombre. Mejor vuelve a tu granja, o lo que queda de ella. Tal vez ahí encuentres tu talento al cosechar vegetales-
-Debe existir otro camino. Juro que puedo hacerlo- dijo el joven totalmente abatido por el cansancio. El hombre tomo al muchacho por la nunca y con tremenda fuerza lo levantó dejando sus piernas sin poder tocar el suelo. Apuntó con una mano hacia el bosque que se podía observar por debajo de la montaña en la que se encontraban.
Los árboles bailaban al ritmo del fuerte viento que los azotaba.
-Existen otros caminos- dijo el hombre dirigiendo su mirada hacia los árboles –Pero el camino es largo y tormentoso. Te tendrás que convertir en uno de esos árboles. Te podrás torcer pero jamás quebrarte. Mira con los dos ojos bien abiertos todo esto. ¿Estás preparado para andar todo ese camino tormentoso?-
-Lo intentaré- dijo el joven con mucho esfuerzo.
El hombre soltó al muchacho, dejándolo caer al suelo.
-La promesas no sirven en este camino. Careces de talento pero además de voluntad. Es triste. Vuelve a tu pueblo y sigue con tu vida, este camino sólo es para aquellos que tienen una voluntad más fuerte que cualquiera de estás piedras-
El hombre dio media vuelta y se disponía a marcharse cuando el joven apretó una de sus botas.
-¡Sí!- gritó el joven mirándolo con mucha seriedad a los ojos- ¡Estoy preparado para recorrer ese camino tormentoso Maestro! ¡Lo haré!-
El abatido muchacho perdió sus fuerzas y soltó la bota del hombre que seguía parado. Tosió muy fuertemente y escupió un poco de sangre. Luego se rindió al cansancio.
El hombre lo miró fijamente.
-Ahora hablamos el mismo idioma chico- dijo el hombre aunque sabía que no podía escucharlo – Descansa ahora. Ha sido un gran esfuerzo el de hoy. Te felicito-
Capitulo 1
La tormenta estaba sobre ellos ya. Descargaba con furia todo el odio de agua que tenía para dar y aunque ellos no se rendían aún, parecía que no les iba a dar tregua alguna. Los relámpagos salían de las nubes con tanta ira como el más maldito de los fuegos salen de las entrañas de los demonios. Pero ellos dos seguían en lo alto de una pequeña montaña.
Uno de ellos, el mayor, llevaba una gran capa oscura con la que cubría su cuerpo de la tormenta. El otro, el más pequeño, estaba arrodillado en el suelo, respirando muy rápidamente fruto del cansancio agobiador. No llevaba ninguna capa y estaba empapado hasta los huesos.
-¡ En verdad no tienes talento alguno chico! – gritó el hombre de capa parado a un costado del pequeño – Seis meses y ni siquiera puedes romper esa piedra con el más simple de los hechizos-
-Todavía puedo hacerlo- murmuró el joven.
-Mira a tu alrededor. Dijiste que querías cambiar las cosas. ¿Qué has cambiado?-
La pregunta sonó tajante, acompañada del sonido ensordecedor de un trueno que estallaba y parecía darle significado propio a cada palabra.
Al oír estas palabras el joven se puso de pie y puso sus manos una encima de la otra, dejando una palma de distancia entre ellas. Cerró los ojos y abrió su boca apretando con mucha fuerza sus dientes. Estaba haciendo un gran esfuerzo, se notaba. Su rostro, a pesar de ser muy joven, se llenó de pliegues en su frente y se convirtió en el de un chico lleno de ira.
-Has fallado- dijo el hombre –Has fallado desde aquel día. De nada sirvió tu sufrimiento. Careces de talento. No eres más que un niño que quiere llorar. ¿Dónde está el valor que te jactaste de tener meses atrás cuando viniste a pedirme ayuda? Ayuda como el más cobarde de entre los cobardes, por no poder afrontar tu destino-
El hombre levantó su brazo izquierdo y señaló al joven.
-¡Hazlo!- increpó el hombre – Demuéstrame de lo que eres capaz. Ahora es el momento. Recuérdalo todo y usa ese odio para destruir esa piedra. Porque ella puede perdonarte la vida cuando falles una y otra vez. Esa piedra estará ahí y no se moverá, no atacará, no infundirá ningún miedo. Pero tus enemigos no. Te perseguirán hasta verte muerto-
Al joven le costaba concentrarse con tantas increpaciones en su contra. Pero sabía que estaba haciendo su mejor esfuerzo. Sentía la energía fluir por cada célula de su cuerpo y en especial de sus manos.
Una pequeña esfera de aire comenzó a formarse entre sus manos. Ráfagas de viento parecían corretear hacia sus manos aumentando el volumen de la esfera.
Su cuerpo comenzó a temblar pero él no perdió su concentración. Abrió sus ojos y miró fijamente a la piedra. Puso su mano derecha, la que estaba arriba, atrás de su cuerpo, y levantó su mano izquierda, con su brazo bien extendido, hasta la altura de su cara. Se quedó en esa posición unos segundos. La esfera arremolinada, que tenía el volumen de una manzana, giraba a gran velocidad obligando a la lluvia desviarse de su trayecto.
-Destruye esa piedra- dijo el hombre –Conviértela en cenizas-
El joven golpeó con su mano derecha, a palma abierta, la pequeña esfera de viento. Abrió su boca y gritó como nunca antes en su vida, como si se desahogara de toda la carga sentimental que llevaba contenida hace mucho tiempo.
La esfera se movió a una velocidad increíble, con un silbido ensordecedor, y golpeó a la piedra que estaba a unos diez metros de distancia. El impacto fue muy violento. Pedacitos de roca se esparcieron por el lugar. Aunque no toda la piedra quedó destruida, perdió una gran parte de su forma.
El joven cayó, rendido de tanto esfuerzo. Miró con dolor y resignación aquella imagen. No había conseguido destruirla. Había fallado una vez más.
El hombre se acercó al muchacho con pasos lentos pero seguros.
-¡Inútil!- gritó el hombre- Me haces perder mi tiempo. No eres capaz de romper esa insignificante piedra. No tienes talento para la magia. No tienes el valor que se necesita para ser un hombre. Mejor vuelve a tu granja, o lo que queda de ella. Tal vez ahí encuentres tu talento al cosechar vegetales-
-Debe existir otro camino. Juro que puedo hacerlo- dijo el joven totalmente abatido por el cansancio. El hombre tomo al muchacho por la nunca y con tremenda fuerza lo levantó dejando sus piernas sin poder tocar el suelo. Apuntó con una mano hacia el bosque que se podía observar por debajo de la montaña en la que se encontraban.
Los árboles bailaban al ritmo del fuerte viento que los azotaba.
-Existen otros caminos- dijo el hombre dirigiendo su mirada hacia los árboles –Pero el camino es largo y tormentoso. Te tendrás que convertir en uno de esos árboles. Te podrás torcer pero jamás quebrarte. Mira con los dos ojos bien abiertos todo esto. ¿Estás preparado para andar todo ese camino tormentoso?-
-Lo intentaré- dijo el joven con mucho esfuerzo.
El hombre soltó al muchacho, dejándolo caer al suelo.
-La promesas no sirven en este camino. Careces de talento pero además de voluntad. Es triste. Vuelve a tu pueblo y sigue con tu vida, este camino sólo es para aquellos que tienen una voluntad más fuerte que cualquiera de estás piedras-
El hombre dio media vuelta y se disponía a marcharse cuando el joven apretó una de sus botas.
-¡Sí!- gritó el joven mirándolo con mucha seriedad a los ojos- ¡Estoy preparado para recorrer ese camino tormentoso Maestro! ¡Lo haré!-
El abatido muchacho perdió sus fuerzas y soltó la bota del hombre que seguía parado. Tosió muy fuertemente y escupió un poco de sangre. Luego se rindió al cansancio.
El hombre lo miró fijamente.
-Ahora hablamos el mismo idioma chico- dijo el hombre aunque sabía que no podía escucharlo – Descansa ahora. Ha sido un gran esfuerzo el de hoy. Te felicito-
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