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Post Mortem: Memorias

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  • Post Mortem: Memorias

    Breve introducción: A días de salir de viaje y con varios proyectos literarios en la cabeza, oliendo sahumerios, cocinando y escribiendo en casa todos los días, me encontré nuevamente escribiendo desde la piel de mi pequeño morocho (Cataqclismo, Antiguo de Shillen). Intentar dibujar un poco toda la historia que tengo guardada en recuerdos y trozos de .docs en la cabeza sería como intentar relatarles las Mil y una Noches en un solo párrafo, y no es que esté pecando de soberbia, sino que realmente tengo toda una larga y aburrida historia que contar. Solo quería aclarar al lector que se tome la molestia de leer esto que, si bien lo que está a continuación es un fragmento de una serie de relatos que, espero, vuelva a encontrarme escribiendo, estoy intentando forzar mi estilo hacia algo más serio y profesional. Así que, como siempre les digo, toda Crítica y corrección es bienvenida. Y espero disfruten leyendo tanto como yo lo hice escribiendo.






    El desierto, inconmensurable enorme y cetáceo, se abría delante de él como el cadáver de una ballena a medio descuartizar. La arena, candente debajo de aquel sol abrasador, solo quemaba la planta de sus pies que se hallaba al descuido a cada paso, formando ligeros remolinos con el viento, formando cortinas de polvo que le cegaba por momentos. Avanzaba a tientas, como un ciego, pues a pesar del intenso calor y de la avanzada hora del día, el viento y el polvo en el aire le sofocaban, le desorientaban e intentaban tirarlo abajo en todo momento. Estaba cansado, sucio, hambriento y sediento… el sol quemaba sus energías como si le estuviesen marcando un hierro al rojo vivo en cada centímetro de su cuerpo, en sus músculos en su alma.
    Pero aún así, seguía caminando.
    No podía decir hacía cuanto que estaba en ese lugar. Por momentos parecían días, por las noches, siglos enteros. Trozos de recuerdos venían a su mente cada tanto, rostros amigos, delirios… el Desierto estaba comenzando a perturbar su ya desequilibrada psique, haciéndolo caminar en círculos, derrumbarse por las tardes y permanecer las heladas noches en el mismo estado. Contracción y dolor, mal descanso y permanente salida. Idas y venidas.
    Sus ropas estaban completamente destrozadas por la erosión, demasiado maltratadas por la intemperie y el desgaste regular de la caminata. Hacía demasiado había perdido su calzado, y solo usaba vendas grisáceas por la suciedad para poder seguir caminando. Sus pies, además de sus ojos, eran las partes más maltratadas de su cuerpo.
    Las primeras semanas se había preguntado qué era lo que realmente le había sucedido, cómo había acabado en un lugar tan extraño, tan bizarro… recordó los últimos eventos importantes de su vida: su decisión de extinguirse, su entrada, estadía y salida del Núcleo, su breve vuelta a la acción y su retiro supuestamente permanente en Heine. La ciudad que él siempre había amado y que había seleccionado para el retiro, junto a sus hijas, había terminado consumiendo la noción de rutina y generando un nuevo resplandor.
    En ese punto había perdido toda noción de la realidad. No sabía qué había sucedido después, ni si había sucedido algo. Quizás siguiera durmiendo un sueño eterno; quizás hubiera muerto mientras dormía… o quizás el Núcleo había distorsionado tanto su mente como para traerle ese segmento de irrealidad al mundo real.
    Nunca se había cuestionado tanto si lo que vivía era real como ahora. Gracias a su profesión y a sus extensos estudios, tenía noción y sabía que realmente había muchas más cosas ahí afuera de las que realmente se ven y se sienten: que los sentidos eran cinco, solamente, era la mentira más simple que había aprendido a descubrir.
    Pero francamente, y mirando hacia atrás a los últimos acontecimientos de su existencia, esa barrera entre lo real, el producto de su mente y las visiones celestes ya se había roto hacía mucho. Por lo que sabía, podía ser que los últimos 500 años de su existencia no fueran más que el fruto bastardo de su imaginación enfermiza, sus íntimos y los que solían rodearle. Las Potestades solían enviar manifestaciones, pero de ahí a introducirse en la mente de alguien, había un paso demasiado grande, una zancada demasiado extensa como para que se tomaran la molestia.
    Pero todos esos pensamientos habían sido hacía mucho tiempo, si es que el tiempo continuaba siendo una constante en aquel lugar. De lo único que estaba seguro, pensó recordando los métodos distintivos clásicos que le habían enseñado, era que estaba encerrado en aquella clase de lugar, aquella clase de colosal terreno arenoso en el que las únicas constantes eran el viento, el dolor y la arena. Además del paso de los días, que se continuaban como si el mundo tuviera un eco de normalidad que se repetía en el cambio del día a la noche, como si su antiguo planeta, su antiguo universo, fuera lo que él realmente recordaba y no el invento de su psique.
    Las estrellas estaban congeladas hacía muchísimo: de todas las constelaciones que recordaba, no pudo identificar ninguna, y no se movían en absoluto. La luna estaba siempre en cuarto menguante, y jamás había una nube en el cielo: solo el mismo viento de siempre, helado de noche y ardiente de día. La única manera en que sabía que estaba avanzando en la misma dirección desde hacía mucho era porque el viento siempre soplaba en una sola dirección y no cambiaba en absoluto. Se había dado cuenta de aquello la segunda semana, cuando todavía contaba los días.
    Había llegado a la conclusión de que el mundo en el que estaba, fuera cual fuera (de su invención o no), repetía siempre el mismo día, la misma fortaleza ígnea que era aquel desierto con las mismas estrellas y la misma luna, y sus condenados ribetes de viento. Había un caso de este tipo que él había visto hacía muchísimo, cuando era Oráculo: el encadenamiento cíclico de los días en uno solo, la realidad calcada o, como le gustaba llamarle, el síndrome del autómata. Las víctimas repetían siempre los mismos días y realizaban las mismas acciones, como los seres mecanizados que los Gigantes habían dejado eones atrás y que continuaban inalterables e indetenibles haciendo lo mismo que hacían cuando el mundo era joven.
    Bueno, de ser él una víctima, lo más probable es que estuviera en Heine todavía, cuidado por Gólgota o Tyra, alguna de sus dos hijas, repitiendo la misma caminata estúpida todos los días, en una catatonia demasiado honda como para ser observada. Su parte razonante, su verdadero yo, estaría encerrado dentro de él mismo, en ese colosal desierto que representaba la total y completa desolación de la que era el único responsable y creador.
    Finalmente, habría sucedido. Se volvió un simple y viejo drow loco, una persona que solo podía existir drenando la existencia de los demás. Sintió al viejo monstruo peludo de la ira en su pecho un par de veces al sentirse tan impotente.
    “Yo, que dominé mundos enteros, domé colosales entidades…. Yo, que descorrí los velos y encendí las viejas hogueras… yo, que husmeé en los volúmenes prohibidos y fui autor de varios… yo, Cataqclismo, el hijo bastardo y olvidado de la Diosa, el único a quien ella torturó y amó hasta el paroxismo… no puedo salir de un callejón sin salida de mi propia mente?”
    Era patético. Realmente patético.
    Hacía mucho había dejado de mirar y contar el paso de los días. Usualmente caminaba hasta que se desmayaba de dolor y cansancio, y ya no le interesaba averiguar la razón de porqué todo eso sucedía. Simplemente deseaba la paz, y lo único similar a la paz que tenía en ese lugar era el sueño.
    Que acudiera su Madre, su Amante y su Hija, y lo sacara de allí… necesitaba darle a su mente un poco de serenidad. Necesitaba probarse que todavía tenía un propósito por el cual vivir.

    Ese día era particularmente caluroso. Era un día terrible, en el que la boca le rogaba por agua y todo su cuerpo se sacudía en espasmos irregulares, exigiendo alimento, refugio, descanso. Ese día cayó en pleno mediodía, y no pudo volver a levantarse. Pensó que al fin algo cambiaría la rutina de caminar siempre hasta el atardecer, y se alegró con un poco de cinismo: de todos modos, era mejor que esa inodora y segura rutina de siempre. La visión comenzaba a fallarle, mientras la arena le quemaba como cristal líquido y el Sol le perseguía como si fuera una alimaña que exterminar. Comenzó a silbar, desafinada y débilmente, intentando despejarse un poco la cabeza. Cerró los ojos un poco y trató de recordar bien la melodía, cuando sintió sobre sí el peso del alivio de una sombra que se proyectaba sobre su cuerpo.
    Abriendo temblorosamente los ojos, fijó su vista sobre lo que fuera que estaba proyectando la sombra: desde hacía demasiado que no veía a nadie ni a nada. Trastornada por el cansancio en sus ojos, su vista le mostró la tenue figura femenina de alguien que se detenía mirándole con los brazos en jarra. No podía distinguir su rostro, puesto que los rayos del sol lo ocultaban del todo.
    -Estás más viejo de lo que creía que ibas a estar- dijo una voz extrañamente familiar, una voz de mujer que hacía muchísimo que no oía.
    Pero no oyó ni vio mas, puesto que las energías cedieron del todo y su cuerpo lo mandó a soñar los sueños del desmayo, nubes inestables y malvadas que lo llenaban de recuerdos tristes y de obvia nostalgia.

    Su cuerpo estaba apoyado contra algo sumamente blando cuando despertó. Como las manos suaves de algodón que tiene el sueño de un descanso prolongado le cerraban los ojos todavía, bostezó y comenzó a desperezarse antes de volver del todo al mundo. Es que estaba soñando todavía, o aquello era cierto y bien real? No podía ser un sueño. Y, después de todo, si se había vuelto loco, aquello no sería más que un cambio en la trama luego de un buen tiempo en el desierto. Cuando se estiró un poco, las viejas cicatrices emitieron una queja muda: por lo menos, su cuerpo se acordaba de su pasaje por el desierto. Abriendo los ojos un poco luego del segundo bostezo, comenzó a mirar a su alrededor.
    Last edited by Hellraiser; 01-30-2009, 01:02 AM.
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  • #2
    Estaba en una cama demasiado cómoda (o quizás solo le parecía cómoda en exceso, luego de muchísimas noches durmiendo a la intemperie), tapado hasta las narices por sábanas suaves de seda. Eran tantas juntas, que ofrecían una buena capa de confort y refugio. La habitación tenía una sola silla a su lado, la cama y una mesa como único mobiliario, y estaba todo hecho de madera. Las vigas del techo ofrecían una vista que era para él hermosísima. En realidad, todo aquello estaba plagado de belleza desde su óptica de hombre abandonado en el mundo desértico que era aquello.
    Sobre la silla vio su ropa hecha harapos, y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba desnudo. Iba a comenzar a vestirse y a salir por la única puerta, cuando ésta se abrió e hizo su aparición la poseedora de aquella voz que tan familiar le había parecido.
    Ahí estaba, igual que siempre había estado y que siempre lucía cuando se presentaba ante él; con una armadura liviana extrañamente arreglada que se ceñía a su inequívocamente joven cuerpo, los gestos seguros y rápidos y los ojos, los colosos ojos dorados de miel que le miraban a través de la habitación y hacían contacto con los suyos luego de años, siglos de ausencia. Era extraño: se había enfrentado a enemigos y había tenido amigos mucho más poderosos y perturbadores que ella, pero la humana que ahora se había detenido en el vilo de la puerta siempre había logrado sacudirle un escozor de los huesos… como un niño que se ha quemado tiene miedo del contacto o la manipulación con el fuego.
    Lylia, la humana de piel bronceada y ojos de serpiente, avanzó el trecho de la habitación vacío que la separaba de él y se detuvo junto a su cama. La misma sonrisa seductora y jactanciosa surcó su rostro cuando estuvo cerca: probablemente hubiera adivinado en su rostro o en su mirada lo que él pensaba, lo que él temía. Estaba desnudo y débil frente a un rival de sus comienzos, completamente indefenso… y sin embargo, ese rival, esa mujer era la que él había visto antes de desmayarse y despertar ahí mismo. Acaso le quedaba alguna duda de que era un sueño o alguna alucinación producto de la locura?
    Ella se sentó en el borde de la cama suavemente, sin quitarle esos hipnotizantes ojos de encima. Él se apartó también lentamente, como si realmente no le molestara su presencia ahí, pero sí le molestaba. Y tampoco rompió el contacto visual: si algo había aprendido de ella era que no tenía que ceder ni un momento la guardia. Lylia se mordió el labio inferior un momento, divertida, y entonces dijo:
    -Si, estás mucho más viejo y mucho más desconfiado- con un murmullo que fue casi un susurro.
    -Los años no vienen solos- respondió él, casi automáticamente. La voz le salió algo ronca, probablemente por no haberla usado en un buen tiempo. Carraspeó, a la vez que comenzaba a contemplar la marea de preguntas que se agolpaba en su cabeza. Cual sería mejor para preguntar primero?
    Ella bostezó y miró hacia la puerta abierta, como si hubiera escuchado algo: luego, volvió a clavarle los ojos como un puñal, y le dijo:
    -No vas a preguntar nada? Yo en tu lugar, lo haría-
    -En realidad tengo demasiadas preguntas como para preguntar algo- contestó, con su voz de siempre –Además, tengo que ponerme un poco en orden antes de hacer preguntas-
    -Por miedo a quedar en ridículo? Delante de mí?- dijo ella, y rió con una carcajada breve que hacía demasiado él no oía- Me hacés reír.-
    La miró un poco molestó, y replicó:
    -Bueno, podrías empezar por decirme que donde estamos, qué hacemos acá… y porqué estamos acá?-
    -Estamos en uno de los Hogares Transitorios de la Elite. Son hermosísimos y muy cómodos pero, por desgracia, hace muchísimo tiempo dejaron de usarse… por desgracia para ellos: yo sé la ubicación de todos y los uso cuando puedo. Vos- dijo, señalándolo como si fuera una niña –Estabas demasiado cansado y malherido como para seguir en el desierto. Yo simplemente te encontré y te traje acá: creo que un poco de descanso no te va a venir nada mal-
    -El… desierto?- dijo él, frunciendo el ceño –Jamás había oído hablar del desierto, ni tampoco supe qué diablos era lo que era ni donde estaba. Es más, en ninguno de los mapas que conozco se menciona un desierto…-
    -Claro que sí, estúpido- dijo ella, en el mismo tono divertido –Solo que no tiene ese nombre. De verdad nunca escuchaste hablar del Mar de las Esporas?-
    Claro que había oído hablar del Mar de las Esporas, había cazado ahí durante demasiado tiempo como para olvidárselo. Además, era un lugar excelente para estudiar tranquilo, exiliado del mundo: y los sellos mágicos de anclaje permanente eran una obra digna de ser admirada. Pero, que él se acordara, dentro del Mar de las Esporas no había nada siquiera parecido a lo que él había vivido.
    -Claro que sí- dijo, revelando su molestia en su voz –He estado ahí varias veces. Que tiene que ver con esto?-
    -Estabas ahí. El Mar de las Esporas es un lugar muchísimo más grande de lo que parece: el Desierto en que estabas es solo una parte más. La gran mayoría de los que van ahí solo ven las ramificaciones, los sellos y el refugio de la Araña… pero el Mar de las Esporas es un lugar peligroso. Muchos se perdieron durante mucho tiempo… es más, en una época me gustaba dejar víctimas perdidas ahí dentro. Era una buena forma de torturarlos – dijo, recordando
    -Hay algo que no me explico…- dijo él, intentando atar cabos sueltos –Mi último recuerdo es de mi retiro en Heine, en la otra esquina del mundo. Como puede ser que haya recorrido todo ese trecho sin recordarlo, y como es que justamente vos me encontraste?-
    -No tengo idea como llegaste, yo solamente te encontré. Sentí tu presencia cerca y seguí tu olor, hasta que te encontré-
    -“Sentí tu presencia”?”Seguí tu olor”? Pero que sos, una mezcla entre cazador y bestia?-
    Ella se rió con una serie de carcajadas suaves ante el comentario. Luego se enserió, y acercando su rostro al de él y mirándolo directamente a los ojos, le dijo:
    -Me extraña que justamente vos preguntés eso. Parece que los años te hacen olvidar cosas… Aunque la vejez sea solo un concepto de tu cabeza y no una realidad-
    -No es eso- dijo él, manteniendo la mirada desafiante –Pensé que te había matado hace mucho, en las Ruinas Élficas-
    Ella hizo silencio, apartando la mirada. Era evidente que el comentario le había traído algunos recuerdos desagradables.
    -Es cierto- comenzó a decir, sin mirarlo –Es cierto que vos quisiste acabar con mi vida, es cierto que me hiciste lo que yo te estaba haciendo- dijo, descorriendo un poco el cuello de su hermosa armadura para mostrarle dos cicatrices paralelas en el cuello, apenas dos manchitas en su perfecta y cremosa piel. Sus ojos, antes suaves y sugerentes, ahora ardían en él, seductores –Pero necesitás algo más para matarme. Me costó y me dolió mucho… pero volví a las calles un tiempo después-
    La sorpresa de la noticia le sacudió. Además, aquellas cicatrices en su cuello significaban que… algo dentro suyo se revolvió. Algo oscuro y antiguo, algo hermoso y horrorosamente cierto. La duda dejó lugar a la certeza para darle una tremenda cachetada.
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    • #3
      Ahora él se sonrió, y sin mirarla dijo:
      -Es curioso… pensé que tu orden era acabar conmigo, y sin embargo, no volviste por mi. Ni tampoco te hiciste notar; te ocultaste de mi, me esquivaste-
      Ella reaccionó violentamente, golpeando su mano derecha contra el respaldar de la cama y acercando tanto su cara a la de él que podía oler la fragancia dulce de su aliento. Tal como lo recordaba, olía a algo dulce que provocaba la inevitable atracción.
      -No te creas que no quise matarte. Te odié por ser un niño arrogante entonces y te volví a odiar cuando pude salir de las Ruinas. Te odio por haber intentado matarte, pero también te odio por no haberte lastimado ni un poco… volviste a tu vida como si yo jamás hubiera hecho nada con vos.- dijo, entre dientes, con la cólera contenida.
      -Era obvio. O esperabas que volviera a rematarte? Yo te había dejado al borde de la desaparición y no volviste a aparecer. Vos eras la amenaza y vos eras el objeto de mi odio… no te olvides como me manipulaste y me usaste para tus propósitos. Además, si tanto me odiás, porque no me matás ahora?- dijo él, desafiante, con una leve sonrisa en su rostro.
      Ella desenvainó la daga, que era tal como él la recordaba: finamente tallada, una hermosísima pieza de guerra que probablemente tuviera más años que ella y él juntos. Poniendo el filo de la daga en contacto con su cuello, tanto que le cortó un poco, dijo:
      -No me tientes. No te creas que no tengo ganas… No te salvé por ser buena samaritana, precisamente- dijo ella, aún con el odio contenido. Se retiró lentamente, y sacó la daga de su cuello para envainarla con un rápido movimiento, mientras lo miraba de soslayo, con el rostro en una conjugación del asco y la satisfacción –Es que simplemente no puedo-
      La sorpresa lo volvió a sacudir, como un susto colosal.
      -Como que no podés?- dijo, incrédulo
      Ella volvió a bajarse el cuello de la armadura, para mostrarle nuevamente las cicatrices paralelas y diminutas en su hermosa y dorada piel.
      -Es esto- dijo, volviendo a arreglarse la armadura –No puedo matarte sin matarme a mi misma, así como vos no podés matarme sin dejar de existir.-
      Aún atontado por el flujo de información, se incorporó y se sentó en la cama, dejando su torso desnudo y lleno de cicatrices al descubierto.
      -Es imposible… el lazo que se podría haber hecho no es tan hondo como para eso…-
      -No fuiste solo vos…- dijo ella, levantándose y dándole la espalda, hablando sin mirarlo –Yo también tuve parte. Sin mi vínculo con vos, el mismo vínculo que hice antes y por el cual me odiaste… sin haber comenzado a consumirte antes, hubiera muerto esa noche.- sentenció.
      -Entonces fue por eso que viviste… y fue por eso que yo también pude seguir viviendo. Creí que solo yo había salido vivo de esa-
      Ella se dio vuelta, seria. Los ojos, doradas y refulgentes monedas, mostraban satisfacción y cierto grado de recelo.
      -Pero no fue así. Sobreviví por consumirte, tanto como vos lo hiciste por consumirme. Así que es por eso: el lazo es de dos sentidos, y es permanente… Por más que queramos, ninguno de los dos puede deshacer lo que ya está hecho-
      -Así que también fue por eso que me salvaste… porque de mi vida, pende tu vida-
      -No precisamente… - dijo ella, caminando hasta la puerta- pero basta de charla, ya te lo voy a contar cuando comamos. Andá a bañarte ahora, creo que lo necesitás mucho… el baño es la segunda puerta a la derecha. No hay nadie más en la casa, así que quedate tranquilo- dijo, y se marchó dando un portazo tras de ella.

      El baño era colosal, como si hubiese sido diseñado para una casa de familia o un lugar donde concurrieran muchísimas personas. El contacto de su piel con el agua fue como recordar el rostro de un viejo amigo, una sensación que se hecha de menos mucho y solo cobra su verdadero peso cuando es experimentada de nuevo. Definitivamente necesitaba un baño, y definitivamente tenía que volver a nadar: el baño contaba con una especie de piscina llena de agua cálida donde podía hacerlo. Permaneció un buen tiempo bañándose, puesto que aquel lugar lleno de vapor y alivio físico le ayudaba a depurar la cabeza de preguntas vacías y a colocar las que cobraban importancia en su lugar.
      Porque estaba ahí, en algún lugar cerca del Mar de las Esporas, con un enemigo de hacía por lo menos ochocientos años? Porque ella se comportaba tan amablemente? Porque seguía siguiéndole la corriente, y porqué se había dejado debilitar tan estúpidamente? Quizás lo estuviera dominando otra vez sin que se diera cuenta…
      No, era imposible. Tenía demasiados años detectando esa clase de dominio como para adormecerse de esa manera. Además, ella estaba reteniéndose, casi como si no quisiera dejar que sus… habilidades naturales funcionaran sobre él. Había dejado tal estigma sobre ella? La conocía y conocía su capacidad, y podía sentirla como si su aura fuese tangible. Toda esa situación no dejaba de tener algo de bizarro, de extraño…
      Suspiró. Linda manera de pasar los últimos años de su vida, pensó.
      Algo volvió a agitarse dentro de él. Aquella vieja faceta que nunca había dormido del todo, ese lado que tanto le encantaba sacar a relucir, aquel lugar oscuro y denso que le fascinaba. Tocó sus colmillos con la lengua y cerró los ojos, relamiéndose. Quizás era eso lo que le faltaba, era ese el grito mudo de su cuerpo y era ese el motivo por el cual el último trecho fuera tan soso. Cuando había sido la última vez que había consumido una vida? Un buen tiempo de memorias había entre esa instancia y el día presente, y a pesar de sustituir la consumición, no era lo mismo. La belleza de devorar un ser vivo, de sentirse tan predador y tan… él.
      Lo extrañaba, pero eran sombras del pasado que no podían volver a dominarle. O si?
      Intentó hacer uso de sus artes mágicas, y se sintió grato cuando vio que volvían a responderle. Con sus ropas rotas fabricó una nueva túnica, una antigua y cómoda túnica de viaje azul oscuro que contenía los símbolos de Shillen por doquier: la misma que había usado en sus primeros viajes. Claro está, la tela era vieja y desgastada puesto que se trataba de una túnica reciclada, pero lo vestía y eso bastaba. Se miró al espejo y se volvió a ver luego de tanto tiempo: el rostro sonriente, la cicatriz en el ojo, los cabellos blancos cayéndole sobre los hombros. Estaba extrañamente alegre, y aunque sospechaba la razón, no quería admitirla.
      La casa, descubrió, tenía tres pisos, y él estaba alojado en el tercero. En el segundo piso, y siguiendo su olor, descubrió una sola cena en un amplísimo comedor esperándolo. No había un solo sonido en la casa para ese entonces y, por el colosal balcón de madera que tenía las mismas dimensiones que el largo del comedor, entraba una hermosa luz de sol tenue, casi enfermo. Se asomó, conteniendo las ganas de comer que le provocaba el delicioso aroma de la comida, y contempló el paisaje.
      La casa estaba enclavada en alguna montaña, parte de un sistema montañoso. El pasto verduzco se extendía como una alfombra, más abajo, y el sol se hundía en el horizonte. Nubes amenazadoras, cargadas de lluvia, comenzaba a querer ahogar todo resplandor proveniente del cielo: tronaban un poco los relámpagos. Esa noche habría lluvia. Podía deducir que se encontraba en algún lugar de la cordillera que separaba el Mar de las Esporas de la Villa Élfica, pero como esas montañas tenían la fama de infranqueables, jamás se había tomado la molestia de explorarlas, y no podía asegurarlo. No obstante, pensó, tendría que quedarse en esa casa por lo menos esa noche.
      Cuando se dio vuelta, ella estaba sentada cenando. No la había oído ni entrar ni comer, pero no le sorprendió: después de todo, y tratándose de una asesina profesional, la ausencia de ruido en sus acciones no tenía nada de raro. Se sentó cerca de ella, que ya había terminado, y la miró. Estaba cansada, se le notaba en la mirada, y tenía señales de haber estado todo el día ocupada en algo extenuante: probablemente, traerlo a él desde el Desierto.
      Volvió a sentir la habilidad contenida y se sonrió para sus adentros. Ella miraba su atuendo cuando dijo:
      -Bonita ropa te hiciste. Me hace acordar a los viejos tiempos.-
      -No la hice por eso… la hice por la comodidad, simplemente- dijo él, respondiendo. Le nació la necesidad de agradecerle todo lo que había hecho ella hasta entonces por él, pero su orgullo y el antiguo resentimiento hacia aquella… mujer, se lo impedían. Al fin, su blando corazón pudo más que la dureza de su razón, y le dijo con un tono un poco más suave y dulce –Gracias-
      Ella lo miró, agitando su cabello hacia atrás. Un poco divertida, probablemente dándose cuenta de que él había cedido a su propio freno, dijo:
      -De nada-
      Last edited by Hellraiser; 01-30-2009, 12:50 AM. Reason: Automerged Doublepost
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      • #4
        Un silencio llenó la habitación, hasta que él lo volvió a interrumpir diciendo:
        -Realmente debe ser muy duro para vos tenerme acá y no poder matarme. No soy de guardar rencores, pero tampoco puedo decirte que tu compañía me resulta agradable…-
        -No quiero ser grosera – dijo ella, mirando hacia el balcón –Pero, francamente, me resultás particularmente odiable. Como un asesino que me haya matado con mi propia daga, entendés? Es una mancha al orgullo que no me voy a poder sacar nunca. Y no es que sea muy orgullosa, tampoco-
        -Te entiendo, y no quiero molestarnos. Así que mañana me voy a ir, solo quiero pasar la noche acá para terminar de reponerme-
        -Si, seguro- dijo ella, levantándose y caminando hacia el balcón –Mientras estés durmiendo a un piso de distancia de mi, todo va a estar bien.-
        Él la miró caminar, con el mismo andar felino que tenía desde que la conocía, y la contempló apoyarse en el barandal del balcón, mirando la tormenta con nostalgia. A pesar de que sentía que estaba conteniendo con bronca sus habilidades, no podía evitar dejar de mirarla: era como si ella siguiera teniéndolo dominado, por más que intentara apartarse de él. Después de todo, nunca había sido demasiado odiable ni le había poblado de ganas de matarla como otros.
        Era hermosa, de cintura grácil y gestos delicados, pero aún así, conservando la firmeza del valor de los guerreros en algunas actitudes. Tenía ese aire de misterio mortal que tienen los asesinos, el mismo velo con el que te ponían con la guardia baja para darte una simple cuchillada en el lugar correcto y seguir caminando como si nada hubiera sucedido. Pero lo más perturbador era su mirada, esa mirada de reptil seductor… su boca, dorada y pulposa, tampoco escapaba al acopio de las características que la hacían un bocado delicioso y tentador. Seducía casi por naturaleza: aún con sus habilidades resguardadas, atraer era como respirar para ella.
        Caminando nuevamente dentro de la habitación, sus ojos tropezaron con los de ella: le miraba firmemente, con desconfianza. Su voz, sin embargo, continuaba siendo femenina y dulce.
        -Ahora te hago subir una comida, si tenés hambre. Hay Aliento de Dragón en ese aparador, tomá todo lo que quieras- dijo, señalando el mueble.
        -Aliento de Dragón? – dijo divertido –Eso resulta bastante irónico-
        -Si, pero yo no abastezco estos lugares- dijo ella, caminando hacia la puerta que conducía a las escaleras
        -No me traigas una cena, gracias- dijo él, levantándose y caminando hacia el balcón de nuevo –No tengo hambre-
        -Estás seguro? Hace días que no comés-
        -Segurísimo. Buenas noches-

        La Tormenta era brutal afuera, memorable, hermosa y majestuosa. Los relámpagos surcaban el cielo, impactando contra la cordillera y dejando truenos que sacudían la casa entera. La lluvia era colosal, comparable a los monzones que cada diez años azotaban las costas de Giran. Hacía ya una hora que había comenzado la tormenta y no parecía dispuesta a calmarse.
        Él, como la tempestad allá afuera, estaba intranquilo: intranquilo y sin sueño. Su sueño estaba siendo turbado por fantasmas del reflejo que le contemplaba en los espejos, y no quería enfrentarlos de nuevo.
        El balcón estaba lleno de su olor, y cuando se dio cuenta de ello fue que se dio cuenta de que estaba pensando demasiado en ella. Era como si su mente solo derivara en temas relacionados a ella y similares… y se descubrió silbando una melodía para intentar distraerse.
        Decidió que la solución mas sencilla, y la mejor para honrar a tan colosal tempestad, era una buena meditación. Tras breves señales de disminución de los pensamientos cíclicos, logró sumirse en una paz relativamente estable y en una tranquilidad quebrada solo por el reflejo de los relámpagos.
        -Siempre tuviste una vida espiritual demasiado activa para mi gusto. Yo soy más… visceral-
        La voz a sus espaldas rompió a golpes de sílabas la meditación y quebró su paz interior totalmente. Esa voz volvía a sumirlo en el mismo torbellino que antes. Miró por sobre su hombro: ella estaba sentada en el suelo, detrás de él, cerca de un sofá.
        -Te molesta la compañía?- dijo ella, mirando la tormenta por el balcón.
        -Para nada, solo me sorprende que vengas acá después de decirme tan estrictamente que me odiabas… y que solo me tolerabas para resguardarte vos misma-
        -No te odio precisamente- dijo ella, mirándolo con sus ojos de resplandor dorado –Simplemente te deteste. Me das bronca, pero nada más. Además, odio admitirlo… pero el insomnio me aburre mucho.-
        -Eso es cierto- dijo él, bostezando un poco –Después de todo, para que te presentés a esta hora de la madrugada tenés que tener insomnio-
        Un tiempo de silencio entre ambos, solo interrumpido por los relámpagos, se hizo presente.
        -Que encontrás con la meditación?- preguntó ella, sentándose a su lado –Es que, en todo este tiempo que llevo… viviendo, nunca le encontré mucho sentido- dijo, en tono sincero.
        Podía oler su aroma ahora… y cuando abrió los ojos, estaba más cerca de lo que hubiera deseado.
        -Tranquilidad- dijo él, tocando lentamente sus colmillos con su lengua –Y Paz. Pero ya se disiparon. Y no te creas que no pueda ser visceral…- dijo, en voz más baja.
        -Que?-
        -Me dijiste que tenía una vida espiritual demasiado activa para tu gusto. Si no la tuviera, probablemente sería horrible haciendo lo que hago. Pero no te creas que los Sacerdotes no tenemos sangre en las venas…- dijo, mirándola a los ojos. La sangre en sus venas latía demasiado aprisa ya.
        -No lo dudo, solo digo que debe haber una compensación por aquello, por entregar tanto al espíritu. Además, ya sé que podés ser visceral…- dijo, sacándose el cuello de la camisa que vestía para volver a mostrarle la cicatriz como final de oración.
        -Lylia, la única humana del principio de mi vida que todavía está con vida. La única humana que, como yo, no cambia con el tiempo. La única que sigue igual de bella, de sexy, de fugaz…- dijo él, mirándola con expresión ausente.
        -No te creas que sigo igual que siempre, romeo.- dijo ella –Los años pasan, pero tienen un efecto. La Inmortalidad tiene su peso, deberías saberlo-
        -Claro que lo se- dijo él, y se molestó un poco. Luego, mordaz, preguntó –Porqué estás guardando tus efectos para conmigo? A que le tenés miedo?-
        Ella clavó sus ojos implorantes en él, como si hubiera descubierto algo que no tenía que saber. Con una voz más suave de lo normal, dijo:
        -No le tengo miedo a nada, es solo que no tengo ganas de que volvamos a caer en lo mismo que hace años…-
        -Una respuesta bastante pusilánime para quien se declara… visceral?- dijo, divertido y cínico.
        -No te creas que es fácil para mí. Además, no me conocés tanto como para decir eso. Y no me importa tu estúpida opinión- dijo ella, alzándose de hombros.
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        • #5
          El silencio volvió a interrumpirlos, buscando un espacio entre ambos. Un instante después, él no se pudo contener y preguntó:
          -Que creés que nos faltó para completar el vínculo ese día en Las Ruinas?-
          Ella lo miró, y sus ojos fueron ahora cargados del mismo poder hipnotizante de antes. Estaba volviendo a usar sus habilidades, y lo pudo sentir como una ola cálida que lo invadía, irrefrenable, alimentando el calor de su sangre y la expectante actitud que tenía. Tenía mucha hambre y estaba ávido de ella.
          -No se que nos puede haber faltado- dijo ella, con un tono sugerente –Supongo que no podés contentarte con una respuesta, no?-
          Él permaneció en silencio unos instantes. Luego, lentamente, se acercó hacia ella, acercando su rostro, admirando sus preciosos labios y su expresión: seductora y sobradora, contenta con tenerlo bajo su dominio otra vez. Pero, realmente lo tenía?
          Los relámpagos se sucedían uno tras otro. Él se acercó aún más, tanto que sus labios estaban a punto de tocarse y podía sentir el calor corporal de ella fluir delante suyo. Su sangre, su perfume, su vida… La sentía delante suyo como su estuviera en la palma de su mano. Dudó un poco antes de besarla: el beso era el camino de ida, no de vuelta. Ella tampoco se movió, y ambos se miraron a la vez con los mismos ojos en espejo.
          -No… podemos- dijo ella, como si le faltara el aire.
          Él no dijo nada. Se sentía tan vivo como hacía siglos no lo hacía, y la prohibición lo hacía más excitante todavía. Rozando apenas sus labios, haciendo el contacto y sintiendo como las energías eran brevemente drenadas al contacto con la piel, se retiro rápidamente. Había sido un solo contacto, pero sabía que había sido suficiente: sus labios estaban húmedos, y ella parecía un predador demasiado hambriento como para perdonarle la vida a su presa. Y su presa era él.
          Sonrió, sabiéndose victorioso en su maniobra. La miraba desde lejos, invitándola con la mirada, y ella parecía extrañamente divertida.
          -Si vos decís…- dijo él, dejando la frase suelta en la noche sonora y tormentosa.
          Entonces ella se acercó y lo besó, lenta y pasionalmente, llenándolo de aquella sensación placentera y satisfactoria que extrañaba y le resultaba familiar. A pesar de saberse utilizado, y de saber que el contacto con los jugosos labios de ella era un disfraz para que le drenara hasta la última gota de energía vital, esa sensualidad lo despertaba y lo excitaba.
          Se separaron unos instantes luego de aquel beso, mirándose. Casi al unísono, volvieron a acercarse y a besarse en un segundo beso más prolongado y lento, dejando que sus lenguas recorrieran los labios del otro.
          Él comenzó a acariciarla, primero en la cintura y, subiendo, dejó sus suaves manos en sus hombros. Mientras su lengua descendía por su cuello, desabotonó la camisa hasta llegar a sus pezones. Los lamió, mientras ella comenzaba a quererlo un poco más de lo que antes lo quería.
          Él continuó bajando por la cintura, y se deshizo de la falda que ella llevaba puesta junto a su ropa interior: al fin, teniéndola desnuda, comenzó a besar su pubis para internarse en aquel espacio secreto y dulce, penetrando con su lengua, haciéndola gemir de placer. Ella se retorció un poco y se movió espasmódicamente mientras él se ocupaba de administrarle caricias en los muslos, en los pechos, estrechando sus manos.
          Ella tomó su cabeza y lo llevó de nuevo frente a frente a sus labios, besándolo hermosa y largamente, quitándole tanta energía de golpe que le dejó virtualmente sin aliento. Su pelo corto y rubio se agitó un poco cuando hecho su cabeza hacia atrás, y con una sonrisa extraña en el rostro comenzó a abrir la túnica de él, el cuerpo superior y el inferior. Besó su pecho mientras sus manos, gráciles pájaros de dorada seda, recorrían su espalda. Cuando a él se le escapó un murmullo de placer se detuvo, no haciéndolo llegar al paroxismo: había mucho más que quería probar de él.
          Tendiéndose en el suelo, ambos sintieron el contacto de su piel contra la del otro y se besaron y acariciaron largo rato. Hacía muchísimo tiempo él había aprendido que sus besos eran la máscara perfecta para matar a seres vivos, drenándoles la energía poco a poco, esclavizándolos y sojuzgándolos; Por su parte, él contaba con su propia faceta parasitaria, el lado vampírico que latía en todo drow y que cualquiera podía disfrazar de la manera que quisiera.
          Unos instantes después, colocándose sobre ella suavemente, intentó poner su sexo sobre el de ella, pero ella cruzó las piernas, divertida. Él la miró extrañado, y ella le dio un rápido beso, apartándose unos instantes para mirarlo, mordiéndose el labio inferior.
          Él, decidido a pagarse por aquella treta, se acercó hacia ella y aspiró su aroma como si fuera una bestia. La besó en el cuello y en los labios fugazmente y continuó masajeándole suavemente los pechos. Toda su piel era de una tibieza y una textura deliciosas, y cada vez que sus labios o su lengua pasaba demasiado cerca de ella, su sed de sangre comenzaba a salirse del camino, destrozando todo impulso racional. Decidió seguir con aquel jugueteo unos instantes más, pero ella lanzaba miradas cada vez más insidiosas y acusadoras. Sabía que le estaba dejando sin energías, y jugar con el peligro siempre le había gustado.
          Suavemente, colocó su sexo sobre los labios mudos de ella. Sintió como se estremecía al sentir el contacto en una zona tan íntima, y se detuvo unos instantes, moviéndose lenta y despaciosamente en el mismo lugar. Luego de un rato de este movimiento comenzó a adentrarse en ella en un movimiento lento en un principio, que luego fue adoptando un carácter más vigoroso y balanceado. Sin embargo, él no pensaba dejarla irse tan rápidamente, y se interrumpía antes de que ella pudiera llegar a algo, haciéndola sufrir de ganas al tener que soportar aquella tortura placentera. Ella ahora gemía de placer, echando miradas acusadoras. Al fin, moviéndose rítmicamente, él terminó con aquel movimiento adentrándose del todo en ella, haciéndola gemir de placer a la vez que él gritaba con ella, mientras la tormenta fuera los ahogaba en estruendo.
          Ella, sudada y agitada, lo besó nuevamente. Él comenzaba a sentir los efectos de la falta de energía, pero ella parecía demasiado ávida de él, y él comenzaba a sentir más necesidad de ella.
          -Habiendo siete camas en la casa, los dos lo hacemos en el lugar más incómodo- dijo ella, susurrando.
          -Estas cosas no tienen lugar- dijo él, acariciándole el rostro –Simplemente se dan-

          Permanecieron un rato en silencio, mientras la tormenta amainaba un poco, besándose y acariciándose desnudos en aquel balcón de madera. Fue luego de que recomenzaran los relámpagos que él, ya hecho en falta de energías por completo, la miró con una mirada gris y seductora, indicándole lo que iba a hacer. Ella pareció comprenderlo casi al instante, girando la cabeza hacia un lado para dejarle su hermoso y vital cuello delante de él. Relamiéndose y tocando la punta de los colmillos con su lengua, le dio primero un largo beso en el cuello, mientras ella cerraba los ojos y dejaba escapar un murmullo profundo. Colocando su boca sobre aquella cándida piel, la mordió lentamente y con cuidado. Sintió el estremecimiento inicial, como siempre, que sobrecogía a todas las víctimas; temblor que fue reemplazado por un ligero gemido de relajamiento, mientras acariciaba su cabeza y espalda. Su sangre era demasiado dulce, enriquecida por la energía de miles de víctimas que hubiese drenado a lo largo de su existencia. Beber de ella era como rejuvenecer: sentía como el corazón le palpitaba de la excitación, cómo sus sentidos se agudizaban, como el cansancio de siglos lo abandonaba. Y sin embargo, no podía acabar con su vida: ella misma se lo había dicho, matar a uno era matar al otro. Además, ella podría haber acabado con él instantes antes, dándole otro beso prolongado y profundo que segara su vida, pero no lo había hecho. Le debía la respuesta del mismo gesto.
          Cuando las caricias de ella comenzaron a disminuir y sus gemidos comenzaron a apagarse, dejó de beber, desprendiendo su boca de su cuello. Lamió ligeramente la herida para que cicatrizara y la miró, relamiéndose. Ella tenía la expresión más relajada y feliz que le había visto jamás, y se sintió casi en obligación de darle un beso corto y tierno. Un beso que ella le contestó, como si se estuvieran agradeciendo mutuamente por ese tiempo de descanso, de suspiro, de placer compartido que habían generado el uno para el otro.
          Cansadísimos los dos, se desplomaron nuevamente en el suelo del balcón y se besaron un largo rato, tiernamente, como adolescentes.
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          • #6
            La mañana era terrible, despojaba de energías a cualquiera que estuviese ahí para respirarla y para sentirla con suficiente intensidad. Aunque quizás si lo de aquella noche anterior no hubiera ocurrido, no tendría tanto cansancio físico. El cansancio anímico venía por otro lado, pero precisamente ahora no tenía nada de él.
            Estaba sentado, respirando los ribetes de nube que entraban por la ventana del cuarto, con una terrible y colosal paz derrumbándose sobre él, como si se tratara de un muro de granito sólido. Un par de horas de incomodidad habían bastado para que ambos se dieran cuenta de que era mucho más práctico retirarse a alguna de las ocho habitaciones con que contaba el refugio. Era temprano todavía, pero él siempre había sido de dormir poco y mal. Ella seguía durmiendo, serena y hermosa, a su lado en el lecho. Era increíble que a pesar de tener tantos años y un grado de peligrosidad importante, ella dormida se pareciera tanto a un ser inocente y ajeno a todo aquello. Su rostro estaba en tanta paz, y sus labios se doblaban cada tanto en una tenue sonrisa… quizás con qué estaría soñando. O con quien…
            Bostezando un poco para sacarse la calma que actuaba de sedante sobre él, volvió a recostarse al lado de ella. Cerró los ojos unos momentos y volvió a abrirlos para clavarlos en las vigas del techo. Si, definitivamente estaba lo suficientemente despierto como para volver a concebir el sueño con tanta facilidad.
            De repente, ella se removió un poco en su lugar, entre sábanas, gemido ahogado y estirar de músculos. Abrió unos preciosos ojos dorados que tenían cierto brillo infantil y lo miró, sonriendo con otra sonrisa a la que tenía cuando soñaba: ésta era la sonrisa pícara de un pequeñuelo que hubiera hecho una travesura. Con un susurro de seda, le dijo casi al oído:
            -Así que realmente pasó lo de anoche?-
            -Me sorprende que digas eso. Porque te nace la duda?- dijo él, mirándola apenas y hablando en voz baja, como si fuera a despertar a alguien.
            -No sé realmente- susurró, bostezando apenas, casi como un gato pequeñito –Es que hace demasiado tiempo que no llegaba a tanta profundidad con una víctima…-
            -Así que eso soy, una víctima?- dijo él, riéndose. Por supuesto que era una víctima, por supuesto que lo de anoche había sido un acto casi animal, por supuesto que no le importaba. No esperaba más, pero le gustaba dar preguntas picantes.
            -Y que más esperabas ser?- dijo ella, inquiriendo en él con intensidad en la mirada. De repente su gesto afilado se transformó en uno un poco más risueño y sereno, como cuando dormía, y reiteró –Bueno sí, sos la única víctima que tuve que sobrevivió a una noche conmigo…-
            -Sobrevivir?- preguntó, bastante curioso.
            -Bueno, tener ese tipo de… actividad conmigo solo deviene en la muerte. Imaginate, si con un beso dreno grandes cantidades de energía de un ser vivo, teniendo sexo con él… simplemente no puedo tenerlo- dijo ella, mirando hacia afuera –Pero basta de cháchara tonta. Es una mañana para callarse y dormir- concluyó, arrebujándose entre almohadas.
            -Como que simplemente no podés?- dijo él, ahora curioso de veras.
            -Si… no puedo pasar una noche con nadie sin matarlo. Ni siquiera puedo tocarlos por demasiado tiempo. Pero basta, dejame volver a dormir un rato más…- dijo ella, sin volver a abrir los ojos, un poco molesta tratando de conciliar el sueño.
            Entonces era aquello lo que lo había debilitado la noche anterior. Era por eso que bebió con tanta rapidez de la sangre de ella, era por eso que esa noche se había sentido especial, diferente, rara. Había un intercambio energético a un nivel mucho más profundo con aquella chica, un intercambio que podía sumir en el éxtasis a cualquiera que quisiera probarlo… éxtasis de muerte para seres normales. No para él, ni para ella.
            Sonriendo con cierta sorna, bostezó. Quizás si fuera una mañana para callarse y dormir… meditar respecto a esos eventos le daba un poco más de tiempo a su lado, oliendo esa fragancia floral que desprendía. No podía decir que estaba del todo feliz, pero sí podía decir que después de tanto tiempo, había logrado sonreír sinceramente.

            Horas mas tarde, y con un dolor de cabeza colosal probable producto de tanto tiempo dormido, despertaba. El sol debía estar poniéndose, porque la incidencia de luz sobre el ventanal era bastante débil: y si el sol estaba poniéndose, eso significaba que había dormido casi todo el día.
            Se incorporó con una queja muda para descubrir que ella no estaba a su lado.
            “Lógico”, pensó, “No va a pasarse todo el día durmiendo”
            Comenzó a vestirse con una automatización de siglos de vestirse con las mismas tenidas, todas preparadas de la misma forma, ordenada y mecánicamente. Ahí afuera había un sonido producido por el viento que entraba por el colosal balcón, aún más grande que el del piso inferior, sobre el cual se habían profesado semejante pasión, de tal calibre que lo había hecho dormir todo el día (o no?)
            Caminó dos pasos y entró en la habitación contigua, posiblemente una antigua biblioteca o un estudio de verano. En realidad, toda aquella casa parecía más un estudio que una casa, con habitaciones que no lo eran y balcones diseñados estratégicamente para la distracción. Éste, por ejemplo, apuntaba a la llanura que se abría debajo, dando una vista hermosísima y demostrando la poca belleza del panorama. Una ligera llovizna seguía cayendo, como el recuerdo de una tormenta más grande que se hubiera retirado para dar paso a una pequeña. Todo estaba sumido en el pleno silencio, exceptuando por el ruido de aquel extraño viento. El aire olía extraño, no con lo que percibiría alguien con el sentido del olfato común, sino con lo que perciben quienes tienen más de cinco sentidos. En esa habitación olía a muerte.
            Volvió al dormitorio, y notó de repente la presencia de algo que no había antes: sus viejas ropas de Sacerdocio, su armadura ligera de exploración, su morral repleto de objetos y sus viejas, antiquísimas espadas. Esas mismas espadas que había donado para que forjaran nuevas.
            Extrañado, como en un sueño, caminó hacia ellas. Las tocó: eran reales. No había nada de raro en todo aquello, todo era real. Le agradó volver a tener contacto con esos objetos a los que había amado con tanta fruición, a los que había querido con demasiado ahínco. Estaba harto de esa tenida sedosa que parecía ropa de cama, así que comenzó a vestirse con las dos armaduras que tenía delante. También desenvainó las espadas y dio cuenta de su filo. Dormir durante todo un día y haber probado sangre la noche anterior lo tenían con una energía que aprontaba una actividad importante. Pero a pesar de haberse vestido para la guerra, sabía que probablemente solo tendría que caminar hasta su destino sin ser interrumpido. Aquel signo que llevaba en la espalda, en el largo abrigo sacerdotal simbolizaba a los Antiguos de Shilen, usualmente respetados por los rincones del mapa… por lo menos, para aquellos que todavía sabían identificar a un Antiguo original de uno que se esclavizaba por nada.
            Sonrió. Estaba soñando en pensamientos demasiado altos… él ya no pertenecía a ese mundo nuevo, plagado de ángeles de una sola ala y ciudades nuevas. No pertenecía a las generaciones sin respeto, no pertenecía a los ejércitos sin orden. Él era de los días del Honor, la Gloria, los motivos originales y las profesiones indivisibles. Él era un Antiguo de Shillen retirado del mundo, y ahora tenía otros asuntos que atender a tener que seguir profesando su pensamiento para él mismo.
            Ahora, el asunto de la otra habitación… y el porqué su vieja ropa y armas se encontraban ahora en el dormitorio, cuando volvió. “Como si los hubiese llamado con la mente”, pensó. Como si realmente los necesitara. Necesitarlos para qué?
            El olor a muerte. En la otra habitación. Era tan abundante ahora que el aire todo estaba plagado de él. No es que le provocara miedo precisamente, sino que le causaba desconcierto. Acarició el viento y lo sintió lleno de horror. Estaba lo suficientemente espabilado como para saberse en el medio de una escena extraña, y algo no andaba demasiado bien ahí.
            Entró nuevamente en la biblioteca. La tormenta ahí afuera seguía su ritmo regular, y el sol comenzaba a ocultarse. Dio la orden verbal mágica, y todos los pabilos de la habitación se encendieron con una luz amarillenta y vacilante. Fue entonces cuando la vio.
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            • #7
              En el medio de la habitación, como una muñeca ligeramente destrozada por el capricho de un niño, yacía sobre el piso de limpios listones de lustrosa madera. Una elfa de la luz, ligeramente contraída en un solo espasmo, con el cuello en una posición para nada sana. No respiraba, pero parecía guardar cierta paz en sus gestos: solo su cuerpo parecía gritar la muerte, su rostro seguía dormido.
              Que diablos estaba pasando? Por que no la había visto cuando entró ahí la primera vez? Quizás la luz del atardecer… no, era imposible. La hubiera visto. Porque? Primero sus efectos personales, y ahora aquella elfa…
              Se acercó un poco y se arrodilló junto a ella, acariciando su rostro. Estaba tan sumida en una paz profunda, que vaciló al tocarla, temiendo despertarla. Fue entonces cuando la reconoció, y un escalofrío lo estremeció de pies a cabeza. Era Umi Ryuzaki, aquella Invocadora Elemental demasiado joven para morir, demasiado cándida y alegre para ser víctima de alguien. Había hablado pocas veces con ella personalmente, pero la reconocía. Su cuello estaba completamente destrozado, probable producto de una fuerza brutal que la había compactado. Pero, porque? Qué hacía Umi en un lugar como ese? Quien la podía haber matado?
              Primero lo primero, pensó. Traerla de vuelta a la vida no sería fácil, pero podía y debía hacerlo. Tocó el cadáver y lo sacudió un fuerte espasmo nervioso, como un choque eléctrico. Se apartó instintivamente de ella, respirando agitadamente. Acaso Había algo demasiado poderoso protegiéndola? Volvió a tocarla, sintiendo ahora las punzadas espásticas un poco más débiles. Se retuvo. Dolor, retorcer de cuello, falta de aire, oscuridad. Su esencia estaba demasiado sumida en la Gaia como para poder rescatarla normalmente. Le tomaría un tiempo hacerlo…
              -Vos!- tronó una voz femenina con violencia, proveniente de la puerta que iba a las escaleras.
              Giró la cabeza y la sorpresa volvió a asaltarlo. Una drow lo miraba desde el dintel, completamente empapada como si hubiera venido corriendo en aquella llovizna. Una drow cuyos ojos eran centellas cargadas de rabia y odio infinitos, una drow vestida en una armadura pesada forjada en finos encajes, una drow que era la viva imagen de su Diosa, gritando por toda la eternidad en la oscuridad de los Abismos. Era la misma drow que venía cazando con él desde hacía siglos, casi tan antigua como él, probablemente una de las pocas supervivientes de su generación: Bloodinesses. Con un rápido y diestro movimiento, desenvainó su espada y le apuntó a él. Todo su bello rostro estaba contraído en una expresión de hueco, inextinguible, irracional odio.
              -Fuiste vos!- dijo, avanzando en la habitación como una tromba, mirando a Umi y a él, en completa rabia.
              Comprendió al instante, dando un brinco de al lado de la pobre elfa muerta, esquivando una posible estocada. Intentando extinguir la ira de Bloodi (cosa poco probable), dijo en el tono más amable que pudo:
              -Bloodi… yo solo la encontré acá, estaba tratando de revivirla… Acabo de despertarme y…-
              -Callate!- dijo ella en un chillido, envainando la espada y abrazando el cadáver de Umi, mirándola a los ojos con una expresión sumamente triste. No sabía demasiado de las relaciones de Umi, pero conociendo la debilidad natural de Bloodi por las elfas de temprana edad, era probable que fueran amigas, como mínimo. La drow pasó unos instantes abrazando el cadáver, completamente triste, susurrando cosas inentendibles. Luego le dio un beso a la boca muerta, confirmando sus dudas, y se alzó con ojos llorosos que eran la síntesis del odio y la venganza, y avanzó hacia él.

              -Vos…- comenzó a decir, desenvainando lentamente la espada.
              Él comenzó a retroceder, pero detrás de él tenía el balcón: no se dio cuenta de ello hasta que la lluvia de fuera comenzó a mojarlo, lluvia que había comenzaba a incrementarse.
              -Bloodi… tenés que escucharme, que las apariencias no te engañen… yo solamente la encontré…-
              -Siempre fuiste envidioso de mí, de mis amantes. Umi sabía que estabas atrás de ella, me mandó cartas diciéndome que estabas cerca de ella, que te tenía miedo…- dijo Bloodi, apretando con fuerza el pomo de la espada, avanzando inexorablemente hacia él y susurrando entre dientes, demostrando su ira -…Dijo que te había perdido en el desierto, que iba a huir lo más lejos que podía… logré mandarle un mensaje y decirle que la encontraba acá, que la iba a proteger… Pero vos…-
              -Qué?- dijo él, sin comprender una palabra de lo que decía la drow. Umi sabía que estaba atrás de ella? Que lo había perdido en el desierto? Como conocía Bloodi ese lugar? Que diablos estaba pasando?
              -No te hagás el desentendido, estúpido!- bramó Bloodi, avanzando hasta él, obligándolo a detenerse contra la baranda del balcón a la vez que ella acercaba el filo de su espada a su garganta –Ahora ella está muerta y seguramente vos te encargaste de que no pueda volver a la vida… Pero por lo menos podré vengar su muerte…-
              -Bloodi… por lo que más quieras, te juro que solamente la encontré muerta- dijo él, aún demasiado extrañado para poder entender qué era lo que ella le quería decir. Decía demasiadas cosas a la vez y las decía con expresiones que no eran propias de ella. Acaso todo eso era una ilusión, un sueño más?
              -Callate, drow estúpido y cobarde! Si querías matar a alguien, porqué tenía que ser ella? Porque no viniste a buscarme a mi, si querías un desafío?!- dijo, y lanzó una estocada para cortar su cuello.
              El metal gritó un grito material cuando chocaron los aceros de los dos drows. Si no hubiera sido por la sangre que había bebido el día anterior, probablemente jamás hubiera desenfundado tan a tiempo una de sus espadas como para desviar ese golpe. Inclusive así, el envión de la guerrera lo lanzó un poco a un lado, envión que aprovechó para desprenderse de la baranda.
              -Bloodi, no quiero pelear con vos. Hay un malentendido acá…-
              -Así que así va a ser- dijo la drow, tronándose el cuello, alistándose para la batalla –Si así querés que sea, va a ser así. A muerte!- dijo, y se lanzó contra él arremetiendo una terrible estocada que tuvo que esquivar.
              “Es inútil” pensó, “No me está escuchando. Está completamente cegada por el odio. Pero, en el nombre de Shilen, que Diablos está pasando?”
              Desenvainó la segunda espada al tiempo que ella lanzaba otra estocada. A pesar de ser mujer, Bloodi era una guerrera excelente que podía abatir fácilmente a muchísimos adversarios: era escalofriante verla en el campo de batalla, se transformaba en una verdadera valquiria. Él, a pesar de tener preparación en esgrima y de tener varias batallas en su haber, jamás podría compararse con Bloodi: tarde o temprano, ella terminaría derrotándole. Sostener un combate con ella era igual a la muerte, más todavía si peleaba en aquella tormenta.
              Mientras esquivaba y desviaba con sus espadas las estocadas de Bloodi, comenzó a recitar sistemáticamente las bendiciones de las que tenía conocimiento. Era la única ventaja que podía llegar a tener sobre ella y, sin embargo, no quería lastimarla ni pelear con ella. Cuando estaba terminando, una estocada demasiado rápida le hizo un largo tajo en el vientre, tajo que fue superficial gracias a su armadura liviana que le hubiera salvado tantas veces la vida. Bloodi se detuvo unos instantes y le miró, satisfecha. Tanto él como ella sabían que esa herida era el principio de muchas que llevarían a su inevitable muerte.
              Una chispa de inteligencia brilló cuando vio una saliente del techo, y esquivando una nueva arremetida se tomó de la saliente, haciendo fuerza para subir en un rápido movimiento. Sus músculos estaban faltos de práctica, pero no le fallaron y le subieron allí arriba. El atardecer moría sobre el tejado y los relámpagos, iguales a intensos a los de la noche anterior, rasgaban las nubes que lloraban una lluvia demasiado copiosa. Bloodi, con menos esfuerzo que él, subió detrás.
              El tejado era minúsculo y existía el riesgo de una caída de casi cinco pisos sobre la ladera de la montaña, por lo que ambos miraban cada tanto hacia los lados. Aunque subirse al techo pudo haber sido algo estúpido, como observó cuando Bloodi comenzó a arremeter en intentos de empujarlo, seguía siendo una chance tan clara para uno como para otro.
              Esquivó dos espadazos, bloqueó uno y giró para darle un espadazo que rebotó en la dura coraza. Era inútil; jamás le haría daño. La huída era la única chance que tenía con ella.
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              • #8
                La drow, en tanto, se detuvo a recitar un terrible sortilegio, mientras él sentía como un buen flujo de energía se desprendía de él para ir a parar a ella. Los Caballeros de Shilen, como bien sabía, tenían todo un arsenal de conjuros diseñados para su victoria. Cansado y enojado con una acusación de la que no era culpable, recitó rápido y furioso las palabras de atadura al suelo.
                Las raíces surgieron de entre las tejas, buscando y encontrando los pies de Bloodi. Era el fin de la pelea, al menos durante un rato. Siguió recitando el conjuro, esforzándose hasta el cansancio, mientras las raíces seguían rodeando la esbelta figura de la guerrera. Al fin no pudo hacer movimiento alguno, rodeada hasta el cuello de enraizamiento surgido por mera voluntad del antiguo. Sintiendo el poder fluir de sus manos, cansado al actuar como conductor en aquella tempestad, se acercó, jadeante, hasta su lado. Bloodi no cesaba de intentar hacer movimientos bruscos y de chillar, intentando zafarse de la atadura mágica.
                -Bueno, espero que ahora me escuches- dijo él, aún agitado –Y que te quede bien claro: yo no la maté, yo solo la encontré y no entiendo ni la mitad de las cosas que están pasando. Así que dejá de intentar matarme y quizás logre traerla de vuelta a la vida.-
                -No importa cuanto me tome- comenzó a gritar Bloodi, atrapada en el ramaje –Voy a matarte, maldito gusano de templo!-
                Sin hacerle caso ya, se descolgó del techo con cuidado y se dejó caer al balcón. Aún respirando pesadamente, volvió, completamente mojado, hasta la biblioteca, y se detuvo en la entrada del Balcón.
                Umi ya no estaba ahí.
                Caminó por doquier, buscando en el dormitorio, buscando en las escaleras, alguna señal de que hubieran arrastrado el cuerpo… pero nada parecía indicar que siquiera hubiera aparecido ahí.
                En el nombre de Shilen, que Diablos estaba pasando?
                Se había detenido pensativo en el medio de la habitación, cuando el ruido de unos tacones en el balcón le advirtieron que Bloodi, mojada y enojada por completo, había dejado de ser retenida por la atadura mágica. Le lanzó dos estocadas rápidas en un ligero trote, punzadas de dolor y sangre que recorrieron su espalda mientras él corría hacia el balcón. Su cabeza estaba demasiado embotada con preguntas como para pensar claramente en lo que hacía, y sin pensarlo, se lanzó al vacío que había debajo del balcón. Solo cuando estuvo en el aire, espadas envainadas, morral y larga capa ondeando detrás de él, cayendo hacia el suelo a una velocidad demasiado rápida, se dio cuenta de la peligrosidad de su salto. Con rapidez y notas de estrés en su voz, recitó sortilegios de creación e impulso de aire, concentrando todo su poder y voluntad en ello. El colchón de aire se formó débil y fácilmente disipable, pero lograría amortiguar su caída lo suficiente. Al menos, eso supuso. Lo último que escuchó y vio antes de desmayarse, fue a Bloodi saltando tras él con una decisión terrorífica y corajuda.

                No sabía cuanto tiempo había pasado. Tampoco podía importarle demasiado. La lluvia no había arreciado: seguía igual de violenta e igual de constante. Cuando se quiso incorporar, supo que la caída se había cobrado un poco de dolor: tenía el brazo y la pierna derechos rotos. Recitando otro conjuro de sanación, y con un crujido de huesos, estuvo nuevamente en forma para continuar. El dolor recorría sus nervios terriblemente cuando tropezó literalmente con aquel montículo blando. Un par de relámpagos iluminaron la escena, dándole un panorama de la situación.
                Bloodi estaba a su lado, contraída en un solo movimiento. Estaba muerta. La caída le había roto toda la caja torácica, y probablemente hubiera agonizado unos instantes a su lado antes de morir del todo. Tenía en el rostro la expresión de odio más profundo que jamás le había visto. La tristeza le invadió mientras levantaba su cadáver en andas, y entraba en aquel alto edificio. El primer piso, el cual jamás había conocido, solo contaba con sillones y salas parecidas a habitaciones de recepción. Encontró una cocina, también, pero no le servía.
                Recostó el cadáver de Bloodi y lo abrazó, mientras rebuscaba en el torrente de almas la suya. Le costó un buen tiempo encontrarla, y su propia alma se negaba a tocarle: pero le debía la vida y muchas cosas más a aquella drow, a pesar de que ella le hubiera amenazado de muerte. Despertó tosiendo agua, débil y apenas pudiéndose mover. Estaba seguro de que le dolería hasta el último ápice de humanidad que tenía, así que conjuró un sortilegio de sueño y la dejó durmiendo cómodamente en el sillón, ya sana e intranquila.
                Se tiró el suelo, dando un largo suspiro de cansancio y estrés. Seguía sin comprender qué era exactamente lo que había sucedido, y seguían sin comprender nada. Muchísimas preguntas se agolpaban en la puerta de su razón, esperando ser atendidas, ser contestadas. Tenía demasiadas energías acumuladas como para volver a dormir, o como para quedarse velando por la seguridad de su amiga. Además, estaba seguro de que ni bien despertara, querría matarlo de nuevo: era difícil quitarle una idea cuando se le ponía en la cabeza.
                Entonces fue que cayó en cuenta de la ausencia de Lylia. Desde que se había despertado, no había sentido su presencia, su perfume ni su candor. Tampoco estaba aferrada a los objetos, como suelen estarlo las esencias de casi todas las personas que habitan un ambiente durante por lo menos una hora. Era como si jamás hubiera pisado aquel lugar. Entonces, había sido irreal lo de anoche, o era que sus sentidos lo engañaban? Si no había pasado lo de anoche, entonces, como diablos había llegado a ese lugar por su cuenta?
                Y que le había pasado a Umi? La última vez que la había visto había sido antes de introducirse en el Núcleo…
                El Núcleo…

                Se dejó caer sobre un sillón, mientras su rostro reflejaba la anonadada energía de su mente. Es que todo aquello, inclusive Bloodi y sus prendas, eran una invención del Núcleo? Todavía permanecía dentro de él?
                No, era imposible. Entonces, tanta influencia ejercía sobre él como para haberle hecho soñar y creer todo aquello? Acaso en ese momento estaba en Heine, durmiendo y soñando aquellas cosas?
                No sabía ni podía saberlo. Tenía que salir de aquel lugar, irse lejos, muy lejos… Tenía que viajar, tenía que caminar. Tenía que aprovechar que se sentía tan vivo (ignoró las voces cuestionándole en su mente si el exceso de energía provenía de la sangre o de otro lado), y salir a buscar respuestas. Tenía que saber qué había sido de la vida de Umi, de Bloodi y de Lylia. Tenía que saber qué había sido de él.
                Tenía que saberlo.
                Envolviéndose en la capa de viaje y dejándole unas bendiciones a Bloodi, la besó en al frente con cariño. Le tenía demasiado afecto a ese demonio como para enojarse con ella.
                -Quédate tranquila- le dijo, mientras dormía en el sillón –Encontraré a quien le hizo eso a Umi, y le haré pagar su crimen. Lo haré por nosotros, por vos y por ella. Lo voy a hacer por mi-
                Partió con la lluvia de la noche, una figura gris y oscura azotada por la tempestad. Y en el sendero, unas lágrimas cayeron confundiéndose con el torrente de lágrimas. La sed de sangre, el odio y el poder, el increíble poder que comenzaba a fluir por sus manos, le auguraban un destino incierto.
                Con la lluvia, partió.

                ///Bueno, esta historia la empecé a escribir haciéndome un escape sincero del resto de las cosas que estoy escribiendo (tengo un par de proyectos largos que me superan a veces >.<), la falta de internet y la nostalgia por el negro (hablo de Cataq, obviamente). Sinceramente, hacía bastante que no escribía nada de él, ni del L2, ni del universo que cree junto a tantas personas que siguen dando vueltas por acá. Y si, puede sonar a pelotudez, pero me encantó volver con el muchacho. Aún literariamente, es un personaje que me encanta y que seguiré reutilizando a lo largo de mucho tiempo, calcularía.
                Aún cuando estuvo muerto, escribí respecto a él. Y a pesar de que a veces se torne denso, siempre hay vueltas de tuerca listas ahí afuera. Es probable que el más ambicioso de mis proyectos sea, alguna vez, recopilar, todas las cosas que hizo (hice?) a lo largo de su larguísima existencia (al momento, el viejo tiene 1117 años). Es probable que jamás postee semejante proyecto, pero bue, acá hay fragmentos. Y como dijo Stephen King, Here there be Tigers =P
                Dedico este fragmento de lo que espero sean más escapismos a una tríada de amigos que hace un montonazo no atiendo: Umi Ryuzaki, a la cual tuve que usar de víctima (no te ofendas Umi! >.<), Hellmetalero, el drow satánico a infernal que encarna todo lo que es la esencia drówica, y a quien no podría faltar, el que nació para traer el infierno, el Brutal, tosco y amistoso orcote Destructor Voodoo. Un abrazo gigante para los tres, y sepan disculpar mis cuelgues por msn >.<
                Un abrazo muy grande vaya también para Bloodi, un personaje que siempre quise usar y nunca tuve las agallas para tomar las riendas. Este es solo el principio de muchas apariciones que pienso hacer de Bloodi, y espero que no te joda que use a la morocha un tiempo… esta no es una roleada en nuestro universo, precisamente. Y mejor me dejo de spoilear detalles de la historia porque le quita la poca gracia que puede llegar a tener >_>
                A los que se hayan bancado el relato hasta acá, muchísimas gracias y dejen sus opiniones/críticas/miradas personales/perspectivas objetivas/calificativos/adjetivos/lo que se les cante postear. Siempre ayudan.
                Y si hay gente que creyó que me iba a retirar del L2 y del Cataqclismo que tengo por drow, quiero decirles que honesta y francamente traté… pero es mas fuerte que yo >_>

                Un saludo para todos, y espero no haberles aburrido!
                Cataq //////
                Last edited by Hellraiser; 01-30-2009, 01:01 AM. Reason: Automerged Doublepost
                Writing without Internet

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                • #9
                  bue te esmerastes no me lei todo por q la verdad es muy tedioso, y si es muy largo no es entretenido pero me gusto ><, saludos aca de otro SE q ta perdido por ahi, suerte feu.

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                  • #10
                    che vo trolo!!!

                    cuando ba a dar señale de vida?

                    saludos te tamo esperando con el trolote de gelmetalitos yo y la llamaburros para boludear un toke en el game U.U
                    NOMBRE: voodoo852
                    PROFECION: destroyer

                    RUN TO THE HILLS... RUN FOR YOUR LIVE
                    No tengo historia, no tengo dios

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                    • #11
                      Vos querías una crítica, pero sabés que a mi eso se me hace tan difícil, más cuando el que escribe es un amigo, un hermano. Esperá a que lo lea Pizarnik y ahí vas a ver si tenés o no falencias, je. Aún así, encontré varias repeticiones, pero no lo retoques: si están ahí es porque así tiene que ser el cuento.
                      Puede ser que yo suba algo dentro de poco, más ahora que planeo volver.
                      Un abrazo y espero recibir noticias tuyas!

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                      • #12
                        locuraaaaaaa!!!! como va eso!!!

                        alta historietaaa :P

                        me diste ganas de volver asi que ahora mismo toy escribiendo los nuevos caps!!!!1

                        vamos a ver donde ****** te meto despues de esto :P

                        nos vemos !!
                        MAKE IT GROW PUNK

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                        • #13
                          Dedico este fragmento de lo que espero sean más escapismos a una tríada de amigos que hace un montonazo no atiendo: Umi Ryuzaki, a la cual tuve que usar de víctima (no te ofendas Umi! >.<),
                          Cadaveres!! todo tiene que ser cadaver para vos! primero Kerrygan y ahora yo u.U.. xD nahhh todo bienn Nico, si ya me habías advertido que era impredescible como me describirías con el "negrito".
                          Lo que si... ahora que te involucraste en mi "crimen" te debo como develarlo alta tarea para escribir jajajaja xD.
                          En cuanto vuelva de mis vacas en la playa veo como le saco jugo para darle una vuelta de tuerca a mi hosoria y hago la conexion con tu historia y la de hell.
                          saludos!! Umi


                          Marmalade Boy
                          *Saigo no yakusoku*

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                          • #14
                            para cuando la continuacion?????
                            MAKE IT GROW PUNK

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                            • #15
                              voy a ponerme insistente!! que corno tas perando para sacar la continuacion??? una declaracion firmada del papa de aden ???? :P
                              MAKE IT GROW PUNK

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