Parte 1
“Existen muchas historias que apasionan al hombre, pero sin duda las favoritas son las de los grandes guerreros. Hombres mortales que se convierten en cenizas sin tiempo para perdurar a lo largo de los siglos. Amamos a éstos grandes héroes, aunque algunos sean tiranos, por lograr aquello de lo que no somos capaces los comunes. Los usamos como una fuerza caprichosa, capaz de envolvernos de valor, para superar nuestros problemas. Y aunque nunca los conocimos, igual los respetamos y quedamos asombrados con sus proezas magníficas. Los sentimos como padres o madres que corrigen nuestros caminos y, como si fuéramos simples niños, les rogamos que nos protejan del largo y aterrador viaje de la vida. Porque mucho teme el hombre la distancia infinita; nos aterra no poder ver que hay al final de ese túnel, detrás de esa montaña o saber que bestia es la que aúlla. Nos tenemos que armar de valor para navegar por esos mares de misterios. Pero no podemos andar por ahí solos, no, por eso les pedimos que sean nuestra compañía. ¿A caso la vida nos parece una gran guerra y por ello amamos a los grandes guerreros? ¿Necesitamos ser como ellos para así no temerle a ningún enemigo, para ganar todas las batallas?
Esta es una historia cualquiera, una de las tantas, sobre uno de los tantos guerreros. Le decían de muchas formas, la mas popular: Coyote Negro. Espero la disfruten”
Era una noche muy húmeda en el pueblo. Las calles parecían desiertas, aunque había mucho alboroto dentro de las casas y las tabernas. Los pueblerinos se estaban divirtiendo después de todo, bebían como animales y por supuesto las riñas no tardaron en comenzar. Esto mantenía a la guardia local muy ocupada. Un viejo se tambaleaba de lado a lado por una de las calles, llevaba una botella de vidrio vacía. Insultaba en muchos idiomas hasta que cayó al suelo. Se levantó y apoyó su espalda en un bebedero abandonado para los caballos. El hombre miró para un costado y de pronto se asustó.
-Por un demonio, ¡hic!- trató de modular el viejo –No lo había visto caballero y no era mi intención molestarlo esta noche. Me llamo Cobart, es un placer conocerlo-
-El placer es todo mío, señor Cobart- dijo el hombre sentado al lado de él. Era joven y de estatura media, piel morena y unos ojos color miel. Llevaba unas botas de cuero, un pantalón de tela negro, una camisa negra –arremangada hasta los codos-, una pechera de cuero y un gran pañuelo azul que tapaba desde su frente hasta la nuca, donde terminaba en un nudo. El hombre cortaba pedazos de una manzana con un gran cuchillo y se los comía.
-¿Por qué comes así la manzana? Los jóvenes de hoy no saben nada. La cáscara tiene muchos nutrientes. ¿Y por qué demonios comes una manzana en vez de beber en este día festivo?- dijo el viejo mientras quería dar un trago a su botella, pero ésta estaba vacía-
-Como porque no es bueno pelear con el estómago vacío. Y utilizo el cuchillo con la manzana, para disimular mi arma ante los guardias-
-Disilu... disidu... disimu... lar. Bah, hombre estás loco. ¿No tienes un poco de vino ahí en tu equipaje?- preguntó el viejo
-Lo siento, solo llevo agua conmigo. No puedo beber alcohol porque eso reduciría mis reflejos, y cuando vas a matar a alguien es muy importante no fallar. Dígame señor Cobart, ¿le gustaría ganarse 2 monedas de cobre?-preguntó el hombre volteando su cabeza para mirarlo de frente. Tenía una pequeña barba en su mentón, la cual disimulaba una cicatriz que se extendía desde su labio inferior hasta casi el cuello.
-¿2 monedas dices? Claro buen hombre, ¿qué es lo que tendría que hacer?-
-Es muy sencillo, solo le pido que cuide mi equipaje puesto que tengo unas preciadas prendas y además 100 monedas de oro. Prometo no demorarme mucho.- dijo el hombre con una amable sonrisa en su rostro.-
-Pues es un trato. Prometo no tocar nada de su bolso-
-Es usted un buen hombre, señor Cobart. Verá, me gusta mucho viajar y tengo contactos en muchos lugares, lo recomendaré a otros de aquí en adelante.-
Unos hombres, cinco en total, venían caminando por la calle. Parecía que iban empujando a uno de ellos, el cual tenía atado los brazos al cuerpo con una soga. Tres de ellos llevaban lanzas y el otro sólo estaba vestido de una manera elegante, pero aparentemente sin arma alguna. Pasaron junto al viejo y el viajero, avanzaron un poco más, luego doblaron por un largo callejón y se detuvieron.
-Prometo pagarte. No es necesario todo este circo. Juro que conseguiré el dinero- dijo el joven que se encontraba atado
-Promesas y promesas. Dime entonces cómo me vas a pagar, si eres un vago y mentiroso.- dijo el hombre de finas ropas.
-Tendré tu dinero, créeme. Solo tengo que ir hasta las corte de los nobles y ofrecer mis servicios.- dijo el joven muy aterrado.
-¿Escucharon eso muchachos?-se burló el hombre y todos comenzaron a reír –Mátenlo-
-Una buena elección la de matar en esta noche, puesto que los guardias están ocupados con tanto alboroto, de esa manera su crimen quedaría impune al echarle la culpa a cualquier borracho que ande suelto. Pero eso, claro, sería algo muy deshonroso para semejante hombre que viste ropas finas- dijo una voz. Los hombres voltearon para ver y descubrieron al viajero, que tenía un cuchillo en la mano derecha y con el pulgar y el índice de su mano izquierda, acariciaba la afilada hoja.
-¿Quién eres? Bueno no me importa mucho en verdad. No te conozco pero igual vas a morir también, no puedo dejar testigos.- dijo el hombre bien vestido e hizo un gesto a sus guardaespaldas. Dos hombres avanzaron con sus lanzas contra el viajero. Éste sacó otro cuchillo de entre un gran cinturón de cuero que tenía en la cintura. Un guardaespaldas cargó con la lanza pero el moreno la desvió con uno de sus cuchillos y con el otro le perforó la garganta. Hizo la misma maniobra con el segundo, pero esta vez perforó pecho y abdomen. Guardó sus cuchillos por debajo de su cinturón, dio unos pasos mientras veía como el tercer hombre venía hacia él. Tranquilo y muy seguro, se inclinó hacia abajo y tomó una de las lanzas que había en el suelo, dio un gran paso hacia delante, y con la lanza atravesó el estómago del guardia. La expresión del rostro arrugado del viajero, acompañado por esos ojos que ya no eran amarillos sino de color fuego, era en verdad aterradora. El moreno retiró la lanza y dejó caer a su victima. El hombre de finas ropas se echó a correr invadido por el miedo. Pero no pudo escapar de la lanza que arrojó el viajero con mucha fuerza y excelente precisión.
El joven que se encontraba atado se quedó inmóvil ante semejante escena.
-Pero si eres la mismísima imagen de él. ¿Te llamas Benedek verdad?- preguntó el moreno al prisionero.
-Así es, pero cómo lo sabes-
-Eso no importa . Mi nombre es Maks y partir de ahora me perteneces y harás todo lo que te ordene o no saldremos de aquí con vida- el moreno lo miró fijo a los ojos, sacó uno de sus cuchillos y cortó las cuerdas. Maks tomó uno de los cuerpos por los brazos y lo arrastró hasta la parte donde el callejón conectaba con la calle de la que vino.
-Recuerda hacer todo lo que te diga al pié de la letra- ordenó el moreno al muchacho.
Se escucharon ruidos de pasos aproximarse y, en cuestión de segundos, comenzaron a aparecer unos guardias.
-¡Guardias!-gritó Maks –Por aquí rápido-
“Existen muchas historias que apasionan al hombre, pero sin duda las favoritas son las de los grandes guerreros. Hombres mortales que se convierten en cenizas sin tiempo para perdurar a lo largo de los siglos. Amamos a éstos grandes héroes, aunque algunos sean tiranos, por lograr aquello de lo que no somos capaces los comunes. Los usamos como una fuerza caprichosa, capaz de envolvernos de valor, para superar nuestros problemas. Y aunque nunca los conocimos, igual los respetamos y quedamos asombrados con sus proezas magníficas. Los sentimos como padres o madres que corrigen nuestros caminos y, como si fuéramos simples niños, les rogamos que nos protejan del largo y aterrador viaje de la vida. Porque mucho teme el hombre la distancia infinita; nos aterra no poder ver que hay al final de ese túnel, detrás de esa montaña o saber que bestia es la que aúlla. Nos tenemos que armar de valor para navegar por esos mares de misterios. Pero no podemos andar por ahí solos, no, por eso les pedimos que sean nuestra compañía. ¿A caso la vida nos parece una gran guerra y por ello amamos a los grandes guerreros? ¿Necesitamos ser como ellos para así no temerle a ningún enemigo, para ganar todas las batallas?
Esta es una historia cualquiera, una de las tantas, sobre uno de los tantos guerreros. Le decían de muchas formas, la mas popular: Coyote Negro. Espero la disfruten”
DonKufa
Era una noche muy húmeda en el pueblo. Las calles parecían desiertas, aunque había mucho alboroto dentro de las casas y las tabernas. Los pueblerinos se estaban divirtiendo después de todo, bebían como animales y por supuesto las riñas no tardaron en comenzar. Esto mantenía a la guardia local muy ocupada. Un viejo se tambaleaba de lado a lado por una de las calles, llevaba una botella de vidrio vacía. Insultaba en muchos idiomas hasta que cayó al suelo. Se levantó y apoyó su espalda en un bebedero abandonado para los caballos. El hombre miró para un costado y de pronto se asustó.
-Por un demonio, ¡hic!- trató de modular el viejo –No lo había visto caballero y no era mi intención molestarlo esta noche. Me llamo Cobart, es un placer conocerlo-
-El placer es todo mío, señor Cobart- dijo el hombre sentado al lado de él. Era joven y de estatura media, piel morena y unos ojos color miel. Llevaba unas botas de cuero, un pantalón de tela negro, una camisa negra –arremangada hasta los codos-, una pechera de cuero y un gran pañuelo azul que tapaba desde su frente hasta la nuca, donde terminaba en un nudo. El hombre cortaba pedazos de una manzana con un gran cuchillo y se los comía.
-¿Por qué comes así la manzana? Los jóvenes de hoy no saben nada. La cáscara tiene muchos nutrientes. ¿Y por qué demonios comes una manzana en vez de beber en este día festivo?- dijo el viejo mientras quería dar un trago a su botella, pero ésta estaba vacía-
-Como porque no es bueno pelear con el estómago vacío. Y utilizo el cuchillo con la manzana, para disimular mi arma ante los guardias-
-Disilu... disidu... disimu... lar. Bah, hombre estás loco. ¿No tienes un poco de vino ahí en tu equipaje?- preguntó el viejo
-Lo siento, solo llevo agua conmigo. No puedo beber alcohol porque eso reduciría mis reflejos, y cuando vas a matar a alguien es muy importante no fallar. Dígame señor Cobart, ¿le gustaría ganarse 2 monedas de cobre?-preguntó el hombre volteando su cabeza para mirarlo de frente. Tenía una pequeña barba en su mentón, la cual disimulaba una cicatriz que se extendía desde su labio inferior hasta casi el cuello.
-¿2 monedas dices? Claro buen hombre, ¿qué es lo que tendría que hacer?-
-Es muy sencillo, solo le pido que cuide mi equipaje puesto que tengo unas preciadas prendas y además 100 monedas de oro. Prometo no demorarme mucho.- dijo el hombre con una amable sonrisa en su rostro.-
-Pues es un trato. Prometo no tocar nada de su bolso-
-Es usted un buen hombre, señor Cobart. Verá, me gusta mucho viajar y tengo contactos en muchos lugares, lo recomendaré a otros de aquí en adelante.-
Unos hombres, cinco en total, venían caminando por la calle. Parecía que iban empujando a uno de ellos, el cual tenía atado los brazos al cuerpo con una soga. Tres de ellos llevaban lanzas y el otro sólo estaba vestido de una manera elegante, pero aparentemente sin arma alguna. Pasaron junto al viejo y el viajero, avanzaron un poco más, luego doblaron por un largo callejón y se detuvieron.
-Prometo pagarte. No es necesario todo este circo. Juro que conseguiré el dinero- dijo el joven que se encontraba atado
-Promesas y promesas. Dime entonces cómo me vas a pagar, si eres un vago y mentiroso.- dijo el hombre de finas ropas.
-Tendré tu dinero, créeme. Solo tengo que ir hasta las corte de los nobles y ofrecer mis servicios.- dijo el joven muy aterrado.
-¿Escucharon eso muchachos?-se burló el hombre y todos comenzaron a reír –Mátenlo-
-Una buena elección la de matar en esta noche, puesto que los guardias están ocupados con tanto alboroto, de esa manera su crimen quedaría impune al echarle la culpa a cualquier borracho que ande suelto. Pero eso, claro, sería algo muy deshonroso para semejante hombre que viste ropas finas- dijo una voz. Los hombres voltearon para ver y descubrieron al viajero, que tenía un cuchillo en la mano derecha y con el pulgar y el índice de su mano izquierda, acariciaba la afilada hoja.
-¿Quién eres? Bueno no me importa mucho en verdad. No te conozco pero igual vas a morir también, no puedo dejar testigos.- dijo el hombre bien vestido e hizo un gesto a sus guardaespaldas. Dos hombres avanzaron con sus lanzas contra el viajero. Éste sacó otro cuchillo de entre un gran cinturón de cuero que tenía en la cintura. Un guardaespaldas cargó con la lanza pero el moreno la desvió con uno de sus cuchillos y con el otro le perforó la garganta. Hizo la misma maniobra con el segundo, pero esta vez perforó pecho y abdomen. Guardó sus cuchillos por debajo de su cinturón, dio unos pasos mientras veía como el tercer hombre venía hacia él. Tranquilo y muy seguro, se inclinó hacia abajo y tomó una de las lanzas que había en el suelo, dio un gran paso hacia delante, y con la lanza atravesó el estómago del guardia. La expresión del rostro arrugado del viajero, acompañado por esos ojos que ya no eran amarillos sino de color fuego, era en verdad aterradora. El moreno retiró la lanza y dejó caer a su victima. El hombre de finas ropas se echó a correr invadido por el miedo. Pero no pudo escapar de la lanza que arrojó el viajero con mucha fuerza y excelente precisión.
El joven que se encontraba atado se quedó inmóvil ante semejante escena.
-Pero si eres la mismísima imagen de él. ¿Te llamas Benedek verdad?- preguntó el moreno al prisionero.
-Así es, pero cómo lo sabes-
-Eso no importa . Mi nombre es Maks y partir de ahora me perteneces y harás todo lo que te ordene o no saldremos de aquí con vida- el moreno lo miró fijo a los ojos, sacó uno de sus cuchillos y cortó las cuerdas. Maks tomó uno de los cuerpos por los brazos y lo arrastró hasta la parte donde el callejón conectaba con la calle de la que vino.
-Recuerda hacer todo lo que te diga al pié de la letra- ordenó el moreno al muchacho.
Se escucharon ruidos de pasos aproximarse y, en cuestión de segundos, comenzaron a aparecer unos guardias.
-¡Guardias!-gritó Maks –Por aquí rápido-
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