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Crónicas Inmateriales

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  • #16
    //// Ando medio preocupado porque mañana rindo, pero escribir me relaja. Es medio basura, lo sé, pero bueno... es lo que hay.
    Umi, gracias por la recomendación y por seguir leyendo ^.^ Creo que dentro de un par de capítulos te incluyo.
    Un Saludo =) /////
    1) estamos en las mismas Cataq aunque yo rindo el miercoles, Muchos exitos mañana!

    2) Basura???? tu no escribes basura! escribes muy bien, no te pases de modesto >.>

    3) seria un honor que me incluyeras en tu historia, con lo poco que nos conocemos :$,yo tambien estoy pensando en incluirte en las mias, despues de los examenes estaría bueno que nos encontraramos para rolear on game.
    Saludos! y Exitos!
    Umi


    Marmalade Boy
    *Saigo no yakusoku*

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    • #17
      El Victimario, o La Bestia Liberada

      Fundirse dentro de la elfa no había sido liberador, no había sido nada grato en realidad. Había sido más bien una cruzada, una especie de dolor liberador, de ganas encerradas desde hacía demasiado tiempo, de muchas cosas. La luz, ese color oscilante que parecía vibrar con una intensidad enfermiza, se apagó de repente, y con ella (o sin ella, mejor dicho), él se sintió solo. Solo consigo mismo, y con el aullido de algo chillándole en los oídos.

      Algo que no le dejaba pensar, algo que era como una necesidad, y no lo era al mismo tiempo.

      Open your heart
      I'm beating right here
      Open your mind
      I'm being right here, right now


      Se vió arrodillado en una suerte de callejón sucio, se vió a si mismo encogido en un ovillo, cubierto por ropas que no eran de él, y sin embargo le sentaban cómodas. Era de noche (o eso parecía), y la elfa se había desvanecido... estaba dentro de ella? O estaba en otro lado, en otro lugar?

      Dioses, esa voz dentro suyo, esa necesidad innata, ese tensar los músculos sin pensarlo... Destilaba Odio, destilaba hambre y sed. Apestaba a violencia. Frunció el ceño y gruñó, sintiendo dentro y fuera suyo una animalidad como nunca había sentido, un excelente desenlace, pensó, para lo que parecía ser un tiempo extra en su existencia (pues no podía hablar de vida).
      Pero no se pensó. La necesidad lo movía, y en ella no había palabras. Eran insinuaciones, gestos de aquella cosa que ahora lo dominaba, excelente cosa que le hacía sentir bien, y mal al mismo tiempo.

      Le faltaba algo. Algo que su instinto lo movía a buscar, casi como una sombra flotando por los adoquines de aquel callejón.
      Se acercaba a las paredes, sin saber porqué. Caminaba como un poseso o un loco, apoyando apenas las yemas de los dedos en las paredes, percibiendo huellas que no toods pueden percibir. Sus sentidos estaban completamente exhacerbados, indicándole la menor variación de sonido, temperatura o movimiento alrededor suyo.

      I see my reflection in the window
      This window clean inside, dirty on the out
      I'm looking different then me

      Canturreando palabras que no sabía de donde salían, en un idioma que entendía, pero le era desconocido. Actuaba casi mecánicamente, pero consciente de todo lo que hacía.

      Oh, Am I who I think I am?
      I look out my window and see it's gone wrong
      My court is in session and now I slam my gavel down!


      Las palabras pintaban una demente sonrisa en su rostro, y fue entonces cuando se detuvo cauteloso en un recodo del callejón, póbremente iluminado con faroles. Dos, tres muchachos se agrupaban bajo uno de los faroles: vestían como él, largas capas de colores amarronados que llegaban al mugriento suelo... pero la de él lucía rasgada y vieja. Muy vieja, como él.

      Los olió. Sintió su aroma a hombría, a risas joviales, a juventud. Casi podía sentir sus venas palpitando y su sudor corriendo, y la grasa pegándoseles a la piel y los cabellos. Olor a humano, olor inequívoco. Arañó la pared y asomó la lengua, lamiendo el aire. Mientras torcía la cabeza, a segundos de la acción, canturreaba en voz baja:

      I'm judge and I'm jury and I'm executioner too

      A la carrera se lanzó sobre ellos, y saltó como jamás creyó que podría hacerlo, arrojando a dos de los muchachos al suelo, y cayendo sobre uno de ellos. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero la razón era ahora un niño agazapado, muerto de susto, en algún rincón polvoriento de su mente. Solo la fuerza de la sangre actuaba, aquella fuerza que le hacía reírse del horror que se pintaba en los ojos del muchacho, que le hacía relamerse de saciar un hambre que no sabía que tenía. Un simple movimiento de brazos, y el muchacho ya no vivía: cuello roto y ojos desorbitados afirmaban que había cesado la vida.

      Los otros dos muchachos gritaron al ver a su tercer compañero inmóvil, y al ver aquella sombra encapuchada que se les había venido encima girar y contemplarlos a ellos. Desenvainaron sendas espadas, en un intento de defensa; pero, que defensa cabe imaginarse contra una criatura humanoide que obedece las leyes que lleva inscriptas en la sangre desde tiempos inmemoriales?

      El segundo apenas pudo sostener la espada cuando él se le tiró encima, y se desmayó al impactar el suelo. El último, muerto de miedo, logró herirlo en un brazo antes de que lograra hundir sus dedos en su vientre: no era que se hubiera transoformado en un monstruo literalmente, sino que su monstruosidad radicaba en su falta de humanismo en sus actos. Contemplando los cadáveres tumbados, comenzó a reir sin piedad. Su risa le hacía bien, y la había hecho bien aquel pequeño combate.
      Si, valía la pena estar vivo

      Un flechazo en su hombro le despertó de su hipnosis inducida. Una guardiana que circulaba la calle había descubierto la escena, y sin dudarlo estaba disparándole con su arco. Él tampoco se detuvo a pensar: arrancó la flecha de su hombro y se acercó a la carrera hacia donde ella estaba. Otra flecha se le clavó en una pierna, y ya estuvo sobre ella. Era de raza oscura, como él, y se agitó muchísimo más de lo que él creía que se agitaría. La desarmó y la contempló unos instantes... los suficientes para reconocerla.

      -Vaya vaya vaya, Lurumianidi, volvemos a encontrarnos-
      -Quien eres tu, cosa vil ...? - dijo ella, sorprendida de que semejante engendro pudiera hablar. Pero sus ojos de plata se abrieron demasiado por la sorpresa al ver quien era su opresor - Cataqclismo! Como ...? Cuando...? Porque..?-
      -No me llames así- dijo, sombrío, con una voz que se sorprendió de tener -Al menos, no esta noche-

      Un pitido resonó cerca, unas calles mas allá. Era un pitido de guardia, y se estaba acercando: señal de que ella les había advertido a sus colegas sin que él lo hubiese advertido. En pocos instantes se vería rodeado.

      -Deberás responder por la muerte de estos hombres, Cataqclismo. Aún a pesar que nos conozcamos, debo cumplir con mi deber- dijo ella, ahora un poco mas tranquila.
      -No esta noche, no aqui- dijo él, acercándosele - Adiós, Lurumianidi, y espero nos volvamos a encontrar algún día-

      Se incorporó y se desvaneció con un pase que se sorprendió de utilizar en un estado tan... animal. Estaba ahora envuelto en sombras, en un umbral de una casa de dos pisos: probablemente una posada. Sentía las correrías de los guardias, unas cuadras mas acá: contuvo sus ganas de reír y llamó a la puerta. Unos instantes después, entró.
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      • #18
        Como lo había supuesto, era una posada de mala muerte. Una vela sola, prendida desde la barra, iluminaba póbremente el lugar, que tendría unas cuatro mesas rústicas de madera y un aire a no tener mucha popularidad últimamente. El posadero escrutó su rostro unos instantes, y luego continúo con lo que estaba haciendo.
        Detuvo su excitación unos instantes, y el niño asustado de la razón logró incorporarse y darle mas palabras. Por más que su hambre no se hubiese calmado, necesitaba dejar que los callejones se vaciaran para volver a ellos.

        -Quisiera una habitación- dijo con una voz bastante tranquila.
        -Tendrá que compartirla con alguien, es lo único que me queda. Son diez quintales la noche-
        -Está bien, la tomaré- dijo, sin prestar mucha atención a lo que el viejo le decía
        -Arriba a la derecha, caballero- dijo el hombre, y bostezó.

        No esperó que le dieran mas indicaciones: subió por las escaleras sin hacer ruido y abrió la única puerta a la derecha que encontró. Se sorprendió de encontrarse con su compañera de habitación despierta: a juzgar por el vacío de las calles, era muy tarde... Pero más se sorprendió en ver quién era esa muchacha.

        -Que me condenen, me voy a encontrar con todos esta noche?- dijo, aparentando alegría -Fractal, tanto tiempo!-
        Ella no lo reconoció al principio, pero si lo hizo al oír su voz. Corrió hasta donde él estaba y le dió el abrazo mas caluroso que había recibido en mucho tiempo: toda ella emanaba santidad y bondad.
        -Cataqclismo, maldito drow, hacía años que no te veía! Y te vengo a encontrar aquí, de compañero de habitación! Ven, siéntate, tenemos mucho de que hablar-
        El único lecho de la habitación era una cama que podría haber albergado cuatro orcos: muy amplia, pero con excesivas colchas para una noche de primavera como era aquella. Ella se sentó de un lado del lecho y le indicó a él que se sentara del otro lado. Él se despojó de su capa raída y se sentó. La sangre no le había dejado de palpitar las venas en toda la velada... y la visión de la frágil humana no le ayudaba a calmarse, precisamente.

        -Cuéntame todo, todo! Donde has estado en todos estos años? Supe que has estado viajando mucho, supe que te ascendieron de rango! Pero cuéntamelo tu, drow- dijo ella con una alegría increíble en la voz. Aún parecía la misma adolescente que él había conocido por primera vez.
        -Ehr... Mejor cuentame tu primero. Mis historias son aburridas - dijo, inusualmente cortante. Intentó mirar hacia afuera, hacia la ventana de vidrios rotos... pero la humana lo atrapaba como un extraño hechizo, y su sangre parecía aún más caliente que nunca
        -Bueno... que te puedo contar? - dijo ella, mirándose las uñas - Me ordené en el clero hace unos años, finalmente... Pude conocer a Terrop, el Maestro de Maestros... He sido reclutada como Maestra también , dentro de los que hacen el inventario de la Biblioteca de la Torre de Marfil...-

        Ella continuaba hablando, pero él oía poco. En toda aquella noche no había parado de oír aquella voz suave e insistente, la misma voz que le había ordenado matar para sentirse liberado, para saciar aquel apetito.
        Si se hubiese detenido a pensar dos minutos, habría concluído que la joven Fractal no podía seguir viva: los dos eran jóvenes cuando se conocieron, y él continuaba rondando el milenio con cada año que ganaba.

        Pero sus ojos estaban fijos en ella: en su corto cabello pelirrojo, en sus ojos de almendra que miraban a todos lados sin realmente mirar nada, en su piel como crema, en esas túnicas que usaban las Hermanas de la Orden, tan insinuantes...

        -...Y esa ha sido mi vida! Pero bueno, cuéntame de ti ahora! Un Antiguo como tu es para mi todo un libro abierto, una fuente de saber. Podríamos enseñarnos mutuamente, claro, pero... -ella comenzó a mirarlo, incómoda -...Porque me estás mirando así?- dijo, con una risita falsa
        -Recuerdas las tardes que solíamos pasar explorando lugares?- dijo él, y fué algo que no hubiese querido decir, pero lo dijo. Continuaba inmóvil delante de ella, invadido por ella.
        En cambio, ella se había sonrojado con la frase que él le había dicho, y había clavado la mirada en el colchón. Nunca la había visto tan avergonzada de si misma, pero sin embargo, y sin levantar la mirada del colchón debajo de ellos, comenzó a decir con la mas dulce voz:
        -Yo... jamás pensé que hubiese significado tanto para vos. Pero si, debo admitirlo, era una tonta en esa época y me hice la cabeza pensando que... capaz, si lograba cautivarte con un poco de paseos por acá, y magia por aqui... vos me ibas a prestar un poco más de atención. Pero te fuiste, y nunca más volví a saber de vos. También me vi tentada a otros, claro... pero pronto vi que no era ese mi destino, y me ordené. Creía haberte dejado atrás, pero ahora... -dijo, alzando la mirada y mirándole como él la estaba contemplando - ...ahora te introducís en mi habitación, a esta hora de la noche, y me decís eso... y me mirás así...y...-

        Él se acercó y puso un dedo entre sus labios, y la tomó con su otro brazo en un abrazo para acercarla. Ella era como una llama, débil, agitada por una suave y débil brisa nocturna, que era él. Alimentada por él.
        -Haz silencio. Deja que las cosas pasen- dijo él, con un simple tono. La razón continuaba oculta, y era su animalismo el que actuaba: su sed por satisfacer una necesidad
        Se le acercó suavemente y la besó. Ella cerró los ojos y dejó escapar un gemido de placer, y lo abrazó; aún así, no cesaba de temblar, como una niña asustada o dubitativa.

        Él la tendió suavemente en el lecho, y entonces ella abrió los ojos y le miró en tono suplicante.
        -No puedo... Tengo un voto de Castidad que respetar...-
        -No harás nada que rompa ese voto, te lo prometo- dijo él, y la razón y su ser comenzaron a regresar ante él; solo que combinados con el animalismo propio de momentos como ese. Le dió un largo y dulce beso; entonces exhibió su cuello. Con un cristal de la ventana, hizo un breve tajo del que comenzó a manar la sangre en hilos. Ella estaba fascinada por ese momento, y no pudo demostrar demasiado su sorpresa al ver lo que el drow hacía. Él comprendió: era ella quien estaba hipnotizada ahora.
        -Bebe- le susurró él, suavemente.
        -Que?- dijo ella, también suavemente, buscando sus labios.
        -Bebe, Fractal- dijo él, mirándola a los ojos.

        Ella dudó unos instantes, pero luego se acercó a su cuello, muy despacio, y lamió su herida. Durante un buen tiempo la sintió beber de él, sumidos ambos en ese éxtasis que es el acto vampírico.

        Ella volvió a él, extasiada, y le dió otro beso largo y dulce, tras lo cual se quedó dormida, abrazada a su nuevo compañero.



        Él, saboreando de su misma sangre, comenzó a preguntarse muchas cosas. Estaba débil y cansado, y debería reponerse antes de irse de allí... pero si, podría seguir. Quizás mañana.







        Quizás despertaría cayendo, otra vez.




        /////Bueno, ahora si me voy a la cama. No se me pongan nerviosos los que todavía no entraron en la historia... ya van a entrar. Y como les dije antes, no se extrañen de ver cosas fuera de lo común, o que se les adjudique roles a personajes que no tienen nada que ver. Este es mi collage del subconsciente de mi negro... entre él y yo, quien sabe que puede surgir =P

        Un saludo ^^

        PD: dejen críticas, no sean ratas <.<
        PD2: me olvidaba decir: las citas que estan centradas y en itálica son de los temas Invisible Kid y Dirty Window, de St. Anger, penúltimo disco de Metallica.

        Definitivamente tengo que dejar de poner esas citas... u.u////

        Originally posted by UmiRyuzaki View Post
        1) estamos en las mismas Cataq aunque yo rindo el miercoles, Muchos exitos mañana!

        2) Basura???? tu no escribes basura! escribes muy bien, no te pases de modesto >.>

        3) seria un honor que me incluyeras en tu historia, con lo poco que nos conocemos :$,yo tambien estoy pensando en incluirte en las mias, despues de los examenes estaría bueno que nos encontraramos para rolear on game.
        Saludos! y Exitos!
        Umi
        Se me pasó esto escribiendo <.<

        Ando medio dormido, pero si... podría decirte de hacer un encontronazo por ahi, que se yo... se ve, arreglamos entre Hell y el resto de los locos que hay dando vueltas en la Posada, o sino dialogamos con el oscuro nomás. Se ve mas adelante.

        Éxitos para el Miércoles, a ver como salen esos exámenes ^.^///
        Last edited by Hellraiser; 08-05-2008, 02:52 AM. Reason: Automerged Doublepost
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        • #19
          esta weno cataq... en uno de estos dias termino mis historias y las voy a ir poniendo xD

          tenemos que rolear un dia en gz...

          pd:estoy asiendo la historia de edward

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          • #20
            Soledad



            Tenue, todo tenue. Terriblemente tenue, y a la vez, definido. Increíblemente fantástico, maravilloso, increíble: de ahí podría decir que venía la falta de definición. Frío, real, marginal: de ahí venía el sentimiento de lo terrenal. Lo terrenal y lo imaginario. Lo que podía ver apenas sin anteojos y lo que veía delimitado con ellos. El reflejo de un fuego en sus cristales, una música que le tornaba melancólico, y evocar recuerdos. Mucho viento azotando la casa, oscuridad de una noche en que las estrellas enmudecieron y la tormenta, Madre, cubrió con su velo los rostros del resto de sus hijos e hijas. Cristales apenas limpios por los cuales se divisaba la nada: la negra y oscura nada, y evocó un chillido gélido en su mente, un grito sordo de soledad.
            Por más que el silencio dominaba la estancia, dentro de su mente la melodía continuaba, y luego otra, y luego otra… como si se tratara de una larga cadena, y cada melodía era un eslabón en lo que parecía un ciclo de nunca acabar. Se halló encorvado, dibujada apenas su silueta por los reflejos naranjas del fuego, cálida fuente de luz, y a la vez una extinción próxima a anunciarse. Deseaba quedarse a oscuras y en silencio, pero también deseaba acercarse al fuego al cual le daba la espalda. Pero el fuego era otra cosa. Y el silencio también.

            Cuando se había vuelto tan viejo? Sus manos estaban cansadas de escribir, y su ceño, fruncido, auguraba alguna queja que recorriera su cuerpo, y no erraba demasiado: su vieja cicatriz en la espalda le dolía, los pliegues de su piel le resultaban molestos, y estaba dominado por una especie de abandono a la vida, o quizás solo fuese una vagancia pasajera.

            Se levantó, dejando de lado lo que estaba escribiendo (fuera lo que fuera, había dejado de escribirse) y arrastrando los pasos hasta la mecedora cercana, aquella mecedora que era inmensa para un solo ocupante, y que ahora le abrazaba en su inmensa lejanía. Increíble como un simple objeto nos puede volver a remarcar un pensamiento que elaboramos momentos previos a abordarlo: el decir que hace frío, antes de encender un fuego casi automáticamente; o como en este caso, concebir la soledad de la estancia y sentirse con demasiado espacio libre en aquella mecedora. Ahora enfrentaba apenas el fuego, que ya estaba agonizando como una centella rojiza en carbones encendidos, y se mecía levemente, envuelto en su vieja, vieja capa de viaje. No tenía un frío material, sino un frío terrible, abisal, un frío espiritual. En los siglos que tenía de vida, jamás se había sentido tan inmensamente solo.

            Cerró los ojos y suspiró. Un ligero calor en su pecho se encendió, como la tibieza que genera el paño húmedo y cálido que coloca una madre en el pecho de su hijo para espantar el resfrío, o como el de un buen baño de invierno. No sentía la mecedora: se había encogido por completo y apenas si se mecía, por inercia. Los estímulos del mundo externo lo iban abandonando mientras cedía al sueño, a la vigilia a medias, a aquella tibieza eterna y segura. Rostros pasaron fugaces por su mente mientras comenzaba a pensar en ellos, aquellos que alguna vez le significaron algo y los que siempre le significarían algo.


            Apenas se movió, y se dio cuenta que ya no estaba solo en la mecedora. Tocando la piel de otra persona, la suave piel de ella, se descubrió abrazado, los encontró estrechados en un cálido abrazo. Apenas abrió los ojos, como un niño que recién se despierta, y la vio: tenía el rostro mas plácido y pacífico que jamás le había visto, y se parecía exactamente a como la había visto por primera vez: con ese aire inocente de niña que se hace mujer, y a la vez con exceso de vacío en lo que a autoestima se
            refería. Indefensa. Frágil.

            Hermosa.

            Se movió apenas, y ella también se desperezó un poco. Abrió unos ojos soñolientos y los posó en él, y sonrió ligeramente. Esa sonrisa repercutió en él: una oleada de tibieza le inundó, y no pudo evitar mirarla con el mismo rostro que un padre que ha visto crecer a sus hijos pone cuando les recuerda: añorando tiempos ya pasados, inevitables.

            -Soñé con vos- dijo ella, con una vocecita demasiado de mujer para el aspecto de niña que llevaba
            -Qué soñaste?- preguntó, casi sin darse cuenta
            -Cosas- dijo, acercándose y abrazándolo mientras cerraba sus ojos de nuevo –Que te perdía. Que no te amaba. Que era capaz de matarte. No fue un lindo sueño, pero me alegra tenerte acá, tontito-
            -Siempre me vas a tener acá, tonta- dijo él, abandonando un poco el tono paternal –Así que vos no sos un sueño?-
            -Mmmm no creo… lo último que recuerdo es habernos quedado dormidos acá los dos. –
            Otra vez, casi preso de un momento que le fuera arrebatado, se encontró mirándola, embelesado en ese abrazo y en esos ojos, en esos labios y en ese rostro. Encerrado en ella.
            -Que?- dijo ella al notar que le miraba, y que no contestaba a su abrazo –Que pasa?-
            -Me besarías otra vez?- preguntó, casi con lágrimas en los ojos, casi con una mueca rígida de mármol. Casi. Casi sin pensarlo.

            Ella cambió su rostro nuevamente, y se puso seria por completo, con la misma mueca demoledora y la misma manera de mirarlo que tantas veces la había ayudado a arrancarle su disfraz, y a destrozarlo por completo. Un momento de breve silencio, de silencio completo en el que hasta la melodía de su mente cesó: un momento en que solo se sintió el frío viento nocturno de afuera, y un poco de crepitar del fuego entre ellos. Ella no cesó de clavarle los ojos, mientras se acercaba. Y a centímetros de su boca, le susurró un inaudible “Te besaría otra vez”, y se fundió en ese beso evanescente que nunca le dio.

            Y él, criatura triste de la noche, se halló abrazando las frazadas que le cubrían en la mecedora. Solo en la más completa soledad que puede estar inmersa una persona. Solo como puede sentirse un hombre en una multitud. Solo como puede sentirse cualquiera, inclusive la más minúscula criatura dotada de razón y sentir, en una soledad increíblemente alargada, extendida y dilatada. Solo por completo con sus objetos. Solo por completo en su ciclo social.

            Solo, por completo, en su Soledad.
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