Luego seguirá.
Philippe.
Cuántas veces tendría que hacer ese camino? Ya estaba cansado. Tenía los pies hinchados y el calor agobiante no le dejaba pensar con claridad.
Llevaba unas cuantas horas marchando, a veces al trote, otras sólo caminando, pero siempre con premura, atendiendo al mensaje que debía entregar.
Su nombre era Philippe, era quinto hijo varón en una familia de nueve. Desde pequeño había recorrido la campiña, a veces andando, otras a galope de caballo, otras en Drive. Conocía perfectamente cada palmo de esa tierra, y sentía bajo sus pies vibrar los caminos a su andar.
En sus dieciocho años nunca había salido de la provincia, y sus ansias de conocer otras tierras y pueblos siempre le habían llenado el espíritu.
Ahora tenía la oportunidad. Había sido reclutado por la Armada para servicios de menor grado, puntualmente como mensajero, aunque a veces le eran encargadas otras labores de diferente naturaleza.
Al principio vio en estos sucesos la oportunidad de salir finalmente de su reclusión entre esas montañas, inspirado por la idea de viajes y “misiones secretas” –como él solía llamarlas con sus amigos- a otros parajes. Pero finalmente resultó que a lo que se limitaba su trabajo era a correr los mismos caminos de siempre, llevando a veces un mensaje escrito, otras sólo uno grabado en su memoria, otras en un LR.
Éste último era el caso hoy. Ya había corrido cuarenta y dos kilómetros, bordeando el río por su margen occidental. Llevaba en su cinturón un pequeño casquillo plateado que contenía información cifrada mediante un dispositivo secuencial que…
-Uf!- Siempre que se ponía a pensar en tanta cosa terminaba agotado de solo pensarlo. Atendió el camino.
Un tenue zumbido surcó el aire. Mirando con el seño fruncido hacia las nubes, Philippe se apartó del camino y se escondió entre unos arbustos.
A un centenar de metros sobre su cabeza pudo ver una Nav-Com. La pequeña nave pasó velozmente sobre su escondite y siguió su curso hacia el sur.
Nunca llegaría a comprender cómo era que con naves como aquella la Armada todavía requiriera servicios del tipo que él les brindaba.
Se levantó cautelosamente, mirando hacia el cielo en todas direcciones. Nunca se sabía cuando podía aparecer una Com enemiga, o aún peor, alguna piloteada. Ya había tenido una vez un encuentro de este tipo y no le había agradado en lo más mínimo.
Siguió su camino hacia el sur, siguiendo el tenue rastro del aparato en el cielo.
Jeanne.
Se despertó sobresaltada, como en los últimos días.
Al costado de la cama el pequeño aparato receptor chilló. Comenzó a imprimir en una pantalla; “2 Com’s Norte-Sur, rivera oeste. Tropas terrestres 20 km al oeste. Máxima precaución.”
-Otra veeeez!- con voz cansina –No puede ser, recién acabo de terminar mi sección y me indican de nuevo!- Recogió una prenda del suelo y se metió en ella. Parecía un traje de buzo, pero se ajustaba perfectamente a su cuerpo, además de contar con una “piel” de alta tecnología que le permitía moverse con total libertad, sin sufrir ni calor ni frío, y ser altamente resistente. Y sobre todo, resistía disparos balísticos y de impacto térmico y lumínico. Estaba orgullosa de ella. Se la había regalado Guy hacía unos meses ya. Su traje personal, de vívido color azul, que ella gustaba imaginar era una armadura de aquellas que había visto en las clases de historia con el viejo.
Colocó en su cintura el generador de campo, algunos Di-Packs, el aturdidor, y su Generador de Fase Lineal.
Leyó las siglas en el mango. GFL-UD32. -Uh, que plomo!- “Espada de Luz” le gustaba llamarlo a ella. Es que siempre la gente usaba nombres tan complejos y faltos de sentido… Si se parecía a una de esas antiguas espadas que había visto en los Vis, por qué no llamarla así, entonces? Guy siempre le recriminaba, aducía que si quería ser una Soldado profesional, debía comportarse como tal, sentir, pensar y hablar como una.
Abrió la puerta de su vivienda y salió al exterior.
Doce metros más abajo la esperaba el suelo. La caída fue veloz. Le gustaba, le servía para despabilarse por las mañanas. Una fracción de segundo antes de tocar el suelo los Retro se activaron, reduciendo su velocidad, así ella solo tuvo que amortiguar parte de la caída.
Subió a su Drive y se acercó lentamente al río. Al llegar al agua pudo sentir el frío de las gotas salpicando hacia los costados. Fijó su mirada en el curso del río. Un poco más al sur. Su vista recorrió el agua, la pradera más allá, y luego el cielo.
Finalmente los vio.
Eran dos pequeños puntos claros en el cielo, cerca del suelo, apenas sobre los árboles.
Encendió su Generador de Campo, ajustó el Guía Primario, y aceleró.
La estela de espuma y burbujas cruzó el río, corriente abajo.
Ya había perdido la cuenta de cuanto tiempo llevaba corriendo. Se puso a hacer el cálculo. Hum… Si había salido hacia las 25 de Loires, y se había detenido solo para comer algo en el río, entonces… Hum… A ese paso habría estado más o menos…
El golpe llegó desde la izquierda. Solo hubo un zumbido de advertencia antes, pero él no fue lo suficientemente rápido para evadirlo. Aunque a decir verdad, era casi imposible esquivar eso. Nunca había sentido antes el impacto directo de un dispositivo de disrupción biológica. Su mente no comprendía bien qué era lo que sucedía. Simplemente gritaba en su interior, debido al intenso dolor que sentía en un costado. Cayó al piso, gimiendo. Se tocó el cuerpo, y pudo sentir como sus dedos se hundían en lo que parecía ser una papilla de carne. Abundante sangre corría hacia el suelo, y su mente estaba aturdida por el dolor y el desconcierto.
La pequeña nave se acercó. Otra más aguardó un poco más distante, sobre el río. Ambas eran iguales; medían alrededor de cinco metros de largo, brillaban de un color plata cegador, y tenían líneas muy estilizadas.
La com se quedó flotando unos segundos a pocos metros de Philippe, como si observara la situación. El muchacho pudo oír unos zumbidos, y tras unos segundos, la nave se posó suavemente en el suelo. Unas pequeñas ruedecillas le sirvieron para acercarse hasta el cuerpo. Philippe recordó entonces lo que había escuchado sobre las coms; que si no te matan al primer disparo, es entonces porque serás utilizado como conejillo de indias en algún experimento, o aún peor, serás víctima del Método.
Philippe trató de incorporarse, pero solo logro aumentar su dolor. Su visión ya no le era fiel, y sentía un agudo dolor en los oídos.
Entonces la nave más alejada simplemente se vaporizó. Sin ninguna advertencia, una cegadora luz llenó el aire unos segundos, acompañada de un estruendoso ruido. Algunos pedazos de metal y plástico salpicaron el agua del río.
Entonces la com que se encontraba junto al muchacho se elevó nuevamente en el aire, manteniéndose unos segundos. Luego se alejó hacia el sur, siguiendo la rivera del río a baja altura.
Philippe alcanzó a ver apenas un movimiento sobre la superficie del agua, y escuchar un grito, antes de desvanecerse.
Philippe.
Cuántas veces tendría que hacer ese camino? Ya estaba cansado. Tenía los pies hinchados y el calor agobiante no le dejaba pensar con claridad.
Llevaba unas cuantas horas marchando, a veces al trote, otras sólo caminando, pero siempre con premura, atendiendo al mensaje que debía entregar.
Su nombre era Philippe, era quinto hijo varón en una familia de nueve. Desde pequeño había recorrido la campiña, a veces andando, otras a galope de caballo, otras en Drive. Conocía perfectamente cada palmo de esa tierra, y sentía bajo sus pies vibrar los caminos a su andar.
En sus dieciocho años nunca había salido de la provincia, y sus ansias de conocer otras tierras y pueblos siempre le habían llenado el espíritu.
Ahora tenía la oportunidad. Había sido reclutado por la Armada para servicios de menor grado, puntualmente como mensajero, aunque a veces le eran encargadas otras labores de diferente naturaleza.
Al principio vio en estos sucesos la oportunidad de salir finalmente de su reclusión entre esas montañas, inspirado por la idea de viajes y “misiones secretas” –como él solía llamarlas con sus amigos- a otros parajes. Pero finalmente resultó que a lo que se limitaba su trabajo era a correr los mismos caminos de siempre, llevando a veces un mensaje escrito, otras sólo uno grabado en su memoria, otras en un LR.
Éste último era el caso hoy. Ya había corrido cuarenta y dos kilómetros, bordeando el río por su margen occidental. Llevaba en su cinturón un pequeño casquillo plateado que contenía información cifrada mediante un dispositivo secuencial que…
-Uf!- Siempre que se ponía a pensar en tanta cosa terminaba agotado de solo pensarlo. Atendió el camino.
Un tenue zumbido surcó el aire. Mirando con el seño fruncido hacia las nubes, Philippe se apartó del camino y se escondió entre unos arbustos.
A un centenar de metros sobre su cabeza pudo ver una Nav-Com. La pequeña nave pasó velozmente sobre su escondite y siguió su curso hacia el sur.
Nunca llegaría a comprender cómo era que con naves como aquella la Armada todavía requiriera servicios del tipo que él les brindaba.
Se levantó cautelosamente, mirando hacia el cielo en todas direcciones. Nunca se sabía cuando podía aparecer una Com enemiga, o aún peor, alguna piloteada. Ya había tenido una vez un encuentro de este tipo y no le había agradado en lo más mínimo.
Siguió su camino hacia el sur, siguiendo el tenue rastro del aparato en el cielo.
Jeanne.
Se despertó sobresaltada, como en los últimos días.
Al costado de la cama el pequeño aparato receptor chilló. Comenzó a imprimir en una pantalla; “2 Com’s Norte-Sur, rivera oeste. Tropas terrestres 20 km al oeste. Máxima precaución.”
-Otra veeeez!- con voz cansina –No puede ser, recién acabo de terminar mi sección y me indican de nuevo!- Recogió una prenda del suelo y se metió en ella. Parecía un traje de buzo, pero se ajustaba perfectamente a su cuerpo, además de contar con una “piel” de alta tecnología que le permitía moverse con total libertad, sin sufrir ni calor ni frío, y ser altamente resistente. Y sobre todo, resistía disparos balísticos y de impacto térmico y lumínico. Estaba orgullosa de ella. Se la había regalado Guy hacía unos meses ya. Su traje personal, de vívido color azul, que ella gustaba imaginar era una armadura de aquellas que había visto en las clases de historia con el viejo.
Colocó en su cintura el generador de campo, algunos Di-Packs, el aturdidor, y su Generador de Fase Lineal.
Leyó las siglas en el mango. GFL-UD32. -Uh, que plomo!- “Espada de Luz” le gustaba llamarlo a ella. Es que siempre la gente usaba nombres tan complejos y faltos de sentido… Si se parecía a una de esas antiguas espadas que había visto en los Vis, por qué no llamarla así, entonces? Guy siempre le recriminaba, aducía que si quería ser una Soldado profesional, debía comportarse como tal, sentir, pensar y hablar como una.
Abrió la puerta de su vivienda y salió al exterior.
Doce metros más abajo la esperaba el suelo. La caída fue veloz. Le gustaba, le servía para despabilarse por las mañanas. Una fracción de segundo antes de tocar el suelo los Retro se activaron, reduciendo su velocidad, así ella solo tuvo que amortiguar parte de la caída.
Subió a su Drive y se acercó lentamente al río. Al llegar al agua pudo sentir el frío de las gotas salpicando hacia los costados. Fijó su mirada en el curso del río. Un poco más al sur. Su vista recorrió el agua, la pradera más allá, y luego el cielo.
Finalmente los vio.
Eran dos pequeños puntos claros en el cielo, cerca del suelo, apenas sobre los árboles.
Encendió su Generador de Campo, ajustó el Guía Primario, y aceleró.
La estela de espuma y burbujas cruzó el río, corriente abajo.
Ya había perdido la cuenta de cuanto tiempo llevaba corriendo. Se puso a hacer el cálculo. Hum… Si había salido hacia las 25 de Loires, y se había detenido solo para comer algo en el río, entonces… Hum… A ese paso habría estado más o menos…
El golpe llegó desde la izquierda. Solo hubo un zumbido de advertencia antes, pero él no fue lo suficientemente rápido para evadirlo. Aunque a decir verdad, era casi imposible esquivar eso. Nunca había sentido antes el impacto directo de un dispositivo de disrupción biológica. Su mente no comprendía bien qué era lo que sucedía. Simplemente gritaba en su interior, debido al intenso dolor que sentía en un costado. Cayó al piso, gimiendo. Se tocó el cuerpo, y pudo sentir como sus dedos se hundían en lo que parecía ser una papilla de carne. Abundante sangre corría hacia el suelo, y su mente estaba aturdida por el dolor y el desconcierto.
La pequeña nave se acercó. Otra más aguardó un poco más distante, sobre el río. Ambas eran iguales; medían alrededor de cinco metros de largo, brillaban de un color plata cegador, y tenían líneas muy estilizadas.
La com se quedó flotando unos segundos a pocos metros de Philippe, como si observara la situación. El muchacho pudo oír unos zumbidos, y tras unos segundos, la nave se posó suavemente en el suelo. Unas pequeñas ruedecillas le sirvieron para acercarse hasta el cuerpo. Philippe recordó entonces lo que había escuchado sobre las coms; que si no te matan al primer disparo, es entonces porque serás utilizado como conejillo de indias en algún experimento, o aún peor, serás víctima del Método.
Philippe trató de incorporarse, pero solo logro aumentar su dolor. Su visión ya no le era fiel, y sentía un agudo dolor en los oídos.
Entonces la nave más alejada simplemente se vaporizó. Sin ninguna advertencia, una cegadora luz llenó el aire unos segundos, acompañada de un estruendoso ruido. Algunos pedazos de metal y plástico salpicaron el agua del río.
Entonces la com que se encontraba junto al muchacho se elevó nuevamente en el aire, manteniéndose unos segundos. Luego se alejó hacia el sur, siguiendo la rivera del río a baja altura.
Philippe alcanzó a ver apenas un movimiento sobre la superficie del agua, y escuchar un grito, antes de desvanecerse.
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