Señores del mundo: Primera parte
La biblioteca estaba a oscuras. Solo una débil luz de lámpara alumbraba allí. Aquel sabio, de barba blanca y sombrero de copa, revolvía unos papiros viejos…
-“…tratado de Gludien… mitos… leyendas de la ruinas gracianas…”- balbuceaba.
Pero Cuando un libraco antiguo cayo al piso desde un estante, el anciano sonrió.
Pasando suavemente la palma de la mano por el lomo del libro, descubrió una inscripción en dorado.
El anciano no tardo mucho en descifrar lo que, en el dialecto de los magos runeanos, significaba “Crónicas de los Ancianos de la Torre de Marfil: Artes oscuras y Necrotratantes”…
En la primera página había algo escrito. Decía así:
“Yo, Malrum Boldbriden, segundo anciano, maestro necromante y guardián de las artes oscuras de la torre de marfil, decreto que ningún ser de ninguna naturaleza puede hacer uso, desde hoy en adelante y para siempre, de las artes espirituales para su fin.
Se ha de reprender con todo el peso de la ley a quien use a los necroespectros para fines no-explícitos o no aceptados por el ministerio de la torre de magia.
Cualquier motivo, sea cual sea la índole, ha de ser ignorado a la hora de ser juzgado el infractor. Ningún hechizo puede volver a la vida a los muertos, y salvo por intervención de la diosa dadora de vida y madre de todos, el futuro de los hombres, desde su vida hasta su muerte y reencarnación no ha de ser modificado por ningún factor.”
Un sello del magistrado de la torre y de los ministros de magia marca el fin del tratado y el acuerdo de cada uno de los Ancianos.
Del otro lado de la página comenzaba un pequeño relato…
“…Conocer el lado oscuro de la magia no nos hace malignos, ni ver la luz o adorar a un dios mas benévolos. Pero son nuestras acciones las que deciden nuestro destino y son nuestros pensamientos los que alientan al accionar. Por ende, siempre que haya un pensamiento malo, habrá un mal accionar y así un destino incierto.
Para aquel de espíritu débil y conciencia quebrantable, he de pedirle que desista. Ningún hechizo puede revivir a aquel que ya no se encuentra entre nosotros. Su esencia se ha perdido entre los confines del universo y por tanto, aquella persona ya no haya lugar alguno en el cuerpo putrefacto y sin vida en el que alguna vez habitó. Las artes de la Necromancia no sirven en la práctica mas que para cambiar el futuro a gusto y violar las leyes naturales, por lo cual puede resultar su estudio no mas que… un mal pensamiento.”
El anciano duda un momento… sus ojos se pierden en la penumbra por un instante. Entonces saca su pipa, la enciende y da vuelta la página.
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La biblioteca estaba a oscuras. Solo una débil luz de lámpara alumbraba allí. Aquel sabio, de barba blanca y sombrero de copa, revolvía unos papiros viejos…
-“…tratado de Gludien… mitos… leyendas de la ruinas gracianas…”- balbuceaba.
Pero Cuando un libraco antiguo cayo al piso desde un estante, el anciano sonrió.
Pasando suavemente la palma de la mano por el lomo del libro, descubrió una inscripción en dorado.
El anciano no tardo mucho en descifrar lo que, en el dialecto de los magos runeanos, significaba “Crónicas de los Ancianos de la Torre de Marfil: Artes oscuras y Necrotratantes”…
En la primera página había algo escrito. Decía así:
“Yo, Malrum Boldbriden, segundo anciano, maestro necromante y guardián de las artes oscuras de la torre de marfil, decreto que ningún ser de ninguna naturaleza puede hacer uso, desde hoy en adelante y para siempre, de las artes espirituales para su fin.
Se ha de reprender con todo el peso de la ley a quien use a los necroespectros para fines no-explícitos o no aceptados por el ministerio de la torre de magia.
Cualquier motivo, sea cual sea la índole, ha de ser ignorado a la hora de ser juzgado el infractor. Ningún hechizo puede volver a la vida a los muertos, y salvo por intervención de la diosa dadora de vida y madre de todos, el futuro de los hombres, desde su vida hasta su muerte y reencarnación no ha de ser modificado por ningún factor.”
Un sello del magistrado de la torre y de los ministros de magia marca el fin del tratado y el acuerdo de cada uno de los Ancianos.
Del otro lado de la página comenzaba un pequeño relato…
“…Conocer el lado oscuro de la magia no nos hace malignos, ni ver la luz o adorar a un dios mas benévolos. Pero son nuestras acciones las que deciden nuestro destino y son nuestros pensamientos los que alientan al accionar. Por ende, siempre que haya un pensamiento malo, habrá un mal accionar y así un destino incierto.
Para aquel de espíritu débil y conciencia quebrantable, he de pedirle que desista. Ningún hechizo puede revivir a aquel que ya no se encuentra entre nosotros. Su esencia se ha perdido entre los confines del universo y por tanto, aquella persona ya no haya lugar alguno en el cuerpo putrefacto y sin vida en el que alguna vez habitó. Las artes de la Necromancia no sirven en la práctica mas que para cambiar el futuro a gusto y violar las leyes naturales, por lo cual puede resultar su estudio no mas que… un mal pensamiento.”
El anciano duda un momento… sus ojos se pierden en la penumbra por un instante. Entonces saca su pipa, la enciende y da vuelta la página.
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