Hacia la mañana no buscaba otra cosa que salir del templo y aventurarme al mundo exterior, unas siluetas de fuego formaban el contorno de la ominosa cara del Dios Del Fuego, que miraba intimidante cada individuo que entraba al lugar.
Si bien los Orcos mostramos un aspecto rudo y demacrado, no dejaba de torturarme la idea de enfrentarme a la vida del cazador, la inseguridad me hacía dudar y mis manos no reconocían con claridad las armas que sostenían.
Finalmente tome aire y le di rienda suelta a mi instinto, cuando salí fuera de la aldea no lo encontré todo tan hostil, lo que encontré fue un sin fin de nuevos horizontes y aspiraciones que me tentaban a pasar largas jornadas de entrenamiento sin descanso, pero no debía precipitarme, igual así lo hice, mis superiores me mostraron el camino de la voluntad de hierro y se avivó en mi espíritu el fuego.
La verdad no tardé en convertirme en un cazador preciso y paciente, mucho fue lo que aprendí de mi gente, pero lo que mas me gustó fue su comida, ja ja ja.
En cuanto a ellos, lo que tengo para decir es que tienen un sentido muy desarrollado de la hermandad, me trataron con mucho respeto a pesar de mi inexperiencia, y una cosa que me llamó bastante la atención, fue que en muchas ocasiones trataron de inculcarme su resentimiento hacia los “otros”(los humanos, los elfos, los elfos oscuros, todos inferiores según ellos, y los enanos que no dejan de adorar sus bienes en una cultura de lo mas materialista), tal vez en cierto modo sus esfuerzos tuvieron algunas consecuencias negativas en mi pensar, pero no me gusta nada la idea de convertirme en otro odioso y dolido miembro del grupo, espero no se enojen con migo. Me fui de allí con una idea clara en mi cabeza, voy a crecer y lavar de mí esos viejos rencores que ensucian mi honor, un Orco debe tomar decisiones sensatas y dedicarse de lleno al progreso personal, agradezco de todo corazón a mi aldea, que me enseñó estos principios y me mostró que todos nosotros poseemos potencial, y que es como un diamante en bruto.
Si bien los Orcos mostramos un aspecto rudo y demacrado, no dejaba de torturarme la idea de enfrentarme a la vida del cazador, la inseguridad me hacía dudar y mis manos no reconocían con claridad las armas que sostenían.
Finalmente tome aire y le di rienda suelta a mi instinto, cuando salí fuera de la aldea no lo encontré todo tan hostil, lo que encontré fue un sin fin de nuevos horizontes y aspiraciones que me tentaban a pasar largas jornadas de entrenamiento sin descanso, pero no debía precipitarme, igual así lo hice, mis superiores me mostraron el camino de la voluntad de hierro y se avivó en mi espíritu el fuego.
La verdad no tardé en convertirme en un cazador preciso y paciente, mucho fue lo que aprendí de mi gente, pero lo que mas me gustó fue su comida, ja ja ja.
En cuanto a ellos, lo que tengo para decir es que tienen un sentido muy desarrollado de la hermandad, me trataron con mucho respeto a pesar de mi inexperiencia, y una cosa que me llamó bastante la atención, fue que en muchas ocasiones trataron de inculcarme su resentimiento hacia los “otros”(los humanos, los elfos, los elfos oscuros, todos inferiores según ellos, y los enanos que no dejan de adorar sus bienes en una cultura de lo mas materialista), tal vez en cierto modo sus esfuerzos tuvieron algunas consecuencias negativas en mi pensar, pero no me gusta nada la idea de convertirme en otro odioso y dolido miembro del grupo, espero no se enojen con migo. Me fui de allí con una idea clara en mi cabeza, voy a crecer y lavar de mí esos viejos rencores que ensucian mi honor, un Orco debe tomar decisiones sensatas y dedicarse de lleno al progreso personal, agradezco de todo corazón a mi aldea, que me enseñó estos principios y me mostró que todos nosotros poseemos potencial, y que es como un diamante en bruto.