Re: Historias de un Mago (por Melrond)
Me encontraba galopando fuera de la ciudad. Espoleaba al caballo llevándolo al máximo de su capacidad para correr. Nada me importaba, solo necesitaba llegar a la ciudad de Azunreth. Las nubes cubrían el sol y solo dejaban pasar unos pocos rayos de luz que se veían perfectamente en la tierra. Un aire frío golpeaba mi cara y me mantenía alerta a cualquier cosa. Estaba desesperado pero solo me importaba una cosa, llegar a destino.
- A donde vas?. Iré contigo –la voz de Riemel casi parecía un grito en mis tropiezos por la habitación buscando unos libros. Falken me miraba absorto y sostenía una pequeña espada contra su pecho. Riemel seguía consternada y me miraba desesperada. –Melrond! Te dije que iré contigo porque no te calmas y vamos paso a paso armando todo y…–
- Mujer acaso no entiendes? – mi voz salió como un rayo y retumbó en la habitación con un estruendo que hizo tambalear la espada de Falken. No miraba a Riemel, no podía hacerlo. – no entiendes nada. Solo estas acá, sin hacer nada, cuidando al niño y al parecer no te das cuenta de la gravedad de esta situación!! – revolvía unas mantas y las cosas se caían sobre el piso rompiéndose, ya tenia casi todos los libros. – Tyl esta apresado y nuestra única esperanza era Thren y ahora esta en problemas. Lo apresaron camino de regreso de la ciudad unos orcos y… - ya estaba. Tenía todos los libros encima y sin pensarlo me dirigí a la puerta. -… y… ahora esta en… -me frené en la puerta, dándome cuenta de mi comportamiento. Dejé de hablar y miré la escena por un segundo. Todas las cosas de la habitación estaban desparramadas por el piso, Falken había dejado caer la espada y me miraba atónito, pero Riemel, ella tenía los ojos colmados de lagrimas y se aferraba a su propia ropa, la cual estaba toda arrugada debido a la fuerza con lo que lo hacía. Ya no había vuelta atrás. Suspiré. –volveré pronto. –y dicho aquello cerré la puerta tras de mi, escuchando a cada paso ligero los sollozos desde dentro de la habitación.
El caballo estaba agotado por el esfuerzo que le había hecho hacer. Todavía se veía una sombra de la ciudad, bajo las nubes oscuras que pronosticaban lluvia. La ciudad, según el mapa que tenia, no estaba a más de tres días a galope. A esta velocidad tal vez llegaría en la tarde del tercer día pero si hacia bien los cálculos y las informaciones eran correctas, Thren estaba apresado en un pequeño bosquecito cerca de el lago cercano a la ciudad de Azunreth. Esta era la primera noche solo, luego de mi encuentro con Tyl, las estrellas eran lo único que iluminaba la noche negra y acompañadas con un helado viento, impedían que concretase el sueño. El caballo ya estaba dormido, luego del esfuerzo que le había hecho hacer y resoplaba entre sueños. Volví a levantar la vista y me quedé mirando las estrellas pasivamente. Sabía que me había comportado mal con Riemel y los ojos perdidos de Falken todavía rondaban mis pensamientos. Mis ojos comenzaban a cerrarse y podía distinguir en el cielo el rostro de Riemel, su sonrisa, su calida mirada y hasta podía sentir el aroma de su pelo. Ya estaba dormido.
El sol del mediodía me despertó abruptamente. Había dormido toda la mañana. Maldije por mi estupidez y tan rápido como pude preparé el caballo y partimos, nuevamente, a galope tendido. Con el estomago vacío y la mirada fija en el horizonte volvía a espolear al caballo, que relinchaba, quejándose del sufrimiento aquel.
- Bien... pero será solo un momento –dijo el guardia mientras guardaba el oro en su bolsillo. Me abrió la puerta trasera y me guió por corredores que olían a secreciones y moho. A medida que avanzábamos se escuchaban los goteos en las paredes y algunos que caían del techo al suelo desgastado por la misma agua que lo recorría. No quería ni pensar que clase de agua era, o si era agua. La antorcha iluminaba el oscuro corredor y los gritos de las personas retumbaban en mis oídos. El guardia frenó frente a una puerta, le abrió el mirador, inspeccionó bien y luego la abrió completamente. –Pasa, tienes poco tiempo, aprovéchalo. –y con una sonrisa cerró la puerta tras de mi.
- Mel? Que demonios haces aquí?. –la voz de Tyl estaba ceca y ronca. Su cuerpo, maltratado, lleno de moretones, apenas era reconocible. Se levanto del catre y avanzo hacia mi. Su mirada era la misma, aunque su rostro era el de otro. Frenó delante mío y se me quedó mirando. Se alzó una leve sonrisa en su rostro y por un instante volvió a ser el mismo, luego, me abrazó como lo había hecho antaño. Algunas lágrimas se escabulleron en silencio por mi mejilla mientras su abrazo, cual fuera el de un oso, me estrechaba. Pronto nos alejamos y nos miramos sonriendo, alegres de volver a vernos. –No hay tiempo, Mel que estas haciendo aquí?.-Tyl miraba la puerta de vez en cuando.
- Vengo de la abadía Tyl, estamos en problemas. Thren esta en problemas Tyl, esta apresado en un bosque cerca del lago. Fue a buscar la única esperanza de liberarte y no va a llegar a menos que hagamos algo. –el problema era gravísimo, pero yo se lo contaba tranquilamente, cierta paz había en mi que no lograba entender. Tyl, en cambio se veía abrumado por la noticia, aunque no dejaba que se note. –pero no te preocupes mi amigo, iré a buscarlo enseguida y… -.
- No te atrevas a hacerlo Mel!! –levantó la voz en un acto de ira que me dejó sin habla. –Diablos Mel, no puedo creer que me digas estas estupideces… crees acaso que eres tan poderoso como para encargarte tú solo de los apresores? O crees acaso que, por alguna suerte divinal, lo destruirás a todos, rescatando a Thren y trayéndolo con mi salvación? – Tyl hablaba fuerte y movía la mano amenazadoramente, como si fuese a golpearme. La reciente ira que estaba teniendo hacia que mi cuerpo temblase. –Mel… ya pasamos por esto antes, debes cuidar a Riemel, debes irte y comunicar en otras ciudades lo que realmente importa!, yo estaré bien aquí, pero debo saber que la misión sigue en pie. Tú deberías saberlo mejor que nadie, con un demonio. No entiendo como Thren no te obligo a marchar… ese idiota. –Retrocedió unos pasos y con aire agitado empezó a calmarse.
- Que… -mi voz fue como un susurro cuando intente hablar, luego respiré y mi voz se recuperó. –Que quieres decir Tyl?, no confías que logre hacer esto?. Riemel esta bien junto con el muchacho en una habitación, no debería haber venido desde un comienzo, pero ya esta aquí, así que se adecuara a los planes que tengamos… y… -Tyl me miraba y en aquellos ojos no podía discernir entre enojo o compasión.
- Mel, escucha –su voz era la de antes –Oneravin nos envió en una misión, como bien lo sabes. Debemos informar a los reinos de estos magos y sus planes. Aquí los corazones de las personas esta nublado, es una ciudad perdida –comenzó a moverse en la celda, arrastrando un poco los pies –de todas formas, eso no es lo importante. Aquí el asunto es que debes irte de este mugriento lugar y dirigirte a Folkmar, al sur de aquí. Ese es…-
- NO!. –le grité indignado por aquel pensamiento. Tyl se me quedo mirando. –No me iré de aquí sin ti. Eso no es lo que yo accedí como misión. Empezamos en esto juntos y lo terminaremos juntos Tyl!. El plan ya lo tengo en la cabeza, no me importa lo que digas, hablas tonterías por la falta de alimento. Iré ahora y… -la mirada de Tyl cambio por completo y enfoco su vista en la puerta. Ésta se abrió con un fuerte golpe y dos guardias armados nos miraban riéndose.
- Bien bien, ustedes dos, ya han hecho demasiado barullo. Vamos vamos asqueroso mestizo, la hora de visita termino. –y con una sonrisa provocadora me miraba, enfocándose primordialmente en mis orejas. Tyl se levantó y como acto reflejo el guardia que estaba al lado del que hablo, corrió hacia el y le golpeo con la cabeza con el mango de la espada. Tyl cayó de bruces al suelo con una herida en la parte superior de la frente. La sangre le brotaba y no lo dejaba ver con claridad. El guardia reía. Cuando estuve a punto de realizar una acometida contra él, el otro guardia me gritó –Mestizo! Quédate quieto o tu amigo lo pagara y muy caro. –tenia cierto tono de felicidad al decir estas palabras, como si desease matar a Tyl. Nada podía hacer ya. Me siguieron a la puerta y con un último vistazo lo vi a Tyl, como nunca lo había visto, sentado, cabizbajo, sangrando. Lo ultimo que escuche de él mientras se cerraba la puerta tras de mi fue un murmullo del cual, gracias a mis facultades heredadas de los elfos, pude escuchar con claridad. “Cuídate muchacho”.
Me empujaron hasta la salida, riendo y maldiciéndome. Al tirarme fuera de la cárcel por la puerta trasera, me golpearon y escupieron, diciéndome que no vuelva por allí o terminaría junto a mi amigo. Me incorpore, me limpié y con un odio que había llenado mi espíritu, me dirigí a donde se encontraban Riemel y Falken.
El caballo resopló y bajo la velocidad, haciendo que mis pensamientos vuelvan al camino que estaba recorriendo. Frene el caballo y baje para que pueda descansar. Allí, en la lejanía, podía verse las lindes del bosquecillo que estaba en el mapa, aquel lugar era donde estaba apresado Thren. El sol comenzaba a caer sobre el horizonte, llegaría al otro día. Hice unos cálculos y preferí acampar allí mismo, pues no podía haber más de tres kilómetros hasta aquel sitio. No haría fuego aquella noche, no haría nada que pudiese mostrar mi presencia. Lleve al caballo a unas rocas que había allí, para buscar algo de refugio, una tormenta se avecinaba y el viento estaba comenzando a soplar fuertemente. Aquella noche los pensamientos sobre lo sucedido retumbaban en mi cabeza, trayéndome cierto dolor que me aturdía. Riemel, Falken, Tyl, todos ellos… que estará pasando con ellos. Esos eran mis pensamientos y en mi comenzaba a nacer la culpa de haber actuado como lo hice. Me obligue a dormir y luego de escuchar un tiempo mas el viento golpeando con las rocas, haciendo ruidos como de espectros que me gritaban del mas allá, logré conciliar el sueño. EL agua, que golpeaba las rocas con gran fuerza, me despertó. Era una lluvia silenciosa, con gotas grandes. No podía ver las lindes del bosque con este clima, pero sabia donde estaba. Prepare al caballo lo más rápido que pude. El animal no estaba tranquilo con este clima, relinchaba y se lo veía muy nervioso. Ocacionalmente algún trueno sonaba a lo lejos. Un viento comenzaba a soplar, indicando que la lluvia no pararía tan pronto y que arremetería contra todo aquel que no este bajo algún lugar donde protegerse. Monte el caballo y con un fuerte espoleo comenzó la ultima carrera hacia aquel bosque. Aprovecharía la lluvia para cubrirme y esconderme de cualquier atacante. EL viento soplaba con más fuerza y ahora se veían truenos extensos como un castillo y lo acompañaban relámpagos que hacían retumbar la tierra.
-Debo irme ahora mismo – le dije al abate una vez que terminó de decirme lo que había pasado. El abate, cuando me disponía a abrir la puerta, tomo mi brazo y con suavidad lo apretó, indicándome que me frene. Volteé el rostro hacia él y note una leve mueca de sonrisa en el rostro. Solté la manija de la puerta y me volteé por completo para escucharlo. El abate suspiro, sonriendo y me dijo.
-Muchacho, no debes tomar actitudes tan apresuradas. –su voz salía como un susurro entre labios que apenas se movían.
-Esto tiene que ser apresurado, mi amigo corre peligro y… -volvió a tomarme del brazo y suspiro nuevamente, a la vez que decía.
-Recuerdo cuando yo era joven como tu, muchacho, las cosas también tenían que hacerse rápido. –Volvió a sonreír y continuo hablando –pero algo si algo te enseña la edad es que lo errores mas terribles se cometen por apurado. Ahora bien. Dime, acaso tienes algún plan?, crees que puedes ir y destruirlo todo?. Que piensas hacer? –me miraba, como estudiándome. Tomé aire y le dije.
-Emmm no lo se señor. Creo que iba a salir y comenzar la carrera hacia el bosque –según las noticias que había recibido el abate, Thren había sido visto junto al capitán de la guardia, viniendo hacia la ciudad, justo cuando fueron emboscados, en el bosque, por una pandilla de orcos bien armados y al parecer bien organizados. –solo que no se como iría. Tengo un caballo preparado todas las mañanas en forma de prevención, así que lo mas seguro es que lo tome y salga ahora mismo.
-Eso solo te llevara a la muerte segura. Ir solo a enfrentarte con todos esos monstruos… ni siquiera piensas consultarlo el plan, con nadie?. –me miraba todavía, esperando escuchar alguna palabra de cordura salida de mis labios, pero yo guardaba silencio. –Bien… como veo que todavía piensas salir, así a las apuradas, solo te pediré un pequeño favor. –mientras me hablaba, comencé a notar que su voz se hacia mas y mas leve, y algo, que no me había dado cuenta hasta ese momento, que venia repitiendo constantemente con los dedos. Los dedos de la mano que me sostenían el brazo hacían unos círculos y trazos por sobre mi ropa. Cuando lo noté el abate siguió hablando. –el favor que necesito que hagas es, que te lleves esto contigo. –se alejo lentamente y se acerco al costado de la silla. Tomo el báculo que me había entregado y me lo ofreció nuevamente. Lo tome con el brazo que había sido tocado por el abate y sentí una leve sensación de calor al sostenerlo. El abate me sonrió y me dijo unas últimas palabras. –No creo que debas partir en este estado muchacho, pero tampoco creo que el destino de uno pueda ser interrumpido por las palabras de un anciano. Antes de ir, ve a visitarlo a tu amigo, el que se encuentra en la cárcel, tal vez él pueda hacer un mejor trabajo que el mío. Ten estas monedas y entrégaselas a los guardias, aquí la honestidad fue enterrada hace mucho tiempo bajo mucha tierra. –el abate suspiro y con una sonrisa me entrego un saco con monedas. Me abrió la puerta y me despidió. En aquel momento, cuando caminaba por los pasillos de la abadía, me sentía tranquilo, como en sueño. No había odio, como tampoco desesperación. Podía ver las cosas en claro. Iría, antes a verlo a Tyl, contarle del plan y luego, seguramente, iría a verla a Riemel, que en aquel momento tanto la quería abrazar. Seria un buen día tal vez, seria…
El ruido del relámpago sonó fuerte en el bosque. Mis manos, emitían un cierto humo y los cadáveres de algunos orcos yacían sobre el camino. Eran los vigías. Estaban todos acampando, escondiéndose de la lluvia, cual animales temerosos de que el cielo se les derrumbe. La voz del abate ya no la recordaba, como tampoco la sensación de paz al salir de aquella abadía. Le estaba muy agradecido por el báculo, ahora manchado con sangre orca. La lluvia impedía que mis hechizos de fuego resultasen como deseaba, pero mejor así, tardarían en saber que es lo que les pegó. La tormenta me dio la idea de los rayos, por un momento bendecí aquel clima. El brazo izquierdo me dolía, una sensación de ardor constante en la parte superior del brazo, donde tenia clavada una flecha. Sin bajar del caballo trate de desprendérmela y con un dolor intenso saque la punta de hierro con algo de carne mía en la punta de la flecha. La arroje al piso y seguí al galope, enfrentándome a los pocos vigías que quedaban de pie. La adrenalina que fluía en mis venas en aquel momento era tal, que me había convertido en una bestia como aquellos a quienes estaba matando. Mi báculo surcaba el aire con un pequeño silbido y terminaba con un sonoro ruido a hueso quebrado y otro orco estaba en el piso. Otra tanda de flechas surco el cielo, pero la lluvia las desviaba. Otra tanda de orcos caía. Estaban desesperados, no se esperaban este ataque, no se esperaban este “tipo” de ataque al menos. Otorgaba los golpes cada vez mas certeros, y comenzaba a disfrutar aquella matanza, mi sangre hervía y mi corazón latía con tal fuerza que parecía iba a salirse de mi pecho. Toda esa sensación de vigor, de fortaleza pronto se apago cuando una flecha se vio incrustada en el cuello de mi caballo y yo me vi, volando, para luego caer de rostro al piso.
Me incorpore al escuchar los pasos de los orcos que se avecinaban, que corrían para buscar mi cabeza. Podía darme cuenta que mi muerte era inevitable en aquel momento. La recibiría de pie, como todo aquel que desea morir con orgullo debería hacerlo. Pensé en Riemel y la sensación de que la última palabra que le dirigí había sido con odio me carcomía mucho más que la muerte que se avecinaba. Recordar eso hacia que muera un poco cada instante. La lluvia caía sobre mí y me limpiaba, tanto la sangre, como el espíritu. Intentaría morir, al menos, en paz. Levante el báculo y fue en ese entonces cuando un ardor se apodero de mi brazo izquierdo. Donde el abate me había agarrado se ilumino un circulo en mi ropa. Mi brazo sostuvo el báculo, cual si estuviese manejado por otro, y lo apuntó al cielo. Los gruñidos de los orcos estaban retumbando en mis oídos y el ardor del brazo hacia que me dificulte la respiración. El báculo apuntando al cielo comenzó a vibrar. El cielo se torno mas oscuro por sobre mi cabeza y en un instante, lo que un ser vivo tarda en pestañar, un rayo se dibujo en las nubes y bajo hacia el báculo, que al ser tocado por el rayo, descendió hasta el piso, golpeándolo con tal fuerza que la tierra tembló y se el salio un haz de luz, acompañado de pequeños rayos que se expandieron a la redonda mía. El sonido de la lluvia se fue apagando lentamente. Luego, el silencio.
El abate me había entregado un arma sumamente poderosa y sin embargo yo no creía que aquel poder podría desencadenarse nuevamente. Los orcos habían sido vaporizados con los rayos que había expulsado el báculo. El tiempo que paso desde el momento que se levanto el báculo y el momento en que dejo de llover, habría sido un instante, comparable al bostezo de un niño y sin embargo sucedió con mucha lentitud. Me incorporé y corrí a donde se veían unas pequeñas carpas. Allí debía de estar Thren, junto al capitán. La herida del brazo volvía a arder con suma fuerza. Trepe la colina con gran dificultad, debido al barro que, por la lluvia, se había hecho. Al llegar al campamento pude ver, la verdadera naturaleza del mal. Thren había sido mutilado y su cuerpo estaba expuesto al aire libre, cual trofeo, con unas aves picoteando su carne. Los orcos no estaban, se notaba que habían partido, al menos hace unos días. Me acerque a Thren y espantándole las aves, lo desate y le puse algunas piedras encima, haciendo un túmulo. Busque al capitán de la guardia, mas no lo encontré. Mi cabeza estaba confundida. Que había pasado con los orcos del campamento?. Algo andaba mal. Note que el caballo de Thren todavía estaba allí. Muy extraño que no lo hayan tomado para ellos. Estos orcos si sabían montar. Me preocuparía por aquello mas tarde, en mi cabeza rondaba la idea de que algo malo estaba sucediendo. Tome el caballo y a toda velocidad Salí del bosque.
-Como sabias, pequeño que aquí había alimento? –Tyl sostenía un conejo recién cazado y sonreía plenamente. Riemel estaba a mi lado.
-Sentí que había algo que rondaba por allí, supuse que era comida, mi maestro me enseño a estar en contacto con el todo, para poder aprender a usar la magia –el día estaba despejado y una brisa suave nos acompañaba en aquella tarde.
-Pues ha sido un excelente maestro HAHAHA –su risa retumbaba por el despejado terreno.
-A sido una suerte que seas un hechicero de premoniciones –me decía Riemel sonriendo mientras preparaba el fuego –así podrás siempre saber que nos va a ocurrir y de esa forma prevenirlo, no te parece Tyl? –le decía sonriendo.
-Pues así debería ser muchacha. Aunque tal vez, le vendría bien ir a un circo y leer el futuro a los pasantes HAHAHAH –y comenzó a reír. Riemel lo acompaño en la risa y hasta yo mismo reía junto a ellos.
El aire se volvió seco de pronto y golpeaba mi rostro con fuerza.
-Ojala hubiese podido ver esto –dije suspirando, inmóvil, mirando al horizonte, mientras una nube negra se levantaba proveniente de la ciudad.
Capitulo 14
Me encontraba galopando fuera de la ciudad. Espoleaba al caballo llevándolo al máximo de su capacidad para correr. Nada me importaba, solo necesitaba llegar a la ciudad de Azunreth. Las nubes cubrían el sol y solo dejaban pasar unos pocos rayos de luz que se veían perfectamente en la tierra. Un aire frío golpeaba mi cara y me mantenía alerta a cualquier cosa. Estaba desesperado pero solo me importaba una cosa, llegar a destino.
- A donde vas?. Iré contigo –la voz de Riemel casi parecía un grito en mis tropiezos por la habitación buscando unos libros. Falken me miraba absorto y sostenía una pequeña espada contra su pecho. Riemel seguía consternada y me miraba desesperada. –Melrond! Te dije que iré contigo porque no te calmas y vamos paso a paso armando todo y…–
- Mujer acaso no entiendes? – mi voz salió como un rayo y retumbó en la habitación con un estruendo que hizo tambalear la espada de Falken. No miraba a Riemel, no podía hacerlo. – no entiendes nada. Solo estas acá, sin hacer nada, cuidando al niño y al parecer no te das cuenta de la gravedad de esta situación!! – revolvía unas mantas y las cosas se caían sobre el piso rompiéndose, ya tenia casi todos los libros. – Tyl esta apresado y nuestra única esperanza era Thren y ahora esta en problemas. Lo apresaron camino de regreso de la ciudad unos orcos y… - ya estaba. Tenía todos los libros encima y sin pensarlo me dirigí a la puerta. -… y… ahora esta en… -me frené en la puerta, dándome cuenta de mi comportamiento. Dejé de hablar y miré la escena por un segundo. Todas las cosas de la habitación estaban desparramadas por el piso, Falken había dejado caer la espada y me miraba atónito, pero Riemel, ella tenía los ojos colmados de lagrimas y se aferraba a su propia ropa, la cual estaba toda arrugada debido a la fuerza con lo que lo hacía. Ya no había vuelta atrás. Suspiré. –volveré pronto. –y dicho aquello cerré la puerta tras de mi, escuchando a cada paso ligero los sollozos desde dentro de la habitación.
El caballo estaba agotado por el esfuerzo que le había hecho hacer. Todavía se veía una sombra de la ciudad, bajo las nubes oscuras que pronosticaban lluvia. La ciudad, según el mapa que tenia, no estaba a más de tres días a galope. A esta velocidad tal vez llegaría en la tarde del tercer día pero si hacia bien los cálculos y las informaciones eran correctas, Thren estaba apresado en un pequeño bosquecito cerca de el lago cercano a la ciudad de Azunreth. Esta era la primera noche solo, luego de mi encuentro con Tyl, las estrellas eran lo único que iluminaba la noche negra y acompañadas con un helado viento, impedían que concretase el sueño. El caballo ya estaba dormido, luego del esfuerzo que le había hecho hacer y resoplaba entre sueños. Volví a levantar la vista y me quedé mirando las estrellas pasivamente. Sabía que me había comportado mal con Riemel y los ojos perdidos de Falken todavía rondaban mis pensamientos. Mis ojos comenzaban a cerrarse y podía distinguir en el cielo el rostro de Riemel, su sonrisa, su calida mirada y hasta podía sentir el aroma de su pelo. Ya estaba dormido.
El sol del mediodía me despertó abruptamente. Había dormido toda la mañana. Maldije por mi estupidez y tan rápido como pude preparé el caballo y partimos, nuevamente, a galope tendido. Con el estomago vacío y la mirada fija en el horizonte volvía a espolear al caballo, que relinchaba, quejándose del sufrimiento aquel.
- Bien... pero será solo un momento –dijo el guardia mientras guardaba el oro en su bolsillo. Me abrió la puerta trasera y me guió por corredores que olían a secreciones y moho. A medida que avanzábamos se escuchaban los goteos en las paredes y algunos que caían del techo al suelo desgastado por la misma agua que lo recorría. No quería ni pensar que clase de agua era, o si era agua. La antorcha iluminaba el oscuro corredor y los gritos de las personas retumbaban en mis oídos. El guardia frenó frente a una puerta, le abrió el mirador, inspeccionó bien y luego la abrió completamente. –Pasa, tienes poco tiempo, aprovéchalo. –y con una sonrisa cerró la puerta tras de mi.
- Mel? Que demonios haces aquí?. –la voz de Tyl estaba ceca y ronca. Su cuerpo, maltratado, lleno de moretones, apenas era reconocible. Se levanto del catre y avanzo hacia mi. Su mirada era la misma, aunque su rostro era el de otro. Frenó delante mío y se me quedó mirando. Se alzó una leve sonrisa en su rostro y por un instante volvió a ser el mismo, luego, me abrazó como lo había hecho antaño. Algunas lágrimas se escabulleron en silencio por mi mejilla mientras su abrazo, cual fuera el de un oso, me estrechaba. Pronto nos alejamos y nos miramos sonriendo, alegres de volver a vernos. –No hay tiempo, Mel que estas haciendo aquí?.-Tyl miraba la puerta de vez en cuando.
- Vengo de la abadía Tyl, estamos en problemas. Thren esta en problemas Tyl, esta apresado en un bosque cerca del lago. Fue a buscar la única esperanza de liberarte y no va a llegar a menos que hagamos algo. –el problema era gravísimo, pero yo se lo contaba tranquilamente, cierta paz había en mi que no lograba entender. Tyl, en cambio se veía abrumado por la noticia, aunque no dejaba que se note. –pero no te preocupes mi amigo, iré a buscarlo enseguida y… -.
- No te atrevas a hacerlo Mel!! –levantó la voz en un acto de ira que me dejó sin habla. –Diablos Mel, no puedo creer que me digas estas estupideces… crees acaso que eres tan poderoso como para encargarte tú solo de los apresores? O crees acaso que, por alguna suerte divinal, lo destruirás a todos, rescatando a Thren y trayéndolo con mi salvación? – Tyl hablaba fuerte y movía la mano amenazadoramente, como si fuese a golpearme. La reciente ira que estaba teniendo hacia que mi cuerpo temblase. –Mel… ya pasamos por esto antes, debes cuidar a Riemel, debes irte y comunicar en otras ciudades lo que realmente importa!, yo estaré bien aquí, pero debo saber que la misión sigue en pie. Tú deberías saberlo mejor que nadie, con un demonio. No entiendo como Thren no te obligo a marchar… ese idiota. –Retrocedió unos pasos y con aire agitado empezó a calmarse.
- Que… -mi voz fue como un susurro cuando intente hablar, luego respiré y mi voz se recuperó. –Que quieres decir Tyl?, no confías que logre hacer esto?. Riemel esta bien junto con el muchacho en una habitación, no debería haber venido desde un comienzo, pero ya esta aquí, así que se adecuara a los planes que tengamos… y… -Tyl me miraba y en aquellos ojos no podía discernir entre enojo o compasión.
- Mel, escucha –su voz era la de antes –Oneravin nos envió en una misión, como bien lo sabes. Debemos informar a los reinos de estos magos y sus planes. Aquí los corazones de las personas esta nublado, es una ciudad perdida –comenzó a moverse en la celda, arrastrando un poco los pies –de todas formas, eso no es lo importante. Aquí el asunto es que debes irte de este mugriento lugar y dirigirte a Folkmar, al sur de aquí. Ese es…-
- NO!. –le grité indignado por aquel pensamiento. Tyl se me quedo mirando. –No me iré de aquí sin ti. Eso no es lo que yo accedí como misión. Empezamos en esto juntos y lo terminaremos juntos Tyl!. El plan ya lo tengo en la cabeza, no me importa lo que digas, hablas tonterías por la falta de alimento. Iré ahora y… -la mirada de Tyl cambio por completo y enfoco su vista en la puerta. Ésta se abrió con un fuerte golpe y dos guardias armados nos miraban riéndose.
- Bien bien, ustedes dos, ya han hecho demasiado barullo. Vamos vamos asqueroso mestizo, la hora de visita termino. –y con una sonrisa provocadora me miraba, enfocándose primordialmente en mis orejas. Tyl se levantó y como acto reflejo el guardia que estaba al lado del que hablo, corrió hacia el y le golpeo con la cabeza con el mango de la espada. Tyl cayó de bruces al suelo con una herida en la parte superior de la frente. La sangre le brotaba y no lo dejaba ver con claridad. El guardia reía. Cuando estuve a punto de realizar una acometida contra él, el otro guardia me gritó –Mestizo! Quédate quieto o tu amigo lo pagara y muy caro. –tenia cierto tono de felicidad al decir estas palabras, como si desease matar a Tyl. Nada podía hacer ya. Me siguieron a la puerta y con un último vistazo lo vi a Tyl, como nunca lo había visto, sentado, cabizbajo, sangrando. Lo ultimo que escuche de él mientras se cerraba la puerta tras de mi fue un murmullo del cual, gracias a mis facultades heredadas de los elfos, pude escuchar con claridad. “Cuídate muchacho”.
Me empujaron hasta la salida, riendo y maldiciéndome. Al tirarme fuera de la cárcel por la puerta trasera, me golpearon y escupieron, diciéndome que no vuelva por allí o terminaría junto a mi amigo. Me incorpore, me limpié y con un odio que había llenado mi espíritu, me dirigí a donde se encontraban Riemel y Falken.
El caballo resopló y bajo la velocidad, haciendo que mis pensamientos vuelvan al camino que estaba recorriendo. Frene el caballo y baje para que pueda descansar. Allí, en la lejanía, podía verse las lindes del bosquecillo que estaba en el mapa, aquel lugar era donde estaba apresado Thren. El sol comenzaba a caer sobre el horizonte, llegaría al otro día. Hice unos cálculos y preferí acampar allí mismo, pues no podía haber más de tres kilómetros hasta aquel sitio. No haría fuego aquella noche, no haría nada que pudiese mostrar mi presencia. Lleve al caballo a unas rocas que había allí, para buscar algo de refugio, una tormenta se avecinaba y el viento estaba comenzando a soplar fuertemente. Aquella noche los pensamientos sobre lo sucedido retumbaban en mi cabeza, trayéndome cierto dolor que me aturdía. Riemel, Falken, Tyl, todos ellos… que estará pasando con ellos. Esos eran mis pensamientos y en mi comenzaba a nacer la culpa de haber actuado como lo hice. Me obligue a dormir y luego de escuchar un tiempo mas el viento golpeando con las rocas, haciendo ruidos como de espectros que me gritaban del mas allá, logré conciliar el sueño. EL agua, que golpeaba las rocas con gran fuerza, me despertó. Era una lluvia silenciosa, con gotas grandes. No podía ver las lindes del bosque con este clima, pero sabia donde estaba. Prepare al caballo lo más rápido que pude. El animal no estaba tranquilo con este clima, relinchaba y se lo veía muy nervioso. Ocacionalmente algún trueno sonaba a lo lejos. Un viento comenzaba a soplar, indicando que la lluvia no pararía tan pronto y que arremetería contra todo aquel que no este bajo algún lugar donde protegerse. Monte el caballo y con un fuerte espoleo comenzó la ultima carrera hacia aquel bosque. Aprovecharía la lluvia para cubrirme y esconderme de cualquier atacante. EL viento soplaba con más fuerza y ahora se veían truenos extensos como un castillo y lo acompañaban relámpagos que hacían retumbar la tierra.
-Debo irme ahora mismo – le dije al abate una vez que terminó de decirme lo que había pasado. El abate, cuando me disponía a abrir la puerta, tomo mi brazo y con suavidad lo apretó, indicándome que me frene. Volteé el rostro hacia él y note una leve mueca de sonrisa en el rostro. Solté la manija de la puerta y me volteé por completo para escucharlo. El abate suspiro, sonriendo y me dijo.
-Muchacho, no debes tomar actitudes tan apresuradas. –su voz salía como un susurro entre labios que apenas se movían.
-Esto tiene que ser apresurado, mi amigo corre peligro y… -volvió a tomarme del brazo y suspiro nuevamente, a la vez que decía.
-Recuerdo cuando yo era joven como tu, muchacho, las cosas también tenían que hacerse rápido. –Volvió a sonreír y continuo hablando –pero algo si algo te enseña la edad es que lo errores mas terribles se cometen por apurado. Ahora bien. Dime, acaso tienes algún plan?, crees que puedes ir y destruirlo todo?. Que piensas hacer? –me miraba, como estudiándome. Tomé aire y le dije.
-Emmm no lo se señor. Creo que iba a salir y comenzar la carrera hacia el bosque –según las noticias que había recibido el abate, Thren había sido visto junto al capitán de la guardia, viniendo hacia la ciudad, justo cuando fueron emboscados, en el bosque, por una pandilla de orcos bien armados y al parecer bien organizados. –solo que no se como iría. Tengo un caballo preparado todas las mañanas en forma de prevención, así que lo mas seguro es que lo tome y salga ahora mismo.
-Eso solo te llevara a la muerte segura. Ir solo a enfrentarte con todos esos monstruos… ni siquiera piensas consultarlo el plan, con nadie?. –me miraba todavía, esperando escuchar alguna palabra de cordura salida de mis labios, pero yo guardaba silencio. –Bien… como veo que todavía piensas salir, así a las apuradas, solo te pediré un pequeño favor. –mientras me hablaba, comencé a notar que su voz se hacia mas y mas leve, y algo, que no me había dado cuenta hasta ese momento, que venia repitiendo constantemente con los dedos. Los dedos de la mano que me sostenían el brazo hacían unos círculos y trazos por sobre mi ropa. Cuando lo noté el abate siguió hablando. –el favor que necesito que hagas es, que te lleves esto contigo. –se alejo lentamente y se acerco al costado de la silla. Tomo el báculo que me había entregado y me lo ofreció nuevamente. Lo tome con el brazo que había sido tocado por el abate y sentí una leve sensación de calor al sostenerlo. El abate me sonrió y me dijo unas últimas palabras. –No creo que debas partir en este estado muchacho, pero tampoco creo que el destino de uno pueda ser interrumpido por las palabras de un anciano. Antes de ir, ve a visitarlo a tu amigo, el que se encuentra en la cárcel, tal vez él pueda hacer un mejor trabajo que el mío. Ten estas monedas y entrégaselas a los guardias, aquí la honestidad fue enterrada hace mucho tiempo bajo mucha tierra. –el abate suspiro y con una sonrisa me entrego un saco con monedas. Me abrió la puerta y me despidió. En aquel momento, cuando caminaba por los pasillos de la abadía, me sentía tranquilo, como en sueño. No había odio, como tampoco desesperación. Podía ver las cosas en claro. Iría, antes a verlo a Tyl, contarle del plan y luego, seguramente, iría a verla a Riemel, que en aquel momento tanto la quería abrazar. Seria un buen día tal vez, seria…
El ruido del relámpago sonó fuerte en el bosque. Mis manos, emitían un cierto humo y los cadáveres de algunos orcos yacían sobre el camino. Eran los vigías. Estaban todos acampando, escondiéndose de la lluvia, cual animales temerosos de que el cielo se les derrumbe. La voz del abate ya no la recordaba, como tampoco la sensación de paz al salir de aquella abadía. Le estaba muy agradecido por el báculo, ahora manchado con sangre orca. La lluvia impedía que mis hechizos de fuego resultasen como deseaba, pero mejor así, tardarían en saber que es lo que les pegó. La tormenta me dio la idea de los rayos, por un momento bendecí aquel clima. El brazo izquierdo me dolía, una sensación de ardor constante en la parte superior del brazo, donde tenia clavada una flecha. Sin bajar del caballo trate de desprendérmela y con un dolor intenso saque la punta de hierro con algo de carne mía en la punta de la flecha. La arroje al piso y seguí al galope, enfrentándome a los pocos vigías que quedaban de pie. La adrenalina que fluía en mis venas en aquel momento era tal, que me había convertido en una bestia como aquellos a quienes estaba matando. Mi báculo surcaba el aire con un pequeño silbido y terminaba con un sonoro ruido a hueso quebrado y otro orco estaba en el piso. Otra tanda de flechas surco el cielo, pero la lluvia las desviaba. Otra tanda de orcos caía. Estaban desesperados, no se esperaban este ataque, no se esperaban este “tipo” de ataque al menos. Otorgaba los golpes cada vez mas certeros, y comenzaba a disfrutar aquella matanza, mi sangre hervía y mi corazón latía con tal fuerza que parecía iba a salirse de mi pecho. Toda esa sensación de vigor, de fortaleza pronto se apago cuando una flecha se vio incrustada en el cuello de mi caballo y yo me vi, volando, para luego caer de rostro al piso.
Me incorpore al escuchar los pasos de los orcos que se avecinaban, que corrían para buscar mi cabeza. Podía darme cuenta que mi muerte era inevitable en aquel momento. La recibiría de pie, como todo aquel que desea morir con orgullo debería hacerlo. Pensé en Riemel y la sensación de que la última palabra que le dirigí había sido con odio me carcomía mucho más que la muerte que se avecinaba. Recordar eso hacia que muera un poco cada instante. La lluvia caía sobre mí y me limpiaba, tanto la sangre, como el espíritu. Intentaría morir, al menos, en paz. Levante el báculo y fue en ese entonces cuando un ardor se apodero de mi brazo izquierdo. Donde el abate me había agarrado se ilumino un circulo en mi ropa. Mi brazo sostuvo el báculo, cual si estuviese manejado por otro, y lo apuntó al cielo. Los gruñidos de los orcos estaban retumbando en mis oídos y el ardor del brazo hacia que me dificulte la respiración. El báculo apuntando al cielo comenzó a vibrar. El cielo se torno mas oscuro por sobre mi cabeza y en un instante, lo que un ser vivo tarda en pestañar, un rayo se dibujo en las nubes y bajo hacia el báculo, que al ser tocado por el rayo, descendió hasta el piso, golpeándolo con tal fuerza que la tierra tembló y se el salio un haz de luz, acompañado de pequeños rayos que se expandieron a la redonda mía. El sonido de la lluvia se fue apagando lentamente. Luego, el silencio.
El abate me había entregado un arma sumamente poderosa y sin embargo yo no creía que aquel poder podría desencadenarse nuevamente. Los orcos habían sido vaporizados con los rayos que había expulsado el báculo. El tiempo que paso desde el momento que se levanto el báculo y el momento en que dejo de llover, habría sido un instante, comparable al bostezo de un niño y sin embargo sucedió con mucha lentitud. Me incorporé y corrí a donde se veían unas pequeñas carpas. Allí debía de estar Thren, junto al capitán. La herida del brazo volvía a arder con suma fuerza. Trepe la colina con gran dificultad, debido al barro que, por la lluvia, se había hecho. Al llegar al campamento pude ver, la verdadera naturaleza del mal. Thren había sido mutilado y su cuerpo estaba expuesto al aire libre, cual trofeo, con unas aves picoteando su carne. Los orcos no estaban, se notaba que habían partido, al menos hace unos días. Me acerque a Thren y espantándole las aves, lo desate y le puse algunas piedras encima, haciendo un túmulo. Busque al capitán de la guardia, mas no lo encontré. Mi cabeza estaba confundida. Que había pasado con los orcos del campamento?. Algo andaba mal. Note que el caballo de Thren todavía estaba allí. Muy extraño que no lo hayan tomado para ellos. Estos orcos si sabían montar. Me preocuparía por aquello mas tarde, en mi cabeza rondaba la idea de que algo malo estaba sucediendo. Tome el caballo y a toda velocidad Salí del bosque.
-Como sabias, pequeño que aquí había alimento? –Tyl sostenía un conejo recién cazado y sonreía plenamente. Riemel estaba a mi lado.
-Sentí que había algo que rondaba por allí, supuse que era comida, mi maestro me enseño a estar en contacto con el todo, para poder aprender a usar la magia –el día estaba despejado y una brisa suave nos acompañaba en aquella tarde.
-Pues ha sido un excelente maestro HAHAHA –su risa retumbaba por el despejado terreno.
-A sido una suerte que seas un hechicero de premoniciones –me decía Riemel sonriendo mientras preparaba el fuego –así podrás siempre saber que nos va a ocurrir y de esa forma prevenirlo, no te parece Tyl? –le decía sonriendo.
-Pues así debería ser muchacha. Aunque tal vez, le vendría bien ir a un circo y leer el futuro a los pasantes HAHAHAH –y comenzó a reír. Riemel lo acompaño en la risa y hasta yo mismo reía junto a ellos.
El aire se volvió seco de pronto y golpeaba mi rostro con fuerza.
-Ojala hubiese podido ver esto –dije suspirando, inmóvil, mirando al horizonte, mientras una nube negra se levantaba proveniente de la ciudad.
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