Bueno, haciendo una pausa del estudio u.u me puse a pensar y repensar, leer y releer... y salió algo. Espero les guste.
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Mapas Astrológicos, Relojes que medían el tiempo en extrañas medidas, Móviles que representaban galaxias lejanas, Astrolabios, telescopios, Faroles que parecían vitreauxs en miniatura, Siete tinteros con tinta reseca y llena de polvo, Plumas de Kookaburra salvaje esparcidas a lo largo y a lo ancho del escritorio, Pergaminos con una letra garabateada en tinta escarlata y Libracos amarillentos abiertos, marcados con señaladores de hierro. Un Inciensario grande lo coronaba todo, humeando ya lo poco que quedaba de la hierba calcinada en su interior que esparcía aquel aroma dulzón por el ambiente. Por sobre todo aquello, doce velámenes esparcían luz golosa y ebundante para que el Hechicero pudiera trabajar adecuadamente. Y doblado sobre su banco de trabajo, utilizando instrumentos, comparando datos y escribiendo una que otra medición en un gran papiro en blanco desplegado sobre la parte de derecha, el drow trabajaba pacientemente.
Movió el cuello y las vértebras resonaron como si fuesen parte de una bisagra viejísima que hacía mucho no era abierta. Limpiándose el sudor sobre la frente, se quitó los anteojos y comenzó a estirarse sobre el banco. Cuanto hacía ya que estaba despierto trabajando? Cinco, Siete horas? No podía saberlo en aquel, su estudio, con los postigos cerrados e inundado de una penumbra que lo cubría todo. Hacía bastante que trabajaba haciendo las mediciones anuales de las Contelaciones, anotando los movimientos que precederían a las festividades religiosas propias de su raza... quizá más de una semana. Todos los días levantándose de madrugada para efectuar las mediciones, todos los días deteniendo su trabajo al amanecer para efectuar el Saludo a Ra, Helios o simplemente, el Sol. Todos los días doblado sobre su mesa de trabajo hasta entrada la tarde, cuando volvía a dormir... era un justo descanso al entrenamiento diario y los viajes en que había estado inmerso, le habían dicho. Ahora él se preguntaba: en que parte de todo esto está el descanso? Estaba cansado de tanto hacer estas anotaciones que un simple novato podría hacer mas ligeramente que él, y los huesos se le quejaban con quejidos que él ya conocía de sobra. Pero las órdenes de los Sumos Sacerdotes no se discutían jamás. Hacía mucho tiempo que aquellos Ancianos eran lo que eran, demasiado tiempo para la vida de un mortal: tenían entendimientos mas allá de lo que cualquier razón podría obrar resultados, o siquiera predicciones.
Se levantó del banco, dejando la pluma entintada sobre el viejo escritorio, lleno de cicatrices que en la madera parecían los rasguños de algún animal. Respiró hondo y el aire viciado de aquella habitación le entró de lleno en los pulmones, haciendolo toser un poco. Diablos, decididamente necesitaba un descanso.
Abrió la puerta pintada de negro que conducía a su estudio, y la cerró maquinalmente: el cartelcito colgado de un clavo mal clavado decía "Oficina de Reclutamiento"; pero hacía tanto tiempo que ningún recluta se presentaba que se rió un poco ante el tono irónico del cartel. Además, aquel trazo infantil le recordaba otras épocas. Dió unos pasos por el amplio comedor, también vacío, y contempló como el polvo formaba nubecillas que el sol, a trasluz por los amplios ventanales de la entrada, dibujaba casi juguetonamente. La Madriguera estaba vacía casi por completo... Todos sus habitantes estaban o bien fuera de ella, de viaje, o bien ocupados en las tareas diaria de la casa. Juustamente pensaba en ello cuando Rouws, la semielfa que tenían por criada, entró con su delantal de trabajo y un cubo de agua jabonosa. Echándole una mirada se arregló rápidamente para estar un poco más presentable y dejó el cubo al piso de la cocina. Con su vocecita, cándida como la de una pequeña elfina y aún asi llena de una vigorosidad que solo los años marcan, le dijo:
-Buenos Cataq, deseas que te prepare algo de desayuno?-
-No gracias Rouws, ya comí algo hace unas cuantas horas atrás- respondió él, caminando hacia la cocina y comenzando a abrir las puertas de la alacena. Curiosa, mientras se lavaba las manos, ella preguntó:
-Puede serte de ayuda en algo? Buscas alguna cosa que te pueda facilitar?-
-Despreocupate Rouwcita - dijo el drow, dándole un rápido beso en la mejilla, y continuando con su búsqueda - Ya haces suficiente trabajo ocupándote de esta inmensa Madriguera. Por lo demás, solo estaba viendo que no nos faltase nada en lo que respecta a provisiones-
-Oh, por eso no tienes porque preocuparte- dijo, mirándole algo ruborizada por el beso: no estaba acostumbrada a ser mimada -Esta tarde iré al mercado de Dion y compraré lo necesario; igualmente estamos bien provistos-
-Por favor - dijo él, tranquilamente - Déjame ir al mercado a mi. Estoy harto de estar en esa habitación encerrado trabajando, necesito un poco de aire y de sociedad. Dime qué comprar y lo compraré. Vi que faltaban panificados...-
-Así es, y si quieres hacer las compras no me irá nada mal. Debes comprar unos cuantos quintales de harina, algo de maíz; también se nos acabaron las manzanas...-
Minutos después pestañeaba varias veces frente al sol que le deslumbraba inmensamente por sobre aquella pradera opaca que rodeaba la casa, con unos cuantos datos en la mente y unas toses por respirar aire puro luego de tanto tiempo de encierro. Se detuvo en una lomada del terreno a contemplar el panorama y sonrió como un anciano. El Otoño había caído sobre todo aquel lugar, tiñíendolo de marrón y dorado, dándole un hermoso toque de melancolía al ambiente. Había un ambiente que tranquilamente podría haber invitado a dormir en una cómoda cama, o a organizar una linda fiesta bajo el sol, con músicos y bebida abundante. Riéndose, se dirigió hacia la mole de edificios humeantes en el horizonte, el Pueblo que llevaba el nombre de Dion.
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Mapas Astrológicos, Relojes que medían el tiempo en extrañas medidas, Móviles que representaban galaxias lejanas, Astrolabios, telescopios, Faroles que parecían vitreauxs en miniatura, Siete tinteros con tinta reseca y llena de polvo, Plumas de Kookaburra salvaje esparcidas a lo largo y a lo ancho del escritorio, Pergaminos con una letra garabateada en tinta escarlata y Libracos amarillentos abiertos, marcados con señaladores de hierro. Un Inciensario grande lo coronaba todo, humeando ya lo poco que quedaba de la hierba calcinada en su interior que esparcía aquel aroma dulzón por el ambiente. Por sobre todo aquello, doce velámenes esparcían luz golosa y ebundante para que el Hechicero pudiera trabajar adecuadamente. Y doblado sobre su banco de trabajo, utilizando instrumentos, comparando datos y escribiendo una que otra medición en un gran papiro en blanco desplegado sobre la parte de derecha, el drow trabajaba pacientemente.
Movió el cuello y las vértebras resonaron como si fuesen parte de una bisagra viejísima que hacía mucho no era abierta. Limpiándose el sudor sobre la frente, se quitó los anteojos y comenzó a estirarse sobre el banco. Cuanto hacía ya que estaba despierto trabajando? Cinco, Siete horas? No podía saberlo en aquel, su estudio, con los postigos cerrados e inundado de una penumbra que lo cubría todo. Hacía bastante que trabajaba haciendo las mediciones anuales de las Contelaciones, anotando los movimientos que precederían a las festividades religiosas propias de su raza... quizá más de una semana. Todos los días levantándose de madrugada para efectuar las mediciones, todos los días deteniendo su trabajo al amanecer para efectuar el Saludo a Ra, Helios o simplemente, el Sol. Todos los días doblado sobre su mesa de trabajo hasta entrada la tarde, cuando volvía a dormir... era un justo descanso al entrenamiento diario y los viajes en que había estado inmerso, le habían dicho. Ahora él se preguntaba: en que parte de todo esto está el descanso? Estaba cansado de tanto hacer estas anotaciones que un simple novato podría hacer mas ligeramente que él, y los huesos se le quejaban con quejidos que él ya conocía de sobra. Pero las órdenes de los Sumos Sacerdotes no se discutían jamás. Hacía mucho tiempo que aquellos Ancianos eran lo que eran, demasiado tiempo para la vida de un mortal: tenían entendimientos mas allá de lo que cualquier razón podría obrar resultados, o siquiera predicciones.
Se levantó del banco, dejando la pluma entintada sobre el viejo escritorio, lleno de cicatrices que en la madera parecían los rasguños de algún animal. Respiró hondo y el aire viciado de aquella habitación le entró de lleno en los pulmones, haciendolo toser un poco. Diablos, decididamente necesitaba un descanso.
Abrió la puerta pintada de negro que conducía a su estudio, y la cerró maquinalmente: el cartelcito colgado de un clavo mal clavado decía "Oficina de Reclutamiento"; pero hacía tanto tiempo que ningún recluta se presentaba que se rió un poco ante el tono irónico del cartel. Además, aquel trazo infantil le recordaba otras épocas. Dió unos pasos por el amplio comedor, también vacío, y contempló como el polvo formaba nubecillas que el sol, a trasluz por los amplios ventanales de la entrada, dibujaba casi juguetonamente. La Madriguera estaba vacía casi por completo... Todos sus habitantes estaban o bien fuera de ella, de viaje, o bien ocupados en las tareas diaria de la casa. Juustamente pensaba en ello cuando Rouws, la semielfa que tenían por criada, entró con su delantal de trabajo y un cubo de agua jabonosa. Echándole una mirada se arregló rápidamente para estar un poco más presentable y dejó el cubo al piso de la cocina. Con su vocecita, cándida como la de una pequeña elfina y aún asi llena de una vigorosidad que solo los años marcan, le dijo:
-Buenos Cataq, deseas que te prepare algo de desayuno?-
-No gracias Rouws, ya comí algo hace unas cuantas horas atrás- respondió él, caminando hacia la cocina y comenzando a abrir las puertas de la alacena. Curiosa, mientras se lavaba las manos, ella preguntó:
-Puede serte de ayuda en algo? Buscas alguna cosa que te pueda facilitar?-
-Despreocupate Rouwcita - dijo el drow, dándole un rápido beso en la mejilla, y continuando con su búsqueda - Ya haces suficiente trabajo ocupándote de esta inmensa Madriguera. Por lo demás, solo estaba viendo que no nos faltase nada en lo que respecta a provisiones-
-Oh, por eso no tienes porque preocuparte- dijo, mirándole algo ruborizada por el beso: no estaba acostumbrada a ser mimada -Esta tarde iré al mercado de Dion y compraré lo necesario; igualmente estamos bien provistos-
-Por favor - dijo él, tranquilamente - Déjame ir al mercado a mi. Estoy harto de estar en esa habitación encerrado trabajando, necesito un poco de aire y de sociedad. Dime qué comprar y lo compraré. Vi que faltaban panificados...-
-Así es, y si quieres hacer las compras no me irá nada mal. Debes comprar unos cuantos quintales de harina, algo de maíz; también se nos acabaron las manzanas...-
Minutos después pestañeaba varias veces frente al sol que le deslumbraba inmensamente por sobre aquella pradera opaca que rodeaba la casa, con unos cuantos datos en la mente y unas toses por respirar aire puro luego de tanto tiempo de encierro. Se detuvo en una lomada del terreno a contemplar el panorama y sonrió como un anciano. El Otoño había caído sobre todo aquel lugar, tiñíendolo de marrón y dorado, dándole un hermoso toque de melancolía al ambiente. Había un ambiente que tranquilamente podría haber invitado a dormir en una cómoda cama, o a organizar una linda fiesta bajo el sol, con músicos y bebida abundante. Riéndose, se dirigió hacia la mole de edificios humeantes en el horizonte, el Pueblo que llevaba el nombre de Dion.
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