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Historias de un Mago (por Melrond)

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  • #16
    Re: Historias de un Mago (por Melrond)

    Capitulo 14


    Me encontraba galopando fuera de la ciudad. Espoleaba al caballo llevándolo al máximo de su capacidad para correr. Nada me importaba, solo necesitaba llegar a la ciudad de Azunreth. Las nubes cubrían el sol y solo dejaban pasar unos pocos rayos de luz que se veían perfectamente en la tierra. Un aire frío golpeaba mi cara y me mantenía alerta a cualquier cosa. Estaba desesperado pero solo me importaba una cosa, llegar a destino.
    - A donde vas?. Iré contigo –la voz de Riemel casi parecía un grito en mis tropiezos por la habitación buscando unos libros. Falken me miraba absorto y sostenía una pequeña espada contra su pecho. Riemel seguía consternada y me miraba desesperada. –Melrond! Te dije que iré contigo porque no te calmas y vamos paso a paso armando todo y…–
    - Mujer acaso no entiendes? – mi voz salió como un rayo y retumbó en la habitación con un estruendo que hizo tambalear la espada de Falken. No miraba a Riemel, no podía hacerlo. – no entiendes nada. Solo estas acá, sin hacer nada, cuidando al niño y al parecer no te das cuenta de la gravedad de esta situación!! – revolvía unas mantas y las cosas se caían sobre el piso rompiéndose, ya tenia casi todos los libros. – Tyl esta apresado y nuestra única esperanza era Thren y ahora esta en problemas. Lo apresaron camino de regreso de la ciudad unos orcos y… - ya estaba. Tenía todos los libros encima y sin pensarlo me dirigí a la puerta. -… y… ahora esta en… -me frené en la puerta, dándome cuenta de mi comportamiento. Dejé de hablar y miré la escena por un segundo. Todas las cosas de la habitación estaban desparramadas por el piso, Falken había dejado caer la espada y me miraba atónito, pero Riemel, ella tenía los ojos colmados de lagrimas y se aferraba a su propia ropa, la cual estaba toda arrugada debido a la fuerza con lo que lo hacía. Ya no había vuelta atrás. Suspiré. –volveré pronto. –y dicho aquello cerré la puerta tras de mi, escuchando a cada paso ligero los sollozos desde dentro de la habitación.
    El caballo estaba agotado por el esfuerzo que le había hecho hacer. Todavía se veía una sombra de la ciudad, bajo las nubes oscuras que pronosticaban lluvia. La ciudad, según el mapa que tenia, no estaba a más de tres días a galope. A esta velocidad tal vez llegaría en la tarde del tercer día pero si hacia bien los cálculos y las informaciones eran correctas, Thren estaba apresado en un pequeño bosquecito cerca de el lago cercano a la ciudad de Azunreth. Esta era la primera noche solo, luego de mi encuentro con Tyl, las estrellas eran lo único que iluminaba la noche negra y acompañadas con un helado viento, impedían que concretase el sueño. El caballo ya estaba dormido, luego del esfuerzo que le había hecho hacer y resoplaba entre sueños. Volví a levantar la vista y me quedé mirando las estrellas pasivamente. Sabía que me había comportado mal con Riemel y los ojos perdidos de Falken todavía rondaban mis pensamientos. Mis ojos comenzaban a cerrarse y podía distinguir en el cielo el rostro de Riemel, su sonrisa, su calida mirada y hasta podía sentir el aroma de su pelo. Ya estaba dormido.
    El sol del mediodía me despertó abruptamente. Había dormido toda la mañana. Maldije por mi estupidez y tan rápido como pude preparé el caballo y partimos, nuevamente, a galope tendido. Con el estomago vacío y la mirada fija en el horizonte volvía a espolear al caballo, que relinchaba, quejándose del sufrimiento aquel.
    - Bien... pero será solo un momento –dijo el guardia mientras guardaba el oro en su bolsillo. Me abrió la puerta trasera y me guió por corredores que olían a secreciones y moho. A medida que avanzábamos se escuchaban los goteos en las paredes y algunos que caían del techo al suelo desgastado por la misma agua que lo recorría. No quería ni pensar que clase de agua era, o si era agua. La antorcha iluminaba el oscuro corredor y los gritos de las personas retumbaban en mis oídos. El guardia frenó frente a una puerta, le abrió el mirador, inspeccionó bien y luego la abrió completamente. –Pasa, tienes poco tiempo, aprovéchalo. –y con una sonrisa cerró la puerta tras de mi.
    - Mel? Que demonios haces aquí?. –la voz de Tyl estaba ceca y ronca. Su cuerpo, maltratado, lleno de moretones, apenas era reconocible. Se levanto del catre y avanzo hacia mi. Su mirada era la misma, aunque su rostro era el de otro. Frenó delante mío y se me quedó mirando. Se alzó una leve sonrisa en su rostro y por un instante volvió a ser el mismo, luego, me abrazó como lo había hecho antaño. Algunas lágrimas se escabulleron en silencio por mi mejilla mientras su abrazo, cual fuera el de un oso, me estrechaba. Pronto nos alejamos y nos miramos sonriendo, alegres de volver a vernos. –No hay tiempo, Mel que estas haciendo aquí?.-Tyl miraba la puerta de vez en cuando.
    - Vengo de la abadía Tyl, estamos en problemas. Thren esta en problemas Tyl, esta apresado en un bosque cerca del lago. Fue a buscar la única esperanza de liberarte y no va a llegar a menos que hagamos algo. –el problema era gravísimo, pero yo se lo contaba tranquilamente, cierta paz había en mi que no lograba entender. Tyl, en cambio se veía abrumado por la noticia, aunque no dejaba que se note. –pero no te preocupes mi amigo, iré a buscarlo enseguida y… -.
    - No te atrevas a hacerlo Mel!! –levantó la voz en un acto de ira que me dejó sin habla. –Diablos Mel, no puedo creer que me digas estas estupideces… crees acaso que eres tan poderoso como para encargarte tú solo de los apresores? O crees acaso que, por alguna suerte divinal, lo destruirás a todos, rescatando a Thren y trayéndolo con mi salvación? – Tyl hablaba fuerte y movía la mano amenazadoramente, como si fuese a golpearme. La reciente ira que estaba teniendo hacia que mi cuerpo temblase. –Mel… ya pasamos por esto antes, debes cuidar a Riemel, debes irte y comunicar en otras ciudades lo que realmente importa!, yo estaré bien aquí, pero debo saber que la misión sigue en pie. Tú deberías saberlo mejor que nadie, con un demonio. No entiendo como Thren no te obligo a marchar… ese idiota. –Retrocedió unos pasos y con aire agitado empezó a calmarse.
    - Que… -mi voz fue como un susurro cuando intente hablar, luego respiré y mi voz se recuperó. –Que quieres decir Tyl?, no confías que logre hacer esto?. Riemel esta bien junto con el muchacho en una habitación, no debería haber venido desde un comienzo, pero ya esta aquí, así que se adecuara a los planes que tengamos… y… -Tyl me miraba y en aquellos ojos no podía discernir entre enojo o compasión.
    - Mel, escucha –su voz era la de antes –Oneravin nos envió en una misión, como bien lo sabes. Debemos informar a los reinos de estos magos y sus planes. Aquí los corazones de las personas esta nublado, es una ciudad perdida –comenzó a moverse en la celda, arrastrando un poco los pies –de todas formas, eso no es lo importante. Aquí el asunto es que debes irte de este mugriento lugar y dirigirte a Folkmar, al sur de aquí. Ese es…-
    - NO!. –le grité indignado por aquel pensamiento. Tyl se me quedo mirando. –No me iré de aquí sin ti. Eso no es lo que yo accedí como misión. Empezamos en esto juntos y lo terminaremos juntos Tyl!. El plan ya lo tengo en la cabeza, no me importa lo que digas, hablas tonterías por la falta de alimento. Iré ahora y… -la mirada de Tyl cambio por completo y enfoco su vista en la puerta. Ésta se abrió con un fuerte golpe y dos guardias armados nos miraban riéndose.
    - Bien bien, ustedes dos, ya han hecho demasiado barullo. Vamos vamos asqueroso mestizo, la hora de visita termino. –y con una sonrisa provocadora me miraba, enfocándose primordialmente en mis orejas. Tyl se levantó y como acto reflejo el guardia que estaba al lado del que hablo, corrió hacia el y le golpeo con la cabeza con el mango de la espada. Tyl cayó de bruces al suelo con una herida en la parte superior de la frente. La sangre le brotaba y no lo dejaba ver con claridad. El guardia reía. Cuando estuve a punto de realizar una acometida contra él, el otro guardia me gritó –Mestizo! Quédate quieto o tu amigo lo pagara y muy caro. –tenia cierto tono de felicidad al decir estas palabras, como si desease matar a Tyl. Nada podía hacer ya. Me siguieron a la puerta y con un último vistazo lo vi a Tyl, como nunca lo había visto, sentado, cabizbajo, sangrando. Lo ultimo que escuche de él mientras se cerraba la puerta tras de mi fue un murmullo del cual, gracias a mis facultades heredadas de los elfos, pude escuchar con claridad. “Cuídate muchacho”.
    Me empujaron hasta la salida, riendo y maldiciéndome. Al tirarme fuera de la cárcel por la puerta trasera, me golpearon y escupieron, diciéndome que no vuelva por allí o terminaría junto a mi amigo. Me incorpore, me limpié y con un odio que había llenado mi espíritu, me dirigí a donde se encontraban Riemel y Falken.
    El caballo resopló y bajo la velocidad, haciendo que mis pensamientos vuelvan al camino que estaba recorriendo. Frene el caballo y baje para que pueda descansar. Allí, en la lejanía, podía verse las lindes del bosquecillo que estaba en el mapa, aquel lugar era donde estaba apresado Thren. El sol comenzaba a caer sobre el horizonte, llegaría al otro día. Hice unos cálculos y preferí acampar allí mismo, pues no podía haber más de tres kilómetros hasta aquel sitio. No haría fuego aquella noche, no haría nada que pudiese mostrar mi presencia. Lleve al caballo a unas rocas que había allí, para buscar algo de refugio, una tormenta se avecinaba y el viento estaba comenzando a soplar fuertemente. Aquella noche los pensamientos sobre lo sucedido retumbaban en mi cabeza, trayéndome cierto dolor que me aturdía. Riemel, Falken, Tyl, todos ellos… que estará pasando con ellos. Esos eran mis pensamientos y en mi comenzaba a nacer la culpa de haber actuado como lo hice. Me obligue a dormir y luego de escuchar un tiempo mas el viento golpeando con las rocas, haciendo ruidos como de espectros que me gritaban del mas allá, logré conciliar el sueño. EL agua, que golpeaba las rocas con gran fuerza, me despertó. Era una lluvia silenciosa, con gotas grandes. No podía ver las lindes del bosque con este clima, pero sabia donde estaba. Prepare al caballo lo más rápido que pude. El animal no estaba tranquilo con este clima, relinchaba y se lo veía muy nervioso. Ocacionalmente algún trueno sonaba a lo lejos. Un viento comenzaba a soplar, indicando que la lluvia no pararía tan pronto y que arremetería contra todo aquel que no este bajo algún lugar donde protegerse. Monte el caballo y con un fuerte espoleo comenzó la ultima carrera hacia aquel bosque. Aprovecharía la lluvia para cubrirme y esconderme de cualquier atacante. EL viento soplaba con más fuerza y ahora se veían truenos extensos como un castillo y lo acompañaban relámpagos que hacían retumbar la tierra.
    -Debo irme ahora mismo – le dije al abate una vez que terminó de decirme lo que había pasado. El abate, cuando me disponía a abrir la puerta, tomo mi brazo y con suavidad lo apretó, indicándome que me frene. Volteé el rostro hacia él y note una leve mueca de sonrisa en el rostro. Solté la manija de la puerta y me volteé por completo para escucharlo. El abate suspiro, sonriendo y me dijo.
    -Muchacho, no debes tomar actitudes tan apresuradas. –su voz salía como un susurro entre labios que apenas se movían.
    -Esto tiene que ser apresurado, mi amigo corre peligro y… -volvió a tomarme del brazo y suspiro nuevamente, a la vez que decía.
    -Recuerdo cuando yo era joven como tu, muchacho, las cosas también tenían que hacerse rápido. –Volvió a sonreír y continuo hablando –pero algo si algo te enseña la edad es que lo errores mas terribles se cometen por apurado. Ahora bien. Dime, acaso tienes algún plan?, crees que puedes ir y destruirlo todo?. Que piensas hacer? –me miraba, como estudiándome. Tomé aire y le dije.
    -Emmm no lo se señor. Creo que iba a salir y comenzar la carrera hacia el bosque –según las noticias que había recibido el abate, Thren había sido visto junto al capitán de la guardia, viniendo hacia la ciudad, justo cuando fueron emboscados, en el bosque, por una pandilla de orcos bien armados y al parecer bien organizados. –solo que no se como iría. Tengo un caballo preparado todas las mañanas en forma de prevención, así que lo mas seguro es que lo tome y salga ahora mismo.
    -Eso solo te llevara a la muerte segura. Ir solo a enfrentarte con todos esos monstruos… ni siquiera piensas consultarlo el plan, con nadie?. –me miraba todavía, esperando escuchar alguna palabra de cordura salida de mis labios, pero yo guardaba silencio. –Bien… como veo que todavía piensas salir, así a las apuradas, solo te pediré un pequeño favor. –mientras me hablaba, comencé a notar que su voz se hacia mas y mas leve, y algo, que no me había dado cuenta hasta ese momento, que venia repitiendo constantemente con los dedos. Los dedos de la mano que me sostenían el brazo hacían unos círculos y trazos por sobre mi ropa. Cuando lo noté el abate siguió hablando. –el favor que necesito que hagas es, que te lleves esto contigo. –se alejo lentamente y se acerco al costado de la silla. Tomo el báculo que me había entregado y me lo ofreció nuevamente. Lo tome con el brazo que había sido tocado por el abate y sentí una leve sensación de calor al sostenerlo. El abate me sonrió y me dijo unas últimas palabras. –No creo que debas partir en este estado muchacho, pero tampoco creo que el destino de uno pueda ser interrumpido por las palabras de un anciano. Antes de ir, ve a visitarlo a tu amigo, el que se encuentra en la cárcel, tal vez él pueda hacer un mejor trabajo que el mío. Ten estas monedas y entrégaselas a los guardias, aquí la honestidad fue enterrada hace mucho tiempo bajo mucha tierra. –el abate suspiro y con una sonrisa me entrego un saco con monedas. Me abrió la puerta y me despidió. En aquel momento, cuando caminaba por los pasillos de la abadía, me sentía tranquilo, como en sueño. No había odio, como tampoco desesperación. Podía ver las cosas en claro. Iría, antes a verlo a Tyl, contarle del plan y luego, seguramente, iría a verla a Riemel, que en aquel momento tanto la quería abrazar. Seria un buen día tal vez, seria…
    El ruido del relámpago sonó fuerte en el bosque. Mis manos, emitían un cierto humo y los cadáveres de algunos orcos yacían sobre el camino. Eran los vigías. Estaban todos acampando, escondiéndose de la lluvia, cual animales temerosos de que el cielo se les derrumbe. La voz del abate ya no la recordaba, como tampoco la sensación de paz al salir de aquella abadía. Le estaba muy agradecido por el báculo, ahora manchado con sangre orca. La lluvia impedía que mis hechizos de fuego resultasen como deseaba, pero mejor así, tardarían en saber que es lo que les pegó. La tormenta me dio la idea de los rayos, por un momento bendecí aquel clima. El brazo izquierdo me dolía, una sensación de ardor constante en la parte superior del brazo, donde tenia clavada una flecha. Sin bajar del caballo trate de desprendérmela y con un dolor intenso saque la punta de hierro con algo de carne mía en la punta de la flecha. La arroje al piso y seguí al galope, enfrentándome a los pocos vigías que quedaban de pie. La adrenalina que fluía en mis venas en aquel momento era tal, que me había convertido en una bestia como aquellos a quienes estaba matando. Mi báculo surcaba el aire con un pequeño silbido y terminaba con un sonoro ruido a hueso quebrado y otro orco estaba en el piso. Otra tanda de flechas surco el cielo, pero la lluvia las desviaba. Otra tanda de orcos caía. Estaban desesperados, no se esperaban este ataque, no se esperaban este “tipo” de ataque al menos. Otorgaba los golpes cada vez mas certeros, y comenzaba a disfrutar aquella matanza, mi sangre hervía y mi corazón latía con tal fuerza que parecía iba a salirse de mi pecho. Toda esa sensación de vigor, de fortaleza pronto se apago cuando una flecha se vio incrustada en el cuello de mi caballo y yo me vi, volando, para luego caer de rostro al piso.
    Me incorpore al escuchar los pasos de los orcos que se avecinaban, que corrían para buscar mi cabeza. Podía darme cuenta que mi muerte era inevitable en aquel momento. La recibiría de pie, como todo aquel que desea morir con orgullo debería hacerlo. Pensé en Riemel y la sensación de que la última palabra que le dirigí había sido con odio me carcomía mucho más que la muerte que se avecinaba. Recordar eso hacia que muera un poco cada instante. La lluvia caía sobre mí y me limpiaba, tanto la sangre, como el espíritu. Intentaría morir, al menos, en paz. Levante el báculo y fue en ese entonces cuando un ardor se apodero de mi brazo izquierdo. Donde el abate me había agarrado se ilumino un circulo en mi ropa. Mi brazo sostuvo el báculo, cual si estuviese manejado por otro, y lo apuntó al cielo. Los gruñidos de los orcos estaban retumbando en mis oídos y el ardor del brazo hacia que me dificulte la respiración. El báculo apuntando al cielo comenzó a vibrar. El cielo se torno mas oscuro por sobre mi cabeza y en un instante, lo que un ser vivo tarda en pestañar, un rayo se dibujo en las nubes y bajo hacia el báculo, que al ser tocado por el rayo, descendió hasta el piso, golpeándolo con tal fuerza que la tierra tembló y se el salio un haz de luz, acompañado de pequeños rayos que se expandieron a la redonda mía. El sonido de la lluvia se fue apagando lentamente. Luego, el silencio.
    El abate me había entregado un arma sumamente poderosa y sin embargo yo no creía que aquel poder podría desencadenarse nuevamente. Los orcos habían sido vaporizados con los rayos que había expulsado el báculo. El tiempo que paso desde el momento que se levanto el báculo y el momento en que dejo de llover, habría sido un instante, comparable al bostezo de un niño y sin embargo sucedió con mucha lentitud. Me incorporé y corrí a donde se veían unas pequeñas carpas. Allí debía de estar Thren, junto al capitán. La herida del brazo volvía a arder con suma fuerza. Trepe la colina con gran dificultad, debido al barro que, por la lluvia, se había hecho. Al llegar al campamento pude ver, la verdadera naturaleza del mal. Thren había sido mutilado y su cuerpo estaba expuesto al aire libre, cual trofeo, con unas aves picoteando su carne. Los orcos no estaban, se notaba que habían partido, al menos hace unos días. Me acerque a Thren y espantándole las aves, lo desate y le puse algunas piedras encima, haciendo un túmulo. Busque al capitán de la guardia, mas no lo encontré. Mi cabeza estaba confundida. Que había pasado con los orcos del campamento?. Algo andaba mal. Note que el caballo de Thren todavía estaba allí. Muy extraño que no lo hayan tomado para ellos. Estos orcos si sabían montar. Me preocuparía por aquello mas tarde, en mi cabeza rondaba la idea de que algo malo estaba sucediendo. Tome el caballo y a toda velocidad Salí del bosque.
    -Como sabias, pequeño que aquí había alimento? –Tyl sostenía un conejo recién cazado y sonreía plenamente. Riemel estaba a mi lado.
    -Sentí que había algo que rondaba por allí, supuse que era comida, mi maestro me enseño a estar en contacto con el todo, para poder aprender a usar la magia –el día estaba despejado y una brisa suave nos acompañaba en aquella tarde.
    -Pues ha sido un excelente maestro HAHAHA –su risa retumbaba por el despejado terreno.
    -A sido una suerte que seas un hechicero de premoniciones –me decía Riemel sonriendo mientras preparaba el fuego –así podrás siempre saber que nos va a ocurrir y de esa forma prevenirlo, no te parece Tyl? –le decía sonriendo.
    -Pues así debería ser muchacha. Aunque tal vez, le vendría bien ir a un circo y leer el futuro a los pasantes HAHAHAH –y comenzó a reír. Riemel lo acompaño en la risa y hasta yo mismo reía junto a ellos.
    El aire se volvió seco de pronto y golpeaba mi rostro con fuerza.
    -Ojala hubiese podido ver esto –dije suspirando, inmóvil, mirando al horizonte, mientras una nube negra se levantaba proveniente de la ciudad.

    La cara vista es un anuncio de Signal,
    la cara oculta es la resulta....
    There will never be a day, when I won't think of you
    You were once a friend and father, then my world was shattered
    Wishing you were somehow here again, wishing you were somehow near...
    Never thought this day would come so soon,
    we had no time to say goodbye.
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    I feel so lost when you're not at my side...

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    • #17
      Re: Historias de un Mago (por Melrond)

      Capítulo 15


      Entre mis dedos sostenía la semilla del panadero. Mi maestro, Lozandur, en una de sus charlas me había dicho que éstas semillas eran, en realidad, el espíritu y los deseos de las personas, que viajaban impulsados por el viento y que, si uno era lo suficientemente cuidadoso al atrapar uno, podía escuchar aquellos deseos o el espíritu que viajaba dentro del panadero.
      El cielo se encontraba oscuro todavía. El sol, en pos de vergüenza hacia la humanidad, no se asomaba. Las nubes, hechas por el humo del fuego estaban estancadas sobre mi cabeza y el viento apenas las movía. El olor a quemado penetraba mi piel como pequeñas cuchillas afiladas, haciéndose espacio para llegar a mi sangre. La vista. Nublada, en parte por el humo, en parte por las lagrimas que salían, abundantes, por mis ojos. La respiración se me dificultaba y el ruido de algunos gritos me carcomía los huesos. Cuando, después de tres días de marcha de regreso, había llegado a la ciudad y vi aquel espectáculo desde una colina no pude avanzar mas. Desmonte el caballo y a duras penas avance al borde de aquella colina, y me quede, atónito, observando como las llamas devoraban la ciudad entera. Desde aquella distancia podía verse el portón derribado y huecos en la muralla, algunos todavía con fuego y el humo que salía continuamente. Algunas sombras de cadáveres de los guardias del portón se mostraban inertes frente al portón que debían proteger. Como buenos guardias, lo hicieron con su vida. Tenía que moverme, ver a Riemel a Tyl, ver si estaban vivos, pero no podía. Mis pies estaban fijos en la tierra y mi mirada en la ciudad. El báculo era lo único que ayudaba a sostenerme. Cerré los ojos y trate de imaginarme que todo aquello no era cierto, que era parte de una pesadilla, que me levantaría en cualquier momento y vería a Riemel al lado mío, sonriéndome. Los sonidos lejanos de espadas y gritos me hicieron despertar de aquel ensueño. Espadas y gritos. Todavía estaban peleando! Había restos de sobrevivientes, tal vez…
      Monté nuevamente y con un fuerte grito espoleé al caballo y me dirigí a la ciudad. El calor se volvía cada vez mas intenso y el aire apenas se podía respirar debido al humo que azotaba con fuerza cada parte de mi cuerpo. Los ruidos de armas chocando y los gritos se volvieron más y más fuertes a medida que me acercaba a la entrada de la ciudad. Eché una fugaz mirada a los guardias atravesados por flechas que todavía guardaban la entrada y apretando el báculo me metí por un hueco que habían hecho en la pared. Al entrar, pude ver cuerpos de los orcos que habían invadido la ciudad, pero seguían siendo muchos mas los cadáveres de los ciudadanos. Había mujeres que habían sido mutiladas, niños golpeados y asesinado, algunos de ellos sostenían en sus pequeñas manos alguna clase de metal que lo usarían de arma para tratar de defenderse o tal vez proteger a sus seres queridos. Sus seres queridos. Me vino a la mente Riemel y Falken y sin dudarlo me dirigí hacia donde deberían estar. No avance dos pasos que me di cuenta que eran esos ruidos de batalla. Eran orcos rezagados que se habían quedado para exterminar todo lo que quedaba de la población. Los gritos provenían de grupos de personas, arrinconadas en diferentes partes de la ciudad, esperando el golpe mortal que vendría en cualquier momento. Los orcos, mirándolos con una sonrisa en el rostro y babeándose, les hacían burla y les pegaban. Eran solo mujeres y algunos niños. Podía verse a un costado de ellos, cuerpos esparcidos de los hombres que debían protegerlas. Ellas lloraban y se aferraban a lo más cercano que tenían, un niño tal vez, o bien entre ellas. Me escondí tras un muro y me mantuve en silencio, pensando como solucionar aquel problema. Problema que en realidad no era mío. No lo era para nada. Ese fue el pensamiento que cruzó mi mente cuando abandoné aquel muro y, entre sombras, volví a encaminarme a donde tendrían que estar Riemel y Falken. Romiel se hubiese quedado a ayudarlos. Pero yo no era Romiel. Aquellas personas nos hicieron la vida imposible mientras vivimos allí, nos trataron mal y apenas se dignaban a vernos cuando pasábamos cerca de ellos. Ahora no me interesaba ayudarlos, al menos no hasta encontrar a mis seres queridos, aquellos que me ayudaron y me amaban…. aquellos que había abandonado.
      La ciudad, o mas bien lo que quedaba de ella, estaba sumida en diferentes ruidos. El fuego, los llantos, armaduras, gritos de desesperación. Nada me importaba, tenia que llega donde estaba Riemel. Di una vuelta a la calle, cerca de la prisión y pude ver como estaba incendiada. Mis pensamientos se fueron hacia Tyl. Podría estar allí todavía?, habría sobrevivido?. Cada pregunta que me hacia avanzaba a paso dubitativo hacia la cárcel en llamas, hasta que el ruido de unos pasos con armaduras me hicieron sobresaltar. Miré atrás y noté a un grupo de orcos armados y mirándome fijo. Pude contar unos diez, hasta que comencé a correr. Ellos me seguían, gritándome y lanzándome cosas que tenían a mano. Corrí con todas mis fuerzas, pasando entre lugares estrechos para demorarlos. Junto a una suave brisa que comenzaba a nacer, el sudor se volvía helado en mi frente, agudizando mi dolor debido a los golpes y rasguños al pasar por entre los estrechos lugares. Los pasos sonaban más fuertes, aquellos orcos no iban a desistir, necesitaba un plan para eludirlos de forma definitiva. Algunas cosas que ellos me lanzaban me golpeaban, me hacían trastabillar y volvía a recuperarme. En alguna parte de mi cuerpo sentía como de las pequeñas heridas que me iba haciendo salía sangre, dejando algún rastro que los orcos podían seguir con más facilidad. Esos seres, con un olfato para la sangre tan agudo, que los vuelve los peores cazadores que jamás se hayan visto, se excitaban al verme correr, se oían risas entre gorgoteos y gritos de satisfacción. Que inservible me sentía en aquel momento. De nada sirve saber tanta magia si en casos como este solo corría, como un ratón, huyendo de sus depredadores. Maldecía cada instante, cada paso que daba, cada golpe que recibía. Caí al suelo y con el golpe quedé sin aire. En el piso cerré los ojos. Aquello que fue un instante, duró en mi cabeza una eternidad.
      Me pude ver, en los primeros días en la casa de Lozandur, sentados uno frente al otro. Podía sentir el aroma del eucalipto cercano y las pequeñas flores que rodeaban la casa.
      -Muchacho… -su voz sonaba tan clara que parecía que realmente estuviese allí. –mira bien todo lo que te rodea, siéntelo, sé parte de ello. Sabes porque te digo estas cosas muchacho?. –
      -Supongo que para mejorar mis artes mágicas, volverme mas fuerte, ser como usted maestro. –se lo dije muy rápido, sin detenerme para hablar ni meditar mis palabras. Levantó la mano y contuvo un poco su risa. Luego volvió a decirme.
      -No muchacho, eso se logra con mucho entrenamiento. Te enseño estas cosas… –respiró hondo y cuando exhalo dijo unas palabras que hasta hoy no había recordado. -… porque algún día necesitaras recordarlas. Mira muchacho, la vida de cada ser viviente pasa por momentos felices, de paz y muchas veces de desesperación y dudas. Es por eso que, cuando uno se enfrenta a los momentos de mayor dolor, debe aspirar fuerte, sentir cada impulso de los pulmones y recordar todo aquello que viviste en los momentos de paz, luego vuelve a exhalar, lento y continuo. Solo así, muchacho, podrás ver con claridad las cosas y de esa forma podrás resolver cualquier situación mala en la que te encuentres y podrás superar cualquier momento de desesperación. Recuerda este momento, algún día te salvara la vida.
      Exhalé lento y continuo, mientras me levantaba, todavía con los ojos cerrados, y con el ultimo suspiro dije “gracias maestro, una vez mas me has salvado”. Pronto los sonidos de los orcos, todavía gritando de exaltación, se sintieron mas cercanos. Me incorpore, abrí los ojos y fue cuando la pude ver, mi salida a este problema. Una casa con una entrada abierta estaba por desplomarse. Corrí hacia ella con todas las fuerzas que me quedaban, entre por la abertura donde estaba la puerta, llegue hasta la ventana trasera, me di vuelta y con un movimiento de mis manos, hice que el fuego se volviera el doble de lo que era. Salte por la ventana en el momento que la casa se venia abajo y los orcos se maldecían de cómo habían perdido su presa.
      Los vidrios rasgaban mi ropa, se adentraban en mi piel y con cada movimiento se incrustaban más y más. Me ayudé a levantarme con el báculo y volví a correr hacia donde estaba Riemel. Los gritos eran cada vez menos, seguramente ya no quedaban tantas personas vivas. Mientras corría, la brisa se había llevado consigo algunas nubes y el sol apenas comenzaba a hacerse notar. Una pequeña bruma cubría el suelo. Mis pasos rápidos hacían eco en una ciudad destruida y mi respiración era lo mas cercano a lo vivo que se podía escuchar. Vi una casa familiar, sabia que una vez que le de la vuelta vería la hostería. Unos pasos mas, un ultimo esfuerzo y la vería. Riemel estaría allí, escondida y la sacaría de ese lugar, llevándola conmigo, alejándonos para siempre de esta locura, juntos, por siempre juntos. Di la vuelta a la casa.
      Aquella sensación punzante llamo toda mi atención y al bajar la vista pude ver lo que había sido. Una flecha atravesada en mi pierna. Me izo caer precipitadamente, rebotando en el piso lleno de escombros. Apenas tenia fuerzas. Levanté el rostro para ver un grupo de cinco orcos que aguardaban allí, algo impresionados por ver llegar a alguien de esa forma. Me levanté, lo mas rápido que pude, tratando de no hacerle caso al dolor. Se me quedaron mirando, como esperando algo y ese fue su grave error. Me dieron el tiempo suficiente para preparar, esta vez, un hechizo. Con unas palabras salio rayo de mis manos, el cual fue directo a cuatro de los orcos que corrían hacia mi. Cayeron sin poder dar un ultimo respiro al suelo, con la mirada perdida. El ultimo, preparaba otra flecha. No podía quedarme quieto y lanzando un alarido de furia, me dirigí hacia él. De la flecha que estaba en mi pierna emanaba sangre continuamente, sintiéndola como fluía por mi pierna hasta llegar a mis pies y luego verla en el suelo, pero no importaba, los moretones y las heridas que me había hecho mientras me escapaba de aquellos orcos se volvían pesados como piedras el dolor era cada vez mas fuerte donde los vidrios seguían penetrando mi piel, pero no importaba, mis pulmones estaban llenos de humo, polvo y olores a podredumbre, pero no importaba, cuando aseste con mi báculo la cabeza del orco, nada de eso importaba. Una y otra vez golpeé al orco, que estaba tendido en el suelo. Lo golpeé, gritándole, maldiciéndolo, culpándolo de todo lo que había pasado, lo golpeé y mientras lo hacia podía sentirme sonriendo. Aquel orco había perdido la vida mucho antes que sus brazos, piernas y costillas estuviesen partidas por mi báculo. Fue el dolor en la pierna lo que hizo que dejase de golpearlo. Arranque, con un grito ahogado, la flecha de mi pierna y me encamine a la hostería.
      Los designios de una batalla se veían a mis costados. Hombres, niños, mujeres, ancianos estaban demacrados. Orcos, cuya armadura tenían los símbolos de dragones estaban tendidos a un costado también y el fuego quemaba las pieles de todos, emanando un olor a podredumbre que vagaba por todo el ambiente. Caminaba lento, sin nada en mi cabeza en que pensar, estaba agotado, agobiado y destrozado. Mientras caminaba, con cierto desvarío, podía ver que aquella había sido una gran masacre. Algunos niños tenían libros rotos con imágenes de elfos, enanos y otras razas que antaño habían vivido en reinos ya olvidados. Seguía caminando. Una pequeña neblina se imponía frente a mi. Escuche un ruido y frené. Ahí fue cuando lo vi. Una sombra, inmóvil, frente a mi. Estaba quieta, mirándome, con una leve sonrisa en el rostro. De a poco la neblina fue dejándolo al descubierto. Primero sus ojos, llenos de odio, llenos de ira, me miraban. Sostenía algo en las manos, parecía un arma. Aquello que estaba viviendo, aquel momento, ya lo había vivido, era lo que veía en mis sueños. Pero esta vez estaba despierto y preparado, esta vez me encargaría de vencer esta sombra que me perseguía, esta sombra que… Un viento seco se llevó la neblina y fue cuando por fin pude ver la sombra que tanto me atormentaba, pude ver aquel ser que tanto había llegado a odiar. Cuando lo hice caí de rodillas al suelo y la sombra hizo lo mismo. Aquello que veía, que tanto odiaba, que tanto mal había hecho, aquello de lo que me trataba de proteger, aquello era yo. Me encontré arrodillado frente a un espejo que se encontraba allí, en una pared destrozada. No sabia que pensar, no podía pensar y lo escuché. Miré a mi izquierda y de allí provenía un pequeño murmullo. Moví los cuerpos y pude verla a Riemel, entre ellos.
      Mis ojos se llenaron de lagrimas mientras la levantaba suavemente y la apoyaba en mi pecho. Tenia tanta sangre que no podía ver donde estaba la herida principal. La estreché con fuerza, mientras lloraba desconsolado, mientras rogaba que la vida me lleve en aquel momento, junto a mi amada, junto a la persona que había abandonado en el ultimo instante. Emitió un suave sonido y sus ojos apenas se abrieron. Le levante el rostro y la mire directo a los ojos. Ella esbozo una pequeña sonrisa y con una voz, apenas perceptible, me dijo: “has vuelto… lo sabia, sabia que volverías…. ahora puedo descansar en paz” y con esto cerró los ojos suavemente y exhaló por última vez.

      La cara vista es un anuncio de Signal,
      la cara oculta es la resulta....
      There will never be a day, when I won't think of you
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      • #18
        Re: Historias de un Mago (por Melrond)

        Anotación Final


        De aquella vez pasaron quince inviernos. Pude escaparme de aquel infierno y aguarde durante días hasta que ejércitos de las otras ciudades acudieron a ver lo que había sucedido. Trafeath fue quien me reconoció, entre los escombros. Me vio en un rincón, mirando fijo el cuerpo de Riemel, el cual le había arreglado de tal forma que parecía que estaba “durmiendo”. Me tuvieron que curar a la fuerza, pues según me digieron luego no deseaba nada mas que morir allí. La compañía limpio la ciudad de escombros y de cadáveres. Se hizo un túmulo en honor de los caídos y los cuerpos de los orcos fueron quemados hasta las cenizas y en su lugar se dejo una advertencia. De entre los cuerpos nunca se encontró el de Tyl, como tampoco del de Falken. Al comienzo pensé que el fuego los había vuelto cenizas, pero informes posteriores de un ejercito de orcos que había sido visto camino a Glinmar se decía que llevaban prisioneros de la ciudad de Klogrem. Aquella noticia me dio un renovada fuerza y luego de mi recuperación me fui, en silencio, de Folkmar y me dirigí hacia las tierras de Glinmar. Al pasar por las ruinas de Klogrem levante mi voz en son de perdón hacia aquellas personas y en especial a un túmulo, algo alejado de allí, el túmulo de Riemel. En aquel túmulo habían crecido unas flores de pétalos blancas y se sentía un aire fresco al pasar por allí, luego, con el tiempo fue llamado “Túmulo de la esperanza”. Nunca mas lo volví a visitar desde que deje esas tierras hace quince años.
        Con respecto a lo que se dice de aquella masacre, se le culpa al gobernador, quien se dice tenia pactos con uno de los hechiceros que tanto estuve buscando. Mi búsqueda se vio detenida por un tiempo el cual fui a meditar a lugares recodos mientras perfeccionaba mis artes. Nunca me voy a olvidar de lo sucedido en aquella masacre, mucho menos de mi reflejo en aquel espejo.
        Ahora, en esta ciudad que llaman Goltimnar, me encuentro escribiendo estas, las líneas de mi pasado. Se las dejare al bibliotecario de la ciudad, quien me ha estado ayudando con la información sobre estos magos. Mi búsqueda de Tyl y Falken todavía sigue en pie y cada día me acerco más a ellos, lo presiento.
        Pronto estará por amanecer y será momento de partir. El frío de la noche solo hace mas vivaces mis recuerdos. Lo que me depare el futuro, lamentablemente no lo se, pero no volveré a cometer los errores del pasado.
        La voz de Riemel sonara siempre en mi corazón como un recuerdo de aquello que ame y no supe cuidar.
        No escribiré nada mas y que los dioses iluminen mi camino y me dejen consumir esta venganza que tanto se ha tardado en cumplir.



        Melrond
        Mago del Norte.

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        • #19
          Re: Historias de un Mago (por Melrond)

          Epílogo


          Un amanecer sin nubes se vio despuntar, acompañado de una brisa fría. En algunas partes de la ciudad, se abrían los locales y pronto tendrían la visitas de los ciudadanos y extranjeros, las calles, ahora tranquilas, se volvería bulliciosas y transitadas. La mayoría de las residencias están todavía a oscuras, puesto que la luz es apenas perceptible. Sin embargo hay una casa donde la luz de una vela ilumina tenuemente una habitación. Unas manos cansadas, cuberitas con unos guantes cortados, apagan la vela. Las manos acarician unas hojas y las recorre lentamente. Luego de un rato cierra el libro y se levanta de la silla suavemente. Toma un báculo y también su libro. Mira por la ventana, en su mirada lo único que se puede percibir es una enorme tristeza y sin embargo inhala con fuerza y exhala suave y continuo. Cierra la ventana y se dirige a la puerta. La abre y se va caminando por las calles del mercado. La gente ya esta afuera y el murmullo se va acrecentando. Los mercaderes gritan el precio del día y los clientes corren de un lugar a otro para no perderse de nada. Los malabaristas llenan de alegría el corazón de algunos niños que miraban y de algún rezagado transeúnte. Entre la alegría de los ciudadanos, agradecidos por una mañana tan bella, un hombre camina solo. Solo mira hacia delante, con un báculo en una mano y en su otra mano carga un libro, y de aquel solo se puede leer la tapa: “Historias de un Mago”.

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          • #20
            Re: Historias de un Mago (por Melrond)

            //Y hasta aquí la historia que me pasó^^
            Espero que os guste.//

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            • #21
              Re: Historias de un Mago (por Melrond)

              Bueno, salud a Todos.
              Estuve un tiempo desaparecido y demas pero pretendo volver con la mejor de las ganas.

              Ante nada, Gracias Isilwen por postear la historia y Gracias Beto por pedirla.

              Es una historia que me tomo mucho tiempo (entre vagancia y demas) en terminarla.

              Obviamente No termina aca, sinoq ue sigue.

              Se que prometi llevarla a una editorial y demas, cosa que todavia NO hice. Pero si tengo suerte, el volver a trabajar en mi historia va a ahcer que pueda emocionarme y seguir con la idea del libro.

              En todo caso, ya estoy trabajando en la continuacion!!

              Gracias y a seguir escribiendo!

              Comment


              • #22
                Re: Historias de un Mago (por Melrond)

                Originally posted by Melrond
                Bueno, salud a Todos.
                Estuve un tiempo desaparecido y demas pero pretendo volver con la mejor de las ganas.

                Ante nada, Gracias Isilwen por postear la historia y Gracias Beto por pedirla.

                Es una historia que me tomo mucho tiempo (entre vagancia y demas) en terminarla.

                Obviamente No termina aca, sinoq ue sigue.

                Se que prometi llevarla a una editorial y demas, cosa que todavia NO hice. Pero si tengo suerte, el volver a trabajar en mi historia va a ahcer que pueda emocionarme y seguir con la idea del libro.

                En todo caso, ya estoy trabajando en la continuacion!!

                Gracias y a seguir escribiendo!
                gracias a ti, que sepas que ya la e leido 2 veces xD

                encontre los 4 primeros capitulo, que tenia imprimidos y me entraron ganas de mas.

                te deseo mucha suerte con la historia,y con el libro, que sepas que aqui tienes un fan ^^ que seguro lo comprara.

                gracias _D y suerte
                Shiina. Shillen elder por naturaleza
                Chitose. Treasure hunter por capricho

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