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Los Ojos de la Inocencia

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  • #61
    Los Ojos de la Inocencia Capitulo VI Parte II


    - Todo – Contestó, provocando otro pequeño punzamiento en el corazón de Sarath. – No sabría como describírtelo con palabras, pues lo que siento por ella sólo un gran poeta lleno de inspiración podría describirlo – Suspiró mientras se apoyaba contra la puerta de su celda, dándole la espalda.
    - Entonces debe ser muy especial para haberte levantado contra los tuyos y tu propia familia. Ignoro lo especial que puede ser, pero si tu crees que lo es, entonces no dudaré de ello. Aunque tu sabes, que por mucho amor que le profeses y lo increíble y maravillosa que pueda ser ella a tus ojos, la única posibilidad de que salgas de este lugar es la de olvidarte de ella para siempre. Hacer como que si lo ocurrido, sea una simple historia sentimental, sin desembocar en algo mucho más profundo e importante,. Sólo así, quizás tu padre te perdone y te libere de este encierro.
    - Ya se lo dije a él, y ahora te lo digo a ti, jamás dejaré de pensar en ella. Si he de estar encerrado aquí hasta que eso ocurra, entonces moriré en este lugar sin tener ningún remordimiento por ello.
    - Piénsatelo por favor. Esto no es fácil para mí ni para tu padre…
    - ¿Mi padre? Te recuerdo que aunque parezca imposible, fue él el que me condenó a permanecer en esta gruta por todo lo que hice. Ya no es nada para mí, ni mi rey y mucho menos mi padre. Si no puede admitir mi relación con Aisha, entonces yo tampoco aseguraré ser su hijo. – Señaló Driangor con voz firme y decidida. Parecía que todo aquello que había pronunciado lo decía desde lo más profundo de su ser, pero no era verdad. Sarath no podía verlo, pero mientras iba diciendo todas aquellas cosas, en su rostro podía apreciarse una gran tristeza.

    Sentía un gran respeto por “rey Dragón”. Siempre le había amado como un hijo quiere a su padre. Había creído que él sería el único que comprendería y entendería su relación, que le defendería de todas las posibles acusaciones que pesarían sobre él, pero todo eso parecía haber sido sólo las ilusiones de un pobre loco, pues la realidad fue totalmente lo contrario a sus expectativas. Sólo obtuvo incomprensión, odio y dolor. Fue muy duro para él ver como la persona a la que más admiraba, se oponía a todo lo sucedido.

    Había pensado que le odiaba, que no sentía por él ningún aprecio. Pero en su corazón, lo único que de verdad había era dolor.

    - Fue él quien me pidió que viniera aquí para intentar conseguir que abrieras los ojos. Él siente todo lo que hizo, pero tenía las manos atadas por su cargo. Rompiste demasiadas reglas, no podía dejar que todo lo sucedido quedase en sólo un sermón o una pequeña discusión. Tenía que dar ejemplo, incluso si se trataba de su propio hijo. Espero que entiendas su postura.
    - Dices que he roto reglas, cuando tu misma te presentas ante mí bajo una apariencia humana, ¿no te parece irónico? – Preguntó reincorporándose un poco y mirándola de reojo con gesto serio.
    - Sólo lo hice para que no te sintieras incomodo. Pensé que en esta forma, sentirías más seguridad y entonces podrías escucharme más claramente.
    - Te agradezco el detalle, pero si todo lo que tienes que decirme son tonterías para hacerme cambiar de opinión, entonces por favor vete.

    La joven de cabellos negros se quedó un momento sin decir nada, esperando que él le dijera algo más, pero no obtuvo nada, indicando que aquella conversación había terminado. Se levantó y sin pronunciar ninguna frase de despedida, se alejó rápidamente.

    Al llegar a la salida, la luz del sol iluminó una cara totalmente sumida en las lágrimas y la desesperación. Alzó la vista al cielo y en él empezó a ver pequeñas imágenes de las veces que estuvieron los dos juntos.

    Todos momentos felices, y ninguno triste. Y aunque entre ellos hubo situaciones de gran afecto y cariño. Sólo una es la que recuerda como si hubiese sucedido el mismo día.

    Aquella vez estaban sentados en una gran pradera tan extensa que parecía un gran mar verde en donde la vista era incapaz de ver el final. Era un lugar donde la tranquilidad era absoluta y su belleza no podía expresarse con sólo las palabras. El río que pasaba cerca, de aguas tan claras y brillantes como el más precioso de los diamantes, no sólo sonaba como una melodía interpretada por el más brillante de los compositores, sino que además, cuando los rayos del sol eran reflejados por la superficie cristalina, daba la impresión de que las todas las estrellas del cielo habían bajado y se encontraban navegando por aquellas corrientes.

    Les gustaba ir allí, pues gracias al ambiente que en él reinaba, se podía pensar con claridad y disfrutar de un paisaje tan hermoso como el mismo cielo del que tanto se comentaba en los textos religiosos de los humanos.

    Por eso era el lugar favorito de Sarath, en él, ella siempre hallaba un remanso de paz. Sentía muchas más sensaciones, y notaba como formaba parte de la misma naturaleza del paisaje. Pero sobretodo, si en aquel pintoresco paraíso estaba también Driangor, la felicidad era absoluta.

    Recordaba cada vez que habían estado juntos viendo aquella maravilla natural. Fueron muchas veces, pero en ninguna tuvo el valor de decirle lo que sentía por él. Cada vez que lo intentaba, notaba como un nudo se le formaba en la garganta impidiéndole sincerarse. Pero no le importaba, ya que jamás se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que todo aquello pudiera llegar a cambiar algún día. Era un creencia infantil, lo sabía, pero cuando estas con la persona a la que más amas en este mundo, sólo piensas en vivir una vida eterna junto a ella sin que importe nada más, salvo esa vez…

    La imagen no era tan distinta como las demás veces que ambos habían ido a pasar un tiempo allí, pero Sarath había decidido que ese día, en aquel mismo lugar, aprovechando la cierta magia que parecía inundarlo todo, le diría todo lo que sentía por él, sin importarle lo que le contestase.

    Los dos estaban juntos observando el fluir del río, impregnado por los innumerables destellos de luz que los rayos del sol producían al tocar el agua. No se oía nada salvo el movimiento de la hierba que era acariciada por el viento. Un sonido celestial que aunque era percibido por las dos criaturas, sólo Driangor disfrutaba de él. Sarath no podía apreciar aquello, notaba como su corazón se aceleraba con cada mirada fugaz al joven dragón y sólo escuchaba sus fuertes latidos.

    Apoyó su cabeza contra el cuello de éste notando su gran calidez.

    - Ojala este momento fuera eterno.

    Él la miró con gesto extrañado y acariciando su mejilla con el hocico, le preguntó:

    - ¿Por qué dices eso?
    - Tengo miedo de que algún día todo esto sea sólo un viejo recuerdo y de que no volvamos a disfrutar de un día como éste.
    - No tienes por que tener miedo a ese momento. Jamás te abandonaré, ni permitiré que estés triste. Siempre estaré junto a ti.
    - ¿Lo prometes?
    - Sí
    - Entonces yo también te prometo permanecer a tu lado siempre pase lo que pase - Añadió Sarath acurrucándose más junto a Driangor.

    “Te prometo permanecer a tu lado siempre pase lo que pase”, susurró mientas se alejaba lentamente de la gruta. La recitó unas cuantas veces más en su interior como intentando encontrar un significado diferente al que intentaba ocultar, su traición.

    Se detuvo y girándose hacía donde había estado antes, intentó visualizar a Driangor sumido en la oscuridad manteniendo su firme postura y determinación. Él se encontraba prisionero de sus propios ideales y ella, en vez de apoyarle y ayudarle tal como había prometido, se había opuesto a él. Le había increpado su actuación e intentó destruir el amor que existía entre él y Aisha, sin contar con que ahora había querido forzarle a negar sus sentimientos para conseguir su liberación. Analizó el comportamiento que había tenido con él desde que se enteró de su relación, cada palabra, mirada y acción, descubriendo que durante todo ese tiempo, sólo había actuando por puro egoísmo faltando a la promesa que le hizo aquel día, despertando en ella una sensación de vacío, igual que si le hubiesen arrancado el alma.

    Intentó dar un paso más hacia delante, pero después de todo lo que recordó, su cuerpo se negaba a poner más distancia entre ella y su deber. No podía negar la evidencia, ni escapar a su verdadera responsabilidad. Un rato más estuvo debatiendo internamente sobre que hacer cuando una gran sombra empezó a aparecer en el suelo donde ella se encontraba.

    Elevó sus ojos al cielo y descubrió como la figura de Gargant descendía rápidamente hasta su posición. Su movimiento fue veloz y preciso, aterrizando con gran majestuosidad en el suelo.

    No importaba el número de veces que lo viera, siempre le impresionaba su imagen y presencia. El dragón negro replegó las alas y se le acercó con paso firme.

    - ¿Qué hacéis aquí Sarath? – Preguntó con un tono frío y acusador.

    Fin Parte II


    p.D: Gracias por todos vuestros animos

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    • #62
      Mas!!!

      esta historia me entretiene todo los dias que estoy en el laburo jejejej asique ni se te ocurra parar, yo mañana tengo dos dias libres asique ya sabes tenes dos dias para volver a empezar a escribir jejejje
      La verdad muy buena historia y debo destacar que sos muy buen escritor y dentro del juego la debes rolear d elo lindo jejej
      Suerte y hasta luego....

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      • #63
        Los Ojos de la Inocencia Capitulo VI Parte III


        Sentía como sus ojos intentaban amedrentarla para que le dijese todo lo que sabía. No podía contarle lo que había ocurrido con Driangor, sino Gargant sabría del intento del “rey” para ayudar a su hijo.

        - He venido sólo para ver como se encontraba – Respondió con dificultad evitando su mirada.
        - ¿De verdad?
        - ¿A qué viene esto Gargant?
        - Verás, pensé por un momento, que habías venido para intentar ayudar a escapar al traidor. Al fin y al cabo sé que no soportáis verle en ese estado. – Murmuró acercándose aún más a la dragona.
        - No se de que me hablas – Se apresuró a decir Sarath a la vez que tensaba su cuerpo, intentando mostrar seguridad y valentía.
        - No me hagas parecer estúpido – Profirió con gran autoridad -. Sé que estas enamorada de él.

        Aquel comentario, parecía haberla enfurecido. Saltó hacia él para intentar morderle en el cuello, pero un coletazo de Gargant la lanzó con gran fuerza, chocando brutalmente contra el suelo. Intentó levantarse rápidamente para seguir peleando cuando una fuerte garra le presionó el cuello inmovilizándola completamente.

        - ¡No te muevas! – Le ordenó apretándole el cuello.

        Sarath se quedó quieta en señal de sumisión. Gargant parecía regocijarse viendo cómo una dragona tan orgullosa como ella, había sido domada como un vulgar animal de granja.

        Sin liberar la presión ejercida por éste contra ella, acercó su cabeza hasta su oído.

        - Deberías olvidarte de ese perdedor – Susurró -. Mereces a alguien mejor que él, que sea digno de ti, como yo.
        - ¡Jamás! – Gritó intentando liberarse.
        - Él no te ama, nunca lo ha hecho. Por mucho que tú le desees, la única mujer a la que amará es a esa humana.
        - ¡Calla!
        - Sólo tu eres digna de estar junto a mí, piénsatelo – Le propuso Gargant abriendo su garra permitiendo así a Sarath reincorporarse.
        - Antes que estar contigo me cortaría las alas – Le contestó volviendo a ponerse en posición de pelea.
        - En eso puedo ayudarte…- Siseó el dragón oscureciendo su mirada.

        Los dos se observaron mutuamente sin mover ningún músculo, esperando el moviendo del contrario para así poder actuar en consecuencia y poder golpear mortalmente a su enemigo.

        Sarath sabía que no tenía ninguna oportunidad de derrotar a Gargant. Él era dos veces más grande y pesado que ella, sus garras eran mucho mas largas y temibles que las suyas y en su mandíbula podía apreciarse una hilera de dientes tan afilados como la mejor de las espadas. Estaba segura de su muerte, de la futilidad de sus actos, pero no podía olvidar todo lo que había dicho de Driangor.

        - Te estoy esperando, ataca – Ordenó Gargant.

        La dragona dio un paso hacia atrás, no podía volver a atacar alocadamente si quería tener alguna esperanza de sobrevivir. Desplegó sus alas y rugió con tal fuerza, que incluso el dragón negro se estremeció.

        Aquel sonido se extendió por cada rincón del Nido del Dragón como una gran explosión, llamando la atención de todos los dragones que allí había.

        - Ya veo lo que te propones – Declaró Gargant al notar cual había sido su plan – Eres muy lista, ésta vez has ganado, pero tu novio no tendrá la misma suerte.

        Diciendo esto, extendió las alas y se fue volando a gran velocidad, dejando a Sarath extenuada por el gritó y asustada por la amenaza hecha contra Driangor.

        - ¡Sarath! – Exclamó el “rey” apareciendo en una bruma dorada delante de ella -. ¿Qué ocurre?
        - No es nada mi rey, sólo quería descargar mi rabia. Driangor no ha querido escucharme, lo siento mucho.
        - No importa, has hecho lo que has podido. Me gustaría liberarle de allí, pero eso no sería bien recibido por los demás dragones. Por el momento seguirá encerrado mientras pienso que hacer.
        - Majestad – intervino Sarath. Quería contarle lo ocurrido con Gargant, hablarle de su amenaza y la necesidad de liberar a Driangor para ponerle a salvo.
        - ¿Si? -

        Fin Parte III



        p.D: Aquí la nueva entrega, se que hace tiempo tardaba mucho en escribir las siguientes continuaciones, pero debido a que ahora, se podría decir, que he aprendido a amar la escritura, y que cuando intento dar vida y existencia a estos personajes, siento como si algo dentro de mi se sintiera feliz,he decidido publicar una nueva parte cada semana hasta el final de la historia. Muchísimas gracias a todos los que la están haciendo posible por sus comentarios y sus ganas de leer nuevas publicaciones.

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        • #64
          sos un groxo pa segui asi =)


          IIpepitoII DC 85
          IIMeganII GK 80

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          • #65
            Los Ojos de la Inocencia Capitulo VI Parte IV


            Se disponía a relatarle todo lo sucedido cuando oyó en su mente una voz gélida y desafiante, “No digas nada o él morirá”. Sarath se quedó paralizada, aquella advertencia procedía de Gargant. Un frío intenso empezó a recorrer todo su cuerpo, estaba siendo observada y controlada, prisionera incluso de sus pensamientos. Y por vez primera, se notó vulnerable y asustada.

            - Sé lo que piensas y sientes, no puedes escapar de tu destino – Volvió a oír nuevamente, provocándole una nueva oleada de terror y desesperanza.
            - ¿Ocurre algo Sarath? – Le preguntó “rey” extrañado por su comportamiento.
            - No es nada, sólo era una tontería, perdonadme – Contestó mostrando una sonrisa.
            - De acuerdo – Aceptó desapareciendo en una gran luz.

            Se quedó observando como la luz se iba apagando, y con ella, sus esperanzas. No podía hacer nada, ni hablar con nadie. Era libre, pero a la vez estaba atrapada. No soportaba esa situación y empezó a llorar desconsoladamente abrazándose a si misma, intentando sentir seguridad como un reflejo de su impotencia.

            “Debo hacerlo” pensó entre lágrimas esperando que la voz de su acosador volviera a sonar con fuerza en su mente. No hubo respuesta, sólo un silencio que aclaraba sus ideas permitiéndole pensar con facilidad. Extrañada, se concentró buscando una posible invasión, pero no encontró nada. El lazo que había creado Gargant parecía haber desaparecido, al menos de momento.

            Sarath aprovecho aquella situación de respiro para bloquear su mente. Gracias a su acción, ahora estaba segura de su propia intimidad y de la imposibilidad de que alguien volviera a contactar con ella. Pero aunque se sintió aliviada, un nuevo mundo de sensaciones se abrió ante sus ojos.

            Ya no podía oír el viento, ni sentir la energía y el movimiento que cada ser y cosa tenían. Sólo podía ver a través de sus ojos, escuchar con sus oídos y percibir con sus manos y piel lo que le rodeaba. Todo era muy extraño y nuevo. Cada nueva sensación experimentada de esa forma era extrañamente particular y hermosa.

            Le costaba acostumbrarse a la nueva realidad, sin embargo, con la certeza de que nadie podía escuchar sus propias ideas y sentimientos, notó una gran seguridad e independencia.

            Ahora, con plena libertad de acción y sin miedo de ser descubierta o sentida por alguno de los suyos, tenía que pensar algún plan para sacar a Driangor de allí cuanto antes. Apenas había tiempo, pues seguramente, cuando Gargant se diera cuenta de su acto, intentaría acabar con él, como muestra de poder y autoridad.

            Sólo había un problema, no podía hacerlo sola. La prisión estaba sellada mágicamente, y únicamente alguien de sangre real podía romper el sello. No podía contar con el rey ni tampoco con Driangor. La única posibilidad radicaba en Lehahiah, pero su ferviente admiración por su padre y su gran sentido de la responsabilidad y el honor harían inútil cualquier argumentación para conseguir que aceptara el ayudarla. Entonces… ¿qué podía hacer?

            Fin Parte IV

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            • #66
              Los Ojos de la Inocencia
              Capitulo VII “Una Razón Para Vivir, Un Amor Para Morir”
              Parte I


              Ya faltaba poco para llegar a su hogar. Tenía ganas de estar nuevamente en casa para hablar con su padre. Durante todo el viaje le había dado infinidad de vueltas a lo ocurrido con Aisha, y también al encuentro con aquel humano.

              Una y otra vez intentó apartarlo de su mente, pero por alguna extraña razón, no podía olvidarle. Recordaba su mirada, su cara y la sensación que había sentido cuando habló con él. “¿Por qué? Se preguntó Lehahiah. Sólo había sido un momento, apenas habían intercambiado un par de palabras, pero ese breve espacio de tiempo, parecía haberle marcado profundamente.

              Muchas preguntas podía hacerse sobre aquellos pensamientos y sensaciones, pero no podía. Su regreso aunque añorado, iba a ser desagradable. Había partido con una misión y volvía sin cumplirla por propia voluntad.

              La acusarían de traición al igual que a su hermano demostrando así que por sus venas corría la misma sangre impura. Seguramente incluso su padre perdería gran parte del respeto que tenía con los suyos por los actos que sus dos hijos habían cometido contra sus leyes. No le quería poner en aquel compromiso, pero ahora no podía detenerse, pues sabía que si no lo hacía en ese momento, nunca más volvería a tener el valor necesario para volver a afrontarlo.

              Gracias a Aisha, la venda que durante tanto tiempo había cubierto sus ojos e impedido actuar por su propia voluntad, había sido retirada. Toda su vida había seguido las reglas de los suyos con rigurosidad sin importarle lo que estaba perdiendo por culpa de ese fervor en unas estúpidas normativas y reglamentos.

              Por culpa de todo aquello, no había tenido ni infancia de la cual divertirse o una adolescencia donde haber disfrutado de sus tiempos jóvenes. Perdió gran parte de su vida pensando en que hacía lo correcto, que aquel era el verdadero camino y el auténtico significado de su existencia. Todo fue una mentira. Desde que nació hasta ahora había vivido una vida que no fue la suya sin haber obtenido nada gratificante por ello.

              Recordaba que desde un principio, Driangor siempre había intentado llevar una existencia propia, ajena a sus deberes. Pensaba que hacía mal, que desafiar todo ello le llevaría a una muerte segura, pero en cambio, gracias a esa rebeldía, él había conseguido ser feliz.

              Desconfianza, recelo, negativa y enfado eran algunos de los sentimientos que le profesaba a su hermano antes de partir a su misión. Ahora, todos aquellos pensamientos negativos habían sido sustituidos por orgullo, añoranza, perdón y emotividad.

              El Nido del Dragón se alzaba a su vista mientras seguía sumergida en sus propios asuntos. Descendió suavemente delante de su casa, y tomando tierra, entró con paso firme buscando a su padre.

              Nogard se encontraba al fondo con gesto preocupado, intentando encontrar alguna forma de liberar a su hijo sin aparentar un acto de paternidad. Lehahiah al verle en aquel estado de concentración y ausencia, no quiso interrumpirle.

              - Bienvenida hija mía – Dijo el viejo dragón sorprendiéndola. Había olvidado la facilidad con la que su padre podía leer la mente de cualquier ser, permitiéndole estar siempre alerta.
              - Hola – Masculló Lehahiah.

              El Rey miró a su hija con cierta preocupación por el tono con el que le había saludado.

              - ¿Has cumplido con la misión verdad? – Le preguntó reincorporándose.
              - No – Contestó con calma.
              - ¿Qué has dicho? – Musitó mientras su mirada se hacía cada vez más desafiante.
              - No he cumplido con la misión, y os pido perdón por ello majestad – Respondió bajando la cabeza como muestra de arrepentimiento -. No he podido hacerlo, por que no hubiese estado bien, ellos…
              - ¡Basta! – Le interrumpió -. Primero mi hijo me traiciona y ahora tú desafías y cuestionas mis órdenes.
              - No es eso padre, creerme que había ido con la intención de cumplir con vuestro mandato, pero esa humana, me ha enseñado cosas que ignoraba y sensaciones que nunca antes había experimentado. No puedes hacerle esto a Driangor.
              - Tú también has sido confundida por uno de ellos, ¿verdad? – Le soltó, indicando que estaba hurgando su corazón para saber todo lo que había ocurrido.

              Fin Parte I

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              • #67
                Los Ojos de la Inocencia Capitulo VII Parte II

                Lehahiah no pudo decir nada, aquella invasión en su más profunda intimidad la había sorprendido. Se sintió desnuda ante su padre. Había indagado es sus secretos y aquello no podía soportarlo.

                - ¿Cómo te has atrevido? – Consiguió preguntarle cubriéndose con las alas buscando algo de protección.
                - Así que es cierto, también te has fijado en un humano. No me esperaba esto de ti, me has decepcionado.
                - ¡Padre!
                - ¡No! - Le gritó golpeándola fuertemente con una de sus garras cegado por su ira.

                Todo fue demasiado rápido y repentino. Lehahiah esta tumbada en el suelo sangrando por una mejilla. Sentía su sangre correr por su piel, era una herida profunda y muy dolorosa, pero ella no la sentía. Su sorpresa y miedo por el acto de su padre, había bloqueado el dolor y su mente.

                - Hija mía… lo siento…yo – Consiguió decir intentando apartar su vista de su garra que estaba manchada de sangre mientras extendía su otra garra para ayudarla a levantarse.
                - ¡No te atrevas a tocarme! – Le gritó empujándole con fuerza -. ¡Apártate de mí!

                Sollozó y temblando, huyó de allí, dejando a su padre sumido en un hondo pesar por todo lo que había hecho.

                No sabía el tiempo que hacía que estaba volando sin ningún rumbo. Su herida física ya estaba curada, pero la psicológica tardaría aún sanar. Jamás la había gritado o agredido, pero sería la primera y última vez.

                Ahora tenía claro que camino tomar. Ya no había dudas ni arrepentimiento, quería ser como él. Vivir una vida que le había sido robada y truncada, se lo merecía y nadie le impediría disfrutar de la oportunidad para hacerlo. Pero antes de ir a buscar esa libertad tan anhelada, debía liberar a su hermano como le había prometido a Aisha.

                Se concentró en la entrada de la gruta y en un instante ya había llegado allí sin el menor problema. No sentía la presencia de nadie en la entrada o alrededores. Todo estaba desierto y en silencio. Era ahora o nunca cuando debía actuar. Empezó a avanzar hacia dentro con paso firme y decidido, entrando en la oscuridad.

                La visión era nula a pesar de que sólo había avanzado unos pocos metros desde la entrada. Creó una pequeña llama en su mano para intentar iluminar el camino. Consiguió percibir algo gracias a esa ayuda. El camino que conducía hasta la prisión era lo suficientemente ancho para que pudieran pasar dos dragones con total comodidad.

                - ¡Lehahiah!

                La dragona se sorprendió antes de escrutar a su alrededor buscando el origen de aquella voz. Miró a su alrededor sin descubrir nada ni a nadie.

                - Aquí abajo – Le indicó la extraña voz.

                Bajó la cabeza para ver quien era y para su sorpresa vio a Sarath bajo su forma humana oculta en la oscuridad.

                - ¿Sarath? – Le preguntó agachando su cabeza hasta tocar el suelo -. ¿Qué estas haciendo aquí y así?

                La joven le hizo unas señas para que se callara y se transformara también. La dragona no entendía la petición de su amiga, pero hizo lo que le pidió.

                Tan rápido como un parpadeo, Lehahiah había cambiado su apariencia, convirtiéndose nuevamente en una chica de increíble belleza con unos cabellos rojos como el fuego.

                Bajo aquella forma, el túnel parecía aún más inmenso y aterrador. La luz que antes había creado, se había empequeñecido como su tamaño, iluminando muy pobremente un pequeño espacio en el cual apenas se podía ver algo.

                - Ven – Le indicó Sarath cogiéndola de la mano y corriendo hacia el interior.

                Recorrieron unos kilómetros a través de la oscuridad hasta que Sarath se detuvo para intentar orientarse.

                Fin Parte II

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                • #68
                  Siempre me divierto cuando leo esta historia, es entretenida. Me diste ganas de escribir denuevo, espero no abandonar como siempre....

                  seguí así
                  “No hay nada más obnubilante que la verdad” Grande Rene Lavand!!

                  ¿Querés Rol? Tomá

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                  • #69
                    Donkufa, no te pago para que andes posteando en las historias de otros. Anda a terminar "el camino del perseguidor" o ya mismo me devolves el adelanto que te di.

                    Escritores... son todos iguales.
                    sigpic
                    Hitler me robo el cepillo de dientes y se uso todo mi Plax!!!

                    Comment


                    • #70
                      Los Ojos De la Inocencia Capitulo VII Parte III


                      Era muy difícil saber donde estaban sin tener un punto de referencia por el cual guiarse. Lehahiah no le había dicho nada desde que empezaron a correr esperando que ella le contara que es lo que pasaba.

                      Cuando por fin consiguió adivinar la dirección que debían tomar y le cogió la mano, para volver a llevarla, Lehahiah la apartó bruscamente.

                      - ¡Espera! – Exclamó.

                      Sarath se detuvo dándose media vuelta.

                      - Cuéntame que es lo que esta ocurriendo por favor – Le rogó cogiendo tomando con sus manos su brazo.
                      - ¡No hay tiempo!
                      - ¡Sarath! – Le gritó con fuerza y autoridad -. Cuéntamelo.
                      - De acuerdo – Murmuró -. Te necesito para liberar a Driangor, sólo tú puedes abrir la puerta de su prisión. Corre un gran peligro si continúa allí.
                      - ¿Un peligro?
                      - Gargant quiere matarle.
                      - ¿Por qué?

                      Sarath le contó todo lo ocurrido con él, su proposición, su amenaza y lo que tuvo que hacer para evitar volver a oír su asquerosa voz.

                      - Es por eso que he tomado esta forma, al ser más pequeñas, será mucho más difícil que nos presientan.

                      Lehahiah escuchó todo lo que le dijo Sarath con gran asombro. Estaba sorprendida por todo lo que le había ocurrido a su compañera. Apretó los puños con tanta fuerza que unas gotas de sangre empezaron a caer al suelo.

                      - ¡Le mataré! – Soltó con fuerza.
                      - ¡No! – La interrumpió cogiéndola de los hombros -. Lo más importante ahora es liberar a tu hermano.

                      La miró extrañada, había sido amenazada, golpeada, acosada, y aún después de todo eso, en vez de hacer algo para vengarse, lo único que ella deseaba, era salvar a Driangor. Fue entonces cuando comprendió lo importante que él era para ella.

                      - De acuerdo - Asintió.
                      - Gracias – Dijo Sarath sonriendo y volviendo a tomarla de la mano para guiarla.

                      El ritmo seguía siendo rápido, pero llevadero gracias a que ahora todo estaba claro. Avanzaron durante un tiempo más hasta que se encontraron con la imponente puerta que se alzaba entre Driangor y ellas.

                      - ¡Driangor! – Le llamó su hermana.
                      - ¿Lehahiah? – Escuchó proveniente de la oscuridad.

                      Unas manos humanas aparecieron de entre las sombras agarrando los barrotes para a continuación verse el rostro asombrado de Driangor.

                      - ¿Qué hacéis aquí?
                      - Hemos venido a liberarte, así que no protestes ahora – Respondió Sarath con un tono serio.
                      - ¿Ha aceptado nuestro padre mi decisión? – Le preguntó a Lehahiah.

                      Fin Parte III

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                      • #71
                        Los Ojos de la Inocencia Capitulo VII Parte IV


                        No hubo ninguna respuesta. Su hermana evitando su mirada para no contestar a su pregunta, buscó el grabado que sellaba mágicamente la puerta.

                        Tubo que hacer brillar con más intensidad la luz que la había acompañado en todo el trayecto para poder apreciar con más claridad cada rincón para así poder hallar más fácilmente la cerradura.

                        - ¿Qué ha dicho nuestro padre? – Le volvió a preguntar.
                        - Nada – Contestó sin volverse a él.

                        Descubrió en el suelo una escritura antigua con un gran símbolo mágico. Se situó dentro del dibujo y leyó sin ninguna dificultad las palabras mágicas.

                        Todo el suelo se iluminó con una gran luz roja y la puerta desapareció como si nunca hubiera estado allí. Después, su hermana corrió a abrazarle.

                        - ¡Muchas gracias hermano! – Exclamó abrazándole con fuerza.

                        Driangor se quedó anonadado con lo que le dijo su hermana. No entendía por qué le estaba tan agradecida.

                        - ¿Y Aisha? – Le preguntó con gran interés. Estaba contento de aquel gesto de su hermana, pero quería saber que había pasado con ella.
                        - Está bien tranquilo. No he podido hacerlo.

                        El rostro de su hermano se iluminó rápidamente esbozando una inmensa alegría y satisfacción. Abrazó a su hermana mientras le daba las gracias por lo sucedido.

                        - Deberíamos irnos de aquí cuanto antes. Ya tendréis tiempo de hablar – Interrumpió Sarath.

                        Driangor se separó de su hermana y se acercó a Sarath.

                        - Gracias a ti también – Le dijo abrazándola y dándole un beso en la mejilla.
                        - No ha sido nada, la verdad es que me dabas un poco de pena – Consiguió decir, dándole la espalda para que no pudiera ver como su cara se había enrojecido completamente.
                        - ¡Sois unos traidores!

                        Las palabras habían retumbado por toda la cueva sobresaltándolos.

                        Las sombras empezaron a crecer a su alrededor y un enorme cuerpo surgió entre ellas. Sarath quedó atónita y asustada al reconocer a su invitado.

                        Gargant se encontraba delante de ellos con gesto amenazador.

                        - No me esperaba esto de nuestra princesa. Primero él y ahora tú. Parece ser que es más fuerte el lazo de sangre que os une que vuestra cordura.
                        - Déjanos pasar Gargant – Le ordenó Lehahiah.
                        - Me temo que eso no será posible – Dijo sonriendo maliciosamente -. Ahora tengo una buena excusa para mataros.
                        - ¡Detente! – Vociferó Sarath volviendo a transformarse en un dragón -. No te atrevas a tocarles o lo lamentarás.
                        - Te voy a dar una oportunidad de sobrevivir querida. Márchate o de lo contrario, tú también morirás.

                        La dragona miró a Driangor con aire triste.

                        Fin Parte IV

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                        • #72
                          Muuy buena, como dije gracias por permitirme leerla, es del tipo de historias que disfruto.
                          Y por favor coloca la continuación
                          Last edited by alesie; 10-09-2008, 12:50 AM.

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                          • #73
                            Capitulo VIII "Palabras De Sinceridad, Lágrimas En La Oscuridad"


                            Parte I


                            - No me moveré.
                            - Si ese es tu deseo… - Susurró Gargant tensando sus músculos.
                            - ¡No lo hagas Sarath! – Imploró Driangor.
                            - Lehahiah coge a tu hermano y huir. ¡Rápido! – Exclamó lanzándose sobre Gargant.
                            - ¡Sarath! – Gritó Driangor alzando la mano para intentar detenerla, movido por un instinto de protección y de miedo.

                            Su hermana le cogió por el hombro impidiéndole acercarse a la dragona. La miró por unos instantes mientras veía como se encaminaba seguramente hacia su propia destrucción, movida sólo por un pensamiento, protegerles.

                            No le dijo nada, ni hizo ningún gesto, sólo la observó un instante para luego desaparecer de allí como ella le había rogado. Aquella petición había sido como su ultima voluntad, y de ninguna forma, podía negarse a cumplirla, por muy dolorosa que fuera la despedida o por muchos gritos de desesperación y frustración que salían de su hermano.

                            Sarath se lanzó con todas sus fuerzas sobre Driangor. Recordaba la humillación que había sentido en su anterior encuentro, y la facilidad con la que pudo entrar en su corazón y vigilarla, sabía que no podría derrotarle, que se dirigía a una muerte asegurada, pero aún a pesar de ello, no sentía ningún temor.

                            Gargant esquivó el ataque de la dragona con suma facilidad sin apenas inmutarse.

                            - ¡Apártate! – Rugió nuevamente el dragón negro enseñando los dientes. – Te lo advierto por última vez.

                            Sarath no dijo nada, abalanzándose contra él nuevamente en un vano intento por morderle. Estaba a punto de clavarle sus dientes en el cuello cuando sintió un gran golpe en su pecho.

                            Un gran escalofrío recorrió todo su cuerpo y notó como algo líquido empezaba a deslizarse por su piel. Bajó la vista sorprendida, y vio como una de las garras de Gargant desaparecía dentro de ella.

                            - Eres una estúpida, no debiste haberte entrometido – Dijo calmadamente sin mirarla. – Muere arrepintiéndote por tu traición.
                            - Te equivocas Gargant – Le contestó escupiendo algo de sangre – No soy una traidora, por vez primera, estoy actuando de acuerdo a mis propios pensamientos y sentimientos.

                            El dragón la miró sorprendido al escuchar aquellas palabras y apreció en su mirada, una gran determinación, fortaleza y orgullo. No entendía aquel brillo que desprendían sus ojos.

                            - No dices más que tonterías. Incluso a las puertas de la muerte puedo apreciar en tu mirada una gran determinación y fuerza, pero sólo es eso, un resplandor fugaz que pronto desaparecerá – Declaró extrayendo con gran violencia y rapidez su garra del pecho de Sarath.

                            La acción le provocó una gran hemorragia a la dragona, que cayó al suelo muy dolorida. Sentía como su vida se escapaba por aquella herida, y por vez primera tubo miedo de la muerte, por lo que no pudo evitar derramar unas lágrimas.

                            Fin Parte I

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                            • #74
                              Los Ojos de la Inocencia Capitulo VIII Parte 2


                              - Ya es tarde para llorar – Musitó el dragón con una gran sonrisa. – Vas a morir por proteger un amor no correspondido, por defender a una persona que te ha traicionado enamorándose de una escoria humana.

                              Apenas podía escuchar las palabras de Gargant mientras su vida se escapaba lentamente al igual que sus lágrimas. Pero al borde de la muerte, descubrió que no lloraba por el temor a su fin, sino por que ya no podría volver a ver a Driangor.

                              - ¡Driangor! – Gritó intentando inútilmente ponerse en pie.
                              - Es inútil, si aún te queda un poco del orgullo de nuestra raza, aceptarás tu fin y no seguirás ridiculizándote de esta forma.
                              - Me das pena Gargant – Dijo muy débilmente girando la cabeza con dificultad, dirigiéndole una mirada muy compasiva – Estas cegado por ese orgullo que tanto defiendes, impidiéndote ver las cosas con claridad. Ojala pudieras ver las cosas como yo las veo ahora, solo así quizás, entenderías ese sentimiento tan ajeno a ti que es el amor.
                              - ¡Cállate! – Le gritó con todas sus fuerzas.

                              Entre tanto, fuera de la cueva, Lehahiah intentaba impedir que Driangor volviera a entrar para ayudar a Sarath.

                              - ¡No puedes ir! – Le decía su hermana agarrándole con fuerza.
                              - ¡Déjame por favor! – Imploraba intentando liberarse. Sentía que Sarath estaba en peligro, que algo malo había ocurrido. – Por favor hermana.... – Suplicó derrumbándose y empezando a llorar.

                              Lehahiah sentía cada ruego de su hermano como una cuchillada, pero sabía que no podía dejarle ir, de lo contrario, Gargant le mataría.

                              - Le prometí que estaría siempre a su lado, que siempre la protegería... ¡Suéltame!
                              - Lo siento pero no puedo hacerlo, si vas allí él te matará.
                              - ¡No me importa! ¡He de ayudarla!

                              Su hermana se puso delante de él a gran velocidad sujetándole los hombros.

                              - Apartat… - Intentó decir Driangor cuando su hermana le interrumpió dándole una fuerte bofetada.

                              El golpe le dejó por unos instantes confuso y desorientado. Una corriente de ira le invadió por unos instantes, y cegado por su enfado, cogió a su hermana por el cuello y la llevó contra la pared de la cueva.

                              - ¡No te metas en mi vida! – Vociferó.

                              Fin Parte 2

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                              • #75
                                uppppppppp queremos q siga T_T


                                IIpepitoII DC 85
                                IIMeganII GK 80

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