Re: Los Ojos de la Inocencia
Capitulo III
Había pasado más de 1 año y medio desde que Aisha vio a Driangor. Un tiempo, que a ella le pasó muy lentamente, tanto, que tuvo la impresión de haber vivido más de una vida. Cada noche, antes de acostarse, se acercaba a la ventana a contemplar el inmenso cielo, con la esperanza de volver a verler. Alguna vez pensó que aquella noche, había sido un sueño, y era entonces cuando bajaba la mirada a su cuello, y contemplaba la joya que él le regaló, era entonces en ese momento, cuando la sombra de la duda desaparecía instantáneamente.
Aisha ya tenía 15 años, y el siguiente mes, cumpliría los 16, momento que ella no quería que llegase, pues justo en ese momento, tendría que casarse con Norcen, un joven noble. Aquel matrimonio de conveniencia, había sido acordado hacía poco más de 6 meses por fuerza mayor, pues si ella o sus padres se negaban a aceptar esa petición, no sólo todas sus tierras serían expropiadas, sino que además, los padres de Aisha, serían encarcelados. Cierto era que él no tenía ningún derecho de hacer eso, pero su posición le otorgaba el poder para hacer cuanto quisiera, sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo salvo el rey, pero ellos sabían, que su majestad no dudaría de la palabra de un noble.
Se sentía atrapada, sin saber que hacer. En algún momento, pensó en quitarse la vida, para no vivir esa vida triste y vacía que le esperaba, pero llegado el momento, no podía hacerlo, pues pensaba en sus padres y entonces, lo único que podía hacer, era llorar desconsoladamente.
Cada día esperaba que llegara la noche para asomarse nuevamente a la ventana con la esperanza de volver a ver a su amigo de nuevo. Rezaba cada mañana, tarde y noche, para que ese momento llegase, pero parecía que sus oraciones no eran respondidas. A veces, se acercaba al lago de aquella noche, confiando en que él estuviera allí, pero nunca le volvió a ver.
Aquella noche, no iba a ser una excepción, y aunque sabía que era inútil, se dirigió hacia el lago. Cuando llegó, vio lo mismo de siempre, aquel lugar vacío y en silencio. Miro la superficie del lago. Viendo la luna reflejada sobre la superficie del agua, se acercó lentamente y se sentó junto a la orilla contemplando su reflejo. Lo único que Aisha veía sobre ese espejo natural, era a una joven triste y sola, que había asumido su pronta muerte en espíritu. Sin poder evitarlo, las lágrimas empezaron a brotar de sus mejillas, deslizándose lentamente por su rostro, hasta caer en el agua, enturbiando su reflejo. Mientras seguía llorando, el viento empezó a soplar con fuerza moviendo las hojas de los árboles, Aisha se secó las lágrimas y volvió a mirar al lago, y vio sorprendida, como en el agua, se reflejaba dos figuras opacas a causa de las turbaciones producidas por el viento. Se giró rápidamente para ver quien estaba junto a ella, y no vio a nadie, incrédula, volvió a observar la superficie del lago quedando muy sorprendida. Sabía que estaba sola, pero allí, contemplaba la imagen no sólo de ella, sino también la de Driangor en forma humana a su lado sonriéndole.
Acercó lentamente la mano y acarició con suavidad el reflejo de éste. La imagen desapareció de pronto para desesperación de Aisha, que rompió a llorar nuevamente.
El sonido de su llanto fue apagado por una profunda y dulce voz.
-“No llores por favor” -.
La chica abrió los ojos lentamente, y allí sobre la superficie del lago vio a Driangor mirándola con ternura.
Fin del Capitulo III
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Re: Los Ojos de la Inocencia
Capitulo II
"-¿Sabes? Nunca he hablado con los humanos -.
-¿Nunca?-.
-No, es imposible mantener una conversación con alguien que sólo te ve como una bestia enloquecida y sangrienta. Es una de las cualidades humanas, juzgar a algo o a alguien por su apariencia, sin importar lo que haya en su interior. En cierto modo, un ciego ve mucho más que uno que tenga la facultad de mirar, porque ésa persona invidente, puede ver las cosas con el corazón, y ése, es el ojo que nunca falla.-.
Aisha agachó la cabeza, sabía que todo lo que decía Driangor era cierto.
El dragón se incorporó acercándose a la chica, acarició suavemente su mejilla y luego levantó su cara, la miró a los ojos y le dijo:
-Tu posees el don de la visión Aisha. Ves con el corazón y miras con los ojos. No debes sentirte culpable por los defectos de las otras personas, eres especial -.
La chica se sonrojó y apartó la mirada de aquellos ojos esmeralda.
-Yo no soy especial, soy igual que cualquier ser humano-.
-Quizás, pero no huiste al verme, incluso, te acercaste para hablar conmigo, mientras que cualquier otra persona hubiera huido despavorida-.
El sol empezaba a asomarse iluminando lentamente el bosque. La joven, cuando se percató de que estaba amaneciendo, sintió una gran tristeza y le dijo al dragón:
-Lo siento, he de irme. Si mi padre descubre que he estado en el bosque toda la noche y más con alguien como tú, nunca me creería y seguramente jamás me dejaría volver a este lugar-.
-Antes de irte, me gustaría entregarte un pequeño obsequio, como muestra de agradecimiento, por que gracias a ti, me has hecho ver que existen personas con las que se puede hablar, e incluso…-.
Driangor se quedó mirándola sin terminar la frase, luego, observando el lago, hizo un gesto con la mano y de él salió una pequeña piedra preciosa de color azul gélido. La cogió y acercándola hacia su boca, sopló suavemente. Cuando abrió su mano, Aisha vio como aquella gema, se encontraba engarzada en un colgante precioso de oro blanco que brillaba como el agua a la luz de la luna llena. El dragón se lo colocó en el cuello y luego le dio un beso en la frente.
La chica se despertó en su cama, y observó como los rayos del sol empezaban a entrar en su ventana. Pensó que todo había sido un sueño, pero cuando llevó la mano a su cuello, notó como en él, se encontraba aquella joya, y apretándola con fuerza, deseó poder ver de nuevo a aquel ser divino."
Fin Capitulo II
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Los Ojos de la Inocencia
Capitulo I
"Era de noche en la aldea llamada Theran. Allí, en una pequeña casa que se encontraba a las afueras del pueblo, Aisha, una chica joven de 14 años le preguntó a su padre:
-Padre, ¿Puedo haceros una pregunta? -.
-Es muy tarde hija mía, deberíais estar acostada -.
-Lo sé padre, pero sólo será una pregunta, luego os prometo que me iré a dormir-.
-De acuerdo, puedes preguntarme lo que quieras pequeña -. Le dijo su padre mientras le hacía un gesto para que se sentara cerca del fuego.
-¿Alguna vez has visto a un dragón? -.
Su padre se quedó perplejo ante esa pregunta y mirando a su hija con cierta preocupación le preguntó:
-¿Por qué me hacéis esa pregunta?-.
Aisha dirigió sus ojos al fuego de la chimenea, y mientras veía como se quemaba lentamente la madera, y su luz se reflejaba en sus ojos, le dijo:
-He oído bastantes historias acerca de ellos, de lo terribles que son, de su crueldad y su sed de sangre, pero aún oyendo esas historias, no consigo tener una imagen de como pueden ser -.
-Los dragones, querida hija son unos seres monstruosos, más grandes que cualquier casa, su piel es tan dura como la más fuerte de las armaduras, y sus garras son capaces de cortar el mismo acero. Han destruido decenas de pueblos solamente para satisfacer sus instintos animales -.
-¿Son todos malos?-.
-Si, no existe ningún dragón bueno, y ahora pequeña debes ir a dormir, mañana has de ayudar a tu madre con el cultivo-.
-De acuerdo, muchas gracias padre -.
Aisha se despidió de su padre y se fue a su habitación. Aunque cerró los ojos para intentar dormir, no podía, en su interior, no creía que unos seres a los que describían tan magníficos, fueran a su vez tan terribles.
Pasaron un par de horas, y aunque sus padres ya estaban dormidos, ella, aún seguía despierta, cuando un extraño ruido le llamó la atención. El sonido era como una especie de aleteo, y cuando se asomó a la ventana vio como una figura grande se adentraba en el bosque que se encontraba cerca de su casa.
Sin pensárselo dos veces, se vistió rápidamente y sin hacer ruido para despertar a sus padres, salió de su casa hacia el bosque. Se adentró en él y guiándose por los extraños sonidos, llegó hasta un pequeño lago, en donde pudo ver a una criatura majestuosa que se encontraba allí bebiendo. Era una criatura bastante grande, y la luz de la luna, que se reflejaba en sus escamas, hacía que tuviese un aspecto casi divino.
No se sabe el tiempo que estuvo contemplando a aquella criatura, cuando una voz le despertó de aquella especie de trance.
-¿Qué estas haciendo aquí? -.
Aisha miró en todas direcciones, preguntándose de donde procedía aquella voz tan protectora.
-¿Quién eres?¿Donde estás? -. Preguntó ella un poco asustada.
-En el lago-.
Cuando la chica dirigió su mirada de nuevo al lago, vio como aquella criatura la estaba mirando fijamente, se asustó un poco y dio unos pasas hacia atrás.
-No temas, no voy a hacerte daño -.
-¿Puedes hablar? Es decir, como puedo oírte si no has abierto la boca -.
-No todo el mundo se comunica como vosotros los humanos, algunos seres como nosotros podemos hablar con la mente-.
-¿Seres? ¿que tipo de ser eres tú? -.
-Soy un dragón-.
-¿Un dragón? -.
La joven se quedó muy sorprendida, y en aquel momento recordó todo lo que su padre le había dicho sobre los dragones, su ansia de sangre, su crueldad. Pero aquel ser, no despedía ninguna de aquellas sensaciones, y su voz, producía un sentimiento de calma en ella. Aisha se acercó al lago y se sentó cerca del dragón.
-Perdona mi sorpresa, pero es que mi padre me ha dicho cosas terribles sobre vosotros -.
-Lo sé, desde hace siglos los humanos nos habéis considerado bestias primitivas que dedican todo su tiempo a destruir todo lo que hay a nuestro alrededor-.
-Perdona, yo nunca diría eso de vosotros, me gustaría conoceros, saber como sois verdaderamente-.
-Es raro ver que un humano no huye en cuanto nos ve y más raro aún el que quiera saber cosas sobre nosotros. Eres una humana muy valiente, de acuerdo que te gustaría saber-.
-En primer lugar vuestro nombre y luego quiero me cuentes algo sobre tu o los tuyos -.
-Mi nombre es Driangor y pertenezco a una antiquísima familia de dragones, antiguamente éramos cientos, y volábamos libremente por el cielo-.
-¿Qué ocurrió? -.
-Los humanos nos consideraron una amenaza para su progreso y nos estuvieron cazando como a animales, a pesar de no les hicimos nada. Por culpa de esas cacerías, ahora solo quedamos unos pocos -.
-Lo siento mucho -.
-Tú no tienes la culpa, tu eres especial-.
-Gracias-.
-Hace ya tiempo que los humanos han empezado a dejarnos, principalmente por que piensan que ya casi han acabado con nosotros -.
-Pero si dijiste que aún quedabais unos cuantos, ¿cómo conseguís pasar inadvertidos?-.
El dragón se le quedó mirando unos instantes y luego empezó a brillar intensamente. Aisha tuvo que apartar la mirada debido a la intensidad de aquella luz. Cuando aquel brillo desapareció, en el lugar donde antes había un dragón, se encontraba un joven muy hermoso de cabellos largos y rubios, sus ojos azules inspiraban tranquilidad y sus ropas eran las de un pobre granjero.
-¿Eres tu Driangor?-.
-Si, lo soy. Este es el aspecto que tengo cuando quiero pasar inadvertido ante las miradas de los humanos-.
La chica sonrió y se quedó mirando fijamente a Driangor. El dragón al notar la mirada de Aisha se sonrojó un poco y desvió la suya hacia el suelo.
-¿Por que te ríes?-.
-¿Nadie te ha dicho lo guapo que eres como humano?-.
El muchacho sonrió un poco y se tumbó en una roca mirando el cielo estrellado."
Fin del Capitulo ITags: None
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